Antonia

“Het spreekwoord is verkeerd.
De tijd niet alle wonden helen.
Het verzacht slechts de pijn en vervaagt de herinnering”
(El proverbio es erróneo.
El tiempo no cura todas las heridas.
Simplemente se suaviza el dolor y difumina los recuerdos)

En el siglo XIX, las mujeres holandesas no podían opinar; en la casa el hombre era el jefe; y si la mujer no estaba de acuerdo con su marido, era su problema.
Las mujeres eran según la ley, “handelingsonbekwaam” o “incapacitadas”, y tampoco podían tomar sus propias decisiones.
En las familias ricas, era un escándalo si la mujer ganaba dinero; pues una “chica buena” se quedaba siempre en casa, vestida con un lindo vestido con el cual apenas podía moverse.
Tenía que esperar hasta que viniera un hombre a pedir su mano, y casarse.
Si no venía ningún hombre, era una gran tragedia.
Entonces tenía que irse a vivir a casa de algún familiar, para el resto de su vida.
Esto hacía la vida de muchas mujeres tediosa y aburrida.
No en vano, se habla de las solteras como “mujeres para vestir santos”
Mientras en las familias pobres, la mujer tenía que salir a trabajar al igual que el hombre, ya que el dinero apenas alcanzaba; y cuando la mujer volvía de su trabajo, tenía que dedicarse los quehaceres de la casa.
Estas mujeres tenían una vida muy dura, y poca libertad.
A partir del 1850, cada vez más hombres y mujeres opinaban que las mujeres tenían que también ganar dinero, y tener su propia vida.
Así nació la emancipación, dándoles a las mujeres, la posibilidad de valerse por sí mismas, tratándolas con igualdad y no como seres inferiores.
Esto ocurría no sólo en Holanda, sino en otras partes del mundo.
Las nuevas ideas sobre la emancipación de las mujeres, llegaban desde el nuevo mundo, los Estados Unidos de América.
También, fue el tiempo de la primera ola del feminismo.
Un siglo, y un poco más después, el rasgo más notorio no fue que hubiera más guarderías, sino que fuera normal y que por primera vez, se vieran padres llevando el cochecito de los niños.
Lo que mucha importancia tuvo, fue la ejecución de La Ley de Igualdad de Trato de Hombres y Mujeres o “Wet gelijke behandeling van mannen en vrouwen” en 1980.
Desde ese momento, es que las mujeres pueden hacer uso de sus derechos legales.
Después, las mujeres holandesas se dieron cuenta que podían arreglárselas bien solas; y ya podían valerse por sí mismas, dando como resultado que hoy mismo se pueden ver mujeres de todos los orígenes, trabajando en La Segunda Cámara holandesa, la municipalidad, y tantos otros puestos públicos y privados de trabajo, que antes siempre habían sido destinados a los hombres.
“Welkom onze bevrijders”
(Bienvenidos nuestros libertadores)
Antonia es una comedia de fantasía holandesa, del año 1995, escrita y dirigida por Marleen Gorris.
Protagonizada por Willeke Van Ammelrooy, Jan Decleir, Veerle van Overloop, Thyrza Ravesteijn, Els Dottermans, Victor Löw, Michael Pas, Marina De Graaf, Mil Seghers, entre otros.
Antonia es descrita por su directora como “un cuento de hadas feminista”, sobre una mujer que al regresar al anónimo pueblo holandés de su nacimiento, establece y cultiva una comunidad matriarcal muy unida; cubriendo un abanico de temas:
Desde la muerte y religión, al sexo, la intimidad, el lesbianismo, la amistad y el amor.
Es una mirada optimista y superadora, para reflexionar sobre las opresiones, la violencia de género, la maternidad y la heterosexualidad como destino obligatorio.
Por ello se abordan cuestiones delicadas como el amor libre, las madres solteras, el amor entre 2 mujeres, las violaciones, el matrimonio entre deficientes, el linchamiento, y el asesinato de un violador; siendo Antonia, una invitación para pensar el rol de la familia y la iglesia en nuestras sociedades.
“Yo soy feminista, tanto por temperamento e intelecto, y mis películas están conformadas por mi visión de la vida”, éstas son las palabras de la cineasta holandesa Marleen Gorris, que ganó el Premio Oscar a La Mejor Película Extranjera.
Antonia fue filmada en Bélgica, en una tranquila granja de la campiña holandesa, donde la nonagenaria Antonia (Willeke van Ammelrooy) repasa su vida.
Tranquilamente acostada en su cama, hace memoria hasta el día, poco después de La Segunda Guerra Mundial, en que volvió al pueblo en el que nació.
A partir de ahí, Antonia recuerda su vida durante los 50 años siguientes, así como la de su hija Danielle (Els Dottermans), su nieta Thérèse (Veerle van Overloop), y su bisnieta, Sarah (Thyrza Ravesteijn)
Un día tras otro, el comportamiento independiente, inconsciente y algo excéntrico de Antonia y su familia, y en especial su lucha por el feminismo, se mezcla con la vida cotidiana del pueblo en que viven.
La vieja granja, se convierte en el hogar de personajes muy variados, en los que el resentimiento inicial se convierte en tolerancia y, posteriormente, en amor.
Antonia es una mujer con mucha personalidad, que hace de los habitantes del pueblo, la respeten, sobre todo en un lugar que está dominado por un machismo con mucha violencia, saliendo adelante al proteger y dar apoyo a mujeres, y personas minusválidas, organizando trabajos, y así entre todos, salir adelante en la vida.
Pero también Antonia es una representación del ciclo indetenible e irreversible de la vida, que a veces se torna muy rápido para algunos, y muy lento para otros.
Su argumento, se encarga de demostrarnos que pese a lo breve que resulta la vida de una persona, breve en una proporción universal, todos poseemos la virtud de la trascendencia; y la opción de entregar un legado a los seres que nos sobrevivirán.
“Dit is geen tijd voor Schopenhauer.
Dit is belangrijk”
(Este no es momento para Schopenhauer.
Esto es importante)
De entrada cabe señalar que Antonia no es realista, sino que nos sorprende con una mezcla de fantasía, realismo mágico, y hasta surrealismo, elementos que sirven a la directora para quitar hierro a una historia que, aunque dramática, nos hace sonreír en muchas ocasiones.
Son esos toques, esos guiños de humor, los que convierten a Antonia en algo diferente.
El escenario nada tiene de bucólico; al contrario, el mundo rural a mitad siglo pasado, era algo así como un círculo consistente en nacer, trabajar, reproducirse, y morir.
Una vida primaria, casi animal, en la que los machos sirven para montar a las hembras, con el propósito de que éstas traigan hijos para trabajar en la granja.
Mano de obra que volverá a reproducir la vida, sin apenas cambio.
“No quería retratar la vida en el campo.
Preferí otros niveles más allá del realismo del trabajo y la vida dura.
Quería hablar de la vida y de la muerte, de cómo crecer, cómo envejecer, y cómo educar a nuestros hijos.
Aprender a vivir es, precisamente, la tarea más importante de mi vida”, dijo la directora; que por cierto, parece apostar por esa creatividad que tiene la historia.
Así pues, para la feminista directora, nada está escrito, las costumbres y las tradiciones existen, y dan sentido a los grupos, pero alguien tiene que romper esa vida circular que nunca cambia, y esas dependencias sociales que nos sirven para justificar nuestra cobardía y falta de libertad.
Con Antonia, dura en determinados momentos, y que aclara y aligera estéticamente la preciosa fotografía de los paisajes holandeses, utiliza elementos técnicos bien logrados, así como la caracterización de los personajes y sus interpretaciones, que aunque no tienen grandes momentos, ni escenas intensas, pero todo resulta creíble en el mundo de Antonia, pues retrata de manera particular, la vida de 4 generaciones de mujeres de una misma familia:
Antonia, Danielle, Thérèse y Sarah.
Recursos como el “flashback”, para trasladar la acción al pasado del presente narrativo, y el realismo mágico, que introduce elementos fantásticos dentro de la realidad, harán de Antonia, una combinación perfecta para abordar problemas nodales como el patriarcado, sin caer en lugares comunes, y golpes bajos.
Todo gira en torno al patriarcado y sus estereotipos; al tiempo y el significado de la muerte.
Vida y muerte, será la simbiosis de un recurso vertebral que aparece de modo dialéctico, en una “agotadora rutina de nacimientos y muertes”, cuya metáfora se irá construyendo a través del transcurrir de las sucesivas estaciones del año, que sobrevuelan vertiginosamente el paso de las generaciones.
Los días que se convierten en semanas, y luego en años, dejarán traslucir la idea de la ciclicidad del tiempo.
La trama conjunta de estas 4 mujeres, cuyas vidas aparecen encadenadas entre sí, es relatada desde una perspectiva de género.
Cada una de ellas, comprende un rol particular en esta sucesión que Antonia deja entrever en sus pensamientos, en el momento previo de su muerte:
Su hija artista Danielle, es lo abstracto; su nieta matemática y compositora de música Thérèse, es lo racional; y Sarah, su bisnieta, es lo emocional y perceptivo.
Un dato interesante sobre la inteligencia de la mujer, lo vemos en Thérèse, precisamente en el momento en que se encuentra dando clases en La Facultad, con 20 años, en un diálogo:
“…por tanto podemos deducir, que el resultado de este problema en concreto será cero.
Como hemos dicho antes, además del 5.8 del grupo homólogo, tenemos el valor relativo del grupo homólogo, evidentemente, pero hay que tener en cuenta que todo ello se puede simplificar.
Si cogemos un factor de la categoría 2, podemos construir una categoría compleja” ¬expone algo titubeante, ante la mirada un tanto lasciva de uno de sus alumnos¬...
“Definir el factor S, donde S es cuatro.
S entonces sería el equivalente a (X, A) donde el primer valor complejo que encontraríamos sería X, y el segundo valor complejo volvería a ser A”
Se trata de una explicación sobre “álgebra homológica”, ciertamente una de las más abstractas e incomprensibles ramas de las matemáticas para el ciudadano corriente.
Así eleva a las mencionadas matemáticas, a una categoría “inalcanzable”, centrándose en el estudio de estructuras algebraicas, con la intención de recalcar la genialidad de Thérèse, y su mente prodigiosa, como un día lo fue Hipatia de Alejandría.
Mientras en otra escena, y en otra posterior, cuando la niña se cae del columpio, se intenta plasmar el desinterés que tiene Thérèse por su hija, apareciendo de nuevo el estereotipo del Matemático, “de no muy buen padre”, ensimismado en sus cosas... y que resumen maravillosamente su marido, al que ella califica de no estar a su altura intelectualmente, diciendo:
“¡Siento mucho tener que decírtelo Sarah... pero tu madre no es normal!”
Y al final en su conjunto de mujeres del núcleo familiar consanguíneo; Antonia que está a punto de morir, se presenta lo que cada una piensa de ese momento:
“Danielle, guardaría su dolor que más tarde estallaría en un lienzo...
Thérèse no podría evitar preguntarse, cuál sería el volumen exacto del último aliento que saldría de la boca de Antonia...
Y yo, Sarahh, su bisnieta, no me separaría ni un momento de su lecho de muerte de mi querida bisabuela, porque quería estar con ella cuando el milagro de la muerte separase el alma de Antonia de su formidable cuerpo...”
Así, el pasado y el futuro se unen con un lazo poderoso, que abarca 5 generaciones de una familia parecida a muchas, y diferente a todas.
Este es sin duda, uno de los grandes filmes de la década, con toda la magia y la luminosidad de la poesía.
De este modo, se pueden comprender los diversos sentidos sobre la mujer que atraviesan la historia, a partir de los estereotipos patriarcales ejemplificados principalmente en 2 instituciones reproductoras:
La familia y la iglesia.
Ambas tendrán roles articuladores en torno a cada uno de los personajes.
Las mujeres, han nacido en un mundo lleno de trabas y de violencia, más o menos explícita, pero entre Antonia y su biznieta, se produce un cambio evidente.
La matriarca, es pura naturaleza, acogedora naturaleza; Danielle da un paso en su conciencia de mujer.
Ella quiere ser artista, desea expresarse a su modo, crear su propio mundo y concebir, usando al hombre como simple semental, con muy buena pinta, dicho sea de paso; y su opción sexual, exenta de toda morbosidad, simple y llanamente es un amor adulto entre mujeres.
Finalmente, Thérèse, una generación que se incorpora a la universidad, cuya identidad no descansa en la reproducción, sino en las capacidades intelectuales.
Se ha cumplido un proceso, de la mujer naturaleza, a la mujer que después de cumplir el mandato de la biología, deja a su hija al cuidado de otros brazos:
La abuela, o el padre.
No hay juicio moral, ni culpa, pues la joven madre sigue su vida con total desapego del fruto de su vientre.
Otros sustituyen la función maternal con normalidad, que no tiene por qué ser la biológica.
Una de las primeras escenas, se sucede en el bar de Olga, “La Rusa” (Fran Waller Zeper), el cual es el único espacio público recreativo del pueblo.
Este aparece como un espacio habilitado sólo por hombres, a excepción de su dueña, y la visita de las recién llegadas, Antonia y Danielle que van a tomar una limonada, mostrando una actitud que dista de la intimidación.
Esta escena muestra el primer indicio del espíritu misógino del pueblo, y ubica por un lado, la actitud transgresora de Antonia y su hija, al romper la primera regla del orden establecido en poblado; y por el otro, el significado del personaje de Olga.
Esta mujer, no sólo trabaja en el bar, sino que es partera y enterradora a la vez.
El binomio aparentemente contradictorio, vida y muerte, se funde nuevamente aquí, desde la identidad del personaje que en su práctica representa ambas dimensiones de la existencia, como un continuum irrefutable y cíclico.
Antonia también aborda la noción del derecho a decidir de las mujeres, desde las diversas formas que adquiere la maternidad.
Antonia lo refleja cuando un hombre viudo le pide la mano, apenas regresa a su pueblo; mientras el viudo lo justifica porque sus “hijos necesitan una madre”, mientras Antonia argumenta:
“Yo no necesito a sus hijos”
Seguirá en su hija Danielle, quien decide tener un hijo, pero no un marido, definiéndose lesbiana posteriormente.
Y Thérèse, la 3ª generación de mujeres, expone públicamente la duda de continuar con el embarazo, al enterarse del mismo.
Por último, el rol de una mujer que asegura que “estar embarazada es extraordinario”, y corona su relato con su muerte en el parto número 13…
El largometraje, sin embargo, problematiza el rol de la maternidad como algo dado y natural, y también se anima a involucrarse con el rol del padre en las familias.
Así aparecen Thérèse y su pareja Simon (Reinout Bussemaker), quien manifiesta una paternidad activa, rompiendo el estereotipo del mandato del varón proveedor, exacerbado en aquella pequeña comunidad holandesa.
Será en la historia de esta pareja, donde se da vuelta el binomio de la mujer como sinónimo de lo emocional, y el varón anclado en lo racional.
Al fin y al cabo, Antonia no es más que una metáfora del principio femenino, en que los hombres transitan entre el impresentable macho que es capaz de abusar sexualmente de su propia hermana, al granjero Bas (Jan Decleir), como amigo entrañable y tierno de Antonia, pero supeditado totalmente a las necesidades y deseos de ésta; y el filósofo, Kromme Vinger o “Dedos Torcidos” (Mil Seghers), incapaz de enfrentarse al mundo, porque está demasiado ocupado en encontrar el sentido de la vida.
Detrás de los anteojos, aislado de los problemas cotidianos, se esfuerza por enseñar a Thérèse las grandes verdades filosóficas, o sea, teóricas.
Su postura ante el embarazo de la muchacha, utilizando palabras de Schopenhauer, es clara:
“La vida no tiene sentido, es un fracaso, una fuente de sufrimiento.
Y el hombre no encuentra otro escape al sin sentido, que la muerte, después de haberse muerto ya en vida”
¿Cobardía, lucidez…?
Quién sabe…
Lo cierto es que Kromme Vinger representa la oposición más clara al principio femenino, encarnado en Antonia.
Ella no necesita comprender el sentido de la vida, sino zambullirse en la experiencia del amor, y deleitarse en lo que la sabia naturaleza ofrece, estación tras estación.
En definitiva, Antonia se atreve a disfrutar, a abrirse a cualquier cosa que ocurra, y espera la muerte con total aceptación y serenidad.
La dimensión del patriarcado, por otra parte, también se expresa en escenas donde la violencia de género aparece como una práctica cotidiana en una familia del poblado.
Después de la misa, hay una reunión en una clase taberna, en la que un hombre ofrece a sus 2 hijos como “grandes sementales”, pero en cambio, a su hija la trata como un animal, al cual intercambiar o simplemente deshacerse de él, y sus hermanos toman el ejemplo del padre, demostrando que tienen la misma estupidez misógina.
Así lo relata la historia de Deedee (Marina de Graaf), abusada por su hermano mayor en un ámbito familiar, donde “la voz de los hombres era demasiado fuerte para que se escuchen las mujeres”; o la venganza del varón, que toma al cuerpo de otra niña, como botín de guerra.
Sin embargo, Antonia recibe una propuesta de matrimonio, la cual ella dice que no sutilmente, diciendo que ella no necesita de un hombre, pero le da la oportunidad para que él y sus hijos tengan de una manera, la figura materna en sus vidas.
La familia, entonces, se convierte en la institución que aglutinará a muchos de los personajes que aparecen a lo largo del metraje, y que junto con la iglesia, se conformarán como instancias constitutivas y ordenadoras de la vida del pueblo, esenciales en la construcción de las relaciones sociales del lugar.
La iglesia, adquiere diversos sentidos, donde la figura del cura (Leo Hogenboom) toma un relevante tono de impunidad, encubrimiento y perversidad.
Siempre apelando a los simbolismos eclesiásticos, se ven estos factores en 2 instancias:
Por un lado, al negarle el sacramento a un pueblerino que escondió una familia judía durante la resistencia, y los alemanes lo mataron.
Por el otro, en la elaboración de los sermones más inquisidores que serán producto de las decisiones “herejes” de Antonia y su hija.
La manipulación de La Biblia, y la tergiversación de la interpretación de “La Sagrada Escritura”, se ve en cómo Antonia pasó de bruja a inmaculada y de demonio, a ángel, en las palabras evangelizadoras del cura.
Este traspaso semántico en la concepción de Antonia, de referente negativo a referente positivo, se sintetiza en una escena donde el sacerdote es descubierto abusando de una mujer en la iglesia...
Me extraña que no haya sido un hombre o un niño, pero ya sería mucha sal en la herida.
Otro dato es cuando Antonia llega con su madre, al lugar donde ella nació, la habitación de su madre está llena de velas y figuras religiosas que rodean la cama de la madre; esto lo puede llegar a un significado más simbólico que tienen las personas religiosas, cómo la luz que ilumina el sendero hacia el más allá, o inclusive plegarias que se pagaran en un cielo, o con un dios.
Sin embargo, la madre de Antonia, supuestamente está en su último día de vida,  es una persona altamente colérica, que tiene un pequeño trauma con su ex esposo, pues la madre se pasa la mayoría de su tiempo insultando al difunto.
Algo que puede significar, el por qué Antonia no se casó, y la historia detrás del padre de Antonia, que nunca lo sabremos, pero se intuye que no es algo para recordar.
O bien, “la mujer que aúlla a La Luna”, Malle Madonna (Catherine ten Bruggencate), cuando ésta está Llena en su totalidad, puede ser poco irónico ya que es su forma de protestar a causa de que la iglesia católica prohíbe su unión con su vecino protestante (Paul Kooij), al entrar ésta en periodo de celo como el animal femenino que vuelve loco al masculino, siendo de diferentes especies.
O bien, Antonia cuando se dirige a la misa para el funeral de su madre, hace un comentario sarcástico de las monjas, diciendo que sorprendentemente aún no se habían extinguido, y pues al parecer, la sociedad que ella describe, cada vez es ideológicamente más abierta, y en ese caso, esto afecta a la religión claramente.
Una parte irónica de la historia, es el amor con locura, lo cual se demuestra con la unión del joven discapacitado con Deedee, “la retrasada”
O el amor que al final llega a inundar a todo el pueblo, pues es casi un “hechizo” que hizo Antonio para mejorar la condición emocional para beneficio de todos.
Todos hacen el amor en todas las variantes posibles, hasta se escucha por ahí, la muerte de un sujeto porque la vaca ya no lo soportaba…
Finalmente, la represión y alienación que genera la institución religiosa, deviene en un cambio drástico en el personaje del sacerdote, quien reconoce que no puede “conciliar su amor por la vida, por el amor de la iglesia a la muerte”, mientras se desprende de la sotana al grito de “soy libre”
A contraposición del dogma clerical, quien ocupa su lugar, tendrá más 10 hijos, el
Kapelaan (Flip Filz)
Estos sentidos, se construyen en lo cinematográfico, apelando a recursos alegóricos, que incluyen escenas de realismo mágico como vírgenes que guiñan ojos, la “Madonna”, mujer que aúlla a La Luna, o la abuela que canta en su lecho de muerte…
Se trata de un claro ejemplo de cómo, a pesar de tantas trabas como impone una sociedad empeñada en la inmovilidad,  la creatividad y la fuerza interior de alguien, se convierten en creadoras de una ética personal, basada en el afecto incondicional a los débiles, la libertad, y la solidaridad de grupo.
Este tipo de valores, son evidentes en Antonia, pero donde se ponen en evidencia de forma más visible, es en las comidas familiares, siempre al aire libre, cosa muy curiosa, teniendo en cuenta la zona geográfica donde se ubica la historia.
En la casa de Antonia, cabe todo el que necesita afecto, apoyo o un plato de comida.
Ella es como la madre tierra; alrededor de su mesa, vemos ampliarse el número de comensales, sin prejuicios, sin condiciones.
El afecto y la humanidad, son alimentos básicos de esos encuentros, y el centro de la vida de la granja.
Así, cada perfil que nos llegan a mostrar los personajes, es una unificación de identidad que encuentra una razón más allá de la típica mentalidad que tiene la sociedad.
De las actuaciones, todas son bastante buenas; sin importar las exageradas características de los personajes, el grupo de estos desconocidos actores holandeses, logra una conectividad emocional fascinante, ante el pesar personal o el triunfo colectivo.
Le puedo achacar, que no hay personaje negro ni de otra raza… y que todos los hombres, no nacidos o que están fuera del círculo familiar son… digamos:
Cretinos, agresivos, insensibles, narcisistas, incapaces de atender sus asuntos, malos en definitiva.
Y es que Antonia es feminista con mayúsculas.
El único hombre que no es “malo”, es un filósofo que está siempre más deprimido que una ameba.
Y cuando Antonia tiene una hija, si tuviera un hijo lo castraría de seguro, resulta ser lesbiana, y esta a su vez quiere ser madre, por lo que van al pueblo y eligen a un buen semental… como si los hombres fuéramos ganado.
La posición de la directora, también es de ataque.
Puede que al final, esté queriendo hablar de que existe la posibilidad de afrontar la vida de otras maneras, más allá de las socialmente establecidas.
De hecho, cuando Antonia se instala en el pueblo, ella y toda la descendencia que tendrá, viene a revolucionar un poco su vida, denunciando con sus actitudes, y a veces expresamente, lo que todos saben, pero todos callan.
“Lijden is geen uitzondering.
Het is de regel”
(El sufrimiento no es la excepción.
Es la regla)
Por dicha, desde el siglo XIX, las mujeres de todo el mundo han luchado por su libertad, y en la mayoría de los países, la han obtenido.
En muchos lugares con gran éxito, pero aún no en todas partes.
Aun hoy, hay países donde las niñas y las mujeres no pueden ir al colegio, y tienen que obedecer a sus padres y maridos.
Pero específicamente, en los Países Bajos, todas las mujeres pueden hacer y decir lo que quieran; aun así, no es todo ideal.
Muchas mujeres reciben menos salario que sus colegas masculinos por el mismo trabajo.
Se ven pocas mujeres en puestos de alto rango, en comparación con sus pares hombres, y muchas empresas tienen directores y managers masculinos.
Así como en trabajos peor pagos, sigue habiendo más mujeres que hombres como lo son los de cuidadores de niños y ancianos.
Mientras en la casa, sigue siendo la mujer la que más frecuentemente se ocupa de los quehaceres y el cuidado de los niños.
Pero entretanto, las niñas van al colegio, y a la universidad; se gradúan y aprenden un oficio.
Igualmente, muchas cosas quizás no cambien nunca:
Las mujeres que tienen hijos se siguen preguntando:
¿Cómo cuidar a los hijos, y al mismo tiempo trabajar?
Lo bueno es que en Holanda, todos tienen la posibilidad de buscar una solución.
A nadie le parece hoy raro ver a un hombre llevando el carrito de su bebé, por ejemplo.
Como madres, las mujeres pueden decidir quedarse en casa, cuidar a los niños y cocinar; pero también pueden trabajar 5 días a la semana, ganar dinero, y dejar la cocina y otros menesteres a sus maridos o parejas.
Y eso gracias a una mujer llamada Aletta Jacobs, que además de los múltiples logros a lo largo de su vida, como médica, activista por el sufragio femenino, e inventora; fue también conocida por haber sido la primera mujer en asistir a una universidad neerlandesa, así como la primera mujer de su país en obtener el título de doctora en medicina; su alcance ha sido tal, que los Países Bajos es un sitio acogedor tanto para la mujer como para el colectivo LGBT.

“Dus het leven begint, zonder te weten waar het vandaan kwam en waarom het bestaat.
Maar waarom?
Omdat het leven wil leven”
(Así que la vida comienza, sin saber de dónde viene o por qué existe.
¿Pero por qué?
La vida hay que vivirla)



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