Mon Oncle

“Qu'est-ce que mon frère a besoin est un objectif”
(Lo que mi hermano necesita es un objetivo)

Decía Aldous Huxley:
“El progreso tecnológico sólo nos ha provisto de medios más eficientes para ir hacia atrás”
En la década de los años 50 del siglo pasado, el mundo estaba cambiando rápidamente, y tras La Segunda Guerra Mundial, vino un tiempo de reconstrucción y desarrollo en casi toda Europa.
El mundo se dividía en bloques, se produjo un importante desarrollo industrial, y los avances científicos se incorporaron rápidamente a la vida cotidiana.
Lo cierto es que en los años 50, se comienza a consolidar en los países industrializados una interrelación ciencia - tecnología - producción, inédita hasta entonces.
En ese proceso, la ciencia ocupa un papel dinamizador fundamental, incorporándose activamente a la producción; era una década marcada por el consumismo, luego del triunfo de Estados Unidos en La Segunda Guerra Mundial, de gran apertura en los mercados inclusive.
El contexto “post guerra” fue la excusa perfecta para que la gente comenzara a “darse un gustito” como recompensa a la lucha contra el totalitarismo alemán.
Los inventos creados en esta época, y que trascendieron fuero la tarjeta de crédito en 1950, el código de barras en 1952, y los cinturones de seguridad en 1959.
Pero fue uno el que se impuso por sobre el resto:
El control remoto del televisor; pero quienes lo transformaron en el aparato que conocemos en la actualidad, fueron los ingenieros de la Zenith Radio, a principios de los 50; siendo “Lazy Bones” el nombre que recibió, que en español significa para “holgazanes”
Aunque el uso de una computadora, de un teléfono celular o de un microondas sea tan cotidiano y usual en la rutina moderna, hubo una época en la que estos mismos aparatos, eran motivo de extrañeza entre las personas.
El objetivo siempre ha sido, evitar el movimiento excesivo en las personas, por lo que el cine siempre ofrece una gran oportunidad para examinar divertidamente la vida y su avance en la modernidad y la tecnología.
“Tout va bien?”
(¿Todo bien?)
Mon Oncle es una comedia francesa, dirigida por Jacques Tati, en el año de 1958.
Protagonizada por Jacques Tati, Alain Bécourt, Jean-Pierre Zola, Adrienne Servantie, Lucien Frégis, Betty Schneider, Jean-François Martial, entre otros.
El guión es de Jacques Tati, Jacques Lagrange, y Jean L'Hôte.
Una particular y divertida visión de esta vida moderna, con su estructura para nada tradicional, sus estrambóticos personajes, y su aceitado ritmo narrativo, Mon Oncle es una bocanada de aire fresco en el género de la comedia; en la que el director nos muestra, cómo el modernismo se refleja en la vida cotidiana y doméstica de la sociedad de la época.
La búsqueda de la máxima eficiencia, los diseños puros, y la sofisticación de cualquier tipo de indumentaria, pasa a ser más que una herramienta, en el objetivo de cualquier entorno urbano:
Y veremos 2 mundos, 2 maneras de vivir y de entender la ciudad y la arquitectura que a fines de los años 50, que se superpondrán violentamente.
El personaje que compuso Tati, y por el cual siempre será recordado, es Monsieur Hulot.
Hulot, ya había aparecido en “Les Vacances de Monsieur Hulot” (1953), y ya había llamado la atención de la crítica; por lo que Mon Oncle es su 2º largometraje con el personaje, el primero a color, y el único que obtendría un Premios Oscar como Mejor Película Extranjera y El Premio Especial del Jurado en El Festival Internacional de Cine de Cannes.
Mon Oncle se centra en el personaje digno de ser amado, sin embargo es socialmente torpe; y su lucha quijotesca con entusiasmo en la posguerra francesa, con la arquitectura moderna, la eficiencia mecánica, y el consumismo.
Al igual que con la mayoría de las películas de Tati, Mon Oncle es en gran parte una comedia visual; mucho color y la iluminación se emplean para ayudar a contar la historia; así como el uso del sonido.
Muy curiosamente, en su debut en 1958, en Francia, Mon Oncle fue denunciada por algunos críticos, por lo que consideraban “una visión reaccionaria” o incluso “poujadiste”, un término que reivindicaba la defensa de los comerciantes y artesanos frente al peligro que suponían las grandes superficies comerciales aparecidas después de la guerra, en una sociedad de consumo como la emergente en Francia, que había abrazado últimamente una nueva ola de modernización industrial y una estructura social más rígida.
Sin embargo, esta crítica pronto dio paso, debido a la enorme popularidad de la película en Francia y en el extranjero, incluso en los EEUU, donde el consumo discrecional rampante, y una recesión, habían causado que tanto la derecha como la izquierda cuestionaran los valores económicos y sociales de la época.
Mon Oncle se rueda en exteriores de Paris, Créteil y Saint-Maur-des-Fossés y en los platós de Studios de la Victorine, en Niza.
La acción gira en torno a M. Hulot (Jacques Tati), que vive en una casa modesta de un barrio humilde, no tiene trabajo, ocupándose de llevar a su sobrino Gérard Arpel (Alain Bécourt) a la escuela, y regresarlo a la casa de su hermana, Mme. Arpel (Adrienne Servantie), casada con M. Arpel (Jean-Pierre Zola) en un hogar ultramoderno, La Villa Arpel.
El padre del niño, ocupa un alto cargo en una fábrica de plástico; por lo que se da el lujo de tener una casa moderna, aunque es fría, muy al contrario que la casa de Monsieur Hulot, que se siente incómoda…
Pero con sus padres, su sobrino no es feliz, y se le prohíbe que traiga a casa a los amigos, porque podrían romper algo; por lo que M. Hulot intentará que mejore esa situación; y a su vez, su hermana quiere comprometerlo con una vecina solterona, pero la cita tampoco termina de una manera muy feliz.
Entre tanto, lo único que quiere Hulot, es pasar el tiempo entreteniéndose con su sobrino, bromeando con la gente, y apañando al chico en cada una de sus travesuras.
Mon Oncle una parodia blanca de la vida moderna y ultra tecnificada, a la que contrapone el encanto y la calidez de la vida tradicional.
Tati nos muestra, lo que supone para el burgués, sacando así a la luz el absurdo y la pomposidad de nuestra sociedad.
Todo ello, a través de las meteduras de pata del entrañable Monsieur Hulot, y las trastadas de su travieso sobrino, al tiempo que arremete contra la sociedad de consumo y contra el mecanicismo que ahoga al individuo.
Así hace presente el absurdo de la realidad cotidiana, en un prodigio de fantasía que encierra a sus personajes en secuencias deslumbrantes, que desprende una amargura ante el imparable avance de una modernidad tecnológica, que engulle a su paso los valores humanos presentes en la tradición, que acentúa la diferencia de clases, y que deja perdidas a innumerables almas que deambulan por estos tiempos modernos, como perros vagabundos.
“Est pas encore fini de mettre les meubles?”
(¿Aún no terminado de poner los muebles?)
Jacques Tati es habitualmente reconocido como uno de los grandes genios de la comedia francesa; con sólo 9 filmes en su haber, su obra es notablemente influencial, y uno puede citar a una gran cantidad de realizadores y comediantes que se han inspirado en su trabajo; desde Peter Sellers hasta Rowan Atkinson, quizás el más adecuado de sus herederos.
Tati, considerado uno de los grandes del cine cómico, fue un personaje de vida variada; de origen ruso, se desempeñó como artista de cabaret, atleta, jugador de rugby, guionista, actor, empresario, y director de cine.
Además de tener una vida tan rica, fue capaz de reírse del mundo y de sí mismo, asumiendo el papel de Monsieur Hulot, un personaje de gabardina, pipa y paraguas, lloviese o brillara el sol; que llevó al cine en 4 películas.
El espectador, puede identificarse con Monsieur Hulot, y disfrutar de sus ocurrencias o sufrir los efectos de las mismas, riéndose también de la vida, aprendiendo y disfrutando divertidamente de las extrañas situaciones cotidianas que se aprecian, cuando las personas exageran sus posturas, sus creencias o sus costumbres.
Mon Oncle, es una comedia de humor, en la que la visualidad y los sonidos como zumbidos, golpes, timbrazos, compresoras, martillos, motores... tienen importancia, pues Tati nos quiere mostrar, los sonidos reales, en el contraste del ambiente de un pueblo sencillo; con el de una urbanización, rozando la perfección en una casa demótica, “casa inteligente”, y la vida industrializada.
En el fondo, es un filme de combustión lenta, que va creando el clima poco a poco.
No hay una historia en el sentido tradicional, sino una serie de viñetas con el trasfondo del París de la postguerra aún en reconstrucción.
En Mon Oncle, Tati nos entretiene con una historia decididamente urbana, en la cual hay al menos 4 narraciones anidadas:
La de una pareja ya madura, atrapada en las rutinas de una relación regida por el diseño, tanto de los actos que hacen, como del ambiente ultramoderno en el cual viven, como si se tratara de divertidas marionetas movidas por sus propias fijaciones mentales.
La de Plastac, una fábrica de plástico, cuyo ambiente es igualmente plástico y artificial.
La del ambiente de un barrio adornado con pandillas de pillos infantiles, y de perros callejeros.
Y la vida de Monsieur Hulot, que transcurre entre su modesta casa de barrio humilde, y las visitas y contactos con su sobrino, que vive con sus padres, la pareja ya mencionada de hogar ultramoderno, en La Villa Arpel.
Lo primero que llama la atención, es el tiempo que se toma Tati para establecer la escena, y los personajes:
El chico travieso, el barrendero, la muchacha de la pensión donde vive Hulot, el matrimonio de la hermana y el cuñado, el mismo Hulot, etc., y todo ello con una contagiosa música de fondo.
Pero lo otro que empieza lentamente a encender las sonrisas, es la óptica que va tomando la historia.
Aquí el enfoque es propio de una tira cómica; cada carácter está definido por una serie de exagerados tics, que revelan su personalidad:
La secretaria que camina apuradita y en punta de pies; la ama de casa que limpia todo el tiempo; Monsieur Hulot que vive vaciando su pipa y asintiendo a cualquier cosa; el cuñado que vive agarrándose la cabeza, y cuando hablan lo hacen en murmullos…
En realidad, la gran mayoría de las escenas tienen muy poco diálogo entendible, y funcionan como piezas de cine mudo, o como cuadros protagonizados por mimos.
De hecho, Tati se ganó la vida durante mucho tiempo como mimo, y aquí el humor está restringido a lo visual y a los manierismos de los personajes; así vemos 2 mundos:
El mundo de la modernidad exagerada por un optimismo futurista, como llegó o regresó a Europa de la mano de la reconstrucción de posguerra; y el otro está representado por la ciudad tradicional, como en sustrato social y humano.
Tati se detiene obsesivamente en los distintos detalles, especialmente los de tipo arquitectónico, generando lo que podríamos denominar “el ridículo y la exageración espacial”
Los personajes centran sus movimientos de marioneta, gobernados por las formas de sus espacios vitales, de sus zonas de circulación.
Esos 2 mundos, están representados en Mon Oncle, en 3 niveles diferentes:
El habitante, su casa y su entorno cotidiano, o el barrio.
Un niño va a ser el conector entre estos 2 mundos completamente diferentes.
Él vive en el barrio moderno, en una casa moderna, y tiene una familia moderna.
Al otro lado, está el tío del niño, Monsieur Hulot, que vive en la parte antigua de la ciudad, en una casa antigua, y complicada de acceder.
Ya desde los excelentes títulos de crédito, Tati deja claras sus intenciones.
Acompañado de una música inolvidable, todo empieza mostrándonos un barrio tradicional, de los de toda la vida:
Sus calles y sus habitantes viven en plena armonía:
Vemos charlas en las plazas, compran en los mercados, etc.
Pero esa armonía se quiebra en un plano en el que vemos tras una puerta semiderruida, una urbanización de modernos edificios.
El modernismo, no parece ser del agrado de Tati, siendo Mon Oncle, un ataque a esta modernidad mal entendida.
Una modernidad que se olvida de las relaciones personales, y se centra en las apariencias.
“No estoy en absoluto en contra de la arquitectura moderna, pero creo que además del permiso de construcción, se debería emitir un permiso para habitar”, decía Tati a propósito de Mon Oncle; el cual tiene muchos campos donde uno puede desarrollar, desde el concepto desarrollado por Le Corbusier, en “La Máquina de Habitar”, hasta un desarrollo urbano, y cómo la ciudades cambian y combaten fuertemente con lo existente.
La forma de recorrer, la circulación el paseo dentro de un escenario o espacio.
Así Tati contrapone el mundo moderno, consumista, frío, y distante; con el mundo tradicional, en 2 formas opuestas de vivir.
En el mundo antiguo, se primaban las relaciones personales, el diálogo con los amigos, el tomar unas copas, etc., mientras en el mundo moderno se prima la apariencia, la privacidad, y el aislamiento.
La vida en comunidad del barrio de Hulot, no existe aquí.
Los edificios son monocromos, sobrios, y geométricos.
El único elemento colorista, procede del escaso mobiliario y los jardines minimalistas, mecanizado y sin vida, véase el pez.
El resto resulta frío y cerebral.
Demasiado calculado, donde las relaciones entre vecinos son escasas, y gravitan en torno a la superficialidad y la apariencia.
Al frente de la casa moderna, y encerrado entre sus muros, se encuentra un jardín meticulosamente diseñado hasta el más mínimo detalle, hasta el punto de dificultar cualquier actividad que se quiera realizar en él.
Mientras la “eficiencia” parece ser la palabra que expresa la casa moderna, con sus mecanismos electrónicos a distancia, y los electrodomésticos omnipresentes en la vida familiar; es la “ineficiencia” la que se retrata en el barrio antiguo en donde nadie parece hacer lo que tiene que hacer:
El verdulero vende desde una mesa de un bar a unos 50 metros del puesto de verduras; el barrendero no barre, más bien acumula la basura, etc.
Sin embargo, la mirada es crítica, y la eficiencia termina siendo inconveniente cuando más de una vez los artefactos no responden a sus amos.
En estos impactos, hay una crítica mordaz a la vida, al urbanismo y al diseño moderno, que aparecen impersonales, y casi antiestéticos.
Tati, no hace una agria crítica social, sino que usa la ironía y el humor para burlarse del sinsentido que nos lleva la vida moderna.
Para mostrarnos la superficialidad del mundo industrial, Tati se sirve de ciertos objetos:
Las mangueras de plástico que produce el cuñado en su fábrica, están absurdamente omnipresentes en todas las escenas que allí ocurren.
La puerta de entrada a la moderna casa, es otro elemento ridículo que entorpece la comunicación con el exterior, de igual manera el timbre no puede ser más insidioso; o la fuente con forma de pez, toda una metáfora de la falsedad del mundo moderno.
Este un objeto ruidoso, y para nada funcional, y que se activa cuando llega alguna visita del exterior, dándole un toque moderno a la casa.
Es decir, según el mensaje de Tati, este ambiente ultramoderno, engaña a las personas y las aísla, matando las posibilidades de la amistad cercana y duradera.
En cambio, el sencillo interés mutuo, humaniza y genera espacios divertidos e inteligentes.
Monsieur Hulot, junto a un grupo de perros callejeros, constituye el único nexo común entre los 2 barrios, pero desentona mucho en uno de ellos…
Soltero, en paro y sin hijos, el protagonista supone la nota discordante dentro de la sociedad elitista de los estereotipos y las convenciones.
Ésa a la que Tati ridiculiza con sutil ironía.
De ahí los intentos de su hermana y de su cuñado por integrarlo en ella, tratándole de conseguir un puesto de trabajo, y una relación amorosa con la vecina de al lado; porque según la opinión M. Arpel; Hulot supone un “mal ejemplo” para su sobrino:
Ese pobre niño que se aburre como una ostra cuando está en compañía de sus padres, y que en cambio, se lo pasa en grande junto a su tío.
El niño, como dije, es el nexo de unión entre los 2 mundos, es evidente que es mucho más feliz con sus amigos del barrio viejo, o con su tío; que en la moderna casa de sus padres.
Tati hace chocar aún más estos 2 mundos, haciendo que el tío entre a trabajar en la fábrica de su cuñado, donde la automatización y el trabajo no están hechos para el tío Hulot, quien se pasa buena parte de su jornada haciendo otras cosas no referidas al trabajo, por lo que demuestra que el mundo moderno no es para él.
Otro dato interesante de la propuesta es que casi no tiene diálogo en toda la película; M. Hulot en la versión en idioma inglés, lanzado originalmente en los EEUU, tiene sólo 2 líneas de diálogo coherente:
“¿Todo bien?” y “¿Cómo está usted?”
En la mayor parte del metraje, el diálogo se limita al papel de los sonidos de fondo, combinado con frecuentes tomas largas de escenas con múltiples personajes.
Tati creyó, que el resultado mantendría al público enfocando su atención en la cómica naturaleza humana, cuando interactúa como un grupo, y además en sus propios chistes visuales meticulosamente coreografiados.
Sin embargo, Mon Oncle no es en ningún sentido una comedia muda, pues usa sonidos naturales y artificiales, no sólo para efectos cómicos, sino también para el desarrollo del personaje.
El diálogo en Mon Oncle, es apenas audible, y en gran medida subordinada a la función de un efecto de sonido.
Los ruidos derivan de fuertes discusiones y bromas inactivas, que complementan otros sonidos y los movimientos físicos de los personajes, intensificando el efecto cómico.
La banda sonora, también utiliza la música para caracterizar ambientes, incluyendo un tema musical animado que representa el mundo de la ineficiencia cómica, y la libertad de Hulot.
Es evidente en todo el desarrollo, la influencia del cine mudo en su planificación y puesta en escena de muchos gags visuales, en especial el sombrero y el paraguas del tío, son dignos herederos del bombín y el bastón del gran Charles Chaplin; que bien podría ser entendida perfectamente si eliminásemos el volumen.
El otro aspecto, es la ridícula visión estructurada de que las personas deben vivir para los objetos.
Por ejemplo, los visitantes de la casa de los Arpel, sólo pueden pisar las baldosas diseñadas para el tránsito.
Monsieur Arpel, cambia su auto por uno más moderno, lo que debería darle clase e individualidad en la multitud, pero regresa a su casa en una enorme columna de autos idénticos...
Ciertamente, no todos los gags funcionan, y sobre el final pierde algo de momento cómico; pero cuando la comedia resulta efectiva, es deliciosamente hilarante.
Ahora hablemos de la casa del tío:
Es un viejo bloque, un complejo laberinto de viviendas, escaleras, y pasillos en el cual resalta un plano general fijo, en realidad son varios planos fijos con cortes apenas perceptibles gracias al montaje; en el que se puede apreciar su complejidad y variedad, a través de las ventanas que dan a los descansillos del edificio, todo el recorrido vertical que Hulot hace desde que entra por el portal hasta que llega a su buhardilla, situada en la última planta.
La sola concepción y ejecución de este plano, me parece de una genialidad sin parangón; pues la cámara se dedica a seguir al personaje mientras sube las escaleras hasta su apartamento.
Aquí, el director logra hacer de éste un momento único, al dejar que la toma abierta del edificio ofrezca al espectador una mirada amplia del trayecto; es casi como si se tratara de un fragmento sacado de una película animada, pero funciona porque va de acuerdo con el tono de la historia, de la película, y con el personaje mismo.
Es un lugar antiguo y de acceso difícil, pero lleno de vida, donde se aprecia el ruido de canarios inclusive; frente al chalet de los Arpel, esnob, gélido y poco práctico.
El propósito de mostrar los opuestos del paso de un tipo de vida simple y sencilla, a uno más extravagante, habla tanto de una división en clases sociales como de las prioridades de las personas.
Mientras algunos se preocupan por hacer bromas o pasar una tarde en un bar; otros ven más importancia es presumir de sus comodidades.
Con todo esto, Tati predice bastante bien la tendencia de la sociedad moderna a enredarse y a confiar en aparatos, y eso sin que haya advertido el impacto del mundo digital en todo lo relacionado con la virtualidad y la información.
De los personajes:
Su oronda y avasalladora hermana, siempre pasando un trapo para eliminar la suciedad inexistente, y presumiendo de su vivienda “inteligente” ante los conocidos; es el claro reflejo de una mujer vacía en una relación, donde predomina el dinero los lujos y apariencias que rebosan su dignidad.
Su cuñado, empresario del plástico, aburrido y papanatas, que cede a los caprichos de su esposa; un personaje identificado por su forma de vestir esmoquin, corbata y buenas zapatillas, y pensamientos de gran poder arraigados a lo material.
Gérard, el niño con quien Hulot comparte una entrañable amistad teñida de complicidad, pese a que el padre del niño no lo vea con buenos ojos, es el modelo de un niño carente de amor, dedicación y confianza, que a su edad, lo prioritario es recibir buenos tratos y cariño, mas no como lo reflejar lujos, dinero y maltratos psicológicos.
Los Arpel forman la típica familia burguesa, que cae en los más ridículos comportamientos movidos por la apariencia, ese “querer ser” de cara a la galería y la posesión material, como reafirmación de su estatus.
Ni hablar de la sirvienta, la pobre aterrada por la tecnología…
Y claro está, La Villa Arpel, porque para entender bien Mon Oncle, hay que seguir atentamente los mecanismos de la casa; por lo que hay que fijarse, cómo Tati se ríe de todo esto, teniendo en cuenta que Tati es M. Hulot, su personaje.
Él no muestra envidia ni nada parecido, le es indiferente, pero tropieza continuamente con todo:
El sillón aerodinámico de diseño, para él es ortopédico, y tendrá que darle la vuelta para poder dormir un poco...
M. Hulot, este solterón larguirucho, será de nuevo el elemento que desentone en un ambiente no concebido para él.
Un hombre caracterizado por su abrigo, una pipa y un sombrero, además de sus constantes problemas para vivir en un mundo cada vez más impersonal y tecnificado.
El contraste de personalidades en la familia de Gérard, vendrán marcados perfectamente por la seriedad del padre de Gérard, que no se ríe nunca, por un lado, y la manera de ser de M. Hulot.
El contraste de M. Hulot con el personal de la fábrica por un lado, y con la gente de la calle por otro.
En la fábrica, puede parecer injustamente un mal trabajador, pero en cambio, con sus vecinos, es una persona querida.
M. Hulot, continúa encontrando en niños y animales, un alma gemela, ya sea porque, al contrario que los adultos, le aceptan tal como es, e incluso le admiran, como su sobrino Gérard, ya sea porque agradecen su bondad con el canario que canta cuando le proporciona la luz del sol; ya sea porque los identifica como seres libres, no atados por las convenciones sociales como los perros callejeros.
Por ello, también opone el mundo acartonado de la burguesía, y el de la clase trabajadora.
En el caso de los niños, a quienes les destina varias secuencias, la casualidad hace que su sobrino se vea seducido por las inocentes trastadas de una banda de pillos.
De igual manera, el perro salchicha de su hermana, vestido con una tela de cuadros, se mezcla con los perros vagabundos que buscan comida entre los cubos de basura.
El perrito de la casa, que al comienzo está en la calle con sus pares comiendo de la basura, pasando y saltando por cualquier parte, no más ingresa a la casa, invariablemente respeta el recorrido caprichoso de las sendas, y no corta camino como naturalmente se podría esperar.
Otro dato es que, cuando el único perro que tiene acceso a la casa de Los Arpel, es el que lleva un chalequito, es porque es la mascota de una casa burguesa, mientras los otros perros, presumiblemente callejeros, quedan afuera sin poder entrar... una metáfora que resume Mon Oncle en gran parte; aún más si lo asimilamos con los humanos.
Y ese pez inanimado, que es el eje central de la casa, simboliza la hipocresía, la falsedad, no parece casual, que en el mercado un perro le ladre y gruña ante uno parecido…
Se puede encontrar, además, en la figura del pequeño Gérard, una crítica a los sistemas familiares, con esos padres trabajadores que se distancian de sus hijos, más cercanos, afectivamente, a otros parientes como sucede con Hulot y su sobrino.
Sobre el final, la historia no ofrece quejas ni situaciones trágicas, pero el resultado ofrece un sentimiento de abatimiento en su resolución.
El por qué o para qué de la historia, se responde de la misma manera que el por qué o para qué del personaje del tío, a quien al final, la familia decide mandar lejos.
De hecho, el personaje cuenta sus propias aventuras en otras películas también dirigidas por Jacques Tati, de la misma manera que se introduce en una película previa a este filme.
Así, M. Arpel decide exiliarlo en una fábrica lejana, para apartar a su vástago de las malas compañías…
Padre e hijo, se reconcilian por medio de una broma en común, mientras regresan a su casa, vemos cómo unos obreros derrumban uno de los viejos edificios que aún sobreviven en el barrio, muy probablemente, dando paso a la inevitable modernidad.
Al terminar cabe preguntarse:
¿Era Monsieur Hulot, un incomprendido, demasiado ingenuo, inadaptable o exageradamente soñador y de buen corazón?
¿Qué sucederá con aquello que ya no queremos en nuestras vidas; lo desechamos, lo cambiamos, lo dejamos ir, para su bien o por el nuestro?
Para el recuerdo:
La escena de la recepción en el jardín; la escena de la casa con ojos; el barrendero que siempre tiene un prolijo montón de basura para barrer; el puestero, que siempre abre la puerta de su camioneta y se le caen las herramientas; Mme. Arpel que vive obsesionada con el encendido de la fuente del jardín cuando hay visitas; cuando la pareja de padres decide instalar una puerta automática para la cochera, entonces se quedan encerrados dentro, pues el interruptor está fuera, y el perro ha cerrado la puerta luego de activar el láser sensorial...
También la escena del tío en la cocina es desternillante.
Pero el tono general es de amable comedia que consigue que el espectador siempre tenga una sonrisa en la cara, y a la vez reflexione sobre lo que está viendo.
Porque Tati no elaboró un film de denuncia, o un film combativo, prefirió la ironía y el humor para exponer su punto de vista.
Hay otra escena de “los choques” en que unos niños escondidos tras los matorrales de una pequeña colina, asustan a los peatones que cruzan por el camino adyacente, con un silbido inesperado, con la intención de hacerlos golpearse contra un poste que no habían visto, y que se atraviesa súbitamente; acá, el ridículo surge cuando advertimos que la gente apenas si observa las cosas que los rodean, tan absortos van en sus propios pensamientos.
En otra variación del mismo tema, los pequeños pillos disfrutan de los distraídos conductores que se paran enfilados, haciéndoles creer, súbitamente, que han recibido un golpe del carro que espera en su parte trasera, con lo cual proceden a discutir airadamente entre sí, sin observar lo que realmente sucede.
En todo el metraje hay error de continuidad, muy propios para aumentar la parodia de la situación, pero hay uno absurdo, y tal vez pueda ser perdonado:
M. Arpel aparca su coche en su pequeño garaje de su casa, siempre de frente.
Sin embargo, cada vez que se va a trabajar por la mañana, el coche siempre sale de frente del garaje…
Una curiosidad, es que los decorados, diseñado por Jacques Lagrange, se construyeron en 1956 en los Estudios de La Victorine, ahora conocida como Estudios Riviera, cerca de Niza, y fueron derribados después del rodaje.
Sin embargo, una réplica de La Villa Arpel, fue diseñada por el mismo Lagrange, y se puede ver en el centro cultural, Cent Quatre, en París.
Nos quedan las dudas, entorno a algunos personajes y la modernidad que se le avecina:
¿Qué habrá sido del vendedor de pasteles con mermelada en varias capas que su sobrino disfrutaba junto con la inofensiva pandilla del barrio popular?
¿Y la muchacha vendedora de flores?
¿Sobrevivirán devenidos en proxenetas, delincuentes, prostitutas... en la anomia de las grandes ciudades?
Muy probablemente.
Por último, la banda sonora cuenta con una de las canciones más usadas en programas de cine, y fue compuesta por Franck Barcellini.
Es el tema de Hulot, una canción muy francesa.
“Non jusqu'à ce que vous avez terminé ce qui est sur votre assiette!”
(¡No hasta que haya terminado lo que hay en su plato!)
Jaques Tati, y su alter ego M. Hulot, nos invita a reflexionar con un humor elegante y sutil, sobre un tema tan universal, que traspasa espacio y tiempo, como es la sociedad que estamos construyendo, y que legaremos a nuestros hijos.
Empezando con lo que observamos y donde vivimos, en la llamada “Arquitectura Moderna” que todavía se enseña en las universidades de arquitectura del mundo con una mirada mítica.
Se muestra como un modelo a seguir desde el mito, de la misma forma que por ejemplo la religión muestra a sus ídolos.
Esto sucede cuando se descontextualiza el hecho o el personaje, dándole un carácter a/histórico, mientras se enfatizan solo algunas pocas y limitadas facetas.
La Arquitectura Moderna, ha pasado por diferentes momentos durante el siglo XX, representando y simbolizando poderes, utopías e ilusiones que fueron en su momento inseparables de su imagen.
Lamentablemente, hay poco escrito sobre el tema, y raramente se discute o se debate en los ámbitos académicos, muy curiosamente; por lo que Mon Oncle nos muestra ese contexto, o al menos uno de ellos, desde el humor y la crítica.
Esta es una buena forma de comenzar a dudar de los mitos, para poder comprender un poco mejor el lugar de la arquitectura del último siglo, y quizás poder posicionar un poco mejor la de hoy en día, para asentar a las generaciones futuras.
No dejan de tener actualidad las situaciones pintadas por Tati en Mon Oncle.
La modernidad sigue su marcha imparable y atractiva, invadiendo los espacios urbanos y comunitarios, con todo tipo de dispositivos, sin los cuales no se puede vivir.
Las comunicaciones y la amistad entre las personas, están en abierta competencia con todos estos medios y automatismos, y pueden perder vigencia personajes como M. Hulot, con su naturalidad y sentido del humor, con su cercanía a los niños, sean estos sobrinos, vecinos, o pequeños e inofensivos pandilleros.
Quizás, el cine podría ser una especie de “tío inteligente”, que nos ayude a navegar por la indiferencia urbana, hacia la amistad divertida con la vida y hacia un ambiente más humano.

“Comment allez-vous?”
(¿Cómo estás?)



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