The Three Faces Of Eve
“Honey, there are a lot of things you've never seen me do before”
Cualquier persona puede experimentar cierto grado de disociación leve, si lee un libro, juega un videojuego, o está viendo una película; y se queda tan absorto, que no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor.
Lo mismo sucede cuando vas conduciendo, y apenas recuerdas si pasaste por un determinado lugar, tal como si llevaras el piloto automático…
Podríamos decir, que esa es una disociación que no tiene nada que ver con ningún tipo de síntoma clínico.
Sin embargo, cuando hablamos de Los Trastornos Disociativos, se hace referencia a que los pensamientos, las acciones, los recuerdos, o incluso su propia identidad, están desconectados de forma patológica de la realidad.
Muchas veces, cuando se conoce por primera vez la existencia de esta disociación, uno se pregunta, cómo es que surge, y a qué se debe.
En realidad, actualmente se cree que estos trastornos están causados por una experiencia traumática, experiencia que provoca que la persona se distancie de lo que le causó dolor, como un mecanismo de defensa.
El Trastorno de Identidad Disociativo (TID), es un diagnóstico controvertido, descrito en El Manual Diagnóstico y Estadístico de Los Trastornos Mentales (DSM IV), y consiste en la presencia de 2 o más identidades, o estados de personalidad, cada una con un patrón propio, y relativamente persistente de percepción, interacción y concepción del entorno y de sí mismo; en los que al menos 2 de estas identidades o estados de personalidad, controlan de forma recurrente el comportamiento del individuo.
La disociación, es un estado en el que una persona se separa de la realidad.
La persona con un TID, es incapaz de recordar información personal importante, debido a que se trata de acontecimientos que han ocurrido cuando otra de las identidades tenía el control.
Al menos 2 de estas personalidades, deben tomar control del comportamiento del individuo de forma rutinaria, y están asociadas también con un grado de pérdida de memoria más allá de la falta de memoria normal.
A esta pérdida de memoria, se le conoce con frecuencia como “tiempo perdido” o “amnésico”
Para ser diagnosticado, los síntomas deben ocurrir independientemente del abuso de sustancias, o una condición médica general, o inducción.
Es también un trastorno que aparece en la infancia, nunca en la edad adulta, aunque persiste durante la edad adulta.
Pues “disociar”, significa romper la asociación entre 2 cosas; y en la disociación, se rompe la asociación entre emociones y/o pensamientos y la conciencia; entre cadenas de conducta; o entre emociones, conductas y pensamientos.
Cada personalidad, posee una forma de ser y comportarse consistente y distintiva, y una memoria e historia personal, relativamente separada del resto de las personalidades.
El control del cuerpo, se transfiere de una personalidad a otra, pero el individuo en su conjunto, nunca está fuera del contacto con la realidad, siempre hay una personalidad que está en contacto con ella.
La personalidad principal, aquella que tiene el control la mayor parte del tiempo, tiene periodos de amnesia, pues durante esos periodos, otra personalidad ha tenido el control.
Pueden existir personalidades completas o sólo fragmentos.
Estos fragmentos, existen sólo por periodos limitados, y con un propósito concreto.
Normalmente, una sola persona no tiene más de entre 2 y 10 personalidades completas, aunque puede tener una gran multitud de fragmentos que aparecen y desaparecen, según las necesidades.
El TID, fue llamado en un comienzo, Trastorno de Personalidad Múltiple, como referencia a esto, el nombre se mantiene en La Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con La Salud; aunque el trastorno lleva por nombre Trastorno de Identidad Disociativo, este no está relacionado de ninguna manera con la esquizofrenia.
Aunque el término de “personalidad dividida”, es un término ampliamente asociado con la esquizofrenia, este no es un término aceptado por profesionales, en relación con la identidad disociativa.
El TID, es ante todo un mecanismo de defensa, para poder sobrellevar el dolor y el miedo provocado por un abuso repetido durante la infancia, casi siempre en forma de abuso sexual, perpetrado de un modo impredecible por uno los padres, u otro miembro de la familia, que en otros momentos, se encarga también de atender y cuidar al niño.
El trastorno es más grave en aquellos niños cuyo padre o madre, u otro miembro de la familia, además de abusar sexualmente de ellos, es capaz de ofrecerles amor y protección simultáneamente; de hecho, en las personas con TID, el 97% ha sido víctima de abuso en la infancia; más del 80%, ha sido víctima de abuso sexual en la infancia; alrededor del 40%, han sido víctimas de abuso sexual por su parte de sus padres varones; alrededor de 23%, han sido víctimas de abuso sexual por parte de sus madres; en el 17% de los casos, el abuso sexual ha sido cometido por un hermano; y en el 2% por una hermana.
Mientras el 15% ha sido abusado sexualmente, tanto por su padre como por su madre.
El adulto que realiza actos sexuales con un niño, está cometiendo un tipo de abuso, aunque no utilice la violencia o coerción física.
Por desgracia, la persona que abusa de ese niño, puede ser también la persona que lo cuida, y le muestra afecto en otras ocasiones, de manera que el niño se encuentra en una situación totalmente impredecible de expresión de amor, alternando con abuso sexual y, posiblemente, otros tipos de maltrato.
Cuando este estado resulta abrumador, se alzan las defensas psíquicas en forma de disociación.
No todas las personas son capaces de disociar, pero aquellas que nacen con una capacidad innata para hacerlo, suelen responder de este modo ante el abuso continuado, como un modo de escapar de él.
La persona capaz de disociar, suele ser artísticamente creativa, y con una capacidad alta para ser hipnotizada.
Para ello, es necesario que el trauma sea repetido a lo largo del tiempo.
Conforme pasa el tiempo, y el abuso continúa, esta personalidad agresiva, va teniendo su propia historia, formada por patrones de respuesta relacionados con la ira, y la agresividad.
De este modo, la personalidad queda dividida.
La persona puede sospechar la existencia de otras partes de sí misma, aunque no sea del todo consciente del alcance de su comportamiento inconsistente.
La barrera de la amnesia, impide que una personalidad pueda llegar a ser del todo consciente de las vidas de las otras personalidades, aunque sí puede sospechar algo.
Las personas con un TID, frecuentemente oyen hablar a otros de lo que ellas han hecho, pero que no recuerdan.
Otras pueden mencionar cambios en su comportamiento, que ellas tampoco recuerdan.
Pueden descubrir objetos, productos o manuscritos con los que no contaban, o que no reconocen.
A menudo, se refieren a sí mismas como “nosotros”, “él” o “ella”
Mientras que, en general, las personas no pueden recordar mucho acerca de sus primeros 5 años de vida; la persona con un TID, no recuerda tampoco lo ocurrido entre sus 6 y 11 años.
Como producto, la mayoría de las personas, sufre síntomas de depresión, ansiedad, dificultad para respirar, pulso acelerado, palpitaciones, fobias, ataques de pánico, alteraciones del apetito, estrés postraumático, y síntomas que simulan los de las enfermedades físicas.
Pueden estar preocupadas por el suicidio, y son frecuentes los intentos, así como los episodios de automutilación.
Muchas personas con TID, abusan del alcohol o de las drogas en algún momento de su vida.
Así pues, el cambio de personalidades, y la ausencia de consciencia del propio comportamiento en las otras personalidades, hacen a menudo caótica la vida de una persona con este trastorno.
Como las personalidades con frecuencia interactúan entre ellas, la persona dice oír conversaciones internas, y las voces de otras personalidades.
Esto es, por tanto, un tipo de alucinaciones.
“Well, I've never seen you take a drink before”
The Three Faces Of Eve es un drama del año 1957, dirigido por Nunnally Johnson.
Protagonizado por Joanne Woodward, David Wayne, Lee J. Cobb, Nancy Kulp, Edwin Jerome, Ken Scott, Vince Edwards, Alena Murray, Douglas Spencer, Terry Ann Ross, entre otros.
El guión es de Nunnally Johnson, basado en el libro homónimo de Corbett H. Thigpen y Hervey M. Cleckley, publicado en 1956; que a su vez se basa en los hechos reales ocurridos en 1950, a Christine “Chris” Costner Sizemore, también conocida como Eve White.
Ella era una mujer que sufría de DIT, cuya identidad real fue escondida tanto en entrevistas, como en la película, y no fue hecha pública, sino hasta 1975 bajo el nombre de Christine.
La razón de su doble personalidad, como se muestra en la película, es ficción completa.
Según un artículo de la revista People, en 1989, “a los 2 años de edad, ella había sido testigo de 3 escenarios inquietantes en un plazo de 3 meses:
Un ahogado que se tiró a una acequia; un trabajador de un aserradero, cortado en 3 partes; y su propia madre, al cortarse gravemente con un vidrio roto.
Chris era demasiado joven para digerir lo que había visto, y desarrolló una línea de personalidades alternativas”
Como resultado, Chris escribió 3 libros acerca de su problema de TID:
“Strangers in My Body: The Final Face of Eve”, (1958) usando el seudónimo de Evelyn Lancaster; y “I'm Eve” (1977) y “A Mind of My Own” (1989)
Según parece, cuando la verdadera Eve firmó el contrato para la película, el estudio tenía su firma en 3 contratos separados, para cada una de sus personalidades, para que pudieran ser cubiertos de cualquier posible acción legal.
De hecho, cuando firmó el contrato, las firmas eran diferentes.
En su libro de 1977, Christine Costner Sizemore, dijo que ella realmente había tenido 26 personalidades múltiples, no sólo 3; y que la popularidad del libro y la película basada en su vida, sólo se le había traumatizado aún más, porque el Dr. Corbett Thigpen, la había obligado a firmar sobre todos los derechos de su historia para él.
Por lo que Sizemore fue a La Corte Federal del Distrito de Manhattan, para impugnar el contrato, y ganó.
Sin embargo, los documentos reales de Chris Costner Sizemore, han sido adquiridos por la Universidad de Duke, y hasta la fecha, no hay informaciones al respecto.
Costner Sizemore, falleció el 24 de julio de 2016, víctima de un ataque al corazón, tenía 89 años.
Desde la producción de la película, Orson Welles fue atraído por el papel del Dr. Luther, pero optó por dirigir “Touch of Evil” (1958)
Welles, incluso leyó el guión, y le dijo al director, Nunnally Johnson, que quien interpretara el papel principal, ganaría el Oscar…
Y así fue, Joanne Woodward obtuvo el Premio de La Academia a Mejor Actriz, y con ello, fue la primera actriz en ganar el Oscar interpretando a 3 personas diferentes:
Eve White, Eve Black and Jane.
The Three Faces Of Eve, también fue la primera película en ganar el Premio a Mejor Actriz, sin haber sido nominada a ninguna otra categoría, desde que Bette Davis ganara por “Dangerous” (1935), manteniéndose así por 31 años, hasta que Jodie Foster lo ganó por “The Accused (1988)”, siendo también, la única nominación de esa película.
Muchas otras actrices que encarnasen este papel, más o menos correctamente, podrían habérselo llevado, pues más que un Oscar a la interpretación, lo es al personaje que permite ese lucimiento.
Por su parte, el cine ha hecho sobre las represiones y personalidades múltiples, más o menos, siempre anduvieron, en su mayoría, por el mismo lado; quizás el cine posmoderno “innovo” engañando al espectador con cosas que sucedían dentro de la cabeza de un determinado personaje, por demás psicoalterado…
En este caso, no hay engaño, la linealidad, y el “basado en hechos reales”, premio Oscar al margen; dan credibilidad suficiente, con escena final, al margen.
The Three Faces Of Eve, se rodó en el Medical College of Georgia, en Augusta, Georgia; bajo un pretendido tono realista, y con la presentación de la historia por parte del, en aquellos años, conocido periodista, Alistair Cooke; y gracias a la translúcida fotografía de Stanley Cortez; el guionista, productor y director, Nunnally Johnson, pone en escena esta artificiosa historia, sobre una mujer aquejada de múltiple personalidad.
Los hechos inician en el año 1951, en Georgia, narrando hasta el año 1955.
Durante este periodo, asistimos a la historia de una mujer, aparentemente normal, que de pronto, ante una actuación inesperada, acude con su marido al psiquiatra.
Eve White (Joanne Woodward) es una tímida esposa y madre, quien tiene severos dolores de cabeza, y a veces pérdidas de conocimiento.
Eventualmente, es enviada a ver a un psiquiatra, Dr. Curtis Luther (Lee J. Cobb), y mientras conversan, su “otra personalidad”, la alocada y divertida, Eve Black, aparece.
Eve Black, sabe todo sobre Eve White; pero Eve White ni siquiera la conoce…
Con Eve Black suelta, Ralph White (David Wayne) el esposo de Eve, la abandona a ella y a su hija Bonnie (Terry Ann Ross)
Por lo que Eve White es enviada a un psiquiátrico, después de que Eve Black intentara asesinar a su hija.
Durante el desarrollo y tratamiento, surge otra personalidad, Jane, una creada por los propios terapeutas, para lograr la curación.
Esta personalidad es madura, audaz, interesante, y compasiva; y era consciente de sus 2 otras personalidades; por lo que parecía combinar las facetas positivas de las 2 Eve, sin sus debilidades.
Los médicos, reforzaron a esta última personalidad, por ser la que mejor captaba la compleja dinámica de las 3 personalidades.
Las 3 mujeres, tremendamente diferentes, aparecen y desaparecen de forma descontrolada en general, y dirigida por el psiquiatra en sus consultas, para intentar saber, qué pasa.
Tras una sesión de hipnosis, aflorará qué ocurrió para desencadenar esta alteración de la personalidad; así que después de 14 meses, Eve pudo dejar la terapia.
El Dr. Luther considera, que ambas personalidades son incompletas.
La mayor parte de la película, muestra los intentos de Luther de comprender y saber cómo comunicarse estos 2 rostros de Eve; y más adelante, una tercera personalidad aparecerá, Jane, quien será el punto de equilibrio, controlador de las personalidades.
“When I spend 8 bucks on a dame, I don't just go home with the morning paper, y'know what I mean?”
El cine, se ha sentido especialmente fascinado por retratar la enfermedad mental, y a aquellos que la padecen.
De todos los trastornos de la mente humana que se conocen en la actualidad, el TID es sin duda, el que mayor juego ha dado a guionistas y directores, a la hora de elaborar sus películas.
La sorprendente manifestación de este trastorno, lo hace especialmente adecuado para servir de soporte a tramas truculentas y efectistas, basadas en giros inesperados de guión, que sorprenden e impactan al espectador.
Sin embargo, el marcado interés del Séptimo Arte por el TID, no ha resultado en un correcto tratamiento del mismo, más bien al contrario, ha sido presentado en la mayoría de las ocasiones, de forma errónea y confusa.
Este drama psiquiátrico, basado en hechos reales, pertenece a los años 50, cuando técnicamente, el cine brillaba en todo su esplendor, y todavía duraba el deslumbramiento de Hollywood, ante el nuevo sistema panorámico Cinemascope.
Eran los años en que la Fox tenía la exclusividad de este nuevo y revolucionario sistema, que transformó el cine hasta la fecha.
The Three Faces Of Eve fue filmada, posiblemente, a manera de ensayo, en un magnífico blanco y negro, constituyendo con ello, una de las pocas películas rodadas con estas 2 características, de blanco y negro, más Cinemascope.
La fotografía es muy buena, constituyendo todo ello, junto a la maravillosa Joanne Woodward, el mayor atractivo.
Pero las virtudes, están especialmente en el guión, en la penetración psíquica del personaje, en el buceo en las profundidades de la mente humana, y sus recovecos.
Los responsables de la película, dosifican las apariciones y manifestaciones de las diferentes personalidades, manteniendo el interés suscitado, inicialmente, para dar paso a todo un tratamiento psicológico.
Tratándose de una situación dramática para la protagonista, el tono desenfadado que ofrece, hace que ciertas situaciones lleguen a resultar ligeramente cómicas.
Todo el peso e interés del relato, recae en Joanne Woodward, la cual logra plasmar las 3 personalidades desde la sencillez, dejando a la vista, notorios comportamientos característicos de cada una de ellas.
Aparte de la interpretación, cabe destacar la forma en que los responsables de la película, emplean diferentes tonos musicales para distinguir las personalidades.
Así, The Three Faces Of Eve es una de las pocas que no utiliza el recurso de presentar una de las personalidades como malvada o criminal; siendo rodada con un estilo documentalista, que revela el claro interés del director, de recalcar la veracidad del caso que retrata.
Eve es una mujer casada, ama de casa, tiene una preciosa hija, y es recatada como anodina.
De repente, empieza a tener una crisis de jaqueca, vinculada a lapsos mentales, en los que descubre que durante ese episodio de “desconexión”, ocurren cosas que no se pueden explicar, seguidos de ausencias y/o lagunas que ella no logra recordar.
Eve White, no se acuerda de nada, y menos de su infancia.
Es entonces, cuando su marido, luego de la escena de la compra de los vestidos y zapatos, decide ir a ver a un psiquiatra.
Eran los años 50, y los maridos decidían este tipo de cosas… por lo que hoy sería imposible.
El psiquiatra la ayuda a descubrir, que ella padece de TID.
No es solamente Eve White quien no cree en la posibilidad del trastorno; su marido piensa que ella está fingiendo, y que todo es una farsa.
No es un cisne negro ni blanco, sino una mujer clara y oscura, pensante y nublada.
Freud decía, que cuando el paciente se enfrenta a la causa del problema, o más bien, cuando entra en contacto con el factor causante de la enfermedad, logra curarse.
Es verdad, pero con la ayuda de un médico dedicado, y no de los que juraron en falso a Hipócrates, y que existen ahora en mayoría, que no les importa en lo mínimo la salud de un paciente, sino facturar y rápido, papel que le toca realizar a Lee J. Cobb.
Es éste, quien descubre luego de largas horas con Eve, y con la ayuda de un psiquiatra con mayor experiencia, siendo clara la alusión a los escritores del libro, que la bellísima Johann Woodward es una mujer con 3 personalidades, y que las pone de manifiesto en un abrir y cerrar de ojos.
Eve Black, su segunda personalidad, es totalmente antagónica a la White, porque luce seductora y desinhibida.
Según progresa la terapia sobre la White, su tercera personalidad, Jane, sensible e inteligente; aparece de la nada, para ayudar a resolver su extraña condición de temperamentos antagónicos y disímiles.
El drama psicológico, se plantea con poca imaginación en el proceso de ficcionar la historia, aunque con dinámica y una introducción aclaratoria de un sujeto, que luego colaborará con la voz “en off”, quien nos señala la veracidad de los hechos, que Johnson se encarga de dotarlo con realismo, y buena disposición.
El hecho que Johnson nos narre sin mayores dificultades la aparición y el análisis del TID, tiene en el mismo avance de la acción, una fuerza inusitada, donde la causante de todo este alboroto, es la Woodward.
Primero, nos presenta una mujer envuelta en una timidez absoluta y de notoria introspección, una versión apesadumbrada de la mujer sin objetivos.
Hay un tema que no se trata, pero que parece vital, y son las características del marido:
Es un tipo que se percibe provisto de un estilo mediocre de vestir, pero sobre todo carente de actitudes positivas hacia el comportamiento de su mujer, y cuando la niña Bonnie se encuentra presente.
Inclusive cuando el psiquiatra le hace algunas preguntas, él no sabe nada, ni imagina alguna postura al respecto, sólo la lleva, y Eve White acepta, porque es una mujer dominada, y sin un carácter definido.
Sin embargo, en un contexto cómodo y arquetípicamente yankee, se suceden una serie de hechos, que por sí solos nos van a causar alguna dosis de inquietud.
Esas inusuales compras de vestidos y zapatos de estridente diseño, o el peligroso ataque que Eve lleva a cabo en contra de la pequeña Bonnie, le coloca una cuerda alrededor del cuello, y pretende ahorcarla; hecho que nos plantea una subversión de los estilos que por aquel entonces podían definir una feliz vida en pareja.
Eve Black, quizás el mejor de los 3 personajes, hace su aparición en el consultorio del psiquiatra, quien se sorprende, pero que va a ir entendiendo; se da cuenta de una intensa lucha entre la mediocridad y la vulgaridad en la paciente; que lo que no existe, es un factor de estabilidad, que es lo que representa justamente la tercera personalidad en discordia, Jane, quien hace gala de la templanza y la cordura de la que sus compañeras de cuerpo están despojadas.
El tiempo irá pasando, y lógicamente que se sucederán las escenas con una atildada dirección de Johnson, quien maneja los planos con una simpleza que no interfiere, ni en la actuación de la Woodward, ni en el vínculo que establecen las 3 mujeres con el psiquiatra.
No es una trama del todo fácil, hay que estar atentos para no dejarnos llevar, ya que nuestro convencimiento, va a depender de lo que nos pueda brindar, no sólo la Woodward, sino la seriedad, a veces la Woodward lleva al personaje de Eve Black al límite; de un cine de neta ascendencia psicoanalítica que tanto predicamento tuvo en la década de los 40.
Pero también hay otros temas centrales:
Lo masculino, en el padre, esposo, hombres del bar, psiquiatras, y el segundo esposo.
Lo femenino, en la madre, Eve White, Eve Black, y Jane.
Lo infantil, en Eve niña, y Bonnie, la hija de Eve.
Y la muerte, en la abuela, en Eve White, en Eve Black, y en Jane.
En lo masculino:
“Cuantos más hay, mejor me siento”, dice Eve Black.
El aparecer de lo masculino, comenzaría en la vida de Eve, como en la de muchas mujeres, con su padre.
Poco sabemos de él, sin embargo, es en sus brazos, en quien se refugia la niña diciendo:
“No me obliguen a hacerlo”, y es quien, seguidamente, la entrega al abuso.
El hombre parece conmoverse, pero no hace nada...
Podríamos decir, que esta escena primitiva en la vida de Eve, activará con el pasar de los años, un tema aún más primitivo, una huella perteneciente ya al inconsciente colectivo a saber:
El de lo masculino inamovible, frente a lo que él mismo ha establecido como ley, como saber, o como cultura.
Y aunque un masculino en particular, un padre por ejemplo, se conmueva frente al sufrimiento de su hija, no hará nada, pues él también sabe que una norma colectiva le sobrepasa y somete.
El hombre como víctima del propio patriarcado negativo, podríamos decir, sus sentimientos particulares sucumbiendo frente al ideal general.
Eve se convierte en Eve White, la blanca niña obediente de esa ley que su madre defiende, y que su padre teme; por tanto, el hombre elegido para marido, habrá de ser uno igualmente pusilánime, uno parecido a ese padre, uno elegido inconscientemente, no porque repetimos estúpidamente como afirman algunas visiones, sobre los motivos profundos del actuar, sino elegido inconscientemente, para resolver ese particular asunto del pasado, una prueba necesaria para la individuación.
Es decir, que esa elección, la conducirá a la comprensión que necesita de su propia vida, en otras palabras, el síntoma como vía, no sólo como respuesta al trauma.
Cuando se transforma en Eve Black, ella buscará otro tipo de hombres en bares y fiestas:
¿Hombres mejores que el padre, o que el esposo?
No, son el otro lado del padre y del esposo, “son hombres de $8”, como le dice el soldado en el bar, “no gasté en ti $8 sólo por tu cara bonita”
Ellos representan esa sensibilidad que ella echó de menos en su padre en su niñez, una sensibilidad limitada al sexo, al cuerpo genitalizado, pero al fin de cuentas, a la que pueden ellos acceder, dada la dosis de poder que les ha tocado detentar y padecer al mismo tiempo, “donde hay poder, el amor huye”, afirmó Jung.
Eve Black, se ha vuelto experta en activar esta “sensibilidad”; por lo que asistimos en una escena, al momento en que la activa en el pudoroso y paternal marido de Eve White, convirtiéndole en un triste títere de esa limitación erótica que llamamos “el hombre macho”
Veremos luego, que esa voz del alma que llamamos síntoma o patología, llevará a Eve al encuentro con masculinos mejor desarrollados, representados en los psiquiatras, y en quien se convertirá en su segundo marido:
El Dr. Luther, se nos presenta como un hombre no atado al poder, a pesar de detentar una de las máscaras más poderosas de nuestra sociedad, la del médico.
Un hombre que es capaz de consultar a la experiencia de otro mayor, a declararse ignorante, no concluido, inseguro, pero al mismo tiempo, pleno en su lugar, puede acompañar a esta mujer sumisamente atemorizada, Eve White; y desafiantemente recelosa, Eve Black; en el camino de la individuación.
El Dr. Luther, es capaz de reír, emocionarse, preocuparse, entristecerse, enojarse y fascinarse con su paciente.
“Nadie me gusta más que usted Eve”, le dice a la seductora Back.
Este terapeuta, no necesita esconderse tras una coraza de poder, pues tiene un cuerpo psíquico, capaz de resistir los embates de una emocionalidad tan desbordada como fragmentada.
Es un cuerpo psíquico capaz, como los corporales héroes míticos, de arriesgarse en las entrañas del hades que es la psique:
“¿Estoy loca Dr.?”
“No; pero tiene usted un trastorno muy raro, y vamos a caminar con esa rareza suya”, parece responder el terapeuta.
No desde una posición egoica del doctor-que-todo-lo-puede, sino desde la fragilidad, que puede permitir y acompañar las frágiles búsquedas humanas, para comprensión del paciente, desarrollando y exponiendo empatía.
El cuerpo psíquico del terapeuta, es un cuerpo adulto, no el de un niño que fácilmente caería presa de transferencias y contratransferencias paternas y maternas, pero tampoco el de un anciano necio, que quedaría atado a fantasías de omnipotencia.
Finalmente, para cerrar esta digresión, recordar la frase del psiquiatra más viejo, que simboliza también la conciencia de un cuerpo psíquico, que no puede soportar los mencionados embates emocionales.
Él dice:
“Yo ya estoy muy viejo para estas cosas”
Con esto no se refiere literalmente a la edad de un analista, o de un terapeuta.
Poco conocemos también del hombre que llega finalmente a la vida Eve, ahora Jane, pero por lo poco que le vemos hacer, y le escuchamos decir, este hombre aporta un amor adulto, no el del esposo-padre, al que Eve White mira buscando aprobación cada vez que quiere hablar, pero tampoco el de los hombres que frecuenta Eve Blake, que como niños, sólo quieren usarla para satisfacer su sensibilidad empobrecida, y huir de sí mismos.
Este amor adulto, puede padecer con ella, la realidad siempre dual:
“Es duro, pero lo que sea, lo enfrentaremos juntos”, una frase que por fin, puede ella escuchar de un hombre, pero que por más que alguna vez se la hubiesen dicho, había sido desoída, porque la voz impuesta, es por el dolor del abandono inicial.
Este hombre, como el Dr. Luther, es capaz de contener el dolor y la alegría de existir, sin idealismos extremos, pero contemplando las posibilidades.
En lo femenino:
La madre de Eve, ya lo dijimos, reprodujo la norma colectiva, la costumbre.
Suponemos que ella misma aprendió a enterrar en lo más profundo de sus ser, ese deseo de cuestionar dicha norma, convirtiéndose en una representante más de un complejo familiar que se fue expresando en cada una de las generaciones de mujeres que tenían que enseñar a sus hijas a “mantener la paz”, incluso a costa de sí mismas.
Cuando lleva a la Eve niña, a dar el triste beso a la abuela muerta, le dice:
“Es el beso de despedida, ya lo sabes”
Ese “ya lo sabes” resuena como ley colectiva, de nuevo, como costumbre.
Y Eve recibirá el mismo legado, pero gracias a un entorno diferente, por ejemplo:
La presencia de la terapéutica, y el acceso a este servicio; y al factor misterioso de la psique, por ejemplo, que en su proceso vital se presentara esta patología en un momento en que podía ser escuchada; la cadena puede romperse, y la hija de Eve, recibiría otra información.
Pero en principio, Eve White es el ego, queriendo adaptarse, es el ego funcional que asume el complejo familiar, cumpliendo expectativas para perseguir la prometida felicidad, y se transforma para ello, en una especie de Hera, diosa del hogar, acosada continuamente por una Afrodita furtiva que trata de movilizarla hacia lo nuevo, pero también falla el tiro al hacerlo, pues proviene de fuentes inconscientes, por tanto, inconsistentes con la totalidad psíquica.
Eve Black, representa el femenino herido, que mediante una actitud Afroditica, quiere deshacerse de esas memorias, pero que no sabe que cada vez que suprimimos una memoria, suprimimos también la posibilidad redentora que con ella viene.
Porque no hay nada en la psique, que no contenga la imagen de la totalidad, el dolor puede llevar en sí mismo, el germen de lo que se tiene que desarrollar.
¿Por qué sufrimos?
¿Para qué?
La respuesta es tan simple como compleja:
Cada quien necesita una porción de humanidad en sí mismo, con la cual construirse, y esa humanidad se muestra la mayoría de las veces como fragilidad, como dolor.
Es cierto que portamos una semilla de divinidad, pero vivimos en un mundo limitado por la cultura, el cuerpo, y la mente humanas, las cuales, al ser humanas, chocan con esa chispa divina, con esa dignidad trascendente.
En otras palabras, desde el punto de vista del alma “nada malo nos debería pasar”, desde el punto de vista del ser humano, que porta el alma, “es inevitable que lo malo te pase, y así vas a aprender a vivir, cada vez más, a la manera humana”
En otras palabras, sí podemos llegar a ser perfectos, humanamente perfectos.
Eve Black, lucha contra estas verdades, y con razón; a los 6 años no se deberían aprender lecciones tan duras, pero atención con la palabra “debería”, porque lo cierto es que a muchas como ella, les sucede a los 6, incluso antes, y esto se convertirá en el material de su futuro trabajo de desarrollo del ser.
¿El abuso infantil es deseable?
No, pero ya que sucedió, y que para una persona en particular se transforma en tema de sus complejidades negativas, puede ser motor para su vida.
Jane llega, y nos muestra el fin de este extraño movimiento hacia la integración de 2 opuestos a saber:
Eve Black que huye, y Eve White que se entrega.
Jane da palabra e imagen a la memoria que en Eve White es pura emoción, y que en Eve Black es pura evitación.
Jane recupera la memoria para ella, mediante imágenes plenas de sentido y sentimiento, de comprensión de los motivos de sus padres, una comprensión que va más allá del perdón, que no se trata de perdón, sino de superación mediante un darse cuenta de la humanidad que les acompañaba.
La tristeza y la nostalgia, siguen estando allí, pero asumidos dentro del amplio espectro de la humanidad, como colectivo.
En lo infantil; todos aborrecemos lo niño en nosotros en alguna medida.
Lo niño, no es sólo ese jardín idealizado, en muchos casos es el dolor y la soledad, el abandono o la pérdida.
Es lo que el adulto quiere, y cree superar al crecer.
Como a Eve Blake, algo nos lleva a querer estrangular a ese niño, algún recuerdo, algún olvido, sobre todo, el dolor no aceptado que implica crecer.
El disparador del conflicto es, por ello, esa niña de 6 años de Eve White, esa que recuerda todo ese dolor.
Y por esta incompatibilidad de lo adulto con lo niño, con el dolor niño, es que se ha olvidado toda la infancia, porque lo complejo de la psique es generalizador, porque toda represión, tanto individual como social, intenta borrar lo indeseable, borrando todo lo que le rodea.
Por último, la muerte salvadora:
La muerte es iniciadora en The Three Faces Of Eve.
La abuela muerta, a la que se besa, sellando un destino a resolver, el sentido del destino es contrariamente a lo que nos han enseñado, aquello que nos impone como tarea resolverlo, no un camino invariable.
Pero luego aparece la muerte como resolución:
Eve White, es amiga íntima de la muerte, su actitud depresiva que le lleva a ideas suicidas, que le lleva hacia abajo, hacia la topografía arquetípica de la muerte, y que también le conducirá a dejar ir, a despedirse, a decir:
“Quiero que quede Joanne”
Eve Black, es amante de la vida, es Afrodita cuando se conduce como una enamorada del brillo, de la belleza absoluta; y es Artemisa cuando se muestra cerrada y virginal, intocable.
Pero finalmente, le tocará la muerte, teme que White se suicide, y llora su propia desaparición, se despide dejando como legado al “primer hombre que la conoció realmente”, al Dr. Luther, un último deseo de amor, y un último regalo símbolo de aquel brillo polarizado por el miedo.
Jane, es perfecta para asumir la muerte como transformadora, esa con la que todos vivimos, el duelo de no ser ni tan buena y aconductada como White, ni tan deslumbrante y seductora como Black.
Ella puede ser una mujer real.
Un ser humano, entre el blanco y el negro, un poco el gris.
Otro detalle que no debemos pasar por alto, es desde el reparto, que en The Three Faces Of Eve, la competencia femenina de la Woodward, es ella misma, y eso evita las comparaciones con otras actrices que normalmente o secundan o hacen sombra.
Por eso le ganó el Oscar aquel año a Deborah Kerr, Lana Turner, Liz Taylor, y Anna Magnani.
Como dato, Woodward protagonizó este film, a los 27 años de edad, 1 año antes de casarse con Paul Newman, y formar la pareja estable por excelencia de Hollywood.
La mujer más envidiada del mundo, además de ser hermosa y sugerente, hace un buen trabajo, aunque es verdad que lo tenía en bandeja.
Así como grande ese secundario de lujo, que siempre fue Lee J. Cobb; mientras el personaje del marido está muy poco desarrollado, y el personaje redentor, Earl, interpretado por Ken Scott, es de relleno.
No obstante, el tiempo ha ido en su contra, y se nota en la facilidad que las 3 caras, White, Black y Jane, se pueden mostrar ante el psiquiatra, cuando éste, amablemente, pide hablar con cada una de ellas, lo que resulta poco creíble, por no decir casi hilarante, así como la facilidad de la paciente para caer en estado hipnótico, y así permitir que, cómo no, el psiquiatra descubra un trauma infantil mediante una regresión a la infancia.
Es demasiado irreal, y se muestra como si fuera un “click” mental, al que cualquiera puede acceder; así como alguno que otro “spot” en el desarrollo de las personalidades, se nota demasiado sobreactuado.
Y el final, deja una sombra de duda en el porvenir de curación de la paciente...
Un final feliz, que no fue tal en la vida real, ya que la verdadera “Eve”, llegó a desarrollar más de 20 personalidades diferentes, como contó en las memorias que publicó sólo un año después, bajo pseudónimo; que décadas después, publicaría un nuevo libro, en el que relata cómo finalmente logró superar el trastorno.
En definitiva, The Three Faces Of Eve tiene ese aire decadente de las viejas películas que se dejaron llevar por la moda psicoanalítica; que por desgracia, el gran interés que ha mostrado el cine por este trastorno, no ha derivado en una correcta representación del mismo, muy al contrario, quizá sea éste uno de los trastornos peor tratados.
Esto se debe principalmente, a que el poder de atracción de la multiplicidad de personalidades, ha tendido a eclipsar al resto de características y sintomatología del trastorno, de forma que, salvo en contadas ocasiones, lo que se presenta ante el espectador, es una versión estereotipada y sesgada del mismo, basada única y exclusivamente en la presencia de varias personalidades diferentes, dejando a un lado, cualquier otro elemento propio del trastorno.
“I didn't do it.
I'd die before I'd hurt Bonnie”
El pronóstico de las personas con un TID, depende de los síntomas y de las características del trastorno.
Algunas tienen principalmente síntomas disociativos, y características postraumáticas; esto significa que, además de sus problemas de memoria e identidad, experimentan ansiedad acerca de acontecimientos traumáticos, y el hecho de revivirlos y recordarlos.
Generalmente, se recuperan por completo con el tratamiento.
Otras personas, tienen adicionalmente trastornos psiquiátricos graves, como trastornos de la personalidad, afectivos, alimentarios, y de abuso de drogas; por lo que sus problemas mejoran más despacio, y el tratamiento puede tener menos éxito, o bien, debe ser más largo, y pueden aparecer más crisis.
Por último, algunas personas, no solamente tienen otros problemas psicológicos graves, sino que también están gravemente comprometidas con otras personas que las acusan de haber abusado de ellas.
La psicoterapia, suele ser larga, difícil, y emocionalmente dolorosa.
Las personas que se someten al tratamiento, pueden experimentar numerosas crisis emocionales, derivadas de los actos de las distintas personalidades, y de la desesperación que provoca la evocación de recuerdos traumáticos.
A menudo, son necesarios varios periodos de hospitalización psiquiátrica, para ayudar a las personas a atravesar las etapas más difíciles, y para que puedan asimilar los recuerdos particularmente dolorosos.
Generalmente, se requieren 2 o más sesiones semanales de psicoterapia, durante un tiempo mínimo de 3 a 6 años.
Frecuentemente, el médico utiliza la hipnosis para que se manifiesten, para tener acceso a las personalidades, facilitar la comunicación entre ellas, estabilizarlas e integrarlas.
La hipnosis, también se usa para reducir el impacto doloroso de los recuerdos traumáticos.
Generalmente, hay una mejora en el estilo de vida con el tratamiento, sin embargo, el tiempo para alcanzar esto, es indefinido.
El tratamiento, a menudo largo y caótico, trata de reducir y de aliviar los síntomas más que de conseguir la integración.
A veces, incluso un paciente con un mal pronóstico, mejora lo suficiente con la terapia para sobrellevar el trastorno, y comenzar a dar pasos rápidos hacia un mejor porvenir.
No obstante, Sigmund Freud escribió:
“Las emociones reprimidas y sin expresar, no mueren nunca.
Se encuentran enterradas en vida, y luego saldrán a manifestarse de maneras repugnantes”
El TID es realmente desolador, una enfermedad que requiere de mucha paciencia, amor y apoyo familiar.
“It's not you marrying me.
It's me marrying anybody.
I'm sick.
I am mentally sick, and I can't marry anybody, ever”
Cualquier persona puede experimentar cierto grado de disociación leve, si lee un libro, juega un videojuego, o está viendo una película; y se queda tan absorto, que no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor.
Lo mismo sucede cuando vas conduciendo, y apenas recuerdas si pasaste por un determinado lugar, tal como si llevaras el piloto automático…
Podríamos decir, que esa es una disociación que no tiene nada que ver con ningún tipo de síntoma clínico.
Sin embargo, cuando hablamos de Los Trastornos Disociativos, se hace referencia a que los pensamientos, las acciones, los recuerdos, o incluso su propia identidad, están desconectados de forma patológica de la realidad.
Muchas veces, cuando se conoce por primera vez la existencia de esta disociación, uno se pregunta, cómo es que surge, y a qué se debe.
En realidad, actualmente se cree que estos trastornos están causados por una experiencia traumática, experiencia que provoca que la persona se distancie de lo que le causó dolor, como un mecanismo de defensa.
El Trastorno de Identidad Disociativo (TID), es un diagnóstico controvertido, descrito en El Manual Diagnóstico y Estadístico de Los Trastornos Mentales (DSM IV), y consiste en la presencia de 2 o más identidades, o estados de personalidad, cada una con un patrón propio, y relativamente persistente de percepción, interacción y concepción del entorno y de sí mismo; en los que al menos 2 de estas identidades o estados de personalidad, controlan de forma recurrente el comportamiento del individuo.
La disociación, es un estado en el que una persona se separa de la realidad.
La persona con un TID, es incapaz de recordar información personal importante, debido a que se trata de acontecimientos que han ocurrido cuando otra de las identidades tenía el control.
Al menos 2 de estas personalidades, deben tomar control del comportamiento del individuo de forma rutinaria, y están asociadas también con un grado de pérdida de memoria más allá de la falta de memoria normal.
A esta pérdida de memoria, se le conoce con frecuencia como “tiempo perdido” o “amnésico”
Para ser diagnosticado, los síntomas deben ocurrir independientemente del abuso de sustancias, o una condición médica general, o inducción.
Es también un trastorno que aparece en la infancia, nunca en la edad adulta, aunque persiste durante la edad adulta.
Pues “disociar”, significa romper la asociación entre 2 cosas; y en la disociación, se rompe la asociación entre emociones y/o pensamientos y la conciencia; entre cadenas de conducta; o entre emociones, conductas y pensamientos.
Cada personalidad, posee una forma de ser y comportarse consistente y distintiva, y una memoria e historia personal, relativamente separada del resto de las personalidades.
El control del cuerpo, se transfiere de una personalidad a otra, pero el individuo en su conjunto, nunca está fuera del contacto con la realidad, siempre hay una personalidad que está en contacto con ella.
La personalidad principal, aquella que tiene el control la mayor parte del tiempo, tiene periodos de amnesia, pues durante esos periodos, otra personalidad ha tenido el control.
Pueden existir personalidades completas o sólo fragmentos.
Estos fragmentos, existen sólo por periodos limitados, y con un propósito concreto.
Normalmente, una sola persona no tiene más de entre 2 y 10 personalidades completas, aunque puede tener una gran multitud de fragmentos que aparecen y desaparecen, según las necesidades.
El TID, fue llamado en un comienzo, Trastorno de Personalidad Múltiple, como referencia a esto, el nombre se mantiene en La Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con La Salud; aunque el trastorno lleva por nombre Trastorno de Identidad Disociativo, este no está relacionado de ninguna manera con la esquizofrenia.
Aunque el término de “personalidad dividida”, es un término ampliamente asociado con la esquizofrenia, este no es un término aceptado por profesionales, en relación con la identidad disociativa.
El TID, es ante todo un mecanismo de defensa, para poder sobrellevar el dolor y el miedo provocado por un abuso repetido durante la infancia, casi siempre en forma de abuso sexual, perpetrado de un modo impredecible por uno los padres, u otro miembro de la familia, que en otros momentos, se encarga también de atender y cuidar al niño.
El trastorno es más grave en aquellos niños cuyo padre o madre, u otro miembro de la familia, además de abusar sexualmente de ellos, es capaz de ofrecerles amor y protección simultáneamente; de hecho, en las personas con TID, el 97% ha sido víctima de abuso en la infancia; más del 80%, ha sido víctima de abuso sexual en la infancia; alrededor del 40%, han sido víctimas de abuso sexual por su parte de sus padres varones; alrededor de 23%, han sido víctimas de abuso sexual por parte de sus madres; en el 17% de los casos, el abuso sexual ha sido cometido por un hermano; y en el 2% por una hermana.
Mientras el 15% ha sido abusado sexualmente, tanto por su padre como por su madre.
El adulto que realiza actos sexuales con un niño, está cometiendo un tipo de abuso, aunque no utilice la violencia o coerción física.
Por desgracia, la persona que abusa de ese niño, puede ser también la persona que lo cuida, y le muestra afecto en otras ocasiones, de manera que el niño se encuentra en una situación totalmente impredecible de expresión de amor, alternando con abuso sexual y, posiblemente, otros tipos de maltrato.
Cuando este estado resulta abrumador, se alzan las defensas psíquicas en forma de disociación.
No todas las personas son capaces de disociar, pero aquellas que nacen con una capacidad innata para hacerlo, suelen responder de este modo ante el abuso continuado, como un modo de escapar de él.
La persona capaz de disociar, suele ser artísticamente creativa, y con una capacidad alta para ser hipnotizada.
Para ello, es necesario que el trauma sea repetido a lo largo del tiempo.
Conforme pasa el tiempo, y el abuso continúa, esta personalidad agresiva, va teniendo su propia historia, formada por patrones de respuesta relacionados con la ira, y la agresividad.
De este modo, la personalidad queda dividida.
La persona puede sospechar la existencia de otras partes de sí misma, aunque no sea del todo consciente del alcance de su comportamiento inconsistente.
La barrera de la amnesia, impide que una personalidad pueda llegar a ser del todo consciente de las vidas de las otras personalidades, aunque sí puede sospechar algo.
Las personas con un TID, frecuentemente oyen hablar a otros de lo que ellas han hecho, pero que no recuerdan.
Otras pueden mencionar cambios en su comportamiento, que ellas tampoco recuerdan.
Pueden descubrir objetos, productos o manuscritos con los que no contaban, o que no reconocen.
A menudo, se refieren a sí mismas como “nosotros”, “él” o “ella”
Mientras que, en general, las personas no pueden recordar mucho acerca de sus primeros 5 años de vida; la persona con un TID, no recuerda tampoco lo ocurrido entre sus 6 y 11 años.
Como producto, la mayoría de las personas, sufre síntomas de depresión, ansiedad, dificultad para respirar, pulso acelerado, palpitaciones, fobias, ataques de pánico, alteraciones del apetito, estrés postraumático, y síntomas que simulan los de las enfermedades físicas.
Pueden estar preocupadas por el suicidio, y son frecuentes los intentos, así como los episodios de automutilación.
Muchas personas con TID, abusan del alcohol o de las drogas en algún momento de su vida.
Así pues, el cambio de personalidades, y la ausencia de consciencia del propio comportamiento en las otras personalidades, hacen a menudo caótica la vida de una persona con este trastorno.
Como las personalidades con frecuencia interactúan entre ellas, la persona dice oír conversaciones internas, y las voces de otras personalidades.
Esto es, por tanto, un tipo de alucinaciones.
“Well, I've never seen you take a drink before”
The Three Faces Of Eve es un drama del año 1957, dirigido por Nunnally Johnson.
Protagonizado por Joanne Woodward, David Wayne, Lee J. Cobb, Nancy Kulp, Edwin Jerome, Ken Scott, Vince Edwards, Alena Murray, Douglas Spencer, Terry Ann Ross, entre otros.
El guión es de Nunnally Johnson, basado en el libro homónimo de Corbett H. Thigpen y Hervey M. Cleckley, publicado en 1956; que a su vez se basa en los hechos reales ocurridos en 1950, a Christine “Chris” Costner Sizemore, también conocida como Eve White.
Ella era una mujer que sufría de DIT, cuya identidad real fue escondida tanto en entrevistas, como en la película, y no fue hecha pública, sino hasta 1975 bajo el nombre de Christine.
La razón de su doble personalidad, como se muestra en la película, es ficción completa.
Según un artículo de la revista People, en 1989, “a los 2 años de edad, ella había sido testigo de 3 escenarios inquietantes en un plazo de 3 meses:
Un ahogado que se tiró a una acequia; un trabajador de un aserradero, cortado en 3 partes; y su propia madre, al cortarse gravemente con un vidrio roto.
Chris era demasiado joven para digerir lo que había visto, y desarrolló una línea de personalidades alternativas”
Como resultado, Chris escribió 3 libros acerca de su problema de TID:
“Strangers in My Body: The Final Face of Eve”, (1958) usando el seudónimo de Evelyn Lancaster; y “I'm Eve” (1977) y “A Mind of My Own” (1989)
Según parece, cuando la verdadera Eve firmó el contrato para la película, el estudio tenía su firma en 3 contratos separados, para cada una de sus personalidades, para que pudieran ser cubiertos de cualquier posible acción legal.
De hecho, cuando firmó el contrato, las firmas eran diferentes.
En su libro de 1977, Christine Costner Sizemore, dijo que ella realmente había tenido 26 personalidades múltiples, no sólo 3; y que la popularidad del libro y la película basada en su vida, sólo se le había traumatizado aún más, porque el Dr. Corbett Thigpen, la había obligado a firmar sobre todos los derechos de su historia para él.
Por lo que Sizemore fue a La Corte Federal del Distrito de Manhattan, para impugnar el contrato, y ganó.
Sin embargo, los documentos reales de Chris Costner Sizemore, han sido adquiridos por la Universidad de Duke, y hasta la fecha, no hay informaciones al respecto.
Costner Sizemore, falleció el 24 de julio de 2016, víctima de un ataque al corazón, tenía 89 años.
Desde la producción de la película, Orson Welles fue atraído por el papel del Dr. Luther, pero optó por dirigir “Touch of Evil” (1958)
Welles, incluso leyó el guión, y le dijo al director, Nunnally Johnson, que quien interpretara el papel principal, ganaría el Oscar…
Y así fue, Joanne Woodward obtuvo el Premio de La Academia a Mejor Actriz, y con ello, fue la primera actriz en ganar el Oscar interpretando a 3 personas diferentes:
Eve White, Eve Black and Jane.
The Three Faces Of Eve, también fue la primera película en ganar el Premio a Mejor Actriz, sin haber sido nominada a ninguna otra categoría, desde que Bette Davis ganara por “Dangerous” (1935), manteniéndose así por 31 años, hasta que Jodie Foster lo ganó por “The Accused (1988)”, siendo también, la única nominación de esa película.
Muchas otras actrices que encarnasen este papel, más o menos correctamente, podrían habérselo llevado, pues más que un Oscar a la interpretación, lo es al personaje que permite ese lucimiento.
Por su parte, el cine ha hecho sobre las represiones y personalidades múltiples, más o menos, siempre anduvieron, en su mayoría, por el mismo lado; quizás el cine posmoderno “innovo” engañando al espectador con cosas que sucedían dentro de la cabeza de un determinado personaje, por demás psicoalterado…
En este caso, no hay engaño, la linealidad, y el “basado en hechos reales”, premio Oscar al margen; dan credibilidad suficiente, con escena final, al margen.
The Three Faces Of Eve, se rodó en el Medical College of Georgia, en Augusta, Georgia; bajo un pretendido tono realista, y con la presentación de la historia por parte del, en aquellos años, conocido periodista, Alistair Cooke; y gracias a la translúcida fotografía de Stanley Cortez; el guionista, productor y director, Nunnally Johnson, pone en escena esta artificiosa historia, sobre una mujer aquejada de múltiple personalidad.
Los hechos inician en el año 1951, en Georgia, narrando hasta el año 1955.
Durante este periodo, asistimos a la historia de una mujer, aparentemente normal, que de pronto, ante una actuación inesperada, acude con su marido al psiquiatra.
Eve White (Joanne Woodward) es una tímida esposa y madre, quien tiene severos dolores de cabeza, y a veces pérdidas de conocimiento.
Eventualmente, es enviada a ver a un psiquiatra, Dr. Curtis Luther (Lee J. Cobb), y mientras conversan, su “otra personalidad”, la alocada y divertida, Eve Black, aparece.
Eve Black, sabe todo sobre Eve White; pero Eve White ni siquiera la conoce…
Con Eve Black suelta, Ralph White (David Wayne) el esposo de Eve, la abandona a ella y a su hija Bonnie (Terry Ann Ross)
Por lo que Eve White es enviada a un psiquiátrico, después de que Eve Black intentara asesinar a su hija.
Durante el desarrollo y tratamiento, surge otra personalidad, Jane, una creada por los propios terapeutas, para lograr la curación.
Esta personalidad es madura, audaz, interesante, y compasiva; y era consciente de sus 2 otras personalidades; por lo que parecía combinar las facetas positivas de las 2 Eve, sin sus debilidades.
Los médicos, reforzaron a esta última personalidad, por ser la que mejor captaba la compleja dinámica de las 3 personalidades.
Las 3 mujeres, tremendamente diferentes, aparecen y desaparecen de forma descontrolada en general, y dirigida por el psiquiatra en sus consultas, para intentar saber, qué pasa.
Tras una sesión de hipnosis, aflorará qué ocurrió para desencadenar esta alteración de la personalidad; así que después de 14 meses, Eve pudo dejar la terapia.
El Dr. Luther considera, que ambas personalidades son incompletas.
La mayor parte de la película, muestra los intentos de Luther de comprender y saber cómo comunicarse estos 2 rostros de Eve; y más adelante, una tercera personalidad aparecerá, Jane, quien será el punto de equilibrio, controlador de las personalidades.
“When I spend 8 bucks on a dame, I don't just go home with the morning paper, y'know what I mean?”
El cine, se ha sentido especialmente fascinado por retratar la enfermedad mental, y a aquellos que la padecen.
De todos los trastornos de la mente humana que se conocen en la actualidad, el TID es sin duda, el que mayor juego ha dado a guionistas y directores, a la hora de elaborar sus películas.
La sorprendente manifestación de este trastorno, lo hace especialmente adecuado para servir de soporte a tramas truculentas y efectistas, basadas en giros inesperados de guión, que sorprenden e impactan al espectador.
Sin embargo, el marcado interés del Séptimo Arte por el TID, no ha resultado en un correcto tratamiento del mismo, más bien al contrario, ha sido presentado en la mayoría de las ocasiones, de forma errónea y confusa.
Este drama psiquiátrico, basado en hechos reales, pertenece a los años 50, cuando técnicamente, el cine brillaba en todo su esplendor, y todavía duraba el deslumbramiento de Hollywood, ante el nuevo sistema panorámico Cinemascope.
Eran los años en que la Fox tenía la exclusividad de este nuevo y revolucionario sistema, que transformó el cine hasta la fecha.
The Three Faces Of Eve fue filmada, posiblemente, a manera de ensayo, en un magnífico blanco y negro, constituyendo con ello, una de las pocas películas rodadas con estas 2 características, de blanco y negro, más Cinemascope.
La fotografía es muy buena, constituyendo todo ello, junto a la maravillosa Joanne Woodward, el mayor atractivo.
Pero las virtudes, están especialmente en el guión, en la penetración psíquica del personaje, en el buceo en las profundidades de la mente humana, y sus recovecos.
Los responsables de la película, dosifican las apariciones y manifestaciones de las diferentes personalidades, manteniendo el interés suscitado, inicialmente, para dar paso a todo un tratamiento psicológico.
Tratándose de una situación dramática para la protagonista, el tono desenfadado que ofrece, hace que ciertas situaciones lleguen a resultar ligeramente cómicas.
Todo el peso e interés del relato, recae en Joanne Woodward, la cual logra plasmar las 3 personalidades desde la sencillez, dejando a la vista, notorios comportamientos característicos de cada una de ellas.
Aparte de la interpretación, cabe destacar la forma en que los responsables de la película, emplean diferentes tonos musicales para distinguir las personalidades.
Así, The Three Faces Of Eve es una de las pocas que no utiliza el recurso de presentar una de las personalidades como malvada o criminal; siendo rodada con un estilo documentalista, que revela el claro interés del director, de recalcar la veracidad del caso que retrata.
Eve es una mujer casada, ama de casa, tiene una preciosa hija, y es recatada como anodina.
De repente, empieza a tener una crisis de jaqueca, vinculada a lapsos mentales, en los que descubre que durante ese episodio de “desconexión”, ocurren cosas que no se pueden explicar, seguidos de ausencias y/o lagunas que ella no logra recordar.
Eve White, no se acuerda de nada, y menos de su infancia.
Es entonces, cuando su marido, luego de la escena de la compra de los vestidos y zapatos, decide ir a ver a un psiquiatra.
Eran los años 50, y los maridos decidían este tipo de cosas… por lo que hoy sería imposible.
El psiquiatra la ayuda a descubrir, que ella padece de TID.
No es solamente Eve White quien no cree en la posibilidad del trastorno; su marido piensa que ella está fingiendo, y que todo es una farsa.
No es un cisne negro ni blanco, sino una mujer clara y oscura, pensante y nublada.
Freud decía, que cuando el paciente se enfrenta a la causa del problema, o más bien, cuando entra en contacto con el factor causante de la enfermedad, logra curarse.
Es verdad, pero con la ayuda de un médico dedicado, y no de los que juraron en falso a Hipócrates, y que existen ahora en mayoría, que no les importa en lo mínimo la salud de un paciente, sino facturar y rápido, papel que le toca realizar a Lee J. Cobb.
Es éste, quien descubre luego de largas horas con Eve, y con la ayuda de un psiquiatra con mayor experiencia, siendo clara la alusión a los escritores del libro, que la bellísima Johann Woodward es una mujer con 3 personalidades, y que las pone de manifiesto en un abrir y cerrar de ojos.
Eve Black, su segunda personalidad, es totalmente antagónica a la White, porque luce seductora y desinhibida.
Según progresa la terapia sobre la White, su tercera personalidad, Jane, sensible e inteligente; aparece de la nada, para ayudar a resolver su extraña condición de temperamentos antagónicos y disímiles.
El drama psicológico, se plantea con poca imaginación en el proceso de ficcionar la historia, aunque con dinámica y una introducción aclaratoria de un sujeto, que luego colaborará con la voz “en off”, quien nos señala la veracidad de los hechos, que Johnson se encarga de dotarlo con realismo, y buena disposición.
El hecho que Johnson nos narre sin mayores dificultades la aparición y el análisis del TID, tiene en el mismo avance de la acción, una fuerza inusitada, donde la causante de todo este alboroto, es la Woodward.
Primero, nos presenta una mujer envuelta en una timidez absoluta y de notoria introspección, una versión apesadumbrada de la mujer sin objetivos.
Hay un tema que no se trata, pero que parece vital, y son las características del marido:
Es un tipo que se percibe provisto de un estilo mediocre de vestir, pero sobre todo carente de actitudes positivas hacia el comportamiento de su mujer, y cuando la niña Bonnie se encuentra presente.
Inclusive cuando el psiquiatra le hace algunas preguntas, él no sabe nada, ni imagina alguna postura al respecto, sólo la lleva, y Eve White acepta, porque es una mujer dominada, y sin un carácter definido.
Sin embargo, en un contexto cómodo y arquetípicamente yankee, se suceden una serie de hechos, que por sí solos nos van a causar alguna dosis de inquietud.
Esas inusuales compras de vestidos y zapatos de estridente diseño, o el peligroso ataque que Eve lleva a cabo en contra de la pequeña Bonnie, le coloca una cuerda alrededor del cuello, y pretende ahorcarla; hecho que nos plantea una subversión de los estilos que por aquel entonces podían definir una feliz vida en pareja.
Eve Black, quizás el mejor de los 3 personajes, hace su aparición en el consultorio del psiquiatra, quien se sorprende, pero que va a ir entendiendo; se da cuenta de una intensa lucha entre la mediocridad y la vulgaridad en la paciente; que lo que no existe, es un factor de estabilidad, que es lo que representa justamente la tercera personalidad en discordia, Jane, quien hace gala de la templanza y la cordura de la que sus compañeras de cuerpo están despojadas.
El tiempo irá pasando, y lógicamente que se sucederán las escenas con una atildada dirección de Johnson, quien maneja los planos con una simpleza que no interfiere, ni en la actuación de la Woodward, ni en el vínculo que establecen las 3 mujeres con el psiquiatra.
No es una trama del todo fácil, hay que estar atentos para no dejarnos llevar, ya que nuestro convencimiento, va a depender de lo que nos pueda brindar, no sólo la Woodward, sino la seriedad, a veces la Woodward lleva al personaje de Eve Black al límite; de un cine de neta ascendencia psicoanalítica que tanto predicamento tuvo en la década de los 40.
Pero también hay otros temas centrales:
Lo masculino, en el padre, esposo, hombres del bar, psiquiatras, y el segundo esposo.
Lo femenino, en la madre, Eve White, Eve Black, y Jane.
Lo infantil, en Eve niña, y Bonnie, la hija de Eve.
Y la muerte, en la abuela, en Eve White, en Eve Black, y en Jane.
En lo masculino:
“Cuantos más hay, mejor me siento”, dice Eve Black.
El aparecer de lo masculino, comenzaría en la vida de Eve, como en la de muchas mujeres, con su padre.
Poco sabemos de él, sin embargo, es en sus brazos, en quien se refugia la niña diciendo:
“No me obliguen a hacerlo”, y es quien, seguidamente, la entrega al abuso.
El hombre parece conmoverse, pero no hace nada...
Podríamos decir, que esta escena primitiva en la vida de Eve, activará con el pasar de los años, un tema aún más primitivo, una huella perteneciente ya al inconsciente colectivo a saber:
El de lo masculino inamovible, frente a lo que él mismo ha establecido como ley, como saber, o como cultura.
Y aunque un masculino en particular, un padre por ejemplo, se conmueva frente al sufrimiento de su hija, no hará nada, pues él también sabe que una norma colectiva le sobrepasa y somete.
El hombre como víctima del propio patriarcado negativo, podríamos decir, sus sentimientos particulares sucumbiendo frente al ideal general.
Eve se convierte en Eve White, la blanca niña obediente de esa ley que su madre defiende, y que su padre teme; por tanto, el hombre elegido para marido, habrá de ser uno igualmente pusilánime, uno parecido a ese padre, uno elegido inconscientemente, no porque repetimos estúpidamente como afirman algunas visiones, sobre los motivos profundos del actuar, sino elegido inconscientemente, para resolver ese particular asunto del pasado, una prueba necesaria para la individuación.
Es decir, que esa elección, la conducirá a la comprensión que necesita de su propia vida, en otras palabras, el síntoma como vía, no sólo como respuesta al trauma.
Cuando se transforma en Eve Black, ella buscará otro tipo de hombres en bares y fiestas:
¿Hombres mejores que el padre, o que el esposo?
No, son el otro lado del padre y del esposo, “son hombres de $8”, como le dice el soldado en el bar, “no gasté en ti $8 sólo por tu cara bonita”
Ellos representan esa sensibilidad que ella echó de menos en su padre en su niñez, una sensibilidad limitada al sexo, al cuerpo genitalizado, pero al fin de cuentas, a la que pueden ellos acceder, dada la dosis de poder que les ha tocado detentar y padecer al mismo tiempo, “donde hay poder, el amor huye”, afirmó Jung.
Eve Black, se ha vuelto experta en activar esta “sensibilidad”; por lo que asistimos en una escena, al momento en que la activa en el pudoroso y paternal marido de Eve White, convirtiéndole en un triste títere de esa limitación erótica que llamamos “el hombre macho”
Veremos luego, que esa voz del alma que llamamos síntoma o patología, llevará a Eve al encuentro con masculinos mejor desarrollados, representados en los psiquiatras, y en quien se convertirá en su segundo marido:
El Dr. Luther, se nos presenta como un hombre no atado al poder, a pesar de detentar una de las máscaras más poderosas de nuestra sociedad, la del médico.
Un hombre que es capaz de consultar a la experiencia de otro mayor, a declararse ignorante, no concluido, inseguro, pero al mismo tiempo, pleno en su lugar, puede acompañar a esta mujer sumisamente atemorizada, Eve White; y desafiantemente recelosa, Eve Black; en el camino de la individuación.
El Dr. Luther, es capaz de reír, emocionarse, preocuparse, entristecerse, enojarse y fascinarse con su paciente.
“Nadie me gusta más que usted Eve”, le dice a la seductora Back.
Este terapeuta, no necesita esconderse tras una coraza de poder, pues tiene un cuerpo psíquico, capaz de resistir los embates de una emocionalidad tan desbordada como fragmentada.
Es un cuerpo psíquico capaz, como los corporales héroes míticos, de arriesgarse en las entrañas del hades que es la psique:
“¿Estoy loca Dr.?”
“No; pero tiene usted un trastorno muy raro, y vamos a caminar con esa rareza suya”, parece responder el terapeuta.
No desde una posición egoica del doctor-que-todo-lo-puede, sino desde la fragilidad, que puede permitir y acompañar las frágiles búsquedas humanas, para comprensión del paciente, desarrollando y exponiendo empatía.
El cuerpo psíquico del terapeuta, es un cuerpo adulto, no el de un niño que fácilmente caería presa de transferencias y contratransferencias paternas y maternas, pero tampoco el de un anciano necio, que quedaría atado a fantasías de omnipotencia.
Finalmente, para cerrar esta digresión, recordar la frase del psiquiatra más viejo, que simboliza también la conciencia de un cuerpo psíquico, que no puede soportar los mencionados embates emocionales.
Él dice:
“Yo ya estoy muy viejo para estas cosas”
Con esto no se refiere literalmente a la edad de un analista, o de un terapeuta.
Poco conocemos también del hombre que llega finalmente a la vida Eve, ahora Jane, pero por lo poco que le vemos hacer, y le escuchamos decir, este hombre aporta un amor adulto, no el del esposo-padre, al que Eve White mira buscando aprobación cada vez que quiere hablar, pero tampoco el de los hombres que frecuenta Eve Blake, que como niños, sólo quieren usarla para satisfacer su sensibilidad empobrecida, y huir de sí mismos.
Este amor adulto, puede padecer con ella, la realidad siempre dual:
“Es duro, pero lo que sea, lo enfrentaremos juntos”, una frase que por fin, puede ella escuchar de un hombre, pero que por más que alguna vez se la hubiesen dicho, había sido desoída, porque la voz impuesta, es por el dolor del abandono inicial.
Este hombre, como el Dr. Luther, es capaz de contener el dolor y la alegría de existir, sin idealismos extremos, pero contemplando las posibilidades.
En lo femenino:
La madre de Eve, ya lo dijimos, reprodujo la norma colectiva, la costumbre.
Suponemos que ella misma aprendió a enterrar en lo más profundo de sus ser, ese deseo de cuestionar dicha norma, convirtiéndose en una representante más de un complejo familiar que se fue expresando en cada una de las generaciones de mujeres que tenían que enseñar a sus hijas a “mantener la paz”, incluso a costa de sí mismas.
Cuando lleva a la Eve niña, a dar el triste beso a la abuela muerta, le dice:
“Es el beso de despedida, ya lo sabes”
Ese “ya lo sabes” resuena como ley colectiva, de nuevo, como costumbre.
Y Eve recibirá el mismo legado, pero gracias a un entorno diferente, por ejemplo:
La presencia de la terapéutica, y el acceso a este servicio; y al factor misterioso de la psique, por ejemplo, que en su proceso vital se presentara esta patología en un momento en que podía ser escuchada; la cadena puede romperse, y la hija de Eve, recibiría otra información.
Pero en principio, Eve White es el ego, queriendo adaptarse, es el ego funcional que asume el complejo familiar, cumpliendo expectativas para perseguir la prometida felicidad, y se transforma para ello, en una especie de Hera, diosa del hogar, acosada continuamente por una Afrodita furtiva que trata de movilizarla hacia lo nuevo, pero también falla el tiro al hacerlo, pues proviene de fuentes inconscientes, por tanto, inconsistentes con la totalidad psíquica.
Eve Black, representa el femenino herido, que mediante una actitud Afroditica, quiere deshacerse de esas memorias, pero que no sabe que cada vez que suprimimos una memoria, suprimimos también la posibilidad redentora que con ella viene.
Porque no hay nada en la psique, que no contenga la imagen de la totalidad, el dolor puede llevar en sí mismo, el germen de lo que se tiene que desarrollar.
¿Por qué sufrimos?
¿Para qué?
La respuesta es tan simple como compleja:
Cada quien necesita una porción de humanidad en sí mismo, con la cual construirse, y esa humanidad se muestra la mayoría de las veces como fragilidad, como dolor.
Es cierto que portamos una semilla de divinidad, pero vivimos en un mundo limitado por la cultura, el cuerpo, y la mente humanas, las cuales, al ser humanas, chocan con esa chispa divina, con esa dignidad trascendente.
En otras palabras, desde el punto de vista del alma “nada malo nos debería pasar”, desde el punto de vista del ser humano, que porta el alma, “es inevitable que lo malo te pase, y así vas a aprender a vivir, cada vez más, a la manera humana”
En otras palabras, sí podemos llegar a ser perfectos, humanamente perfectos.
Eve Black, lucha contra estas verdades, y con razón; a los 6 años no se deberían aprender lecciones tan duras, pero atención con la palabra “debería”, porque lo cierto es que a muchas como ella, les sucede a los 6, incluso antes, y esto se convertirá en el material de su futuro trabajo de desarrollo del ser.
¿El abuso infantil es deseable?
No, pero ya que sucedió, y que para una persona en particular se transforma en tema de sus complejidades negativas, puede ser motor para su vida.
Jane llega, y nos muestra el fin de este extraño movimiento hacia la integración de 2 opuestos a saber:
Eve Black que huye, y Eve White que se entrega.
Jane da palabra e imagen a la memoria que en Eve White es pura emoción, y que en Eve Black es pura evitación.
Jane recupera la memoria para ella, mediante imágenes plenas de sentido y sentimiento, de comprensión de los motivos de sus padres, una comprensión que va más allá del perdón, que no se trata de perdón, sino de superación mediante un darse cuenta de la humanidad que les acompañaba.
La tristeza y la nostalgia, siguen estando allí, pero asumidos dentro del amplio espectro de la humanidad, como colectivo.
En lo infantil; todos aborrecemos lo niño en nosotros en alguna medida.
Lo niño, no es sólo ese jardín idealizado, en muchos casos es el dolor y la soledad, el abandono o la pérdida.
Es lo que el adulto quiere, y cree superar al crecer.
Como a Eve Blake, algo nos lleva a querer estrangular a ese niño, algún recuerdo, algún olvido, sobre todo, el dolor no aceptado que implica crecer.
El disparador del conflicto es, por ello, esa niña de 6 años de Eve White, esa que recuerda todo ese dolor.
Y por esta incompatibilidad de lo adulto con lo niño, con el dolor niño, es que se ha olvidado toda la infancia, porque lo complejo de la psique es generalizador, porque toda represión, tanto individual como social, intenta borrar lo indeseable, borrando todo lo que le rodea.
Por último, la muerte salvadora:
La muerte es iniciadora en The Three Faces Of Eve.
La abuela muerta, a la que se besa, sellando un destino a resolver, el sentido del destino es contrariamente a lo que nos han enseñado, aquello que nos impone como tarea resolverlo, no un camino invariable.
Pero luego aparece la muerte como resolución:
Eve White, es amiga íntima de la muerte, su actitud depresiva que le lleva a ideas suicidas, que le lleva hacia abajo, hacia la topografía arquetípica de la muerte, y que también le conducirá a dejar ir, a despedirse, a decir:
“Quiero que quede Joanne”
Eve Black, es amante de la vida, es Afrodita cuando se conduce como una enamorada del brillo, de la belleza absoluta; y es Artemisa cuando se muestra cerrada y virginal, intocable.
Pero finalmente, le tocará la muerte, teme que White se suicide, y llora su propia desaparición, se despide dejando como legado al “primer hombre que la conoció realmente”, al Dr. Luther, un último deseo de amor, y un último regalo símbolo de aquel brillo polarizado por el miedo.
Jane, es perfecta para asumir la muerte como transformadora, esa con la que todos vivimos, el duelo de no ser ni tan buena y aconductada como White, ni tan deslumbrante y seductora como Black.
Ella puede ser una mujer real.
Un ser humano, entre el blanco y el negro, un poco el gris.
Otro detalle que no debemos pasar por alto, es desde el reparto, que en The Three Faces Of Eve, la competencia femenina de la Woodward, es ella misma, y eso evita las comparaciones con otras actrices que normalmente o secundan o hacen sombra.
Por eso le ganó el Oscar aquel año a Deborah Kerr, Lana Turner, Liz Taylor, y Anna Magnani.
Como dato, Woodward protagonizó este film, a los 27 años de edad, 1 año antes de casarse con Paul Newman, y formar la pareja estable por excelencia de Hollywood.
La mujer más envidiada del mundo, además de ser hermosa y sugerente, hace un buen trabajo, aunque es verdad que lo tenía en bandeja.
Así como grande ese secundario de lujo, que siempre fue Lee J. Cobb; mientras el personaje del marido está muy poco desarrollado, y el personaje redentor, Earl, interpretado por Ken Scott, es de relleno.
No obstante, el tiempo ha ido en su contra, y se nota en la facilidad que las 3 caras, White, Black y Jane, se pueden mostrar ante el psiquiatra, cuando éste, amablemente, pide hablar con cada una de ellas, lo que resulta poco creíble, por no decir casi hilarante, así como la facilidad de la paciente para caer en estado hipnótico, y así permitir que, cómo no, el psiquiatra descubra un trauma infantil mediante una regresión a la infancia.
Es demasiado irreal, y se muestra como si fuera un “click” mental, al que cualquiera puede acceder; así como alguno que otro “spot” en el desarrollo de las personalidades, se nota demasiado sobreactuado.
Y el final, deja una sombra de duda en el porvenir de curación de la paciente...
Un final feliz, que no fue tal en la vida real, ya que la verdadera “Eve”, llegó a desarrollar más de 20 personalidades diferentes, como contó en las memorias que publicó sólo un año después, bajo pseudónimo; que décadas después, publicaría un nuevo libro, en el que relata cómo finalmente logró superar el trastorno.
En definitiva, The Three Faces Of Eve tiene ese aire decadente de las viejas películas que se dejaron llevar por la moda psicoanalítica; que por desgracia, el gran interés que ha mostrado el cine por este trastorno, no ha derivado en una correcta representación del mismo, muy al contrario, quizá sea éste uno de los trastornos peor tratados.
Esto se debe principalmente, a que el poder de atracción de la multiplicidad de personalidades, ha tendido a eclipsar al resto de características y sintomatología del trastorno, de forma que, salvo en contadas ocasiones, lo que se presenta ante el espectador, es una versión estereotipada y sesgada del mismo, basada única y exclusivamente en la presencia de varias personalidades diferentes, dejando a un lado, cualquier otro elemento propio del trastorno.
“I didn't do it.
I'd die before I'd hurt Bonnie”
El pronóstico de las personas con un TID, depende de los síntomas y de las características del trastorno.
Algunas tienen principalmente síntomas disociativos, y características postraumáticas; esto significa que, además de sus problemas de memoria e identidad, experimentan ansiedad acerca de acontecimientos traumáticos, y el hecho de revivirlos y recordarlos.
Generalmente, se recuperan por completo con el tratamiento.
Otras personas, tienen adicionalmente trastornos psiquiátricos graves, como trastornos de la personalidad, afectivos, alimentarios, y de abuso de drogas; por lo que sus problemas mejoran más despacio, y el tratamiento puede tener menos éxito, o bien, debe ser más largo, y pueden aparecer más crisis.
Por último, algunas personas, no solamente tienen otros problemas psicológicos graves, sino que también están gravemente comprometidas con otras personas que las acusan de haber abusado de ellas.
La psicoterapia, suele ser larga, difícil, y emocionalmente dolorosa.
Las personas que se someten al tratamiento, pueden experimentar numerosas crisis emocionales, derivadas de los actos de las distintas personalidades, y de la desesperación que provoca la evocación de recuerdos traumáticos.
A menudo, son necesarios varios periodos de hospitalización psiquiátrica, para ayudar a las personas a atravesar las etapas más difíciles, y para que puedan asimilar los recuerdos particularmente dolorosos.
Generalmente, se requieren 2 o más sesiones semanales de psicoterapia, durante un tiempo mínimo de 3 a 6 años.
Frecuentemente, el médico utiliza la hipnosis para que se manifiesten, para tener acceso a las personalidades, facilitar la comunicación entre ellas, estabilizarlas e integrarlas.
La hipnosis, también se usa para reducir el impacto doloroso de los recuerdos traumáticos.
Generalmente, hay una mejora en el estilo de vida con el tratamiento, sin embargo, el tiempo para alcanzar esto, es indefinido.
El tratamiento, a menudo largo y caótico, trata de reducir y de aliviar los síntomas más que de conseguir la integración.
A veces, incluso un paciente con un mal pronóstico, mejora lo suficiente con la terapia para sobrellevar el trastorno, y comenzar a dar pasos rápidos hacia un mejor porvenir.
No obstante, Sigmund Freud escribió:
“Las emociones reprimidas y sin expresar, no mueren nunca.
Se encuentran enterradas en vida, y luego saldrán a manifestarse de maneras repugnantes”
El TID es realmente desolador, una enfermedad que requiere de mucha paciencia, amor y apoyo familiar.
“It's not you marrying me.
It's me marrying anybody.
I'm sick.
I am mentally sick, and I can't marry anybody, ever”
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