Captain Fantastic

“Family values.
Power to the people.
Stick it to the man”

En EEUU existe una extraña raza de “survivalistas”, gente que rechazan el “American Way Of Life”, y desconfían de cualquier aspecto de la modernidad.
A la vista de que su sistema educativo no atraviesa su mejor momento, cabe decir aquello de que, no solamente no “des-asna”, sino que dado que los tiroteos en las aulas son cada vez más habituales; y puede ser perjudicial para la salud, hay padres que enseñan a sus hijos directamente, sin pasar por la escuela, no sólo las materias, sino incluso a pensar.
No creen ni en Dios, ni en el Diablo, algo que en los EEUU tiene mérito; ni los ves por los supermercados y ni en los centros comerciales.
Sus hijos juegan como lo que son, niños, pero nunca con videojuegos.
Y la tecnología más sofisticada que utilizan, es un cuchillo de caza.
Desde que el autor estadounidense, Henry David Thoreau escribiera “Walden; or, Life In The Woods” (1854), la huida hacia lo más profundo de la naturaleza, se ha convertido en el imaginario de Estados Unidos, en la imagen de cierta pureza intelectual y espiritual.
La idea de que la sociedad corrompe al individuo, no sólo hizo fortuna durante la mitad del siglo XIX, cuando el movimiento del romanticismo en ese país, heredero de la filosofía trascendentalita, arraigó con fuerza en las mentes y corazones de muchos jóvenes, sino que ha mantenido su llama bien viva, gracias a los distintos movimientos contraculturales, que desde La Generación Beat hasta hoy día, todavía hacen de esa fuga del mundanal ruido, su marca artística.
Mundialmente, en La Antigua Grecia, varias corrientes filosóficas vieron en la autarquía un ideal de vida.
Para las escuelas cínica, estoica, epicúrea y cirenaica, la autarquía es la situación propia del sabio, que se basta a sí mismo para ser feliz, pues no necesita para ello otra cosa que el ejercicio de la virtud.
En este sentido, es la independencia del sabio, que junto a la autonomía, “libertad”, y la ataraxia, “imperturbabilidad”, configuran las características ideales del sabio.
Si hablamos de gobiernos, la situación de un mercado nacional completamente cerrado al comercio exterior, se denomina autarquía, y aunque se ha dado en algunas circunstancias históricas de aislamiento producido por guerras, no suele darse el caso de una economía totalmente autosuficiente, en el sentido de aislada del exterior, sin ningún tipo de intercambios, durante largos periodos de tiempo.
Tal cosa no ocurría ni siquiera en épocas prehistóricas, o en sociedades primitivas, aunque no mantuvieran una economía de mercado desarrollada, o una completa división del trabajo, como demuestran la arqueología y la antropología.
Los planteamientos de los regímenes políticos totalitarios, utilizaron la autarquía más bien como una forma de propaganda, que como una política económica en sí misma, que tuvo su momento de mayor difusión en el periodo de entreguerras, e incluso se planteaba como una salida a la crisis del capitalismo, especialmente tras El Crack del 29; en ese contexto, se desarrolló la autarquía como una opción voluntaria del fascismo, el nazismo, o franquismo, para el que en realidad fue una imposición, dada la situación política durante La Segunda Guerra Mundial y la posguerra.
El planteamiento denominado “socialismo” en un solo país por Stalin en los años 30, mantenía como una posibilidad el desarrollo de La Unión Soviética, con un alto grado de aislamiento exterior, en virtud de sus dimensiones continentales, y su disponibilidad de todo tipo de materias primas.
Autoabastecimiento o autosuficiencia, es entonces el estado en que el abastecimiento de bienes económicos, únicamente depende de uno mismo; de modo que no se requiere ayuda, apoyo o interacción externa para la supervivencia.
Es una forma de completa autonomía personal o colectiva, identificada con la independencia en sus aspectos económicos.
Puede denominarse también, “autoconsumo”, puesto que esa situación sólo puede conseguirse plenamente, cuando el productor es su propio consumidor:
Produce todo y únicamente lo que va a consumir, y consume únicamente y todo lo que produce.
Puede aplicarse de forma parcial, grado de autoabastecimiento, medido en porcentaje, o restringirse a un solo sector, como la alimentación o la energía:
Autoabastecimiento alimentario, autoabastecimiento energético, etc.
El término opuesto, es el de dependencia:
Dependencia alimentaria, dependencia energética, etc.
También, puede extenderse el uso del término al capital o la tecnología:
Autosuficiencia o dependencia de capital, y autosuficiencia o dependencia tecnológica, etc.
¿Es posible, incluso preferible, vivir al margen del capitalismo y el consumismo?
¿Podemos imaginar que en lugar de educar a los hijos en la sociedad de consumo, los enseñáramos a ser autónomos, independientes y libres?
¿Podríamos sacarlos adelante, entrenando sus cuerpos y sus mentes para ser ciudadanos críticos, inteligentes y responsables?
¿Sería plausible llevar este proyecto a gran escala, o nos organizamos como grupo de una determinada forma, de manera indefectible?
¡Qué importante es cuestionarse!
Es también importante aprovechar todo lo que podemos hacer, y para lo cual estamos naturalmente dotados.
Es una verdadera lástima, que necesitemos tantas cosas que no nos sirven para nada, y a pesar que en la vida, hay situaciones en las que se deben llorar las pérdidas, dejar ser, dejar ir... el resto es para ser libres.
¿Pero cómo?
“What we’ve created here maybe unique in all of human existence.
We’ve created a Paradise”
Captain Fantastic es un drama del año 2016, escrito y dirigido por Matt Ross.
Protagonizado por Viggo Mortensen, George MacKay, Missi Pyle, Kathryn Hahn, Frank Langella, Hannah Horton, Nicholas Hamilton, Steve Zahn, Ann Dowd, Trin Miller, Samantha Isler, Annalise Basso, Shree Crooks, Erin Moriarty, Charlie Shotwell, entre otros.
Captain Fantastic toca el drama familiar y la comedia, de forma sorprendente y provocadora, suscitando la reflexión política y social, sin renunciar a un cierto toque comercial.
La evidente colisión entre la sociedad de consumo y el microsistema comunistoide en el que crece la familia, da como resultado momentos incómodos, cómicos e incluso tiernos, que evolucionan desde un inicio, engañosamente maniqueísta, hacia un conflicto intelectual en el que todos nos acabaremos decantando.
El director Matt Ross, dijo que las experiencias con la paternidad, le inspiró para hacer Captain Fantastic; una historia que no oculta cierto tono autobiográfico de base, de vivencias personales, ya que Ross vivió durante muchos años en unas comunidades alternativas que su madre ayudó a fundar, nada de hippies como despectivamente, o de alguna forma reduccionista se tiende a tildar a este tipo de sociedades, sino familias que cansadas de un tipo de vida, se instalaron en el bosque para vivir y ayudarse unos a otros.
Así, el guión se apoya en la singularidad de un grupo de personas que nos atraen por su superioridad intelectual, y su destreza física; pero al mismo tiempo, nos despiertan una sensación de tristeza y soledad, al verlos desprovistos de todos los pequeños caprichos, placeres y celebraciones que hacen de la infancia, la etapa de inocencia con la que todos la asociamos.
Rodada en Albuquerque y Las Cruces, Nuevo México; y Lake Stevens, Washington, EEUU, la acción sigue a Ben Cash (Viggo Mortensen), un hombre que ha pasado 10 años alejado de la civilización con su familia, viviendo en los remotos bosques situados al noroeste del Pacífico, criando a sus 6 hijos:
Bodevan (George MacKay), Kielyr (Samantha Isler), Vespyr (Annalise Basso), Rellian (Nicholas Hamilton), Zaja (Shree Crooks), y Nai (Charlie Shotwell)
Ben, ha criado a sus hijos en un ambiente de alta exigencia intelectual, rechazando todo contacto con el capitalismo.
De hecho, la familia no celebra navidad, en su lugar, celebran “El Día de Noam Chomsky”
Sin embargo, esta utopía se romperá, y las circunstancias hacen que tal peculiar familia, deba abandonar su modo de vida en la naturaleza, y volver a la civilización...
Asimilar su nueva situación, y adaptarse de nuevo a la sociedad moderna, no les va a resultar nada sencillo.
Aun con cuerpos atléticos, ajenos a lujos innecesarios y cultivados gracias a la música, la literatura y la reflexión, su mundo cambiará totalmente cuando tengan que ingresar de forma forzosa en la sociedad que rechazan de plano.
La fuerza de Ben, no llega a tanto en el “mundo real”; y su naturaleza “fantástica” parecerá haber desaparecido.
Captain Fantastic es una fábula, como “Blanca Nieves y Los Siete Enanos”, en la que se presentan las 2 caras de la moneda, ambas con sus luces y sus sombras, pero girando en torno a una verdad:
La de un padre que, en cualquier caso, siempre quiere lo mejor para sus hijos; y te hace pensar sobre muchas cosas:
Los extremos en la vida son malos, pero:
¿Se puede vivir con muchas menos cosas?
¿Somos más felices ahora, o estamos más amargados?
¿Los hijos reciben la mejor educación en los colegios?
¿El que va a la contra de la mayoría, es el raro; o los raros somos nosotros?
Es un hecho que hubo tiempos mejores, y que la sociedad no va por buen camino, y hacen falta personas con valores más humanos, más solidarios.
No tanto como vivir en la selva de la naturaleza, pero tampoco en la selva del capitalismo salvaje.
Captain Fantastic es un nuevo cine de Hollywood, más crítico, adulto y corrosivo por momentos, con un equilibrio entre emoción, reflexión, y sobre todo, buenas ideas.
“Our children shall be philosopher kings, it makes me so indescribably happy”
Cómica, reflexiva, antisistema, fresca, y en ocasiones surrealista, Captain Fantastic es el típico esquema del “buen salvaje en el mundo civilizado”
A caballo entre la comedia y el drama familiar, navega desahogada esta singular historia, embebida de la firmeza de los ideales de su protagonista, que defiende una forma distinta de vivir.
Así es como una “road movie”, tan alocada, excéntrica, divertida y amable; confluye con una representación interna del mundo, los estándares sociales, los radicalismos, la soledad, la infancia y la familia; que surge de esa lucha entre el viaje hacia la naturaleza, retrato de la pureza del ser humano en vivencia continua y plena, con ella, a raíz de lo escrito y practicado por diversidad de filosofías y movimientos culturales y contraculturales; frente a una sociedad moderna, en especial la estadounidense:
Corrupta, falsa, acartonada, gorda, políticamente correcta, y tan arraigada como absorbida por la tecnología.
Pero el director Matt Ross, es demasiado inteligente para limitar su 2ª película a eso.
Su atención, no sólo se centra en el potencial para los gags de su material, sino que muestra ternura, y comprende a la familia en su lucha para adaptarse a un nuevo entorno.
Por supuesto, hay momentos de comedia en abundancia, aunque su propósito no es sólo sacarnos una carcajada, sino resaltar la ingenuidad de los niños paulatinamente, para contrastar el parecer del cabeza de familia, con las consecuencias de sus decisiones.
Un film que transcurre en buena parte como un “viaje de autodescubrimiento”, arropado de una bella fotografía, hasta llevarnos a una resolución transaccional y un tanto abierta.
En el plano técnico, Ross no rechaza en absoluto buscar la belleza ni el detalle, sin llegar a edulcorar esa visión casi utópica de la familia y de la formación, pero mostrando muchas pinceladas que enriquecen lo narrado, sin necesidad de contarlo con palabras.
El trabajo de fotografía de Stéphane Fontaine, en ese sentido es muy reseñable.
Así, en lo más profundo de Pacífico Norte estadounidense, viven Ben Cash y su prole de 6 fortachones y decididos cachorros:
Son 3 hijos y 3 hijas, de entre 7 y 18 años, a quienes al margen de la civilización, les protege de un mundo que ha evolucionado demasiado rápido, dando tanta prioridad al materialismo, la televisión, la comida basura y tantos lujos y comodidades aborregantes, que se ha olvidado de lo que en verdad importa:
Desarrollar el cuerpo, la mente y el espíritu.
Desprovistos de electricidad, teléfonos móviles o agua corriente, este grupo de personas, se alimenta de lo que ellos mismos cazan o cultivan en sus propias tierras; realizan durísimos entrenamientos físicos, que han convertido a los niños en auténticos atletas de élite, pero sobre todo, pasan las horas muertas estudiando y debatiendo sobre historia, filosofía, arte o cualquier tema que pueda contribuir a fomentar sus propias ideas sobre el mundo; a modo de una particular Academia de Platón, bajo el azar del empirismo de Locke, el criticismo de Kant, la mirada científica de Galileo Galilei, para finalmente llevarles hacia el ideal del superhombre de Nietzsche.
Sus “moscas” sublimes, retan constantemente al mentor con el creativismo y la lucha social de Marx, argumentada con la objetividad, perspectiva y racio-vitalismo dignos de Ortega y Gasset.
Ningún tema es tabú, especialmente chocante resulta la facilidad con la que el patriarca habla de sexualidad, o sobre el suicidio de su esposa bipolar con sus hijos, de igual a igual; y en ocasiones, el carácter disciplinario y algo severo de Ben, no conoce límites a la hora de poner la integridad física de sus vástagos en serio peligro, en su afán por hacer de ellos, unos seres independientes y fuertes.
Pero este modo de vida, se verá cuestionado cuando la familia tenga que desplazarse a la ciudad, para resolver unos asuntos personales, y se tope de bruces con una sociedad que les ve como “bichos raros”
Porque es una familia en la que Ben ha endurecido a sus hijos, ha velado desde que nacieron por darles una educación pura y dura, que ha hecho de ellos, hombres y mujeres sensibles, pero de una pieza.
Si alguien les levanta la mano, ellos son más rápidos en machacarle el estómago.
Son pacíficos, pero no pacifistas.
Y en pleno rito de iniciación, “Bo”, el mayor de la camada, en una secuencia, nos advierte que lo siguiente, se tomará muy en serio la vida alternativa de sus protagonistas.
El hijo mayor ya ha probado algo que ese “mundo real” ha podido enseñarle, que no estaba en los libros:
La posibilidad de educarse académicamente, en altos lindes; el calor de un beso, la magia de un flirteo, todas las sensaciones que se aprenden lejos de su burbuja perfecta e irrompible.
La misma que, después de tantos años, se ha roto.
Y es que pocos atisbos de duda, parece guardar Ben acerca de la crianza de sus hijos, al margen de la sociedad de consumo, hasta que llega el hecho que cataliza el conflicto del largometraje:
Afrontar el suicidio de Leslie (Trin Miller), su mujer y madre, internada desde hace tiempo por sufrir una serie de trastornos depresivos severos.
Con el fin de despedirse de la esposa y progenitora, a pesar de la amenaza del abuelo materno, Jack (Frank Langella), que no perdona a Ben, pues lo consideran culpable del dramático final de su hija, una abogada que de la noche a la mañana, lo abandonó todo para vivir en armonía con la naturaleza.
Es esta segunda parte de la historia, bastante más convencional, sin abandonar del todo sus apuntes críticos, apuntado al tipo de vida por el que optó la madre, la familia antisistema que baja de los bosques, camino al supuesto “mundo civilizado”, en un viaje que aparece como el tramo más divertido…
En el contraste entre esta familia y la sociedad, destaca el papel de la difunta madre, cuya bipolaridad la hacía oscilar entre el orgullo y el rechazo a lo que ella y su marido habían creado.
En estos 2 extremos, se irán situando el resto de personajes, culpando al bando opuesto del fatal desenlace.
Una propuesta sencilla, de aires naturalistas que sirve de base a esta notable película, que va lanzando ácidos mensajes contra ciertos usos que damos por necesarios y asumidos en nuestro entorno, y que en la pantalla suenan con una contundencia irrefutable, especialmente los que se refieren a la educación y a prejuicios comunes en las relaciones paterno filiales, que aquí saltan por los aires.
El punto más conflictivo con el discurso, es la forma en la que los niños siguen a su padre de forma obtusa.
No es raro que Captain Fantastic tenga un punto no apto para almas sensibles:
El padre regala a sus hijos en su cumpleaños, cuchillos de caza.
Los hijos son diestros en el manejo de estas filosas armas, y con el arco y las flechas; en los que matar un animal con sus propias manos, es el signo de que han dejado de ser adolescentes, y se han convertido en hombres…
Les han enseñado a decir siempre la verdad, y les han preparado intelectualmente para entrar en las mejores universidades, pero sin atisbos para aplicar...
Cuando descienden a la ciudad, y se ven obligados a convivir con otras familias; son y se sienten diferentes, pero no marginados:
Destacan por su “estilo”, no por sus perjuicios.
Son verdaderas máquinas de sobrevivir, no entiende el por qué su generación, pierde horas y horas ante videojuegos extremadamente violentos, pero son incapaces de matar una gallina para asarla; sienten perplejidad ante la “comida basura” que tanto engancha a la mayoría, asumen, cuando ven a gente de su generación afectada de gordura mórbida que están “enfermos”
Saben estar en silencio, y dominan el arte de la lectura y de la conversación; y experimentan a diario la sensación de unión y alegría, cantando juntos.
Viven sin electricidad, pero con armonía.
Quieren despedir a sus muertos, porque hay muertos, no en vano hay un andamiaje dramático, como esos muertos quisieran ser despedidos, no como imponen las convenciones sociales, respetando creencias y últimas voluntades.
E incluso, cuando están en la ciudad, su dieta no es la habitual en zona urbana, “fast food” a lo chancho; sino equilibrada, serena y natural.
A pesar de no haber ido a la escuela, sus padres les han enseñado los conocimientos esenciales que todo estadounidense debe saber sobre La Constitución, la legislación y su nación.
Son fuertes, en una palabra:
Fuertes físicamente, fuertes humanamente, fuertes culturalmente...
Están pues, en forma física, mental y espiritual.
¿Qué padre no ha querido un resultado así para sus hijos?
La retórica que propone la educación para pensar por sí mismos a sus hijos, choca con el seguimiento ciego a una figura del padre como “dios”, y acaba celebrando en positivo, el dominio intelectual que Ben tiene sobre sus hijos.
En resumen, durante toda sus vidas, no ha dejado de enseñarles que sean maoístas, budistas o anticapitalistas, y aún cree que les ha enseñado a pensar por sí mismos…
Captain Fantastic comparte esa ingenuidad de sugerir que, por naturaleza, todos llegaríamos a esas conclusiones por nosotros mismos; pero no busca convencernos de que ese modo de vida es el adecuado, solo utilizar esa utopía como contraste para resaltar los defectos del sistema actual.
Y es sobresaliente, porque consigue por una parte, hacernos ver las virtudes y los defectos de los sistemas educativos que se proponen, mostrando de forma clara, que no existe el plan perfecto y, sobre todo, nos encara con los enormes problemas que tenemos que abordar como colectivo social, por las enormes carencias de la crianza de los hijos.
El guión de Ross, no escatima en el consecuente contraste entre los niños asilvestrados, y la sociedad urbanita; tomando, obvio, clara posición por los protagonistas, asombrados por los cuerpos fofos, la adicción tecnológica o la pereza intelectual que parece dominar el actual estilo de vida estadounidense.
El fondo, Captain Fantastic tiene bastante de crítica sobre la sociedad actual:
Ser diferente, no es malo; sólo resulta complicado mantener la distancia con el común.
Ser igual que la mayoría, tampoco es intrínsecamente bueno; ser como los demás, no tiene que ser algo favorable.
Cada uno es como es, y cualquiera tiene cosas positivas y negativas, que suelen ser las mismas.
No podemos pensar, que por salirnos de unos cánones somos mejores o peores que los demás.
En algunos aspectos, la originalidad es muy valorada; y en otros casos, disimular nuestra presencia en el conjunto monocromo, se considera la máxima aspiración.
Las diferencias deberían ser buenas, y estar valoradas; esta valoración se trunca por la desconfianza de los que no las aprecian; un comportamiento distinto al esperado, levanta suspicacias a los envidiosos, a los poco empáticos, a los inflexibles, a los que no son capaces de ponerse en la piel de otra persona, etc.
El problema no es la persona que no es como las demás, sino los prójimos, que no son capaces de respetar las diferencias, ya no digamos de valorarlas positivamente.
Además de nuestra individualidad, diferenciadora por definición y por el nombre, aquí muy representativo en los personajes, está ese modo de vida distinto del que deciden participar un grupo de personas, una comunidad.
Ahí es donde se les empieza a considerar “peligrosos para sí mismos y para los demás”
Ahí es donde la maquinaria social pone en marcha toda su potencia, para aplastar o para acorralar en un redil sin escapatoria al grupúsculo que se destaca, al que alza una voz disonante en el coro social que componemos entre todos.
De esta forma, surgen las leyes que intentan preservar nuestra forma de vida, de protegernos frente a los diferentes.
¡La Mentira!
Las leyes preservan y protegen la forma de vida de los que mandan, que suele coincidir con la forma de vida de los poderosos.
De esta forma surge El Estado, que se erige en protector de unos valores ensalzados como “comunes” y que permiten ese arropo social del grupo por el que nos sentimos protegidos de nuestros propios miedos.
Porque vivir diferente, es vivir libre de miedos, es alcanzar plenitud interior, y con el entorno, es cuando la sinceridad te hace ver un mundo más real y más cercano, es sobrevolar por encima de tus propias aspiraciones, en favor de las del grupo.
Pero aunque Ross no disimula lo mucho que quiere y admira a sus bravos defensores del izquierdismo moral, en lo que a todas luces es una colleja al híper consumismo, y cierta atrofia política estadounidense; también intenta acercarse a los perjuicios que acarrea toda postura radical.
Una vez Los Cash aterrizan en el mundo real, el progenitor acaba por darse cuenta, de que hay cuestiones del ser humano que ni siquiera la fe en Noam Chomsky puede ayudar a comprender; y es en ese momento, cuando Ross comienza a poner en duda la solidez de esta familia y la infalibilidad del patriarca, a quien Mortensen sabe dotar de una fragilidad repleta de sutileza.
De alguna manera, como bien expresa el hijo mayor de la prole:
“No sé nada que no esté en un libro”
Sin embargo, son personas mucho más maduras, tolerantes, correctas y respetuosas, además de conscientes e informadas que cualquier niño de su edad, gracias al hecho de que su padre nunca les miente, les enseña lo necesario para sobrevivir, a pesar de que sea duro y exigente, y a ser resolutivos.
La educación recibida, por supuesto, permite a los niños, y los realizadores, ver a todos los demás como una “masa estúpida”, ciega, y perezosa, en la que los niños del mundo real, son pequeños bastardos que solo saben jugar a los videojuegos...
En contraposición, los pequeños educados por el personaje de Viggo Mortensen, idolatran la figura recortada de Pol Pot, e incluso se recuerdan mutuamente, que su papá les ha enseñado que está mal burlarse de nadie, “excepto de los cristianos”
Todo un catecismo de pura tolerancia...
Además, legitima sutilmente, los esfuerzos de Ben por separar a sus hijos de la sociedad, para evitar contaminarse de las ideologías inferiores del mundo real y, aunque llegado un punto, considera que está “convirtiendo en monstruos” a sus hijos, y se excusa finalmente en una razón tan romántica como absurda, que desacredita a medias sus metodologías de aislamiento y adoctrinamiento.
Sin embargo, a pesar de su turbio contenido ideológico, el guión funciona perfectamente; más durante los pasajes centrales, en los que la forma de vida alternativa de los personajes, no es tomada del todo en serio, y hay una separación del espectador con la familia.
Cuanto más irreales y fuera de tono resultan sus excentricidades, resulta más fácil simpatizar con ellos; pero cuando se hace demasiado histriónico, llegado cierto punto, comenzamos a simpatizar con ellos, pero con algo de lástima, hasta que al final abrazamos su defensa de lo diferente.
Interesante resulta la escena de la fogata, al principio, donde se puede ver la lectura que hace Rellian de “Los Hermanos Karamazov” de Fiódor Dostoievski.
La novela muestra a uno de los tres hermanos, que al hacerse mayor, huye y se rebelan contra los caminos de su padre.
Al igual que Rellian mismo lo hace más adelante en esta historia.
Y es que no hay una visión idealizada de la vida en el campo, queda patente que es dura, e incluso da la sensación en un determinado punto, de que Ben ha perdido totalmente en control, poniendo incluso en peligro la vida de sus hijos, tanto en la selva, con la escalada de la roca; como en la ciudad, en la escala de la casa.
No todo es drama y supervivencia, hay algún guiño humorístico, como celebrar “El Día de Noam Chomsky”, en lugar de celebrar navidad o El Día de Acción de Gracias.
Chomsky es sin duda, el intelectual disidente, más famoso de los EEUU en la actualidad; es asimismo reconocido por su activismo político, caracterizado por una fuerte crítica del capitalismo contemporáneo, y de la política exterior de los Estados Unidos; y se ha definido políticamente a sí mismo, como un anarquista, o socialista libertario; siendo señalado por el New York Times como “el más importante de los pensadores contemporáneos”
El director, con ello se toma su tiempo en ir explorando a cada uno de los hijos y sus posiciones sobre el conflicto principal.
Lo que no es poca cosa con 6 chicos, incluidos 2 mellizas:
Annalise Basso y Samantha Isler; y otro hermano “rebelde”, Nicholas Hamilton, que adopta una pose pre-adolescente que funciona como elemento de fractura en el núcleo en el adolescente George MacKay, el solitario del grupo, es quizá sobre el que se vuelca finalmente la gravedad del sentimiento de naufragio en sociedad del resto del grupo.
Pero tampoco resulta nada sencillo dirigir a un grupo de niños y jóvenes con textos tan complejos y sensibles, como a los que se han enfrentado en este rodaje; y hay que decir, que todos ellos están a la altura, defendiendo sus roles con solvencia.
Jóvenes actores a los que el director no dudó en quitarles el móvil, organizarles cursos de entrenamiento de supervivencia, artes marciales, yoga, aprender a tocar instrumentos, durante semanas, lo que transmite esa naturalidad tan enternecedora.
Según Matt Ross:
“Escogí a Viggo Mortensen porque he sido muy fan de él desde que lo vi en “The Indian Runner” (1991)
Creo que él aporta integridad y credibilidad en todo lo que hace.
Tiene mucha experiencia viviendo en la naturaleza.
Además es poeta y fotógrafo… es una artista.
Para mí, haberlo elegido es parte de la intención artística del proyecto, de su discurso.
Uno se define a través de las personas con las que quiere colaborar”
De hecho, Mortensen usa la sicodélica camisa color rojo con dibujos en la escena de la boda, aquí en el funeral, que llevaba en la película “The Indian Runner” (1991)
Mortensen, es el adobe que sostiene el conjunto con su porte recio, su voz suave, y su aspecto de hippie, que le calza sospechosamente bien a su personalidad, con desnudo integral frontal incluido.
Se le ve a gusto en un papel que enmascara un hombre, cuya devoción por su progenie no siempre se opone a sus propios intereses.
Su composición del personaje, ayuda a convertir Captain Fantastic en un examen oscuro, divertido, y muchas veces tierno, sobre la paternidad y sus responsabilidades, que parecen maquillarse dentro de la burbuja de nuestro contexto social.
Y Frank Langella, que siempre es un gusto verlo actuar, asume con credibilidad su papel de abuelo.
Captain Fantastic, se adhiere a su propia propuesta de forma honesta, y es coherente en todo momento, salvo quizá, una pequeña traición a su carácter general en su final complaciente y dulcificado.
Nos quedan las muy divertidas escenas que estos comparten con sus primos, unos adolescentes obsesionados con los videojuegos, y con serias carencias de cultura general; porque “los fantásticos” son “survivalistas”, un ejemplo real de una nueva raza emergente que se da en EEUU; con vida natural al 100% ante la decepción de lo urbano, donde los supuestos “frikis” son chicos muy competentes y preparados para abordar cualquier terreno, excepto el de la socialización banal e informal con otros jóvenes; siendo clara su lectura optimista y de favoritismo por dicha elección.
Pero hay contradicciones, como que una chica adolescente, leída, culta, que te habla del maoísmo, y que nace y crece en un ambiente sin tabúes; no sabe lo que es un burdel...
O que la pequeña, mientras la hermana que le saca un año o dos, sabe de medicina como cualquier Nobel; y no sabe lo que es tener relaciones sexuales...
Entre otras cosas, son maneras bastante incongruentes de contrastar los 2 mundos que se crean; y no se adhieren al perfil creado, y es usado más para arrancar la sonrisa y la complacencia.
Otra cosa que resulta algo “amoral”, es imponer el conocimiento exhaustivo de temas como la sexualidad u otros complejos, a niños muy menores de edad, puesto que no tienen la capacidad para entender estos temas, y tratarlos de forma crítica; si no que más bien pueden herir su sensibilidad, y matar su inocencia.
No obstante, en la sociedad en la que vivimos, Captain Fantastic será considerada incluso de culto, puesto que está muy de moda la tendencia hacia todo lo natural:
La comida, el deporte, la vida en el campo, sin embargo, contiene mucho mensaje subliminal, que es bueno pararse a reflexionar, y no dejarse asombrar por lo “fantastic”
Otra bella escena es la versión de “Sweet Child O’Mine” de Guns N’ Roses, que suena en el clímax, es preciosa; o la versión que hace Kirk Ross del clásico “I shall be released” que aparece en los títulos de crédito finales.
Ese final, no impide que Captain Fantastic sea el verdadero superhéroe, de carne y hueso, con sus dudas y contradicciones, y sin ningún poder sobrehumano, que aún faltaba por llegar, y que cada vez necesitamos más; pues a la hora de la verdad, el guión de Ross prefiere jugar a la carta de la normalización, llegando a la conclusión de que los extremos nunca son buenos, y que los hijos de Ben, solo conocen el mundo en la teoría, a través de las páginas de los libros; y la realidad es bien distinta en la práctica, lo que les convierte en más frágiles y dependientes de la figura paterna, de lo que este pretendía inculcarles.
Por último, la banda sonora, muy New Age, acompaña a la perfección a su amalgama de agridulces sentimientos.
“She’s got a smile that it seems to me, reminds me of childhood memories, where everything was as fresh as the bright blue sky”
El ser humano, es un animal sociable, por lo que la relación entre personas, se antoja como básica en el sistema.
El estadio actual del desarrollo económico, no puede ser más opuesto al autoabastecimiento:
Es la globalización, que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XX, como consecuencia de factores científico-tecnológicos:
Revolución científico-técnica, revolución informática, revolución verde, biotecnología; y geopolíticos:
Primero la descolonización en torno a 1960; y después la caída del bloque comunista desde 1989.
La respuesta de sus opositores, a cargo de los movimientos antiglobalización, incluye en algunos casos, planteamientos de autosuficiencia, como la denominada “soberanía alimentaria”
El término “autoabastecimiento” se aplica normalmente, en el contexto de las sociedades desarrolladas contemporáneas, “sociedad postindustrial”, a diversas formas de vida denominadas alternativas o sostenibles, desde el movimiento hippie, con su búsqueda de la simplificación vital en el contexto de la denominada Revolución de 1968, y el comienzo de la crítica al desarrollismo, como el movimiento ecologista, crecimiento cero.
No obstante, hay ejemplos anteriores, en los planteamientos personales de Henry David Thoreau, aquel que escribió “Walden”, que se retiró a vivir a una cabaña en el bosque en el Estados Unidos de mediados del siglo XIX; o los planteamientos comunitarios de Gandhi, que pedía a los hindúes, que se tejieran su propia ropa o recogieran su propia sal, como resistencia pasiva a la colonización inglesa de la India, en la primera mitad del siglo XX.
Desde planteamientos ilustrados se había realizado ya el siglo XVIII, aunque se había iniciado incluso antes, desde la recepción de las noticias del Descubrimiento de América; la construcción ideológica del mito del “buen salvaje en comunión con la naturaleza”, así como la construcción literaria del personaje de Robinson Crusoe.
Ejemplos de intentos de autoabastecimiento propios de finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI, pueden verse en el movimiento de repoblación de pueblos abandonados o neorruralismo, el movimiento okupa, especialmente en su vertiente denominada okupazión rural, y en algunas ecoaldeas.
A pesar de las evidentes diferencias entre la búsqueda voluntaria del autoabastecimiento personal por razones ideológicas o morales, y la situación de las sociedades primitivas, sus partidarios se vinculan emocionalmente con una imagen romántica de la sociedad preindustrial y el tercermundismo, e incluso del espíritu de frontera de pioneros y colonizadores.
No hay nada nuevo en la búsqueda del autoabastecimiento.
Los pioneros que colonizaron el Nuevo Mundo, Australia y partes de África, se autoabastecían porque tenían que hacerlo.
Prácticas que capacitan para el autoabastecimiento, incluyen la bioconstrucción, el “hazlo tú mismo”, la permacultura, la agricultura sostenible, y el uso de energías renovables producidas por el mismo ciudadano, en especial, el autoconsumo eléctrico.
El término, está profundamente relacionado con la autogestión y movimientos sociopolíticos libertarios o libertarianos.
La autosuficiencia para el autoconsumo alimentario, se vincula a la independencia económica de las estructuras sociales superiores, desde la familia al Estado.
¿Qué hay de malo en eso?
De la teoría a la práctica, pero en sociedad.
Solo así cambiaremos el mundo, pues moriremos si no nos adaptamos, pero para ayudar a cambiar, sin mimetizarse.

“If you assume that there is no hope, you guarantee that there will be no hope.
If you assume that there is an instinct for freedom, that there are opportunities to change things, then there is a possibility that you can contribute to making a better world”



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