To Each His Own

“When you’re wildly and deeply in love, you don’t stop loving just because somebody dies”

El melodrama, es un género difícil de abordar, puesto que el director ha de narrar y filmar consiguiendo que los espectadores empaticen con los sentimientos de todos los personajes, y lograr así que afloren de forma natural y verosímil sus emociones.
Hay muchas películas pertenecientes a este género, que devienen fácilmente en una sucesión de escenas y situaciones que pretenden conmover al espectador de forma casi obscena, induciéndole al llanto fácil, mediante la exageración, la sobre interpretación de los actores, y torpes realizaciones que emplean el primer plano y música triste o dramática a todo volumen, como recurso fácil.
Y es que el melodrama es un género reservado para los grandes maestros, aquellos que de verdad logran conmovernos de forma sincera y eficaz, dejando en nosotros algo así como una huella imborrable en nuestro corazón.
Cuando se escriben las historias del cine, y en concreto cuando se escribe acerca del cine estadounidense del periodo clásico, en escasas ocasiones aparece el nombre de Mitchell Leisen.
“Holy Canarsie!”
To Each His Own es un drama de 1946, dirigido por Mitchell Leisen.
Protagonizada por Olivia de Havilland, Mary Anderson, Roland Culver, Virginia Welles, Bill Goodwin, John Lund, Phillip Terry, Victoria Horne, entre otros.
El guión es de Jacques Théry, y Dodie Smith; basados en una historia de Charles Brackett; y ha sido calificada como un emotivo melodrama, equilibrado y refinado de su director, como creador de ambientes, personajes y acciones; siendo uno de los más de 700 títulos de Paramount, filmados entre 1929 y 1949, de los cuales fueron vendidos a MCA / Universal en 1958, para la distribución de televisión, y que han sido poseídos y controlados por Universal desde entonces.
Por su parte, la estrella Olivia de Havilland declaró, que “el guión era uno de los más perfectos que había leído.
Diálogos delicados pero con fuerza, y el carácter de la protagonista, romántico y sentimental.
Parecía que me estaba interpretando a mí misma, y no a otra”
Los guionistas, de hecho, quedaron tan satisfechos del trabajo de Olivia de Havilland, que el último día del rodaje, se presentaron ante ella con un calvo embutido en un traje de goma color oro…
¡El Oscar!, como anticipo de su primera estatuilla; que ganó como Mejor Actriz; y también, la película fue nominada para el Oscar al mejor guion original.
To Each His Own se rueda en los Paramount Studios de Hollywood.
La acción tiene lugar en Piersen Falls, New York City, y Londres, a lo largo de unos 25 años, entre 1918 y 1943.
Josephine “Jody” Norris (Olivia de Havilland) es hija única del propietario de una farmacia en la pequeña localidad de Piersen Falls; y es seducida por el apuesto piloto militar Bart Cosgrove (John Lund), de paso por el pueblo para la venta de bonos de guerra, pues estamos en La Primera Guerra Mundial.
Unos meses más tarde, el piloto muere en acto de servicio; y Jody se convierte en madre soltera tras el nacimiento en New York City, de su hijo Griggsy (Bill Ward), diminutivo de Gregory, que es tomado en adopción por sus amigos:
Alex Piersen (Phillip Terry) y Corinne Piersen (Mary Anderson), aunque Jody permanece siempre cerca de él.
Años después, en plena Segunda Guerra Mundial, Jody espera en una estación de Londres, a su hijo ilegítimo, y recuerda los momentos vividos con el soldado que amó, durante su juventud.
Sin embargo, su hijo no sabe que ella es la madre biológica…
El irrefrenable amor maternal o, aunque todos los personajes de To Each His Own son de una nobleza extrema, el arduo conflicto entre las madres adoptivas y biológicas, y la querencia del niño en cuestión; son los temas básicos de un sentimental relato de agridulce atmósfera; que explica una historia de los sufrimientos y sinsabores de una madre soltera, separada de su hijo a causa de los prejuicios sociales.
Conmovedora, y tratada con gran sensibilidad por Mitchell Leisen, interpretada de forma magistral por Havilland; el paso del tiempo la ha hecho acartonarse un poco, pero sigue siendo una película notable, con muchos aspectos novedosos en cuanto al tratamiento de las relaciones, unas pinceladas de feminismo, pues las cosas estaban cambiando; reflexiones sobre la maternidad, elegancia y sensibilidad; y sobre todo, con un final maravilloso, con el que es imposible no emocionarse.
“Kids aren’t logical”
De Mitchell Leisen, suele decirse tradicionalmente que es uno de los cineastas más infravalorados de La Edad Dorada de Hollywood; siendo de la misma generación que Wilder, Lubitsch, o Sturgess, con quienes llegaría a colaborar al menos una vez durante su carrera; pero su nombre no es tan conocido para el gran público como el de los citados; ni su obra goza de la repercusión que alcanzó la de esos.
Pero resulta sorprendente, como To Each His Own no haya llegado hasta nuestros días, convertida en una de las cumbres del melodrama clásico; pues si bien se trata de un film apreciado por algunos sectores cinéfilos, es verdad que para otros puede resultar casi inédito; en cualquier caso, tampoco estamos hablando de una referencia dentro del género, pero sí debería ser revalorada.
Se ha dicho que Leisen, en sus años de esplendor, era el director que más dinero hizo ganar a la Paramount...
Curioso el olvido del director, como auténtico enamorado de la elegancia que se inició como diseñador de vestuarios decorados; con un amor por la belleza que no le abandonó en su trayectoria cinematográfica.
To Each His Own cuenta con la fotografía de Daniel L. Fapp, colaborador habitual de Leisen, que aporta una visualidad cuidada, ingeniosa y sugerente.
Es en gran parte, obra del propio Leisen, que personalmente coloca la cámara antes del rodaje de cada escena.
La cámara, está siempre situada a la distancia justa, con predominio del plano medio, con una luz suave y contrastada, sin llegar al claroscuro, el primer plano se usa exclusivamente para los momentos más intensos, esto unido a la contención del reparto actoral, en la que sobresale la destacadísima actuación de su protagonista, una delicada Olivia de Havilland.
El argumento, es melodrama puro de madre coraje, que por circunstancias históricas, no puede tener al hijo amado a su lado.
En este caso, ella es madre soltera, que para impedir habladurías en la pequeña localidad donde vive, realiza una jugada que no la sale como esperaba, perdiendo al pequeño que queda en manos de una pareja amiga que acaba de perder a su bebé…
Estas historias, pueden caer no sólo en desgarro, sino en argumento ridículo y lleno de tópicos; pero este no es el caso.
Por supuesto, Olivia es secundada por otros personajes que van dando sentido al pasado, al presente y al futuro de Miss Norris.
To Each His Own, es la radiografía de esa mujer, y como historia clásica, está dividida claramente en 3 partes perfectas:
El presente de Jody Norris, la presentación exacta del personaje.
Un largo “flashback” que nos traslada a su pasado, y nos explica, por qué es esta mujer como es, y cuál es su conflicto.
Y por último, el desenlace y futuro de Jody; con un clímax tan sencillo, como emocionante.
Todo ello suma drama y romance, por lo que Leisen presenta una narración rica en sugerencias, sutilezas, indicaciones disimuladas, elipsis y sobreentendidos, que complementa y refuerza mediante encuadres, juegos de luz, gestos naturales, elementos del escenario y otros medios visuales.
Así, Jody rememora su vida en una oscura y desangelada Nochevieja, en un “flashback” que ocupa casi todo el metraje; y a pesar de los dramáticos acontecimientos que le suceden, hay en ella, una esperanza que nunca se apaga, una ilusión en el amor inquebrantable.
La habilidad de Leisen, está en emocionar al espectador, manteniéndole siempre al borde de la lágrima, pero hay por tanto, sensibilidad, y no ñoñería.
La acción arranca recién terminada La Primera Guerra Mundial, en un pequeño pueblecito de los Estados Unidos llamado Pearson Falls.
La bella y popular Jody Norris, hija del propietario de la farmacia de la localidad, inicia un romance con Bart, un apuesto militar que llega al pueblo, con el objeto de vender bonos de guerra entre los vecinos.
Todo parece ir bien en la vida de Jody, que como suelen marcar los cánones del género, un acontecimiento inesperado, marca su destino de forma trágica, haciéndola renunciar a todo aquello que más quiere…
Años más tarde, durante una fría Nochevieja en un Londres derruido por otra Gran Guerra, sale por fin a la luz, la confesión de una vida llena de sufrimiento y sacrificio.
En el fondo, el ataque contra los prejuicios sociales y las convenciones, suele ser un argumento recurrente en el género durante esta época.
En el caso de To Each His Own, el humor es un recurso, que administrado en convenientes dosis, ayuda a cargar contra ellos.
Se toca también el tema de la maternidad; y expone la lucha entre las ideas viejas y nuevas, entre el presente caduco, y los cambios que anuncian una época nueva; entre lo abocado a la desaparición y lo emergente, para imponerse más allá de la voluntad de las personas.
Tiene interés contemplar el contraste entre la luz débil del interior de la farmacia, y la brillante luminosidad del exterior, el contraste entre las formas modernas, en 1922, del flamante coche aparcado frente a la farmacia, y la fachada envejecida y deteriorada de la misma.
Otra de las ideas que subraya Leisen, es la contraposición de la pobreza y el estancamiento de la pequeña localidad, y las oportunidades de prosperidad de la ciudad emporio de New York.
Lo pone de manifiesto a través de diversos y variados recursos, entre los que cabe citar, a modo de ejemplo, el vestido y el modo de comportarse de Mac Tilton (Bill Goodwin), antiguo pretendiente de Jody, residente en New York, en comparación con los de los jóvenes residentes en Piersen Falls.
Pero sobre todo, interesa a Leisen defender y exaltar la dignidad de la mujer, su capacidad para los negocios, no inferior a la del varón, la corrección y validez de la igualdad de conductas de relación de la mujer y el hombre, etc.
Si se observa con detenimiento, la aparente seducción de Jody por el piloto, se observan indicaciones que más bien hablan de la seducción del piloto por Jody, aunque en todo caso, la situación no es ni clara ni concluyente, como probablemente pretende Leisen.
Y se deleita mostrando el fracaso como personas y en los negocios de hombres y mujeres, y el éxito de mujeres y hombres, desmitificando uno de los viejos prejuicios más arraigados en relación a la igualdad de géneros; por lo que presta especial atención a la evolución del personaje protagonista, a lo largo de 25 años, desde su espléndida juventud de veinteañera pretendida por todos los chicos del pueblo, hasta su madurez de la media edad; haciendo referencia al error común de las mujeres que concentran en la maternidad todas sus ilusiones y ambiciones.
Y es esa maternidad frustrada o condenada, la que desencadena finalmente el drama, la que nos permite ser testigos de esa historia de amor, materno filial en este caso, que perdura a través del tiempo, pese a no llegar nunca a consumarse como en otras tantas joyas del género.
El director explica con parsimonia, que la feminidad puede realizarse a través de otros menesteres, si la mujer sabe cambiar y enriquecer su filosofía de género.
Y nos lo demuestra, observando la larga trayectoria que sigue Jody desde concepciones convencionales e impuestas, hasta la aceptación de su maternidad, como algo legítimo, honorable y digno.
El melodrama que constituye el hilo conductor de la historia, es por tanto tratado con contención, moderación, y equilibrio.
Es elevado con la aportación de un conjunto de reflexiones sobre la dignidad de la mujer, que reflejan el estado de opinión sobre el papel de la misma que se manifiesta y generaliza en EEUU, tras La Segunda Guerra Mundial; por lo que habla de la imprevisibilidad de la vida, la necesidad de la adaptación al cambio, la solidaridad, etc.
Como de costumbre, cede la posición central a la mujer, a la que distingue con un trato exquisito y deferente.
No falta el humor, que encomienda a la madre cargada de hijos en Piersen Falls, la conversación en la oscuridad de la noche de Londres, la tarta de bodas, etc.
To Each His Own representó el primer papel en una película de Olivia de Havilland en 3 años; pues había sido suspendida por Warner Brothers, cuando se presentó una demanda contra el estudio, el 23 de agosto de 1943, y fue despedida oficialmente por la productora, después de que ella ganara, por decisión unánime, el 8 de diciembre de 1944.
Debido a esta demanda y su reputación como “una perfeccionista”, de Havilland fue etiquetada como “difícil” en el mundo del espectáculo, por lo que no fue deseable para muchos productores.
Sin embargo, el Oscar por To Each His Own rompió con ese estigma, y en 1949, con “The Heiress” la elevaba al Olimpo de las grandes estrellas, al ganar su segundo Oscar como Mejor Actriz.
Por una vez, la justicia sería ciega pero no tonta, y le había dado la razón a de Havilland; dejando como legado para La Academia, 2 papeles formidables, de esos por los que las actrices serían capaces de todo, y que fueron para una actriz de auténtico carácter.
Olivia de Havilland desempeña varios registros en To Each His Own, con una solvencia sencillamente magistral:
Pasa de joven ingenua, a madre desesperada e incluso cruel y cuarentona amargada.
En todos los ciclos vitales que sufre Jody Norris; de Havilland no sólo está creíble, si no absolutamente convincente; y borda un papel que parece expresamente escrito para ella, y que habían rechazado previamente Ginger Rogers e Ingrid Bergman.
También los actores secundarios cumplen perfectamente con su papel:
El galán John Lund, en su doble papel de padre, ideal amoroso efímero de Miss Norris, y como su hijo adulto; Mary Anderson como compleja madre adoptiva, que conocemos y comprendemos perfectamente cómo se comporta a lo largo de la narración; Roland Culver en su papel de un Lord solitario y desencantado, que busca otra oportunidad en la vida junto a Miss Norris, y digamos que actúa como “hada madrina” dentro de esta historia; o Bill Goodwin como pretendiente, amigo fiel y perfecto de Jody, que le rechaza como pareja en varias ocasiones, pero no como amigo.
Por último, la banda sonora de Victor Young, ofrece una partitura de tonos suaves y de apoyo, que incorpora una emotiva canción bailable, y una canción irónica, que es la versión melódica del tema principal, a cargo de Mac.
“Love, that’s a lifetime job”
La figura de Mitchell Leisen, no se ha apreciado lo suficiente, o a cómo debería; y se le ha considerado hasta hace no demasiado tiempo, como un simple ilustrador de brillantes guiones, esto es, “como un artesano”, en el sentido peyorativo del término.
No en vano, Leisen colaboró con algunos de los grandes guionistas de su época, como el tándem Billy Wilder y Charles Brackett; que de hecho, ambos pasaron a la dirección con gran éxito; y ambos se quejaban del estilo formalista y la tendencia al refinamiento de Mitchell Leisen; así como su forma de dirigir a los actores, que empeoraba la plasmación en la pantalla de sus historias…
Y es que Mitchell Leisen, siempre fue un hombre entregado por completo al cine, que tras estudiar arquitectura, comenzó a desempeñar sus primeras tareas cinematográficas como diseñador vestuario, decorador y diseñador de producción, para películas en los años 20s y 30s.
Fue durante este periodo, que desarrolló brillantemente su oficio, esto le llevó a filmar sus propias películas, casi siempre para Paramount Pictures, prestando gran atención a todos los elementos de la puesta en escena de forma minuciosa:
Decorados, posición de los actores en el encuadre, vestuario… de hecho, el mismo colocaba personalmente la cámara, logrando excelentes resultados, debido a su exquisita elegancia, su gran inventiva, y una gran agudeza visual.
En su cine, además tienen una gran importancia las miradas, los gestos, así como los sobreentendidos y las elipsis, que dotan a sus películas, de una esencialidad y de una fluidez narrativa deslumbrante.
Así, de forma errónea, se le ha calificado de forma demasiado ligera de manierista o formalista, cuando simplemente el cuidado de estos elementos, dotan de una mayor verosimilitud y atractivo a sus historias.
Apoyado en largos planos, y situando la cámara siempre a la distancia justa para contemplar el conflicto en el que están inmersos los personajes, contando con la colaboración de brillantes directores de fotografía; y dando suma importancia al ambiente en el que los personajes viven su historia; porque Leisen no busca el realismo, sino que trata de mostrarnos imágenes llenas de vida y verdad, una verdad cinematográfica convenientemente mostrada.
También, es de sobra conocida su gran habilidad para la dirección de actores, especialmente de actrices, por lo que trabajó con las más grandes estrellas de su época.
A pesar de que colaboró con grandes guionistas, él mismo intervenía activamente en la elaboración de los mismos, pero nunca apareció como tal en los títulos de crédito.
Otro de los tópicos acerca de su figura, es calificarlo como un gran director de comedias, siendo esto tan solo una verdad a medias, ya que junto a sus grandes películas en este género, también nos dio obras maestras del melodrama, como To Each His Own, cumbre del género; hasta un peculiar musical y una muestra de cine negro, con elementos de melodrama folletinesco, o una peculiar película de fantasía y misterio, cargada de lucidez e ironía.
Eso sí, rehuyendo el excesivo psicologismo, el didactismo o la sátira, en cuanto al tratamiento de los personajes y situaciones, prefiere en cambio la fluidez natural del material narrativo, mostrándonos a los personajes por sus actos, tanto del presente, como del pasado.
En fin, Mitchell Leisen, fue un director cuyas obras harán disfrutar a una amplia mayoría de espectadores, creador de un cine comercial y de calidad, pues sus obras mayores están a la altura de los grandes directores de su época; no en vano, sus películas tuvieron, la mayoría, mucho éxito.
Mitchell Leisen murió de un ataque al corazón, en 1972, a la edad de 74 años.
Sin duda, uno de los mejores y más infravalorados directores de dramas de La Época Dorada de Hollywood.

“I think this is our dance, Mother”



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