Come Back, Little Sheba

“God, grant me the serenity to accept the things I cannot change, courage to change the things I can, and wisdom to know the difference”

Resulta curioso lo que sucedió tras el paso de muy pocos años, con muchas de las adaptaciones teatrales originales de Broadway, y su paso a la pantalla el cine de Hollywood durante los años 50.
En líneas generales, gozaron de un éxito tan atronador como efímero, pasando en muy pocos años de ser desmesuradamente galardonadas, a quedar rápidamente relegadas al olvido, mostrándose como ejemplos de un cine teatral y anquilosado, quizá poco representativo de la progresión de un medio que, en aquel entonces, buscaba otros recursos para ofrecer la competencia a la televisión, al tiempo que marcar su propia impronta de modernidad.
Hubo una generación de directores, que durante los años 50, empezaron a formarse como realizadores en un nuevo formato que prometía y posibilitaba la innovación y experimentación, luego fue tomando otros derroteros donde importaba más los altos niveles de audiencia, y el negocio que la calidad y la experimentación:
La televisión.
Así surgieron además de las primeras series de ficción, los dramas para televisión con actores de prestigio, buenas historias, buenos guionistas, y jóvenes directores profesionales y preparados.
Fue tal el éxito y la calidad de algunos de estos episodios dramáticos para la televisión, que varios de estos directores, dieron el salto a la pantalla con la adaptación al cine de estos formatos televisivos.
Así, algunos de los casos más conocidos son el de Delbert Mann con “Marty” (1955) o Sidney Lumet con “12 Angry Men” (1957)
Ambas películas fueron antes un éxito televisivo, y después otro éxito en la pantalla.
El material de partida de alguno de estos dramas, era el escenario de teatro, pero también se crearon historias originales para la pantalla de televisión.
En su salto a la pantalla, estas películas ya se realizaban fuera del sistema de estudios, al margen, o eran proyectos excepcionales del gran estudio de turno, comenzaba a cobrar vida lo que se convertiría en “cine independiente”
Los directores de “La Generación de La Televisión”, se convirtieron en el puente entre los directores de prestigio de los estudios, y los que darían paso a la generación del “Nuevo Cine de Hollywood”, con la caída del sistema.
Las primeras películas de estos directores, eran historias cotidianas, que daban voz a “la otra América”, a los perdedores o a los que tenían dificultades para vivir en el día a día.
La pantalla, trataba temas de realismo social que no estaban siendo tocados en grandes superproducciones, o en el cine en general; debido, entre otros motivos, porque El Código Hays de producción, que seguía activo y fuerte.
Y empeñado en que no se hablase continuamente de dependencias, adicciones, pobreza, injusticia, relaciones humanas complejas en personas como los propios espectadores, normales y corrientes.
Quizás, cabría reseñar como precedentes de toda esta corriente, las adaptaciones teatrales que en el seno de la Paramount, traspasaron a la pantalla nombres como Joseph Anthony o Daniel Mann.
Precisamente, del último de los realizadores citados, es uno de los más conocidos, y actualmente olvidados
Una versión televisiva de la obra “Come Back, Little Sheba” de William Motter Inge, estrenada en 1950; fue realizada en 1977 para la TV, protagonizada por Laurence Olivier, Joanne Woodward y Carrie Fisher; siendo dirigida por Silvio Narizzano.
La obra, se integró en un croquis en el Colgate Comedy Hour, protagonizada por Dean Martin, Jerry Lewis y Burt Lancaster.
“That girl in their house spelled trouble!”
Come Back, Little Sheba es un drama del año 1952, dirigido por Daniel Mann.
Protagonizado por Burt Lancaster, Shirley Booth, Terry Moore, Richard Jaeckel, Philip Ober, Edwin Max, Lisa Golm, Walter Kelley, entre otros.
El guión es de Ketti Frings, sobre la obra homónima de William Motter Inge, estrenada en 1950, para la que se inspiró en una mujer que conoció durante sus sesiones en La Asociación de Alcohólicos Anónimos a la que pertenecía.
La obra teatral, tuvo 190 exitosas presentaciones; pero además, Inge era conocido por sus puestas en escena y por sus libretos:
“Picnic” (1953), y “Bus Stop” (1955), así como también por su guión original para “Splendor In The Grass” (1961); cuyas obras ofrecen típicamente solitarios protagonistas gravados con tensas relaciones sexuales.
Pero Inge se suicidó por inhalación de monóxido de carbono en 1973, a raíz de una depresión provocada por el relativo fracaso de sus últimas obras.
Tenía 60 años.
La producción original de Broadway de “Come Back, Little Sheba” de Inge, abrió en El Teatro Booth en New York, el 15 de febrero, 1950; en la que Shirley Booth ganaría El Premio Tony de 1950, como la mejor actriz en un drama, en el escenario; y luego lo hizo el papel en la versión cinematográfica; ganado El Premio Oscar como Mejor Actriz, siendo la película, nominada como mejor actriz de reparto (Terry Moore), y montaje.
Come Back, Little Sheba, es un relato que nos habla de los fantasmas del pasado, del paso inexorable del tiempo, del tiempo perdido, de la juventud, de las segundas oportunidades, de la monotonía, de la frustración existencial, de la frustración sexual, de la redención, de las segundas oportunidades, todo ello con el epicentro en un matrimonio averiado:
El de Lola (Shirley Booth) y Doc Delaney (Burt Lancaster) que no pasa por su mejor momento.
Después de perder a su bebé, Lola centra su atención en cuidar de una perrita llamada “Sheba”, pero ésta también desaparece...
Mientras Doc intenta luchar contra sus problemas de alcoholismo; Lola, apenada por tanta pérdida, no logra terminar sus estudios de medicina.
La existencia de los Delaney, resulta monótona; pero da un giro cuando el matrimonio acepta a una encantadora inquilina:
Marie Buckholder (Terry Moore); y se convierte en la hija que nunca tuvieron.
Pero cuando la joven se enamora, Doc se ve preso de los celos, y una vez más, ha de enfrentarse a la tentación de la bebida…
Daniel Mann, ha conseguido con Come Back, Little Sheba, un entramado perfecto, lleno de sutilezas y de frases muy agudas, que es preciso masticar muy lentamente, para poder entrar en su más pleno significado; en las que no hay que olvidar el pasado para poder vivir en el presente, y seguir avanzando.
¡¿Hasta cuándo entonces, será que podremos tomar decisiones libres y absolutamente conscientes?!
¿O vamos a seguir abriéndole paso a la infelicidad de cada día?
“I'm too tired to wash my face tonight.
Did you?”
Es posible que de primeras, el nombre de William Inge no suene nada.
Tal vez sea porque otros dramaturgos como Tennessee William y Arthur Miller, hayan gozado de más populismo.
Pero si decimos de Inge que ganó un Pulitzer en 1953 con “Picnic”, que recogió un Oscar por “Splendor In The Grass” en 1962, ya resulta más conocido, obras y películas de éxito, enormemente alabadas.
Pero Inge sintió que estaba perdiendo el tacto, y que no tenía la intimidad necesaria con los personajes que escribía.
Todo ello le llevó a una depresión, por la cual se suicidó…
Pero Inge sabía capturar la mentalidad de esos pequeños pueblos en “La América Profunda” y Come Back, Little Sheba, fue la primera obra de Inge que se adaptó a la gran pantalla; y también fue la primera película de Daniel Mann, que realiza un excelente trabajo en torno a la teatralidad inherente en una obra de este calado.
En el relato, todo luce normal y llevadero entre Doc y Lola Delaney, porque, tras largo tiempo de casados, cuando ya él exhibe algunas canas, tiene la satisfacción de llevar un año de haber vencido el alcoholismo, y ella sigue siendo mimosa y dedicada, aunque se ha vuelto por su parte rolliza y parlanchina.
A Lola, solo la atormenta que su perrita “Sheba”, se ha extraviado desde hace algún tiempo, y nada han vuelto a saber de ella...
Mientras Doc, además de sus propias reuniones de Alcohólicos Anónimos, es voluntario en un programa de recuperación para esos hombres que cayeron en el alcoholismo.
Como él dice:
“La mayoría de los alcohólicos son hombres decepcionados, y yo puedo ayudarlos”
Como muestra de su fuerza de voluntad, Doc guarda una botella de whisky sin abrir en el armario de la cocina; y mantiene siempre una actitud positiva, basada en “olvidar el pasado para vivir el presente, y seguir avanzando”
Mientras reconstruye su vida, tiene poco tiempo para estar con su esposa Lola.
Ella, por otro lado, rara vez sale de casa; y vive anclada en el pasado, una época que para ella fue bonita; pero fueron unos años que se desvanecieron al igual que su perro “Sheba” meses atrás.
Lola decide ayudar a la economía del hogar, alquilando una habitación para Marie, una joven estudiante de arte; una idea que no le gusta a Doc...
La relación entre Doc y Lola, resulta amable y formal; pero sus palabras son vacías y sin pasión.
Una culpabilidad reprimida y el resentimiento, ocupan buena parte de su matrimonio.
Doc, encuentra refugio y salida en su dedicación en ayudar a esos alcohólicos; y Lola se siente atrapada en un presente que rechaza, y un pasado que añora, y quiere recuperar.
Lo que comparten, es la vergüenza y culpabilidad de un matrimonio forzado.
Lola lleva en exceso, el peso de la culpa, una pesada carga emocional difícil de manejar, bloqueando los malos recuerdos, y solo centrándose en los buenos tiempos.
Se siente orgullosa de la lucha de su marido contra el alcoholismo, pero siempre con comentarios de doble filo…
Y es entonces que, a casa de los Delaney, llega como inquilina, una joven y atractiva estudiante de artes plásticas, llamada Marie, y su simpatía, su espíritu servicial, y hasta su coquetería con los chicos de su edad, despierta en Lola añoranza por los años de su juventud; y en Doc, un sentimiento que rehúye, pero que lo tienta de manera irremisible.
La irrupción de la joven estudiante, provocará en Lola el reflejo de la niña que una vez fue.
En Doc, en cambio, se siente paternal y protector, como si Marie fuera la hija que nunca tuvo, y también, viéndola como una versión joven y más bonita de Lola.
Y luego está esa “Sheba” del título, ese perro perdido que es más una metáfora del pasado añorado de Lola.
El relato, muestra un matrimonio en decadencia, mal cosido por acontecimientos pasados que han convertido a la pareja en un par de personas que viven juntas, pero que apenas se relacionan, de cómo el factor inquilina joven, y su atlético pretendiente, despierta en ambos sentimientos, parte de ellos sexuales, reprimidos, que precipita los latentes problemas entre ellos.
Aunque Lancaster parece le tenga asco a esa mujer tan mayor con la que duerme en el mismo dormitorio, que no en la misma cama, faltaría más con lo repelente que le es…
Booth deja ver un gran cariño hacia él, pero parece más maternal que otra cosa.
Su personaje, parece inclusive tener problemas mentales, con un comportamiento patológico, con unos diálogos pasados de vueltas, con esas miradas lascivas a Turk Fisher (Richard Jaeckel); haciendo de cocinera para Marie y su novio sin venir a cuento; y un Doc que no se sabe que pinta tantos años con ella.
A saber que se casó con ella por embarazo, pero eso pasó décadas atrás, por lo que se ve no tienen nada que ver el uno con el otro.
¿Qué han hecho estos años juntos, viviendo en frialdad permanente?
La inclusión de Alcohólicos Anónimos, acrecienta la sombra de una personalidad que no vemos, pero que se siente en cada fotograma.
Si “The Lost Weekend” (1945) se aproximó al alcoholismo, y se atrevió a abrir la puerta de su cuarto oscuro…
Desde entonces, el borracho ha podido permitirse el lujo de ser un enfermo mental.
Sin embargo, ese seguimiento de su autodestructivo devenir, es el que no se muestra en Come Back, Little Sheba, lo que no impide que esté presente en todo momento.
En especial, “La Plegaria de La Serenidad”, sobre vuela durante todo el metraje; también conocida como “Oración de La Serenidad”, es el conocido comienzo de una oración atribuida al teólogo, filósofo y escritor estadounidense de origen alemán, Reinhold Niebuhr, y cuya versión más conocida dice así:
“Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar, y sabiduría para entender la diferencia”
De la extensa, y en buena medida, exagerada nómina de supuestos autores, cabe citar a:
Epícteto, Aristóteles, Cicerón, Marco Aurelio, San Agustín, Boecio, Francisco de Asís, Santo Tomás de Aquino, Baruch Spinoza, Friedrich Schiller, el obispo coadjutor Oliver J. Hart, y diversos líderes militares de La Segunda Guerra Mundial, así como innumerables fuentes anónimas que se remontan hasta El Antiguo Egipto.
Otro intelectual al que se le atribuyó por error, fue el teólogo alemán del siglo XVIII, Friedrich Christoph Oetinger.
La confusión, se produjo a raíz de que un profesor de La Universidad de Kiel, Theodor Wilhelm, publicó a principios de la década de 1950, bajo el seudónimo de “Friedrich Oetinger”, un libro que reproducía la plegaria.
En la revista Grapevine, de La Asociación Alcohólicos Anónimos, se llegó a decir, no sin ironía, que a lo largo de la historia, había sido atribuida “a casi todos los teólogos, filósofos y santos que en el mundo han sido”
Finalmente, otras fuentes la consideraban simplemente un proverbio anónimo, transmitido gracias a la tradición oral; que aun con la tecnología, no se basta por sí sola para resolver los problemas; antes de decidir sobre la autoría de un texto, hay que comprender su sentido, y su contexto.
Entre sus adaptaciones más conocidas, destaca la del programa de “Los Doce Pasos” de La Asociación Alcohólicos Anónimos (AA)
De hecho, en los años 40 del siglo XX, se la conocía como “La Plegaria de AA”; por lo que “Los Doce Pasos”, son los principios que sustentan la recuperación del alcohólico, la práctica de estos, lleva a conseguir la sobriedad; y son principios que permiten una buena relación entre los miembros, y la comunidad exterior.
Esa cita, colgada de la pared de las reuniones de Alcohólicos Anónimos en Come Back, Little Sheba, donde acude Doc, es lo que les va ocurriendo al matrimonio Delaney, cuando proyectan su pasado en Marie, y sus experiencias con los jóvenes que rodean su vida.
De golpe, vuelven todas sus frustraciones, sus sueños rotos, sus fracasos, sus miedos, sus secretos, sus errores; poco a poco, vuelven a quebrarse; y en silencio.
Casi sin darse cuenta de lo que está ocurriendo.
Hasta que Doc no aguanta la visión de una botella de alcohol, y entonces llega la catarsis emocional, y es cuando somos conscientes del infierno que han vivido.
Pero ellos son 2 supervivientes emocionales, y tienen que seguir viviendo.
Así, el matrimonio de Lola y Doc, es un matrimonio complejo, que arrastra un pasado, ni mejor ni peor que muchos, y que ha construido un tipo de relación para sobrellevar el día a día.
Para sobrellevar esos sueños rotos, esas frustraciones, esos fracasos y errores cotidianos; y es que el amor es extraño, y puede ser muy doloroso como destructivo.
Haciendo una segunda lectura, bien podríamos pensar que Doc es homosexual.
No es raro que nunca tenga sexo con Lola, que duerman en camas separadas, y siempre le dé la espalda al dormir…
Que sea la época de las camas separadas, además por El Código Hays, era un matrimonio consumado, que había perdido una hija.
Tomemos el hecho que la familia de Doc, no sentía especial cariño por Lola, y que ésta, al quedar embarazada, por, probablemente una demostración de hombría de Doc, pero sin quererla embarazar, solo por tener relaciones sexuales con una mujer, demostraba a su familia, amigos y sociedad que era un hombre heterosexual.
Recordar que hubo un tiempo, en que las apariencias de homosexualidad, se tapaban con matrimonios que terminaban mal en la mayoría de los casos.
Así como se hace evidente, el gusto que tiene por las buenas maneras, su apariencia impoluta, su sentado, y la música culta… tópicos reservados a personajes homosexuales, y que se hace evidente con la llegada de Marie; con sus perfumes y sedas tiradas por doquier; así como su atractivo sexual, que atrajo a 2 hombres jóvenes, completamente diferentes al hogar, sobre todo la figura de Turk, un hombre muy bien formado, y atractivo, que se osa en posar en ropa ligera, en la sala de los Delaney.
No es casual, que Doc nunca lo quiera mirar a la cara, tal vez para no demostrar la vulnerabilidad y no seducir a Turk con su silencio, y que los demás sean testigos de su deseo.
No es casual tampoco, que cuando se entera que Lola espía a los jóvenes, lo hace también por falta de sexo, y Doc se asombra cuando lo ve también, y no puede reprimirse, por lo que lo pasa muy mal.
No culpa a Marie, ni a Lola, sino que ve que no puede contra su homosexualidad, por lo que lo lleva al alcohol para poder contenerse, y muy probablemente, provocar algún altercado que lo regrese a la realidad, una y otra vez; una realidad que con el alcohol es capaz de decir, con sinceridad, aun hiriendo a Lola, en lo que realmente siente por ella, y su manera de ser con él.
Ya rizando mucho el rizo, los amigos del AA de Doc, son hombres que se sabe salen con él, pero nada más… no sería extraño que Ed sea un amigo muy especial…
Por otro lado, Daniel Mann, además de contar con 2 intérpretes que se meten en sus personajes, que los modelan y construyen, los encierra en su hogar, sale con ellos tan solo a Alcohólicos Anónimos; y desarrolla su universo frágil, que se desmorona con la llegada de la joven estudiante.
Y técnicamente narra esta historia a través de saltos y elipsis temporales, atrapando momentos cotidianos e íntimos en el hogar.
En el dormitorio, en la cocina, en el salón, en el patio…
Encuentros entre el matrimonio; de Lola con la estudiante; de la estudiante con Doc; de los jóvenes que visitan a la estudiante; de los 3; del cartero con Lola, o Lola con la vecina; de Marie con un joven atleta; y todos estos encuentros privados e íntimos, terminan desatando una tormenta, necesaria para volver a construir el frágil universo matrimonial.
Come Back, Little Sheba es una buena película, cuya apariencia teatral no desmerece el conjunto, a pesar de que toda la película está rodada en el comedor y cocina de los protagonistas, al fin y al cabo, es una película de actores, y son ellos la razón primordial del triunfo de esta; y va hasta el fondo del alma de Doc y Lola, por fortuna, muy bien tallado en excelentes actuaciones de Burt Lancaster y el debut de Shirley Booth en el cine,  que despliega garra, mundo interior doloroso, gestualidad impetuosa, cariño, ternura, candidez, frustración evidentemente sexual, siendo el único intérprete que estuvo en la obra en Broadway, dando vida precisamente a Lola; una mujer embutida en un batín que hace que no haya más horizonte, mucho más allá de la puerta de entrada de su hogar; porque el alcohol, maldito alcohol, terrible droga que en exceso nos lleva con un billete directo hacia el fracaso; está destruyendo cada uno de los cimientos de su mundo, de su matrimonio, de su vida, de sus sueños; y Booth, con su calidad de gran dama del teatro, que consiguió mantener su nombre en las marquesinas durante más de 30 años, nos consigue trasladar el origen y el comienzo de cuándo una actriz comienza realmente a actuar, a ser uno de los símbolos más preclaros que ha dado el alcoholismo dentro de la realidad familiar más sórdida e impía.
Nunca ha sido menos cierto, aquel viejo dicho de “detrás de todo gran hombre, siempre ha habido una gran mujer”, porque en esta ocasión, deberíamos de reformularlo como:
“Detrás de todo hombre pequeño, también hay una gran mujer”, pues eso es exactamente lo que hace el profundo y conmovedor personaje de Lola Delaney, con su dipsómano marido, nos demuestra, una vez más, que las mujeres, por mucho que los hombres queramos, son mucho más fuertes, son mucho más valerosas, son mucho más decididas, son mucho más vitales, son mucho más que el mejor de los hombres.
Así que, sin querer desmerecer a los hombres; Come Back, Little Sheba es una lección magistral para todas aquellas mujeres que, al borde de un abismo que siempre sortean con habilidad, lleguen a alcanzar el “cum laude” como esposas, como mujeres, y como madres.
El retrato que ofrece de la alelada Lola, es todo un prodigio de matización y sinceridad, en el que tanto aporta su peculiar acento, y logra junto a Lancaster, algunos instantes realmente conmovedores, como:
La confesión que ambos mantienen de los motivos que los unieron en matrimonio en el portón de su casa; o la secuencia de reconciliación/aceptación final, dan la medida de la sinceridad, de una propuesta quizá deudora de un modo de hacer cine, hoy día totalmente olvidado, pero no por ello menos eficaz en sus fórmulas e, incluso en sus mejores momentos, realmente conmovedor.
Mientras que Burt Lancaster, de 38 años entonces, hizo campaña activa para interpretar al marido alcohólico en Come Back, Little Sheba, a pesar de que era mucho más joven que el personaje, Doc; que se encontraba a mediados de los 50 años.
El actor, Sidney Blackmer, que había interpretado el papel en Broadway, en la producción original, y era 18 años mayor que Lancaster; y Shirley Booth era 15 años mayor que Lancaster.
El papel de Doc, en la preproducción, era codiciado por Humphrey Bogart, que tenía la edad adecuada, pero perdió frente a Lancaster, debido en parte a una política de estudio, y muy a pesar de que Bogart acababa de ganar un Oscar por “The African Queen” (1951)
No obstante, Lancaster hizo un giro radical interpretando a Doc, como un hombre complejo.
Como actor, Lancaster fue en gran parte autodidacta, en un período en que la competencia de la posguerra vino de los mejores alumnos del Actors Studio de New York, con James Dean, Montgomery Clift, Marlon Brando, etc.
Se puede pensar, que Burt Lancaster podría resultar algo joven para el papel de Doc; con los retoques grises en su pelo, que ayudaron a envejecerle un poco, pero no es obstáculo para que Lancaster haga un excelente trabajo en retratarlo con una dignidad sobria y desprendida, cuando todos esos años de resentimiento acumulado del personaje, rompen ese comportamiento, Lancaster estalla en crueles acusaciones a Lola.
Por lo que Lancaster era de esos actores capaces de llevar dentro la vida interior de un hombre, el personaje que interpretaba.
En cualquier caso, es el retrato de un personaje complejo, de lo más tierno a lo más mezquino, pero siempre humano.
Terry Moore, que recibió una nominación al Oscar como mejor actriz secundaria, dando vida a Marie Buckholder, ofrece una doble personalidad:
La universitaria joven e inocente niña por la cual Doc se siente obligado a proteger; y la coqueta que se burla de Turk, con promesas que no tiene intención de cumplir.
Lisa Golm, es el otro personaje importante, interpretando a la vecina de Lola, Mrs. Coffman.
A través de ella, aprendemos más sobre los cambios en la vida de Lola.
Richard Jaeckel como Turk, dota a su personaje del estereotipo de fulgor adolescente, de cómo las hormonas a esas edades, solo piensan en una cosa…
Y claro está, nuevamente, Shirley Booth como Lola; hace el papel de su vida sin más.
Faltan calificativos, porque hay que verla actuar en esta película; de hecho, Lancaster dijo que Booth “fue la actriz más grande con la que jamás había trabajado”
Momentos recordables:
Cuando Lola hace entrar al cartero para darle un refresco, este no le ha traído correspondencia, pero Lola denota en la conversación, una tremenda soledad y ganas de hablar con alguien que la escuche.
Cuando Marie, en el salón de los Delaney, dibujando cartel para un evento deportivo de la universidad, y su modelo es el atleta de la jabalina, Turk, este posa con pantalones cortos deportivos, y una camiseta tirantas; mientras Lola queda obnubilada por la musculatura y juventud de Turk, observándolo de cerca, indisimuladamente lasciva, y descubre que a la pose “le faltaba algo”, y Lola decide traerle una escoba para hacer de ella; a lo que Turk la coge, y se pone en postura de lanzamiento; ello, con la mirada lujuriosa de lola, en lo que freudianamente se podría decir, que ella se imagina a Turk con que la escoba, es una clara referencia fálica, en que ve su falo expuesto apolíneamente por este adonis que la rechaza al lanzarla figurativamente por los aires.
Cuando Mrs. Coffman visita a Lola, al momento de la cena con Marie y Bruce (Walter Kelley), y con su condescendencia, deja claro como es de despreocupada Lola.
El ataque de ira de Doc, tras pasar la noche fuera y regresar bebido, el modo hiriente en que ataca a Lola, que freudianamente la toma del cuello como si fuera su propio pene, acusándolo; y nuevamente, con un cuchillo como símbolo fálico… impresionante secuencia.
Y el perro “Sheba”, que es manejado como una alegoría de los buenos tiempos que se marcharon, se introduce metafóricamente en los sueños de Lola.
Lo curioso es que nunca lo vemos, ni nos enteramos por que se marchó, esto podría haber dado juego simbólico, y se obvia.
No obstante, hay simbolismo en el nombre, que muy probablemente provenga del Reino de Saba o Shebá; nombre traducido como “juramento”, y que es mencionando en El Antiguo Testamento y en El Corán, como un reino muy rico, conocido a través de Makeda, la célebre Reina de Saba, que habría visitado al Rey Salomón.
La extensión real de este reino, es desconocida.
Aparentemente, Saba era una sociedad matriarcal, en que el poder político era pasado a los descendientes monárquicos, por vía femenina; siendo la historia de 2 gobernantes, un hombre y una mujer, ambos fundadores de sus naciones, apreciados por cristianos, judíos y musulmanes.
La sorprendente vida de La Reina de Saba, hermosa mujer dotada de una inteligencia y diplomacia excepcionales, cuyas leyes a favor de los derechos de la mujer, y sobre todo, su juramento de perpetua virginidad, parecieron marcar un destino, cuyo rumbo quedó alterado tras su encuentro con el amor y el placer encarnados en El Rey Salomón; que también es humano en el peor sentido, durante su ascensión al trono, cuando eliminó a sus posibles rivales...
La Reina de Saba, pudo ser fea o guapa, joven o vieja.
No lo sabremos nunca.
Sin nombre en La Biblia, es Makeda en la tradición oral preislámica, recogida en El Corán.
Sin entrar en el ámbito de esoterismos varios, todo ungüento, perfume o especia, parece que fue traído o usado por La Reina de Saba, desde la mirra, el incienso y el bálsamo; hasta la humilde canela y el café.
Unas veces, para sus taimadas artes; y otras para realzar su hermosura, según sea considerada siniestramente maga, o simplemente bella.
Cuando La Reina se dio cuenta que estaba embarazada, emprendió nuevo viaje hacia sus tierras; y 20 años después, su hijo Menelik, regresó para conocer a su padre, quien lo recibió con alegría, y lo invitó a quedarse para gobernar tras su muerte.
Pero Menelik rechazó la oferta, y decidió regresar; abandonó la ciudad con nocturnidad, y llevándose consigo la reliquia más preciosa:
El Arca de La Alianza.
Toda la cultura material y el modelo de asentamiento humano durante el reinado de Saba, mostraban evidencias de un cambio social.
Las artes plásticas de todos los tiempos, han encontrado su inspiración en las leyendas sobre Salomón y La Reina de Saba.
Todas las épocas, han tratado de representarlos, vistiéndolos a la moda vigente con retoques a su entender exóticos.
Las fantasías pueden continuar; cualquier versión nueva o antigua, tiene las mismas posibilidades, es decir, ninguna, de acercarse a una realidad de la que difícilmente sabremos más en el futuro.
“Alcoholics are mostly disappointed men”
El alcoholismo, es un padecimiento que genera una fuerte necesidad de ingerir alcohol, de forma que existe una dependencia física del mismo, manifestándose a través de varios síntomas de abstinencia, cuando no es posible su ingesta.
El alcohólico no tiene control sobre los límites de su consumo, que va en aumento a medida que se desarrolla tolerancia a esta droga.
Se le considera como una enfermedad crónica, incurable, progresiva y mortal por La Asociación de Médicos de los EEUU; al igual que otras drogodependencias.
La dependencia al alcohol, puede resultar de una predisposición genética, una enfermedad mental, el consumo de alcohol abundante, sostenido y abusivo, o una combinación de estos factores.
Esta enfermedad, no solo afecta al adicto, sino también la vida de todo aquel que se encuentra a su alrededor.
Pero hay mentiras que por manidas y repetidas hasta la saciedad, se hacen “verdades incuestionables, “axiomas sociales”
Una de esas “verdades”, afirma que los problemas que una persona pueda tener a causa del consumo de bebidas alcohólicas, le han sobrevenido, única y exclusivamente por su mala cabeza, por su conducta irreflexiva, inmadura e irresponsable.
Y es que según qué cosas, la sociedad va muy por detrás de los avances y la experiencia científica, que desmontan conceptos arcaicos, tópicos, que en definitiva cuesta cambiar, evolucionar, bien por ignorancia inocente, o bien por ignorancia interesada.
Se culpa al enfermo alcohólico dependiente como tal de su enfermedad.
Se culpa olvidando que la conducta de bebida es aprendida, heredada, condicionada por una sociedad que la promociona, la bendice, e incluso la venera.
Olvidamos una premisa tan elemental como básica para asumir una responsabilidad:
El necesario conocimiento de practicar una acción consciente del peligro que acarrea.
Y la mayoría de las personas bebedoras, ignora los riesgos, la publicidad elimina los perjuicios para la salud intencionadamente, potenciando la acción inocua y beneficiosa, relacionando inexorablemente 3 conceptos con el consumo de alcohol:
Diversión, sociabilidad y placer.
Ciertamente, la enfermedad, y no vicio del alcoholismo, es muy compleja, y no necesariamente se establece por consumir bebidas de contenido alcohólico, ni por más ni por menos cantidad, aunque influye.
Se necesita que entren en escena otra serie de factores; fundamentalmente de carácter genético, psicológico y social.
Además, hay que destacar que todos estos factores interactúan de forma distinta en cada uno de los individuos consumidores.
Actualmente, no existe una posible cura para esta enfermedad, sin embargo, muchos alcohólicos se mantienen sobrios por periodos de tiempo prolongados, de acuerdo a su voluntad y compromiso para vencer esta enfermedad.
Pero es innegable que, para que un adicto al alcohol pueda recibir tratamiento y llegar a una posible recuperación, primero tiene que aceptar su condición de dependencia al licor.
Termino con la letra traducida al español de la canción de Sinéad O’Connor, llamada “Feel So Different” del disco “I do not want what I haven't got”, un disco con una atmósfera íntima, y llena de introspección debido a varios incidentes en su vida personal, relacionadas con el abuso de drogas, que utiliza “La Plegaria de La Serenidad”, y que yo aplico al alcance de Come Back, Little Sheba, quedando muy bien, y dice así:

“Dios me concedió la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo, y la sabiduría para saber la diferencia.
No soy como era antes, pensé que nada me cambiaría.
Yo ya no escuchaba, aun así, continuaste afectándome.
Yo ya no pensaba, aunque yo dije que si lo hacía.
Yo diría: “Ya no quiero más”
Por malas experiencias, pero ahora me siento tan diferente.
Me siento tan diferente…
No he visto la libertad antes, y no esperaba hacerlo.
No me dejes olvidar ahora que estoy aquí.
Ayúdame a ayudarte a contemplar.
Comencé con muchos amigos, y pasamos largo tiempo hablando.
Pensé que decían la verdad en cada palabra, pero como todos los demás, andaban con rodeos.
Y ahora parecen tan diferentes.
Parecen tan diferentes…
Debería sentir odio por ti, pero no tengo ni un poco.
Y siempre te he amado.
Oh, me has enseñado en abundancia.
Todo este tiempo, nunca vi todo lo que habías desplegado ante mí.
Todo el tiempo nunca vi que todo lo que necesitaba estaba dentro de mí.
Ahora me siento tan diferente.
Me siento tan diferente…”

“Give Daddy a kiss goodbye”



Comentarios

Entradas populares