おくりびと (Departures)

“最後の思い出の贈り物”
(El regalo de los últimos recuerdos)

Decía Charlie Chaplin que:
“Hay una cosa tan inevitable como la muerte:
La vida”
La muerte alcanza a todos los seres vivos; como hecho natural, es amoral e irreversible, y cualquier categoría humana le es ajena.
Por otra parte, los seres humanos precisamos de la cultura para sobrevivir.
A partir de ella, asumimos fenómenos fatales como la muerte; y dotamos de sentido a la despedida de nuestros seres queridos; y a partir de ella buscamos la belleza y la bondad.
La muerte cobra gracias a la cultura, nuevos significados.
El ser humano, es un ser social, moral, y propende a la belleza; goza del tesoro de la libertad.
Un mal uso de la libertad, conduce a que elijamos aquello que íntimamente no queremos, escogiendo una vida equivocada, a que seamos malvados, o a descuidar nuestras inclinaciones estéticas.
La cercanía del fin de la vida, ya sea porque nos hacemos viejos, o porque eventualmente se éste en contacto con la muerte, nos induce a tomárnosla más en serio; porque solo tenemos una oportunidad.
La práctica japonesa del “納棺師”o “nōkanshi” viene a ser la que en otros pueblos de La Tierra entendemos como “embalsamar”, sólo que en Japón, dicha práctica está cargada del sentido o religiosidad sintoísta de “limpieza y pureza”, porque en el sintoísmo, religión por excelencia del pueblo japonés, la muerte se considera algo impuro, y por tanto es muy religioso, limpiar, aromatizar, vestir, maquillar y preparar con aspecto lo más vivo posible, el cadáver del humano que muere, y cuya alma está yéndose al mundo divino del más allá.
Así pues, en la sociedad japonesa de hoy, tan veloz y tecnificada, el arte del “nōkanshi” ha sido suplantado como en Occidente, por el hecho práctico económico de deshacerse lo antes posible del cadáver, sin demasiados miramientos.
Sin embargo, todavía quedan gente a la que le gusta, y tiene recursos como para poder recurrir a esta antigua tradición religiosa, hermosa, delicada, repleta de estética, de calma meditativa, y sentido de la trascendencia, lo cual supongo no estará al alcance de todo el mundo, dado que este tipo de embalsamamiento o preparación de un cadáver, supondrá elevar el coste total de lo que hay que pagar a la funeraria, encargada de todo el proceso mortuorio.
Los funerales japoneses, varían dependiendo de la región en la que se realicen, así como de algunos aspectos socioeconómicos, tales como la religión que profesaba el difunto o la de su familia; su sexo; su estatus social, y su situación financiera; y por lo general, siguen una serie de rituales que incluyen elementos budistas.
Durante los preparativos mortuorios, se baña el cadáver, y se cubren los orificios de la nariz y la boca con algodón, o gasa.
Rara vez se practica el rito de preparación de cadáveres, o “nōkan”
En el ritual del “nōkanshi”, además de limpiar al cadáver y perfumarlo con mucha delicadeza delante de sus familiares o allegados, se le suele vestir con un kimono blanco, y se le maquilla; también se le moja la boca con un poquito de agua para que el alma del difunto no sufra sed en su llegada al más allá.
Más tarde, sólo los parientes del fallecido, asisten a la incineración, y recogen algo de sus huesos y cenizas que guardan en un bote, pote o vasija.
Este ritual, es llevado a cabo solo en zonas rurales, normalmente por embalsamadores profesionales conocidos como “納棺師”o “nōkanshi”, quienes se encargan de preparar el cuerpo, vestir al difunto con ropas blancas, y en ocasiones de maquillarlo.
Luego lo depositan en un ataúd junto con sus objetos personales, y otros artículos considerados necesarios para su “viaje a la otra vida”
Pese a su importancia en la cultura tradicional japonesa, en varias regiones del país, la muerte es asociada con la impureza, y se considera que todo lo que esté relacionado con ella, es fuente de “穢れ” o “kegare” es decir, “contaminación”, y resulta extremadamente peligrosa y contagiosa.
El “kegare”, es un término dentro del sintoísmo, considerado como un tabú, y se podría definir como una condición malvada o poluta, y es un concepto opuesto a la pureza; y se difiere del “tsumi”, porque el kegare es el resultado de fenómenos ocurridos en forma natural, mientras que el “tsumi” es el resultado de la conducta humana.
Se cree que cuando esta polución se adhiere al individuo, trae calamidades y desdicha a la sociedad.
A través del rito del “misogi” o “ablución”; el kegare es purificado, pero las personas que introducen polución a un espacio sagrado, es considerado como “tsumi”, y se requiere hacer un rito de “祓” o “harae” o “purificación”
En el Jingiryō, existen disposiciones sobre la purificación y tabúes relativos al luto, visita a los enfermos, comer carne, pena de muerte, penas determinantes y poluciones malignas, conocidas colectivamente como “las seis formas de tabú”
Por tanto, cualquier persona que esté en contacto con un cadáver, o que asista a un funeral, debe eliminar la contaminación a la que estuvo expuesta, por medio de rituales de purificación, que utilizan sal y agua.
En específico, se refiere al proceso de purificación del cuerpo y de la mente del “tsumi” o “transgresión”; y del “kegare” o “impureza”, considerados señales del mal agüero y deshonra ante los “kami” en el sintoísmo.
Entre los principales ritos de harae, se encuentra el “misogi” o “ablución”
La ceremonia de purificación, debe realizarse en presencia de los “kami” o “shinzen” y se efectúa con retazos de seda y de papel atados, o “heihaku”
También, se realizan actos de purificación con un objeto portador de tiras largas de papel llamado “onusa”
Así las cosas, durante la época feudal, el personal funerario era objeto de discriminación, y obligado a vivir apartado de la sociedad, en sus propias aldeas, debido a su contacto con los muertos.
Los sepultureros, estaban en la base del “部落民”o “burakumin”, que son la clase social más baja del Japón.
Aunque hubo un cambio cultural a partir de La Restauración Meiji, en 1868, el estigma de la muerte todavía prevalece en la sociedad contemporánea, y suele discriminarse a los funerarios.
No obstante, convertir la despedida de un ser querido, en algo tan magistralmente simbólico, y ceremonioso, resulta de una belleza incalculable e inigualable.
Hasta 1972, la mayoría de los rituales funerarios se llevaban a cabo por los familiares del difunto, o por casas funerarias; ahora la cosa está cambiando, regresando Japón, a la manera tradicional.
Uno de los temas peor tratados en la historia del cine, es la muerte.
Quizás por su condición de última frontera, de viaje desconocido, su tratamiento siempre ha oscilado entre un ejercicio de estética estilizada de sus causas, el chascarrillo fácil a su costa, o directamente, la aproximación mediante el melodrama más soez, más preocupado en provocar emociones reactivas básicas, que en un análisis reflexivo sobre el fenómeno en sí; muchos han sido los intentos que han fracasado por darle un enfoque grosero, deshonesto, y ofensivo; pero hay excepciones.
“人々が話しています…”
(La gente está hablando…)
おくりびと (Departures) es un drama japonés, del año 2008, dirigido por Yōjirō Takita.
Protagonizado por Masahiro Motoki, Tsutomu Yamazaki, Ryōko Hirosue, Kazuko Yoshiyuki, Kimiko Yo, Takashi Sasano, Tôru Minegishi, Tetta Sugimoto, Yukiko Yachibana, Tatsuo Yamada, entre otros.
El guión es de Kundō Koyama, basado en el libro “納棺夫日記” o “Coffinman: The Journal of a Buddhist Mortician” de Aoki Shinmon, publicado en 1993; el cual se basa en sus diarios durante un período en el que trabajó como director de pompas fúnebres en la década de 1970, una profesión que es considerado tradicionalmente como un tabú en Japón, debido a su percepción de la muerte.
El título japonés “Okuribito”, significa “el envío al más allá de la gente”, pero esta palabra no se utiliza normalmente en japonés.
La génesis del proyecto, inició en 1993, por recomendación de un amigo con quien después habría de viajar a la India, el actor Masahiro Motoki, leyó el libro “Memento mori”, expresión que en latín significa “recuerda que eres mortal”, del autor Shin'ya Fujiwara.
Estando en la India, visitaron Benarés, ciudad sagrada para el budismo, donde presenciaron una ceremonia fúnebre en la que, tras incinerar los cadáveres, se esparcieron sus cenizas en el río Ganges.
Este suceso impactó a Motoki, por el contraste que observó entre la solemnidad del ritual funerario, y la multitud de personas en los alrededores que desarrollaban sus actividades cotidianas.
De vuelta en Japón, consultó varios libros que hablaban sobre la muerte, entre los cuales estaba la autobiografía de Aoki Shinmon, que le permitió conocer en detalle el ritual “nōkanshi”
Ese mismo año, escribió un libro acerca del vínculo entre la vida y la muerte, que tituló “Tenkuu Seiza — Hill Heaven”
En su opinión, las cualidades “misteriosas y casi eróticas” inherentes del trabajo funerario, podían ser recogidas en una producción cinematográfica.
Pero los prejuicios de la sociedad japonesa, con todo lo relacionado a la muerte como una fuente de contaminación espiritual, supuso un obstáculo tanto para el financiamiento, como para el rodaje, y la distribución de おくりびと (Departures)
Así, tanto la película como el libro en el que está basada, funcionaron a manera de “protesta silenciosa pero persistente”, en contra de la discriminación a quienes trabajan con la muerte, la cual sigue existiendo en el Japón contemporáneo.
En resumen, “la muerte es parte natural de la vida, y no debe ser algo repulsivo”
Esta pintoresca producción nipona, alcanza a agradar a todo tipo de públicos, aligerando la gravedad y la trascendencia de la muerte, sin trivializarla, usando para ello, divertidos destellos de comedia.
Es una historia significativa, que hace que el espectador piense sobre lo diferente que es la vida para distintas personas, y la importancia que tiene cuando alguien muere.
Contra todos los pronósticos, おくりびと (Departures) obtuvo el premio Oscar a La Mejor Película de Habla No Inglesa, lo cual marcó un hito en la historia de la industria cinematográfica japonesa, que nunca antes había obtenido ese galardón.
Aunque existían precedentes de películas japonesas que habían resultado ganadoras en estos premios, ninguna lo había hecho en esa categoría mencionada, pues anteriormente, el cine japonés no lo lograba, desde 1955, cuando se otorgó El Oscar Honorario o Especial a “宮本武蔵” (Miyamoto Musashi – 1954) dirigida por Hiroshi Inagaki.
Puestos en claro, la acción sigue a Daigo Kobayashi (Masahiro Motoki), antiguo violoncelista de una orquesta que se acaba de disolver, que acaba vagando por las calles sin trabajo, y sin demasiada esperanza.
Por ello decide regresar a su ciudad natal, en compañía de su esposa, Mika (Ryōko Hirosue)
Allí consigue un empleo como enterrador bajo las órdenes de Ikuei Sasaki (Tsutomu Yamazaki), y la secretaria Yuriko Kamimura (Kimiko Yo)
Su labor será limpiar los cuerpos, colocarlos en su ataúd, y enviarlos al otro mundo de la mejor forma posible.
Aunque su esposa y sus vecinos contemplan con desagrado este puesto, Daigo descubrirá en este ritual de muerte, la chispa vital que le faltaba a su propia vida.
Así, おくりびと (Departures) lleva a cuestionar el efecto que ha tenido la modernidad en la cultura japonesa, dado el trasfondo de las actitudes y los valores tradicionales empleados en la mayor parte de la trama.
Muy curiosamente, tras su estreno, logró impactar, pese a que la última etapa de la ceremonia de preparación del cadáver, tradicionalmente era llevada a cabo por la familia del fallecido, surgió eventualmente un “nicho de mercado” para los empleados funerarios, dispuestos a ayudar a los familiares con esta labor.
Por tanto, おくりびと (Departures) fue una herramienta valiosa para satisfacer esa pérdida espiritual en la sociedad japonesa contemporánea, a raíz de su desviación respecto a los valores tradicionales.
Destacando por otra parte, que el tratamiento cuidadoso que se hace en la película de la muerte, demuestra la forma en la que han evolucionado los sentimientos de los japoneses, respecto a este tema; como el enfoque artístico con el que la película aborda el rito funerario, más allá de uno religioso, con la finalidad de reflejar las actitudes agnósticas del Japón moderno.
Tan bien fue, que acrecentó el interés en los rituales de preparación de cadáveres en todo Japón, no sin antes vender el mensaje de que hay que hacer las cosas sin prisas, con elegancia y bondad.
“自分で適切な仕事をゲット!”
(¡Consigue un buen trabajo!)
El director japonés, Yōjirō Takita, ha compuesto con maestría y manos de delicado embalsamador, un suave relato del traspaso del alma humana a “otra cosa”, como dice en un momento dado uno de los personajes, más exactamente expresado que “otro mundo”
Un frágil y delicado argumento que, sin embargo, contiene toda la dureza de la perdida mayor que existe, la vida.
Bien acompañado por una música sublime, que le confiere a lo contado una poderosa emotividad, おくりびと (Departures), se alza en todo un placer cinéfilo, como en pocas ocasiones localizamos en la gran pantalla.
Sin pretensiones egocéntricas, ni vanidades autorales concentradas en epatar al máximo, Takita hace que volvamos a degustar ese tipo de cine sencillo, pero tremendamente profundo, del que ojeamos un curioso costumbrismo localista, auténtico, no impostado.
El guión, es muy delicado y conmovedor para tratar el tema de la muerte, lo hace con extremo cuidado, nos muestra cómo reacciona la sociedad japonesa actual, ante las personas que se dedican a este oficio, sus temores y tabúes, pero más allá de eso, nos muestra una historia de amor y perdón invaluable.
Desde el lenguaje universal de la muerte y de la música, Yōjirō Takita pretende llevar al espectador por el camino de la contrición del protagonista.
Daigo Kobayashi, es un músico que odia a su padre, y que se ve obligado a volver a su pueblo natal para buscar empleo.
Allí tendrá que limpiar y embellecer cadáveres; un arte indeseado; el arte destinado para Daigo...
Inicialmente, él tocaba el violoncelo en una orquesta sinfónica en Tokio, el cello es un instrumento que lo ha acompañado desde su infancia, desde que su padre le compró el primero.
Con el dinero que ha venido obteniendo, pudo adquirir otro muy valioso, para lo cual ha tenido que pedir un préstamo.
Pero luego de un concierto, les comunican que a partir de ese momento, la orquesta se disuelve…
Ante un futuro incierto y temeroso de la falta de dinero, Daigo decide vender el instrumento.
Para Mika, su esposa, los problemas económicos no van a ser un obstáculo para la felicidad de ambos; y toman la decisión de mudarse a Yamagata, una ciudad más pequeña, a una casa que Daigo heredó de su madre, fallecida hace 2 años.
El lugar también funcionaba como cafetería, hasta que su padre se fue con otra mujer cuando Daigo era un niño.
Y es por eso que él no logra recordar el rostro de su padre.
Daigo, ahora busca trabajo, y se presenta a una entrevista a raíz de un aviso en el diario, suponiendo que es “una agencia de viajes”
Para su sorpresa y desconcierto, se trata de una casa de servicios fúnebres.
Su dueño, Ikuei Sasaki, lo contrata inmediatamente, pese a que Daigo no tiene experiencia en el tema.
Así, aprenderá el arte de “nōkan”, la ceremonia de preparación de un cadáver para introducirlo en el ataúd, la cual se hace en presencia de los familiares del difunto.
Un rito para preparar a los difuntos a emprender el viaje al “otro mundo”, a través de la purificación y baño del cadáver, y sus ropas.
De allí el nombre del film, “Okuri-bito”, el que los envía.
La belleza de la ceremonia “nōkanshi” es indudable.
Como si de una coreografía se tratase, cada movimiento, cada gesto, cada palabra, sucede al anterior milimétricamente.
Todo es premeditadamente lento y pausado, pero sumamente respetuoso y hermoso.
Nada le dirá a su esposa, ya que piensa que ella se opondrá a que se dedique a eso; pero a partir de ese trabajo, Daigo empezará a resignificar su vida pasada y presente.
Con este particular, y nada bien visto trabajo, Daigo consigue anudar la realización profesional con la personal.
Si tocar el violonchelo lo transporta a los recuerdos de los primeros años de su infancia, un momento feliz, cuando su padre todavía no lo había abandonado para irse con otra mujer; practicar el “nōkan”, y ayudar a los demás a despedir a sus seres queridos, llena el vacío interior que tiene, por no haber estado cuando su madre falleció, ya que se encontraba de viaje por el exterior.
La cámara del director, es un reflejo del propio trabajo del protagonista, un ejercicio repleto de matices, donde el pudor, tan presente en la cultura japonesa, se muta en precisión respetuosa; donde la muerte es un acto dramático, cierto, pero que se antoja de una naturalidad absoluta, algo que no sólo se puede, sino que se debe mostrar como un hecho tan cotidiano para el ser humano como bañarse.
Son actos que vienen a ser metáfora el uno del otro como forma de limpieza, descanso, y purificación.
A través de una gestualidad muy marcada, sin caer en un histrionismo desvirtuador, asistimos a la evolución psicológica de los personajes, centrada especialmente en su protagonista.
Mediante la certera combinación de primeros planos y planos detalle, no sólo se atestigua su pericia en el desarrollo en su oficio, sino que se marca la superación de los propios miedos interiores, pasando del temor, e incluso la vergüenza ante su ocupación, a la idea de ser el último puente entre la vida y la muerte, algo así como un Caronte, cuya barca ayuda a atravesar el infierno, aunque en este caso se manifieste a través del dolor de los familiares del fallecido.
En el fondo, おくりびと (Departures) es una película de auto superación, de un hombre que rompe sus propias barreras mentales y culturales, para luego romper con las de todos los demás, y  nos hace reflexionar sobre nuestros conceptos más viscerales, y tratarlos en pos de la lógica y la razón.
Porque hay cosas que nos tocan a diario, y las tratamos sin siquiera reflexionar un poco en su naturaleza, simplemente nos comportamos como se nos dijo, o enseño que lo hiciéramos, perdiéndonos así el verdadero valor que pueda encerrar.
Este ya no es un trabajo para poder vivir, es un trabajo que Daigo hace con muchísimo gusto, y más importante, con orgullo.
Con su renovado espíritu y comprensión por su labor, el protagonista va a cambiar las mentes de todos aquellos que presencien su labor, para llevar a los difuntos al más allá.
El tema de la muerte, es tratado con todo el respeto, aunque おくりびと (Departures) no está exenta de sentido del humor, un humor negro que quita cualquier tipo de “mal rollo” que pudiera causar la temática.
Lo primero que se nos muestra en pantalla, es el “nōkanshi”, el ritual funerario japonés.
El espectador, que desconoce de este tipo de rituales, seguramente quedara estupefacto con lo extraordinario del descubrimiento.
El rito de preparación de cadáveres, “nōkanshi”, es el tema principal de おくりびと (Departures), en el que se expone la complejidad del procedimiento, a la par de la relevancia que conlleva la dignidad a la muerte, respeto a los fallecidos, y consuelo a los que están en duelo.
Para esto, el personal funerario aparece representado como una figura simbólica, capaz de ayudar a la familia del difunto, a restablecer sus lazos familiares, y a sobrellevar su dolor ante la pérdida, a través de una solemne despedida.
El concepto de la muerte, tal y como es abordado en おくりびと (Departures), resulta destacable en el contraste entre el tabú que rodea a la muerte, y el rol que tiene el oficio relacionado con esta.
Es el responsable de preservar los cuerpos, y asume un último acto de compasión, con tal de presentar al difunto de forma que se mantengan recuerdos gratos de su vida.
Al principio, los personajes son incapaces de superar estos tabúes, y el protagonista es marginado por su esposa y sus amistades, debido a los valores tradicionales de la sociedad.
Es solo a través de su trabajo como empleado funerario, que Daigo se siente plenamente realizado; y el final, cuando una piedra se convierte en el instrumento del perdón, la muerte pierde fuerza.
Es allí cuando la ceguera desaparece, y la claridad del recuerdo, ilumina el acto de remisión que presenciamos.
En ese momento, cuando el protagonista de esta historia siente compasión por el cuerpo odiado de su padre, empieza a andar por un camino espiritual ambientado en el añejo ritual del “nōkan”
En esta escena, hijo y padre son esencialmente mente y no cuerpo.
Y una vez aparece en primerísimo primer plano una piedra lisa en las manos tiesas e impasibles del cuerpo muerto, la historia, que no se hizo larga, llega a su fin.
Es la cesación final, la resucitación de un sentimiento, y la consumación de otro.
Nuevamente, おくりびと (Departures) emplea un concepto idealizado para cumplir con su propósito, excepto por una sola ocasión, en la que todos los cadáveres que aparecen en él, son de jóvenes “completos e impolutos”, y están maquillados de manera que el espectador tolere estas imágenes en la pantalla; pero nunca se ve por ejemplo, el cuerpo de quien había estado desaparecido por varios días; ni tampoco la imagen demacrada de alguien que haya padecido una larga enfermedad, o los cortes o heridas de alguien que hubiera sufrido un accidente…
Por tanto, de acuerdo al japanologista Mark R. Mullins, la visión adoptada por おくりびと (Departures), no concuerda del todo con lo que sucede en la vida real; inclusive, el autor del libro explicó, que “no existe nada más bajo en la escala social, que el empleo de funerario, y la verdad es que los japoneses le temen al proceso de preparación de cuerpos y a la cremación, tanto como a la muerte y al cadáver”
Pero en おくりびと (Departures) hay mucho simbolismo:
Takita complementa una historia fuerte, con detalles que refuerzan esa relación entre la vida y la muerte, como en las escenas de Sasaki, el dueño de la empresa que realiza los “nōkan”, donde está todo el tiempo rodeado del verde de las plantas, regándolas, haciéndolas crecer; o cuando la mujer de Daigo le dice que está embarazada.
Muerte y vida se conjugan y se convierten en un espacio.
Takita señaló, que おくりびと (Departures) también trata sobre la vida, más específicamente, sobre encontrar “un sentido perdido del sentimiento humano”
Daigo obtiene una mayor perspectiva de la vida, y se involucra en las vidas de muchas otras personas después de que estas mueren.
También, incluye la relevancia de los lazos familiares:
La reconciliación entre Daigo y su padre, es un elemento importante de la trama, como la reconciliación con su esposa por la vida del bebé que espera.
Las escenas en las que se muestra el rito “nōkanshi” están centradas en las vidas de los familiares del difunto, y no en meramente en este último.
La conversación que se da en la oficina de La Agencia NK, gira en torno a temas familiares; y finalmente, el embarazo de Mika, es el impulsor de su reencuentro con Daigo, la nueva esperanza.
También hay un significado que tiene la flor del cerezo, al representar la fugacidad de la vida, ya que es una planta que florece tras el invierno, y se marchita poco después; así como simboliza el esfuerzo de los japoneses para definir su propia existencia.
El salmón, es la lucha por regresar a su lugar de nacimiento, para dar sentido a su existencia, y crear nueva vida a través de la muerte; y el vuelo de los gansos que se desplazan, son tan volátiles como los recuerdos.
Hay otros elementos que contribuyen a este mensaje, como por ejemplo los cambios de estación, que sugieren delicados cambios emocionales en los personajes; y las “cartas-piedra” que representan el amor, la comunicación y cómo la vara se va pasando de generación en generación.
Los lugares y sitios, sirven a su vez para transmitir diversas sensaciones, como la soledad del campo, o la intimidad de los baños públicos.
También el emplazamiento del “Japón Profundo” y sus tradicionales baños públicos, cafés, restaurantes, y funerarias…
También, se usa predominantemente el color blanco para enmarcar la santidad y la pureza de las ceremonias fúnebres.
En おくりびと (Departures), la muerte no está planteada como el fin de algo, o un momento trágico, sino como un punto de encuentro; una puerta para lo que hay más allá.
A través de la muerte, Daigo vuelve a ver a su padre, y practicándole el “nōkan” consigue estar en paz consigo mismo; por tanto, no hay nada de deprimente en el metraje, a pesar de su temática.
Todo lo contado, está suavizado con un tono humorístico que aligera el peso.
Un humor que pareciera procedente del teatro operístico “nōh”, que aúna economía de expresiones, con repentinas reacciones saltarinas, y muy curiosas.
Sin embargo, la intención del cineasta, era centrarse en el diálogo entre las personas que han fallecido y sus familiares todavía con vida.
Lidia con la percepción de que el horno crematorio es el vínculo de la muerte con una “puerta de entrada”, mientras que el responsable de la cremación, es un guardián, y los preparadores del cuerpo son los guías.
Desde el punto de vista de la producción de おくりびと (Departures), vale decir que se prolongó por una década.
Si bien, la intención inicial era realizar una adaptación fiel del libro en que se basa, el resultado final terminó apartándose de la fuente, e incluyó aportes tanto de algunos integrantes de la producción, como del propio reparto.
Por ejemplo, se omitieron los aspectos religiosos de los funerales, un tema en el que hace hincapié la publicación de Aoki.
La primera edición del libro, está estructurada en 3 partes; en la última, titulada “Luz y Vida”, el texto incluye una meditación budista sobre la vida y la muerte en la que el autor resalta “la luz” existente cuando una persona logra comprender el vínculo espiritual entre la vida y la muerte.
En el libro, el protagonista es propietario de un bar-cafetería en quiebra y, tras una discusión con su esposa, en la que ella le tira un periódico, este descubre la oferta de empleo de “nōkanshi” en uno de los anuncios.
Koyama cambió la profesión del personaje, por la de chelista, ya que le interesaba incluir orquestación de cello en la banda sonora.
También agregó la subtrama en que Daigo perdona a su difunto padre, la cual está inspirada en una novela que había escrito, ya que quería que el desenlace de おくりびと (Departures) tuviera algo de felicidad.
Otra diferencia notable, fue el sitio que utilizaron para filmarla, en vez de hacerlo en Toyama, ciudad natal del autor; la filmación se realizó en Yamagata.
Las anteriores modificaciones, propiciaron desacuerdos entre ambas partes; desde la perspectiva de Aoki, el filme sería incapaz de abordar adecuadamente “el destino final de los muertos”, principalmente por su enfoque humanista, ya que omitía aspectos como la explicación de la relevancia que tiene la religión en la preservación del vínculo entre la vida y la muerte.
Por tales motivos, Aoki se negó a que la película llevara el mismo título que su libro, y pidió que no se incluyera su nombre en los créditos finales.
Según Aoki, la productora fue la responsable de que おくりびと (Departures) se apartara del contenido de su obra, en un intento por volver la trama más comercial.
A pesar de los desacuerdos, tanto el libro como la película, poseen la misma premisa:
Ambos son protagonizados por un personaje, que al principio es criticado por su empleo como “nōkanshi”, pero que conforme transcurre la historia, va experimentando un crecimiento personal, a partir de sus experiencias, que le llevan a descifrar un nuevo significado para ese estilo de vida, confrontado con la muerte.
Koyama acuñó el término “Okuribito” para el título de la película, como eufemismo para “nōkanshi”, derivado de las palabras “okuru” o “para despedir”; e “hito” o “persona”
Al terminar el rodaje, Takita consideró que おくりびと (Departures) era un filme perfecto, y reconoció el esfuerzo del equipo de producción, para conseguir un trabajo de calidad.
El hecho de que el éxito inicial, dependiera en gran medida del boca a boca, representó también para él un motivo de orgullo.
Mientras Shinmon Aoki, autor del libro, elogió la actuación de Motoki y la capacidad del filme para mostrar la importancia de las relaciones familiares e interpersonales, a pesar de estar en desacuerdo con el tratamiento que le da a los temas religiosos.
Para interpretar a Daigo, se eligió a Masahiro Motoki, un actor de 40 años de edad, que no lo parece, con una carrera consolidada en el cine realista.
En su preparación para la película, Motoki estudió las técnicas funerarias con un empresario de pompas fúnebres, e inclusive, participó en uno de los rituales.
Esta experiencia, lo dejó con un sentido de misión... “para tratar de utilizar todo el calor humano posible para restaurar al fallecido a un nivel en el que pareciera que estaba vivo, antes de presentarlo a su familia”
Continuó practicando el procedimiento, hasta que pensó que ya lo tenía dominado, y comparó sus movimientos intrincados y delicados, con los de una ceremonia del té.
De manera similar, el director asistió a algunas ceremonias fúnebres para entender el sentimiento de duelo de los familiares del fallecido, aunque a diferencia de Motoki, nunca participó en un ritual.
Motoki, también debió aprender a tocar el violonchelo para las secuencias iniciales del filme.
A destacar también los roles de Tsutomu Yamazaki, como el jefe de Daigo, Sasaki.
Muy curiosamente, Tsutomu Yamazaki nunca participó en la ceremonia ritual del “nōkanshi”
Y Ryōko Hirosue, que hace de la esposa, cuya dulzura y amor, nunca se vio ensombrecido por el rechazo inicial al trabajo de su esposo.
Otro detalle vino dado a que el equipo de producción buscaba el mayor realismo posible en las escenas en que se muestran cadáveres, se llevó a cabo un extenso proceso de audición, con el fin de elegir extras que permanecieran inmóviles el mayor tiempo posible durante las grabaciones.
Por otro lado, y muy de acuerdo con Takita, sobre el violoncelo, es el otro protagonista:
“... irónicamente, hay algo similar entre el proceso de preparación de cadáveres, y el acto de tocar el violonchelo.
Cuando tocas el violonchelo, el instrumento tiene una forma curvilínea que se asemeja a la forma humana.
El violonchelista adopta esta forma cuando toca el instrumento, de una forma muy cariñosa y afectuosa.
Es muy similar, físicamente, al proceso en el que el empleado funerario mece un cuerpo tierna y gentilmente.
Así, los maravillosos sonidos de las telas en la preparación del cadáver acentúan ese hipnotismo de las escenas, como si se tocara del mismo modo el instrumento”
Por último, la banda sonora corrió a cargo del compositor, Joe Hisaishi, conocido por su participación en producciones de Hayao Miyazaki, y del Studio Ghibli.
Dada la importancia del violonchelo en la trama, Hisaishi optó por usar primordialmente este instrumento, pese a que, según declaró más tarde, había sido uno de los desafíos más difíciles para él en su trayectoria.
El álbum de la banda sonora, incluye una pista tipo “image song” titulada “So Special”, interpretada por la cantante de pop, Ai, a partir del tema principal de Hisaishi.
“あなたの人生の最後のお買い物は、他のユーザーによって行われます”
(La última compra de tu vida, la lleva a cabo otras personas)
Ya sea la muerte u otras razones terrenales, los seres queridos se van y dejan huella en los que quedan.
Las despedidas, significan entendimiento y aceptación; como también son de descubrimiento y cambio.
Así pues, como herencia ancestral del sintoísmo, el pueblo japonés practica aún el “nōkan”, arte funerario tradicional, que consiste en limpiar y maquillar a los difuntos, con el respeto del ritual nipón, frente a sus familiares.
En 2014, las estadísticas indicaban que, alrededor del 80% de las muertes en Japón, ocurrían en hospitales, y el cuerpo era preparado por el personal hospitalario para el ritual.
En estos casos, la familia suele ver el cuerpo hasta el momento en que se lleva a cabo el funeral.
Una encuesta de 1998, señaló que el 29,5% de la población japonesa, creía firmemente en “el más allá”; y otro 40%, estaba dispuesto a creer en este concepto, principalmente los jóvenes.
Otros temas afines, que resultaron populares entre los encuestados, fueron las creencias en la existencia de un alma, 54%; y en un vínculo entre el mundo de los vivos y el de los muertos, 64,9%
Pero con el estreno de おくりびと (Departures), vino a cambiar y aumentar la visión que se tuvo del ritual funerario, que contribuye a comprender y aprender de otras culturas, esa manera disciplinada, devota y paciente de hacer su trabajo que tiene la sociedad japonesa; a reflexionar sobre nuestra propia existencia, y lo necesario que son algunos ritos para aplacar la angustia de saber que somos seres mortales.
Y es que la persona es esencialmente mente y no cuerpo, y la substancia espiritual perdurará, aún si es separada del cuerpo.
Un cuerpo muerto, que es despedido con dignidad y con agradecimiento, deja de ser una máquina, que más alojará el motor que durante muchos años combatió entre la razón y la pasión, logrando la liberación.
Que nacer es morir, es un hecho; pues nada dura, nada está completado, y nada es perfecto.

“納棺の権利は平和的な出発のために故人を準備することです
近いが来て見てください。
私は今、体を拭くます”
(El ritual de entierro es preparar a los difuntos para una partida pacífica.
Por favor acérquese para ver.
Ahora voy a limpiar el cuerpo)



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