Cactus Flower

“A man who lies cannot love”

La Revolución Sexual de la década de los 60, fue simbolizada por la revista Playboy, The Beatles, la minifalda y James Bond; pero esencialmente consistió en la liberación del hombre.
Desde los años 50, los hombres comenzaron a luchar contra la institución matrimonial, afirmando que era algo que les ataba, y que necesitaban más espacio.
Las mujeres estaban de acuerdo en que el matrimonio las relegaba a un rol anodino, y que ellas se merecían algo mejor, tal como afirmaron las primeras y numerosas licenciadas universitarias, aquellas que comenzaron a asistir a la universidad, por primera vez y en gran número, tras La Segunda Guerra Mundial.
A pesar de ello, si una mujer no se casaba, la sociedad la miraba por encima del hombro, por ejemplo:
¿Qué le pasa? o ¡Pobrecilla!
Y si tenía hijos siendo soltera… ni imaginárselo.
No obstante, La Revolución Sexual también tiene que ver con la píldora anticonceptiva, en los años 60.
Con ella, por primera vez las mujeres pudieron evitar quedar embarazadas sin el “consentimiento” del hombre o su ayuda; y podían realizar el coito, o sexo como se denominaba eufemísticamente, si así lo deseaban, sin temor a tener que casarse por obligación y consecuencia.
Ninguna mujer, por esa época, deseaba quedarse embarazada, sin estar casada; los niños aún eran llamados ilegítimos, y sus madres, unas perdidas.
Parte del poder de la mujer, es el poder sexual, el poder del ser, la presencia física.
A las mujeres se les roba ese poder, si se las intimida por cuestiones de su cuerpo, si se preocupan por qué actitud es la correcta para ser una señora, qué ropa proporciona la imagen, y el mensaje deseado... sean las modas transparentes de hoy en día, un símbolo del orgullo que sienten las mujeres por su cuerpo, o una explotación renovada, lo indudable es que se trata de una celebración de los cuerpos más jóvenes.
El orden social existente hasta ahora, decretaba 2 tipos básicos de mujer:
Las mujeres que son madres y cuidan de otros; y las mujeres que son una tentación erótica y provocadora.
De hecho, cada vez que la mujer asume alguna parte del poder en la sociedad, y comienza a trabajar por la igualdad, siempre existe un movimiento cuyo objetivo es demostrar que las mujeres son sexuales.
“Well... I am no sex goddess, but I haven't spent my life up on a tree”
Cactus Flower es una comedia del año 1969, dirigida por Gene Saks.
Protagonizada por Walter Matthau, Ingrid Bergman, Goldie Hawn, Jack Weston, Rick Lenz, Vito Scotti, Irene Hervey, Eve Bruce, Irwin Charone, Matthew Saks, entre otros.
El guión es de I.A.L. Diamond, basado en la obra de teatro de Broadway homónima, escrita por Abe Burrows, que se basó en la obra francesa “Fleur de Cactus” de Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy.
I.A.L Diamond, es uno de los grandes guionistas de la historia del cine, que normalmente se le asoció a Billy Wilder; en esta ocasión, adapta una obra teatral.
No podemos comparar a Gene Saks con Wilder, sería injusto, pues estamos hablando de tal vez uno de los mejores directores de todos los tiempos, al menos en lo que se refiere a la industria de Hollywood; pero sí de alguien capaz de divertir, entretener sin pretensiones, y sin recurrir al lagrimeo fácil, o a la broma burda y grosera, que sería lo más fácil.
Si algo se le puede agradecer, es que dote a todos los personajes de humor, principales y secundarios, sin hacer que el peso del film resida sobre uno en concreto.
De hecho, se puede decir que Walter Matthau es el protagonista:
¿Pero acaso la flor del cactus no hace referencia al personaje de Ingrid Bergman?
El cactus del título, es una metáfora de una mujer arisca y entrada en años, que esconde sus encantos, pero muy de vez en cuando florece.
Así, a lo largo del desarrollo, veremos una transformación en la que los pétalos van naciendo en el personaje de Bergman, que es como una especie de cactus, que no deja que nadie se le acerque demasiado, pero que hasta a los cactus les aparece una flor de vez en cuando.
Llama la atención, el sexismo que conlleva el cactus como símbolo fálico, y la flor como elemento femenino; así como una alegoría a la misma actriz:
La Bergman, como los cactus, son plantas cada vez más populares, y es que no es para menos, de resistencia espectacular, pueden aguantar largos periodos de sequía sin abandonar esa estética exótica y peculiar que tanto nos gusta.
Estética que muchos de nosotros no hemos sabido valorar adecuadamente o, por lo menos, no hasta ver sus espectaculares flores.
Porque sí, algunos de los cactus más populares, nos regalan una floración espectacular que merece la pena, y mucho; aunque la actriz se haya ido de Hollywood, regresaba para revivir la nostalgia, la belleza y los nuevos retos, como en la comedia.
Pero muy curiosamente, la única nominación al Premio de La Academia, la obtuvo Goldie Hawn, y ganó el Oscar como Mejor Actriz de Reparto.
Un premio tan inesperado para ella, que no estuvo presente en la ceremonia, por lo que Raquel Welch fue quien lo recogió en su nombre.
Se rumorea que su ausencia se debió a lo imprevisto del premio, además de que era su debut en el cine.
Cactus Flower sigue a Julian Winston (Walter Matthau), un soltero cuarentón, que va por la vida de seductor.
Su última amante, es la caprichosa e infantil, Tonie Simons (Goldie Hawn), a la que hace creer que está casado, y tiene 3 hijos; es decir, que no es libre para casarse con ella.
Julian es dentista, y tiene una recepcionista sueca, llamada Stephanie Dickinson (Ingrid Bergman), que lleva 10 años desviviéndose por él.
Pero Toni, que ha estado a punto de suicidarse, porque él ha estado por ahí con una azafata de vuelo; la que salva un vecino, Igor Sullivan (Rick Lenz)
La intriga de Toni, la lleva a querer conocer a la esposa de Julian, y a sus hijos, ya que el motivo por el que se ha enamorado de él, es por “su sinceridad”
Toda la trama se basará en cómo se las ingenia Julian, para encontrar a alguien que haga de su esposa, y que le diga a su novia, Toni, que se van a divorciar, para que la novia no descubra que le mintió; y que en el fondo es un gamberro que un día está con una, y otro día con otra.
Y luego, la historia se va entrelazando un montón, y no paran de surgir líos sin saber que pasa realmente.
Como hija de su tiempo, Cactus Flower es una película muy colorista, vistosa y moderna, actual si se quiere, en cuanto a los valores morales y sociales.
“Funny how whenever people hurt your feelings, they're always doing it for your own good”
En 1969, el director de Broadway, Gene Saks, llevó a la gran pantalla la obra Cactus Flower, donde se encontrarían 3 de los mejores actores de diferentes generaciones:
Ingrid Bergman, Walter Matthau, y la comediante, Goldie Hawn; en una comedia divertida, que aparte de un tono amable, precisa de un ritmo intenso, y de un gran guión, francamente bueno, a decir verdad, porque no deja cabos sueltos, ni tampoco resulta ominoso en ningún momento.
Cactus Flower se basa en las artimañas y en el enredo.
La diferencia es que estos malentendidos, se llevan a cabo de una manera más inteligente e intrincada, manteniendo la capacidad de sorprender, cuando unas mentiras traban a otras, y todo se le escapa de las manos al gran farsante.
La adaptación, no se despoja del aire teatral, ya que reparte en extensas escenas, muy dialogadas y con poca acción; así como contiene diálogos astutos con suculentas réplicas, y golpes cargados de ingenio.
El subtexto está presente en multitud de ocasiones, lo que en la actualidad es cada vez más difícil de encontrar, pues debe de ser que no se confía en que el público lea entre líneas, ni una indirecta.
El humor visual o básico, no está entre las intenciones, ya que el tono, aunque sea cómico, no es estridente; por lo que el ritmo es perfecto, y la cadena de acontecimientos consigue que la hora y media se pasen volando.
Cactus Flower es un relato de la relación que existe entre 4 personajes centrales:
Un dentista, su secretaria, su prometida, y un joven escritor que vive en un apartamento contiguo al de esta última.
Toni cree, que la única razón por la que su amante no deja a su mujer, se debe a los hijos que tiene en común con ella.
Sin embargo, dicho amante, el dentista Julian Winston, no sólo no tiene hijos, sino que ni siquiera está casado; y ésa es sólo la excusa que emplea para evitar el compromiso con sus conquistas.
Cuando Toni se empeña en conocer a esa esposa inexistente, Julian ha de recurrir a la enfermera, Stephanie, que ha trabajado con él desde siempre, para que finja ser su mujer, dando comienzo a una divertidísima trama de enredo.
Está claro que a Julian le conviene más una persona de personalidad más recia, pero flexible al fin y al cabo, es decir que le comprenda.
Esa es la base del amor, comprensión y cierto compromiso; sentido de empatía y disposición, algo que la dulce Tonie no es capaz de proporcionar a Julian, no porque sea vil o malintencionada, sino porque esa es su personalidad, inocente e ingenua, difícil de tratar para el impulsivo y adulto Julian, que tiene un carácter distinto, más ocupado y no tan soñador y romántico como ella.
Mientras que Stephanie, se complementa a la perfección con Julian, pues el arrojo y la determinación que lleva dentro, desata la chispa, “aflora el cactus”, y hace perder el control al, en ocasiones, seco dentista, y es capaz lo mejor de él.
Como buena mujer, también es intratable, pero su sentido de humor, mordacidad, pero templado carácter y su, sobre todo, buena voluntad, hacen de Stephanie una pareja inmejorable.
¿Cómo pudo haber tardado tanto en darse cuenta Julian?
Del reparto, Walter Matthau era un monstruo de la interpretación, capaz de dotar a sus personajes, nunca positivos ni edificantes, de un magnetismo innegable.
Aquí encontramos buenas dosis de sus demostraciones de irritación, o sus gestos maquiavélicos, que conseguía gracias a una expresividad que no se convirtió nunca en sobreactuación.
Ingrid Bergman, de 54 años entonces, despliega todas sus facetas según su personaje evoluciona, y conserva su atractivo, al que le añade una capacidad para el sarcasmo que no le conocíamos.
Como dato, Cactus Flower fue la película con la que Ingrid Bergman volvió a Hollywood, donde no había estado desde los años 40.
Hasta ese momento, aunque había hecho alguna película para un estudio hollywoodiense, todas sus películas se habían rodado en Europa.
Y aquí, pocas veces la hemos visto haciendo comedia, y es una pena, porque está fantástica.
A medida que vamos conociendo más a la persona, y alejándonos de la secretaria, su personaje se va desmelenando hasta la divertidísima escena en la pista de baile a ritmo de Quincy Jones.
No deja de ser interesante ver a Ingrid Bergman disfrutando de una onda totalmente a Go Go, sumergida en el espíritu de los '60, sin parecer fuera de tiempo, y brindándonos una graciosa actuación en oposición a sus más densos y clásicos roles.
La oscarizada Goldie Hawn, obtuvo el reconocimiento por su papel, derrochando encanto y candidez, sin que por ello parecer tonta o irritante, una hazaña nada desdeñable; pues hay que reconocer que aquí aporta un personaje espontáneo, ingenuo, sensible y bondadoso, y creo que no hay ni un momento en el metraje, en que no tenga una expresión facial como mínimo simpática.
Que hoy en día no tenga expresión facial debido al botox y la cirugía plástica, hace que reivindique aún más este aspecto natural y bello de su interpretación.
Un dato curioso, es que Goldie describe su relación, como originalmente destinados a constituir una “aventura homosexual, sin preocupaciones”
Tal vez, este sea uno de los últimos casos en que la palabra “gay” sea utilizada en su sentido más antiguo: “Feliz”
Por último, tenemos al resto del reparto:
Rick Lenz, como Igor, el escritor; Vito Scotti, como el señor Sánchez; Jack Weston como Harvey Greenfield; e Irene Harvey como la señora Durant; añaden buenos toques; sobre todo Rick Lenz, como el cuarto vértice del triángulo.
La resolución de la historia, lejos de ser una componenda moralista que distribuye a las personas según sus edades, es una reivindicación de las opciones de las mujeres que ya han dejado atrás la juventud, y una equiparación de sus expectativas a las de los hombres, que nunca ha estado mal visto que salgan con personas de menor edad; a la vez que una forma de valorar las virtudes interiores por encima de las físicas.
El retrato de los años 60, en el que hípsters, vestidos casi como los de ahora, solicitan la versión mono de los discos en la tienda de música, es algo muy curioso de ver.
Así como los modelos de colores que luce Hawn, los temas orquestales como el “I’m a believer” de The Monkees, la forma de bailar y moverse de los asistentes a la discoteca, y el atuendo de todos ellos, no se habrían podido imitar en una emulación actual.
El año en el que se rueda, además, hace que sea muy moderna en el sentido moral, pues parece que las mentes estaban más abiertas entonces, como ahora; lo que hace de Cactus Flower sea tan agradable y atemporal.
Por último, la banda sonora corre a cargo de Quincy Jones, con sonidos muy acordes a la época, sin excederse en la psicodelia.
“There is something so provocative about a nurse in uniform.
No frills.
No adorments.
Just the basic woman”
En la década de los 60, los adolescentes comenzaron a expresar sus opiniones libremente.
Esta liberación, partió principalmente de la música, que despertó unas mentalidades reprimidas durante mucho tiempo.
Los grandes cambios políticos, económicos y sociales, lograron una transformación en los jóvenes de los ’60; dando lugar a la revolución sexual, la liberación femenina, y la lucha en contra de la discriminación racial, que fueron el detonante.
El rock and roll, se volvió una forma de expresión muy popular, y el aspecto de los integrantes de estos grupos, marcaron un antes y un después en el mundo de la moda.
El Rock Psicodélico, de algunos grupos de EEUU, llegó a ser muy influyente.
Las guerras, por su parte, motivaron toda una filosofía pacifista con una ideología de una sociedad maravillosa pero utópica, por lo que los hippies se convirtieron en un elemento importante en la moda de los 60.
Y es que la moda se reflejó más en la mujer, como molde para revolucionar, pues la idea no era mostrar el cuerpo femenino ni sus atributos, curvas, etc., sino parecer delgadas y aniñadas, mostrar el lado más infantil a modo de juego de seducción, y así aparecieron las famosas “Lolitas”, que tuvieron su génesis en la obra literaria homónima y en la obra maestra de Stanley Kubrick, “Lolita” (1962)
Y luego, con Mary Quant, se popularizó la minifalda, y todas querían ser Twiggy.
Los años 60, pusieron pues el fin al clasicismo en la forma de vestir de la mujer, que se ponía preferentemente una falda recta por la rodilla, y dieron paso, por fin, a una revolución en el mundo de la moda, que vino de la mano del look de los años 60.
En esta década, las mujeres empezaron a llevar formas más rectas, ropas de muchos colores, faldas cortas, ropa ceñida...
¡Un cambio de rumbo total!
Con colores a miles, en un estilo que venía marcado por colores vivos y ácidos, como el naranja, el amarillo, el rojo, el verde, el violeta...
Así asistimos a una explosión de colores dentro del código de vestimenta de la época; y una vez más, asistimos a un verdadero cambio:
Triángulos, flores, cuadrados, rombos, topos, rayas...
¡Cualquier forma geométrica, se rinde a la moda de los años 60!
Así como en el cabello, como el moño estirado para cabellos largo, o bien cuadrado con efecto “ondulado” para el pelo corto, con usos de pelucas, y demás.
Siempre impecablemente apretados, donde no se ve ni un pelo que salga de su lugar.
Era la liberación juvenil, lo que significó esta década, y este reflejo incidió también en las artes, las manifestaciones rupturistas y transgresoras llevaron al “Pop Art” de Andy Warhol.
En definitiva, el siglo XX ha visto cómo las mujeres han comenzado a cambiar las tornas sobre todo aquello, convirtiéndose en maestras de sus propias vidas y cuerpos.
Ese siglo fue testigo de una revolución en la vida privada, el derecho al divorcio, la emancipación de la mujer y su parcial integración en el mundo laboral, los continuos cambios en las relaciones domésticas, entre el hombre y la mujer, y la igualdad de la mujer en el núcleo familiar, tanto a nivel legal, como en términos económicos.
Ahora más que nunca, es normal ver a una pareja en que uno de ellos es mucho menor de edad que el otro, o que una mujer pueda llevar una vida con sus hijos estando sola, sin un hombre al lado; o bien, que la mujer pueda tener varios amantes, sin que la sociedad la vea de reojo…
¿O todavía lo hacen?

“That sounds like something out of a fortune cookie”



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