La Diagonale du Fou

“Je goûte les victoires douces et je goûte les défaites amères”
(Saboreo las victorias dulces y saboreo las amargas derrotas)

A finales de los años 70, el ajedrez formaba parte del proceso de La Guerra Fría entre Occidente y Oriente; y desde 1948, con la sola excepción del estadounidense Bobby Fischer, 1972 – 1975, todos los campeones del mundo eran ciudadanos de La Unión Soviética:
Mikhail Botvinnkik (1948-57, 1958-60 y 1961-63), Vasily Smislov (1957-58), Mikhail Tahl (1960-61), Tigran Petrosian (1963-69), Boris Spassky (1969-72), y Anatoly Karpov, quienes ostentaban el cetro mundial desde 1975, tras la negativa del anterior campeón, Fischer, a defenderlo.
No deja de ser simbólico, el hecho de que Bobby Fischer, el legendario jugador de ajedrez de EEUU, que abandonó la práctica activa de este deporte cuando acababa de proclamarse campeón del mundo a los 29 años, haya elegido para su reaparición, 19 años más tarde, al mismo rival de entonces, el ex soviético nacionalizado francés, Boris Spassky, y como escenario de su enfrentamiento, 2 lugares de la antigua Yugoslavia:
La isla montenegrina de Sveti Stefan, y la capital serbia, Belgrado.
Desde que se inventó, hace ya más de 1000 años, según quiere la leyenda, en algún lugar de la India o del mundo árabe; el juego del ajedrez ha reflejado en sus cuadros, como si fuera un espejo, todas las grandes contradicciones, alegrías y tragedias de la condición humana.
Por eso, y por su propia esencia simbólica, el ajedrez no es otra cosa, al fin y al cabo, que la representación en juego de la guerra, reducida a maqueta para diversión de reyes; y fue la mejor metáfora de la tensión de La Guerra Fría, que se libró más ante los tableros que en los despachos de los cuarteles y de las oficinas diplomáticas, y por eso ha sido el reflejo más fiel de cuanto ocurre a su lado:
El deshielo del gran iceberg del Este, y de las relaciones internacionales:
Spassky, por ejemplo, como la propia Rusia, ya no es soviético; y Fischer, antaño feroz anticomunista y defensor del honor estadounidense, ya no ha tenido problemas para estrechar su mano; al contrario, ahora con quien es feroz, es con su propio país, que ha llegado a amenazarle, por romper con su actitud el bloqueo a Serbia, con la cárcel; y la irrupción, en lugar de aquélla, de un sinfín de calientes conflictos regionales.
Los más calientes de todos, en el propio territorio de la antigua Yugoslavia.
La revancha entre Fischer y Spassky, tantos años aplazada, ha tenido, pues, un sentido simbólico que trasciende al ajedrez y a los propios límites de un juego que algunos pretenden ciencia, y otros entroncan con áreas y saberes tan distintos como el tarot, la estrategia, la geometría o las matemáticas.
La imagen de Bobby Fischer, el antaño niño prodigio, entonces de 50 años, con su gorra de telegrafista y su aspecto extravagante, es la de un resucitado que regresara de un sueño del que hace mucho tiempo ya que los demás despertaron.
Y la imagen de un Spassky encanecido y viejo, prestándose a hacerle de sparring; él, que fue el campeón del mundo, y héroe de La Unión Soviética, hasta que el propio Fischer lo destronó, condenándolo al exilio y a la marginación en su patria.
Es la de un púgil sonado que arrastrara su antiguo prestigio por las canchas de ciudades de provincias, sin otra pretensión que la de poder seguir boxeando.
Al final, los 2 componían un cuadro que, al margen del ajedrez, parecía más sacado de los túneles del tiempo que de la historia que el mundo está escribiendo en este instante.
Decía Karpov, el sucesor de Fischer tras su retiro, que las guerras deberían librarlas ante un tablero, los mejores ajedrecistas de cada país, para evitar los derramamientos de sangre.
Fischer y Spassky lo son, o lo fueron, sin duda, y así se lo reconocerá la historia, pero su problema es que hoy ya no representan a nadie.
Y, sin embargo, había algo en el duelo entre Fischer y Spassky que lo hacía sugerente y atractivo.
Incluso para la gente que ignora el mundo del ajedrez y desconoce, por tanto, su capacidad estética y su intensidad dramática; estética que deriva de su dimensión artística, y dramatismo que nace de la lucha contra el tiempo, y contra las propias limitaciones más que contra la habilidad del contrario.
Aparte de sus estilos, tan diferentes, el de Spassky, sobrio y clásico, claro exponente de la planificación soviética que tantos frutos dio en el pasado; y el de Fischer, imprevisible y brillante, como corresponde a alguien que deslumbró al mundo entero con sólo 14 años; y de sus respectivas trayectorias a partir de aquel legendario encuentro de Reikiavik, que supuso el fin de ambos:
Spassky, en el exilio, tras su recibimiento en Moscú como un traidor a la patria, por primera vez, La Unión Soviética perdía la primacía del ajedrez, el símbolo de su poder, y por si fuera poco, ante un estadounidense; y Fischer, convertido en un fantasma tras su voluntario abandono del ajedrez y su enclaustramiento en un apartamento de Pasadena, donde, durante todo este tiempo, ha vivido huyendo de la prensa, y obsesionado por su pasado, y en los últimos años, también prácticamente en la pobreza, pese a las numerosas ofertas que recibía, todas multimillonarias, por volver a jugar al ajedrez cuando le diera la gana; estaba el lugar elegido para celebrar el match:
Un país desmembrado y en guerra, y aislado internacionalmente, y los distintos motivos que les llevaron a ambos a enfrentarse de nuevo al cabo de tantos años.
En el caso de Spassky, éstos parecían claros:
Consciente de su papel, ni siquiera aspiraba ya seguramente a la revancha.
Había asumido su papel de segundón, y lo único que buscaba, aparte del dinero, que quizá no necesita tanto, era volver a sentarse de nuevo frente al hombre que le condenó al fracaso:
La admiración se demuestra de muchas maneras, y con el odio pasa otro tanto.
Pero:
¿Por qué volvió Fischer?
¿Por qué regresó el hombre que, siendo el mejor del mundo, había rechazado sin responder, incluso en épocas difíciles para él, todas cuantas ofertas le hicieron durante 19 años?
En la rueda de prensa previa al comienzo del match, rueda de prensa en la que, por cierto, escupió sobre el documento que las autoridades de su país le enviaron, advirtiéndole de duras sanciones si rompía el bloqueo a Serbia jugando en su territorio, y sirviéndole de propaganda; dijo que “por amor”
Así, simplemente, sin más palabras ni comentarios.
“Il est une menace pour moi, je suppose.
Aux échecs, la menace est plus forte que l'exécution”
(Es una amenaza para mí, supongo.
En el ajedrez, la amenaza es más fuerte que la ejecución)
La Diagonale du Fou es un drama de suspense suizo, del año 1984, escrito y dirigido por Richard Dembo.
Protagonizado por Michel Piccoli, Alexandre Arbatt, Liv Ullmann, Leslie Caron, Daniel Olbrychski, Michel Aumont, Serge Avedikian, Pierre Michael, entre otros.
Debut como realizador de Richard Dembo, sobre un guión que nos remite directamente a los campeonatos mundiales de ajedrez, y cuyo anecdotario debe no poco a los enfrentamientos reales entre Fischer y Spassky, o entre Viktor Korchnoï y Karpov; pero para el realizador:
“Describí una situación paroxística por excelencia, donde cada uno juega su vida, es decir, el título de Campeón Mundial.
Es la finalidad de todos los ajedrecistas.
El momento en que uno se juega la vida, o todo aquello en que ha basado la misma.
Es un momento paroxístico, pero no específicamente una obsesión.
Pienso que para llegar a ese nivel, paroxístico por excelencia, no hay otra solución que la de beber, comer, y dormir con el ajedrez.
No es la voluntad de una monotonía, aunque puede llegar a serlo.
Me contenté con filmar unas ambiciones próximas al paroxismo, tendentes a la monotonía, lo que lleva a la abstracción del mundo, y a no darse cuenta de esta ausencia.
Pienso que los jugadores de ajedrez se reconocen a sí mismos como seres pervertidos en su contacto con la realidad.
Es una forma de poesía perversa, que no produce nada, que no deja huella, aparte de algunas anécdotas, y les gusta”
El asesoramiento técnico, lo aportó el maestro internacional francés, Nicolas Giffard, cuya mano se nota, porque da consistencia y verosimilitud al mundo del tablero.
Lo interesante de La Diagonale du Fou, es que el propio ajedrez se convierte en una especie de parábola alegórica sobre La Guerra Fría que tuvo lugar de 1950 a 1989, pero emplazada en los años 80.
La traducción del título es equívoca, pues la palabra “fou” en francés, además de “loco” significa “alfil”, lo que dado la temática de esta película, resulta bastante coherente.
Esa misma dualidad político-ideológica, se mantuvo vigente tras el estreno de la película en los posteriores encuentros maratonianos por El Campeonato del Mundo de Ajedrez entre Anatoly Karpov y Garry Kasparov, entre 1984 y 1990; que la convirtió en la mejor película jamás realizada sobre el mundo del ajedrez.
La Diagonale du Fou, fue presentada por el gobierno suizo para el premio Oscar a La Mejor Película Extranjera, ganándolo; pero ese mismo año, hubo una fuerte polémica acerca de los criterios de La Academia para seleccionar las películas candidatas a esta categoría, y para elegir la ganadora, ya que, entre otros incidentes cuestionables, la película “乱” (Ran) del japonés Akira Kurosawa, quedó fuera de competencia en beneficio de otras producciones abiertamente menores; pero eso desde luego no es culpa de Richard Dembo, un hombre del que desgraciadamente sabemos más bien poco, pues fue muy prolífico, y su obra se encuentra bastante descatalogada.
La acción gira entonces alrededor de Akiva Liebskind (Michel Piccoli) de 52 años; y Pavius Fromm (Alexandre Arbatt) de 35 años, cuando compiten en un prestigioso campeonato de ajedrez en la ciudad suiza de Ginebra.
Fromm, aspira desde la infancia a vencer a Liebskind, vigente campeón del mundo.
Evidentemente, el enfrentamiento tiene un trasfondo geopolítico:
En plena Guerra Fría, Liebskind es el representante de La Unión Soviética, régimen al que permanece fiel; mientras Fromm es un disidente ruso exiliado.
Los 2 hombres se obsesionan con la victoria.
Se trata de una tensión peligrosa para Liebskind, que sufre del corazón.
Fromm, a su vez, cree delirantemente que su adversario le espía mientras prepara las partidas…
Además, el servicio secreto soviético, La KGB, intenta sabotearlo, con el fin de desprestigiarlo públicamente, y debilitar de ese modo, la oposición a La URSS.
El match sigue el método tradicional de aquella época, por el cual se proclamaba vencedor el primero que obtenía 6 victorias.
Como no podía ser de otra manera, el match llega empatado a 5 puntos.
Es también un enfrentamiento entre 2 personalidades distintas:
Un joven emergente con aspiraciones a ser el campeón de mundo, con todas sus aspiraciones, con la vida por delante, con ganas de vivir su matrimonio, con miedo a lo que es el propio espionaje, en otras líneas, miedo a que quieran arrebatarle las cosas que tiene; sin embargo como rival, nos encontramos a un hombre que ya lo tiene todo, solo lucha por presión, mantener el título de campeón del mundo que ya tiene, y por no querer verse realmente acabado, quiere seguir siendo el mejor, aunque ya lo tiene, y ha hecho todo en la vida.
Evidentemente entre los 2 hay un conflicto que va más allá del deporte, y que La Diagonale du Fou se hará cargo de retratar.
Por eso encontramos en ella, gran cantidad de escenas que podrían formar parte de una película de espías, como chantajes, topos, o incluso micrófonos para captar conversaciones entre los bandos.
La tensión ambiental y la incertidumbre del resultado, el acoso a la integridad psíquica del adversario, las pequeñas manías de los contrincantes, el prestigio derivado del choque entre Este y Oeste, los grandes intereses económicos que arropan a este tipo de eventos, el espionaje y las intrigas tejidas por los respectivos equipos de asistencia, así como los propios problemas personales de los contendientes…
Todo ello se ve reflejado en una de las pocas películas que trata el Ajedrez como tema principal, y no sólo eso, sino que además, dignifica muy bien este deporte.
Pero no se debe entender el ajedrez como un simple juego entretenimiento, o deporte; el ajedrez se convierte en La Diagonale du Fou, en una obsesión, en algo inalcanzable, en lo sublime.
Es un símbolo y una lucha constante que va más allá de ideologías políticas, o de simples piques, como en un principio puede parecer.
“Check”
Hubo una época, en el que futbol no tenía lobotomizado al mundo entero, y las partidas entre estadounidenses y comunistas fueron seguidas por gran parte de la población mundial.
Lo que hace especial a La Diagonale du Fou, es que tratando de un tema tan concreto, como es el desarrollo de un Campeonato del Mundo de ajedrez, sea una película que funciona tan bien; y es realmente agradable ver una película que trate el mundo del ajedrez desde el conocimiento.
Toda la película, está sazonada de guiños de complicidad a los verdaderos aficionados al noble juego; las exactas referencias de aperturas y variantes, etc.
Hay una partida, sí, con gran variedad de movimientos, pero también hay un choque de mundos opuestos y divididos por el nefasto Telón de Acero, hay una guerra psicológica, hay 2 mujeres detrás de 2 hombres, y una serie de matices maravillosos.
La historia, claramente tiene cierto cariz político.
Se trata de 2 contendientes, rivales en el arte de los tableros a cuadros, y pertenecientes a la cultura de lo que una vez se llamó El Telón de Acero:
Akiva Liebskind, es leal al régimen comunista de La Unión Soviética, es un veterano jugador y héroe ajedrecístico de La URSS, que está obligado a derrotar a su oponente; en tanto que Pavius Fromm, es un destacado jugador joven y, sobre todo, un convencido disidente que vive en el exilio.
Su enfrentamiento en el tablero, conlleva las actitudes de cada uno en lo político y en lo ideológico, pero alrededor de los personajes, y de la partida que protagonizan, hay todo tipo de incidentes, como micrófonos ocultos para vigilar al renegado Fromm, o la presencia de un parapsicólogo contratado para leer las intenciones de uno, y la llegada de un gurú para contrarrestarlo.
La Diagonale du Fou tiene buen ritmo; de hecho, tiene la estructura de una película de intriga, pero para los aficionados al ajedrez, tiene un valor adicional.
Las sutiles alusiones a otros enfrentamientos, son evidentes para los amantes del ajedrez:
La anécdota de La Diagonale du Fou, está inspirada en un hecho real, el duelo por el Campeonato Mundial entre los maestros Anatoly Karpov y Viktor Korchnoï, en Baguio, Filipinas, en 1978; y en Merano, con Zukhav, el famoso parapsicólogo que ayudó a Karpov; y aquellos miembros de la secta Ananda Marga que, con sus vestimentas folclóricas, pasaron a formar parte del equipo del disidente Korchnoï.
La negativa de Liebskind, a dar la mano a Fromm; al igual que en el match Karpov-Korchnoï de Baguio, estuvo marcado por La Guerra Fría y la marcha del disidente Korchnoï de Rusia.
Ese match, estuvo acompañado por sospechas numerosas:
Mensajes codificados a Karpov a través de yogures, por ejemplo; así como otros antecedentes, no es de extrañar el clima tenso que presidió la totalidad del evento.
Ambos contendientes, comparecieron con personajes polémicos en sus respectivos equipos:
En el de Karpov, se encontraba el parapsicólogo Wladimir Zukhav, a quien Korchnoï acusaba de interceptar mentalmente su juego; y en el de Korchnoï destacaba la figura de un presunto delincuente local que desempeñaba la función de intérprete.
El match, cuyo ganador sería el primer jugador que obtuviese 6 victorias, las tablas no contaban; comenzó con algunos problemas protocolarios iniciales sobre las banderas con las que debían competir los contendientes, que al final se decidió que no habría ninguna, y los himnos que habían de sonar.
Las semanas siguientes, fueron casi tan escandalosas como las correspondientes al choque.
Korchnoï denunció a las autoridades soviéticas, y éstas a su vez, desataron una feroz campaña propagandística contra el recién nacionalizado ciudadano suizo, Korchnoï.
La protección con gafas de sol de Pavius en La Diagonale du Fou, hace referencia a otra famosa anécdota entre el ex-Campeón Mundial, Mikhail Tahl y el estadounidense Pal Benkö, éste último se quejaba de la mirada fija de Tahl, y apareció con unas gafas enormes oscuras para jugar contra él.
También, desde luego al famoso match Bobby Fischer/Boris Spassky, en 1972, en Reikiavik; siendo el encuentro que más atención mediática ha despertado a lo largo de la historia.
Pero en La Diagonale du Fou, Pavius Fromm vienen siendo entonces, una especie de mezcla del genial Bobby Fischer, David Bronstein, y Korchnoï, un ruso nacionalizado suizo, en la personalidad; mientras Akiva Liebskind y su cohorte de maestros representa seguramente la facción soviética más pura que manipula a su antojo a sus ciudadanos más capaces en pro de la supremacía comunista.
Recordemos el papel de Karpov frente a Kasparov en sus inolvidables duelos de los 80, inmovilismo frente a La Perestroika.
En la personalidad de Liebskind, hay mucho del patriarca de la escuela soviética de ajedrez, Mikhail Botvinnik, formidable campeón mimado por las autoridades, quien declaró una vez:
“Por sangre soy judío, por cultura ruso, y por educación soviético”
Así como una simbiosis entre éste y Tigran Petrosian, respecto a la sordera, el termo, y un cierto retraimiento.
El juego sucio del equipo soviético, también tiene evidentes paralelismos con la realidad, recordemos las quejas de Korchnoï sobre la situación de su familia en sus 2 Campeonatos del Mundo.
El hecho de que un ajedrecista aparezca a mediados del encuentro para ayudar a Liebskind, y declare “me han obligado a hacerlo”, también era muy característico del tufillo político que se respiraba en el ajedrez de la antigua URSS.
Y es curioso, que de las 10 partidas con definición a lo largo del metraje, 8 sean victorias de las piezas negras, lo que me lleva a pensar en el match por el Campeonato del Mundo entre Botvinnik/Bronstein de 1951, que acabó 5-5 sin contar tablas, y en donde 6 de las 10 victorias fueron de negras, algo completamente inusual en Campeonatos del Mundo de ajedrez.
La preparación de sistemas de juego y de aperturas, siempre clave para sorprender al adversario, están muy bien reflejadas en La Diagonale du Fou; y se mencionan La Variante Tartakower del Gambito de Dama, La Apertura Ponziani, La Defensa Francesa, y La Apertura Inglesa, entre otros sistemas.
También vemos las manías de recluirse de los contendientes en el más absoluto aislamiento, en mansiones fortificadas por la policía, son absolutamente verídicas.
Sino que se lo pregunten a la gente de Reikiavik con Fischer…
También destacar que en 1972, el Campeón Mundial de ajedrez Boris Spassky de La Unión Soviética, defendió su título ante el retador de Estados Unidos, Robert “Bobby” Fischer en medio de La Guerra Fría entre ambas superpotencias, el triunfo de Fischer tras un match a 21 partidas, fue un rotundo éxito para la política de Richard Nixon, y Fischer se convirtió en héroe y leyenda, y el ajedrez inició como deporte, un crecimiento que no se detiene hasta hoy.
Por otra parte, la polémica por los continuos retrasos de Fromm en su llegada al escenario de juego, esta táctica psicológica para poner nervioso al adversario, era utilizada sistemáticamente por Bobby Fischer, de gran parecido físico a Fromm.
Por cierto, hay una escena que nunca debió permitirse:
La butifarra de Fromm al público, eso jamás pasaría en una partida real sin sanción, y menos en una de Campeonato Mundial, pero era necesaria para reflejar la personalidad del jugador, muy parecido a ciertos hechos de Fischer.
El detalle del mecanismo de las partidas aplazadas, con sus jugadas secretas, los análisis de los segundos, las propuestas de tablas psicológicas... por ende, la labor oscura pero necesaria de los equipos que tiene cada Gran Maestro, que desayunan, almuerzan y cenan ajedrez, todo, absolutamente todo es muy preciso a lo acontecido en famosos ajedrecistas, que están bien retratados en La Diagonale du Fou.
A excepción de la insignificancia que tienen las mujeres de los protagonistas:
Henia Liebskind (Leslie Caron) y Marina Fromm (Liv Ullmann) en el proceso, siendo reducidas a meros peones por el entorno, nunca mejor dicho.
Para achacarle algo, la trama se enreda demasiado bajo un lío tremendo de espionajes, contraespionajes y dobles agentes, que es difícil de digerir, pero merece mucho la pena por la variedad de situaciones a los que se enfrentan los 2 gladiadores de las 64 casillas.
Para los amantes del análisis de posiciones y del ajedrez táctico, tendrán su momento en La Diagonale du Fou, y saborearán con fruición, el arte que se les ofrecerá; pues además marca un ritmo trepidante, y eso es difícil y de mérito cuando se trata de un juego, ciencia, arte y deporte, que a priori es lento y pausado.
Y todo sin mancillarlo, sin exageraciones maniqueas, las jugadas son de verdad, de nivel, y algunas muy bellas.
Es u hecho que La Diagonale du Fou gusta y atrae por sus 2 grandes protagonistas, cada uno es un “loco” a su manera.
Cada uno es un alfil, ¿no?
Añadiendo a todo esto, que las interpretaciones pese a ser desconocidos para mí, me parecen bastante aptas, y el hecho de que tenga un genial ritmo con grandes dosis de intriga, impide que el espectador alcance ningún tipo de aburrimiento.
La actuación de Michel Piccoli como Liebskind, es tan elegante como magistral, uno de los mayores alicientes de la propuesta.
Y la joven promesa, en Alexandre Arbatt, cumple sobradamente su papel, otorgándole al personaje todos los matices con los que ha sido construido, incluida una belleza física que contrasta con el contendiente, en todos los sentidos de la virilidad.
Nos encontramos así, ante la gran personificación de la juventud ambiciosa y caprichosa, aquella fuerza imparable y destructora, que la naturaleza ha forjado y le ha dado la sensación de creerse imparable.
Fromm es además un exiliado, que representa también los símbolos más evidentes del capitalismo burgués.
Pero lo interesante es que La Diagonale du Fou consigue hacer evolucionar a este personaje, al confrontarse con un hombre más avezado y sabio, como es su rival, llegando a la escena final, donde los 2 dejan de bando sus diferencias políticas, por la pasión que verdaderamente les une, el juego.
Hay que destacar especialmente los planos estáticos de los que se aprovecha La Diagonale du Fou, para crear un auténtico leitmotiv formal, que se queda grabado en nuestra mente.
Acostumbran a ser esos planos que encuadran perfectamente a los 2 jugadores que observan obnubilados el tablero, mientras cavilan como conseguir ganar al otro.
Encuadres que se aprovechan precisamente de una fotografía muy inteligente, que hace resaltar el centro y los personajes.
El caso es que La Diagonale du Fou se hace grande con el paso de los minutos, y llega a un final maravilloso, portentoso.
La escena final en el hospital, es un lujo; sencillamente brutal, emocionantísima y poética, jugando la última partida juntos de sus vidas a ciegas, dejando atrás las formalidades, solo porque aman el juego, y les encanta enfrentarse; son totalmente diferentes, pero comparten en común eso, el amor por el ajedrez.
Jugarán a la ciega, porque el ajedrez es su vida, porque sienten que esto no debe acabar así.
Es verdaderamente por amor al ajedrez, quizá por obsesión; pero no por dinero, títulos o fama.
Es porque, a pesar de todo, realmente se admiran.
¡Brutal!
Como dato final, en ese juego de hospital; las blancas las llevaba el aspirante Fromm, y las negras el viejo judío Liebskind, y juegan La Defensa Francesa / El Ataque Paulsen.
La Diagonale du Fou termina ahí; en este momento, siendo demasiado pronto en el juego, para determinar quién va a ganar.
Se menciona que, para Los Grandes Maestros, esta modalidad de juego “ciego” es sencilla, incluso los jugadores de cierta fuerza, exhiben destreza en ella.
Por último, destacar la banda sonora a cargo de Gabriel Yared.
“Mate!”
Hay un símil muy evidente, entre lo que supuso La Guerra Fría y una partida de ajedrez.
Las 2 superpotencias mundiales, Los Estados Unidos y La URSS, libraron una partida que duró más de 50 años, y que tuvo en vilo a medio mundo por las consecuencias que un conflicto atómico directo podría acarrear entre las 2.
Afortunadamente para el mundo occidental, los 2 combatientes se dedicaron a mover fichas por el mundo, sin llegar nunca a las manos, sino a un intercambio de peones, y recordémoslo porque no debemos olvidarlo, de vidas humanas a las que el jugador o potencia, poco importaba sacrificar.
Vietnam, Afganistán, Corea… una lista triste y negra.
Un dato interesante, reside en la traducción que ha recibido el título de La Diagonale du Fou en diferentes idiomas:
De la traducción literal, significa “El Loco de La Diagonal”, en referencia a la pieza de ajedrez llamado “el obispo” en inglés, pero “el tonto” en francés.
Comercialmente en EEUU, fue llamada “Dangerous Moves” o “Movimientos Peligrosos”, cuyo título ha sido cambiado en su versión española, por el de “La Diagonal del Loco” en alusión a la perspectiva más extraña del espacio, y a la única pieza del ajedrez que se mueve por ella, y que curiosamente, es la única que cambia de nombre según el idioma en el que se hable:
“Bishop” u “Obispo” en inglés; “Läufer” o “Corredor” en alemán; “Fou” o “Loco” en francés, y “Alfil” en castellano.
Puede ser el mejor título para la vida de Fischer, y para la de todos esos locos solitarios que se pasan la vida frente a un tablero trazando líneas imaginarias.
Lo que conviene saber, es que son la metáfora de todos nosotros, de la misma manera que el ajedrez lo es de la guerra, esa partida infinita y sangrienta que, al decir de los antiguos, es nuestro verdadero padre.

“1. e4 e6 2. d4 d5 3. e5 c5 4. c3 Nc6 5. Nf3 Qb6 6. Be2 cxd4 7. cxd4 Nh6 8. Nc3 Nf5 9. Na4 Bb4+ 10. Bd2 Qa5 11. Bc3 b5 12. a3 Bxc3+ 13. Nxc3 b4 14. axb4 Qxb4”



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