Au-delà des Grilles (Le Mura di Malapaga)

“Vous êtes toujours à la recherche sur les femmes.
Moi?”
(Siempre está buscando las mujeres.
¿Yo?)

Creen los modernos cineastas, que de cada generación brota una nueva encarnación de la inocencia, es decir:
Una mirada limpia y genuina.
Para ellos prevalece la forma; y no eluden las costuras del relato, por lo que el montaje se percibe más como expresión de un pensamiento proclive a la retórica, e incluso a la teoría.
Consideran pobre la obra que no trastoca las reglas; pero a diferencia de los clásicos para los cuales el estilo es vestidura y fruto del oficio, sostienen ellos que el estilo emana del talento, y se antepone al relato.
¿Será cierto?
“J'ai jamais eu aucun problème avec le vieillissement.
Quoi qu'il en soit, je ne ai jamais aimé les femmes plus jeunes”
(Nunca he tenido problema con el envejecimiento.
De todos modos, nunca me han gustado las mujeres jóvenes)
Au-delà des Grilles (Le Mura di Malapaga) es un drama de suspense franco-italiano, del año 1949, dirigido por René Clément.
Protagonizado por Jean Gabin, Isa Miranda, Vera Talchi, Andrea Checchi, Robert Dalban, Ave Ninchi, Checco Rissone, Renato Malavasi, Carlo Tamberlani, Vittorio Duse, entre otros.
El guión es de Cesare Zavattini, Suso Cecchi d'Amico y Alfredo Guarini, adaptado por Jean Aurenche y Pierre Bost; y en su momento, Au-delà des Grilles (Le Mura di Malapaga) tuvo grandes reconocimientos:
Ganó un Premio Oscar como Mejor Película Extranjera, y tanto Clément como Miranda, fueron premiados en El Festival Internacional de Cine de Cannes, como:
Mejor Director y Mejor Actriz respectivamente.
En la actualidad, sin embargo, Au-delà des Grilles (Le Mura di Malapaga) es poco conocida, y es inusual encontrar copias.
El rodaje tuvo lugar en Génova y Roma, en los Titanus Studios de Italia.
Estamos habituados a oír del movimiento neorrealista italiano, pero en este caso, se trata de una íntima colaboración, de un verdadero entramado de 2 países y 2 lenguas; por tanto, Au-delà des Grilles (Le Mura di Malapaga) se desarrolla en Italia, pero los diálogos son en francés; en una combinación del cine negro y el neo-realismo que funciona muy bien.
La historia es breve, pues apenas ocupa las horas de un día, y su correspondiente noche; transcurre en los barrios portuarios de una Génova gravemente herida por La Segunda Guerra Mundial, que recién ha terminado hace apenas 4 años.
La acción sigue al francés llamado Pierre Arrignon (Jean Gabin), un hombre que es buscado por un crimen pasional, por lo que abandona su escondite a bordo de un barco, para buscar ayuda médica dental en Génova.
En su escapatoria, se enamora de Marta Manfredini (Isa Miranda), y la rapidez con que se atraen entre sí, hace que ella se lo lleve a su casa; mientras Cecchina (Vera Talchi), hija de Marta, se pone celosa de la nueva relación.
En el desarrollo, la policía comenzará a acercarse a Arrignon.
En Au-delà des Grilles (Le Mura di Malapaga) hay más que destacar la semejanza que poseen sus imágenes, con varios de los títulos de la filmografía del realizador, en donde destaca su poderosa descripción de ambientes de clases bajas y obreras; y ese apego que el director francés sostuvo por los personajes infantiles.
Sin duda, Clément fue uno de los realizadores europeos más sensibles a la hora de trasladar a la pantalla, las complejidades que encierra la aparente inocencia infantil, o incluso un matiz muy poco tratado, como es el de describir espacios cerrados y opresivos, en los que el hombre se encuentra como un ser atrapado, y aquí, es literalmente.
“Je ne suis pas attendre toute femme”
(No espero a cualquier mujer)
Au-delà des Grilles (Le Mura di Malapaga) es bilingüe, por lo que el personaje principal, Jean Gabin, habla todo el rato exclusivamente en francés; mientras su contraparte femenina, Isa Miranda, alterna su italiano natal con un francés pretendidamente aprendido durante su estancia matrimonial en Niza.
Sin embargo, y muy curiosamente, hay una versión de Au-delà des Grilles (Le Mura di Malapaga), totalmente italiana, por lo que es notable que si se comparan los diálogos de esa versión, con ésta bilingüe, son muchas las ocasiones en que los personajes dicen cosas distintas.
Así pues, desde sus primeros fotogramas, a merced de la fuerza y el vigor que le proporciona la fotografía de Louis Page; Clément se siente seguro al describir un marco decadente y sombrío.
Una especie de paisaje, en el que el espectador atisba de antemano, el devenir de un callejón sin salida para un hombre que decide de manera natural, hacer frente a su destino.
Pierre Arrignon, viaja como polizón en un barco francés de carga, huyendo de su país, y de la policía.
Llega a Génova en muy malas condiciones físicas:
Un premolar cariado, le causa intensos dolores, tan insoportables que le impulsan a bajar a tierra, a pesar del riesgo que eso comporta, en busca de un dentista que le arregle la boca.
La búsqueda del dentista, nos arrastra por las calles de Génova, y nos permite comprobar que todavía conservan huellas de la destrucción que ha dejado en ellas, tanto el tiempo como las bombas de la aviación aliada y los proyectiles de toda procedencia durante La Segunda Guerra Mundial.
No es hasta que una espabilada adolescente, Cecchina, se constituye en lazarillo del atribulado Arrignon en su paseo por las calles en busca de alivio para su dolor, pero paseo a su natural sagacidad, no puede evitar que a su pupilo le den gato por liebre, en un cambio de moneda, y además, le roben todo el dinero que lleva...
Cecchina, que es “deus ex machina” de la historia; una actriz que tenía en ese momento 15 años, con una belleza plenamente mediterránea; se constituye en el gozne, la bisagra de la historia; pues ella interviene activa y decisivamente en el destino de los protagonistas, pero en ningún momento se nos aclara, si su actuación es debida a los celos y el despecho al verse preterida por su madre en el afecto de Jean Gabin; o si simplemente sus celos se deben al temor de que la figura masculina, de Arrignon como nueva pareja de su madre, pase a integrarse en el paisaje cotidiano familiar tan tribulado como se ha visto con la intervención de Giuseppe (Andrea Checchi) el padre biológico.
Como quiera que sea, Cecchina tira de los hilos del destino de todos los personajes.
Mientras Marta, la madre de Cecchina, ha salido huyendo de un matrimonio infeliz en Niza, vive a precario en un antiguo convento semi destruido, y se gana malamente la vida como camarera de una modesta y popular “trattoria”; muy modesta verdaderamente, pero siempre llena a rebosar.
Allí conoce casualmente a Pierre, cuando Cecchina lo lleva a comer a la “trattoria”, y cae rendida a sus pies; tanto que lo acoge en su propia casa, lo protege, y ayuda tanto como puede.
Y Arrignon huye de la policía por el asesinato de su amante, una jovencita de 22 años, que amenazaba con abandonarle por un joven de su edad; se enamora también de Marta, y elige abandonar el seguro refugio que representa para él el barco en el que ha llegado, y que le llevaba a un destino donde hubiera podido emprender una nueva vida por la incierta fortuna de la ciudad genovesa, pero junto a la hermosa Marta.
Así será el inicio de una extraña relación, en medio de una Génova en la que la herida de la reciente Guerra Mundial deviene con una casi dolorosa presencia.
Donde la gente pobre, como Isa y su hija, pueblan las dependencias de un antiguo y ruinoso convento, donde se hacinan no pocos vecinos.
En unas calles llenas de empedrados y boquetes por doquier, y donde también encontraremos el contraste de una parte de la ciudad próspera, en la que se encuentra gente que parecen de otro mundo.
Lo comprobaremos cuando en un breve espacio de tiempo, los 2 seres solitarios y en dificultades, Pierre y Marta, vayan intimando entre ellos, recuperando el primero las pertenencias que tenía en el barco, entre las que se encontraba una nada desdeñable cantidad de dinero, que gastará en esa mujer que le ha brindado su ayuda.
En medio de ese contexto, resultará desconcertante la actitud de Cecchina, que en un principio había admirado y ayudado a Pierre; que se verá envuelta en dificultades al intentar ser recuperada por su padre, separado de Marta; pero que por momentos se mostrará reacia a la relación que su madre mantiene con el recién llegado; mientras que en la parte final, no dude en ayudarlo para intentar escapar de su destino.
Y es que Pierre es buscado por haber asesinado a una antigua amante, aspecto que este la confesará a Marta, que se ha abierto hacia él, mostrándose comprensiva ante una actitud que encontró justificada…
Las pasiones mueven a todos los personajes principales, los agitan y, como en toda obra clásica que se precie, los arrastran adonde menos les conviene.
Una rueca de pasiones, celos, amor, venganza, odio, deseo se constituye en el bajel que los lleva a todos a su perdición.
A destacar aspectos técnicos de gran relevancia, como esos planos con los que Clément parece adelantarse a “La Nouvelle Vague”, en los que la cámara parece estar situada fuera de cualquier eje.
Aterrizando en la postguerra; en Italia, René Clément y el director de fotografía Louis Page, miran a los ojos de los fantasmas que mueren, donde las filas de sombras, y huesos se recogen en un fantástico “travelling” reuniendo con estilo las ruinas que se pudren en la ciudad hasta la médula.
Continuando con uno de los temas principales de Clément, que es dar a la ciudad un tono neo-realista, un brillo claustrofóbico, apretado, que establece la terrenal atmósfera encendida del cine negro, como la ciudad que encuentra Arrignon, y lo aplasta en paredes se desmoronan.
Desconozco si la elección formal fue deliberada o forzada por las circunstancias; el caso es que su resultado aparece fascinante, brindando algunos instantes en los que ese desequilibrio visual, proporciona al relato un matiz casi irreal, dentro de una historia en la que el espectador llega a transpirar el drama colectivo que se extiende por una ciudad llena de ruina, pero que intenta sobreponerse a sí misma, merced a la vitalidad de unos habitantes heridos, pero al mismo tiempo, dispuestos a dar una segunda oportunidad, a unas vidas casi truncadas.
Au-delà des Grilles (Le Mura di Malapaga) es una película espléndida, que debería ser revalorada, y que de manera curiosa huye del tremendismo, pues sus imágenes finales apelan a ese destino fatalista del protagonista, asumido por los 3 seres que han protagonizado su estancia en Génova; y en la que no puedo dejar de admirar la utilización dramática que aplica de ese ruinoso convento, en el que se hacinan seres desarraigados y carentes de recursos, o ese fabuloso episodio inserto en su tramo final, en el que Cecchina huirá por una serie de escondrijos ante la llegada de la policía, al domicilio de Marta, en una deslumbrante carrera entre ruinas, con detalles como la inesperada presencia del fragmento superior de una vieja estatua entre las mismas; intentando ayudar al fugitivo al que aprecia, pero del que en el fondo se siente recelosa, ya que ha captado la atención de su madre, mediante la inserción de una serie de indicaciones en tiza en las calles por las que presume, va a discurrir Pierre con su madre de regresa a casa, advirtiéndole de la presencia de la policía.
Sin embargo, llegado el momento decisivo, el destino o la actitud de la niña, de nada servirá para evitar que este asuma ese destino que tenía marcado y decidido ya desde el primero de los fotogramas de esta espléndida, y poco conocida obra de un René Clément que, de manera paulatina, está confirmando su condición de pequeño gran cineasta.
“Le travail dur vous fait oublier”
(El trabajo duro te hace olvidar)
René Clément fue uno de los grandes perjudicados por las teorías de autor que propugnaron en los años 50, los influyentes críticos de revistas como “Cahiers du Cinema”, ya que fue señalado como ejemplo del cine francés que estos jóvenes pretendían derrocar.
En realidad, lo de “perjudicado” es relativo, ya que Clément gozaba de reconocimiento tanto en Francia como en el extranjero, y llegó a participar en algunas producciones de alto nivel; pero a día de hoy, es uno de esos nombres que han acabado algo sepultados al olvido.
Seguramente no sea uno de los más destacados realizadores de un país que, por otro lado, tiene un historial apabullante de cineastas inolvidables, pero eso no quita que fuera un buen director, con unas cuantas obras dignas de interés.
Muy curiosamente, el 18 de marzo de 1913, cuando uno de los padres del cine, George Méliès, agobiado por las deudas se retiraba de su fantástico viaje creativo; nacía en Bordeaux, Francia, tierra pródiga de grandes cineastas:
René Clément.
El director, que había vivido entre 2 guerras, y murió la víspera de su 84 aniversario, en 1996, y a quien se le recuerda especialmente por una de sus mejores obras:
Au-delà des Grilles (Le Mura di Malapaga)
Llegó con 20 años al cine, y filmó numerosos cortos, con grandes estrellas de la época:
Alain Delon, Jean Gabin, Gérard Philipe, Jane Fonda, Jean Paul Belmondo, entre otros.
Por otro lado, casi 2 décadas separaban a Clément, de un crítico de cine de 22 años llamado François Truffaut; que en su famoso artículo, de 1954:
“Una cierta tendencia del cine francés”, que figuró en la prestigiosa revista “Cahiers du Cinema”, arremetía abiertamente contra Clément y otros de la vieja escuela de post- guerra, y menospreciaba el papel de los guionistas adaptadores de novelas, y el estilo marcadamente literario que había adoptado el cine francés.
En efecto, un gran número de películas de Clément, como Au-delà des Grilles (Le Mura di Malapaga), estaban basadas en obras literarias; sin embargo, el director francés René Clément era lo suficientemente creativo, para interpretar y trasladar con voz propia esas historias inspiradoras, al lenguaje de las imágenes, y moverse por diferentes géneros:
Psicológico, thriller, histórico, policiaco, etc., con gran virtuosismo.
“Siempre he tratado de avanzar, de evolucionar, en vez de repetirme”, dijo a los medios; por lo hoy por hoy, hay que colocarlo en el lugar que le corresponde, dentro del Olimpo de los grandes cineastas.

“Le plus difficile la vie, plus nous obtenons”
(Mientras más difícil es la vida, más difícil obtenemos lo que queremos)



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