Cyrano de Bergerac

“He was the three musketeers in one, and one lover in a million!”

Del siglo XVI al XVII, el librepensamiento sufrió persecución y censura hasta el siglo XVIII, donde despertó el espíritu científico, cosa que no hubiera sido posible sin la participación de intelectuales y científicos libres, que tuvieron muchas de las intuiciones que nos meterían de lleno en El Siglo de Las Luces.
Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac, conocido como Cyrano de Bergerac, fue un poeta, dramaturgo y pensador francés, coetáneo de Boileau y de Molière.
Como intelectual, fue considerado libertino, por su actitud irrespetuosa hacia las instituciones religiosas y seculares; y también se le tiene por uno de los precursores de la ciencia ficción.
Nacido en París, el 6 de marzo de 1619, como 4º hijo de Abel de Cyrano, abogado del Parlamento, y de Espérance Bellange; Hercule-Savinien pasó la mayor parte de su infancia en Saint-Forget, ahora Yvelines; para luego trasladarse a París, donde transcurrió casi toda su vida.
En 1638, adoptó el nombre “de Bergerac”, correspondiente a las tierras que compró su abuelo, Savinien I de Cyrano, al enriquecerse con su negocio de pescadería, adquisición que permitió a la familia de Hercule-Savinien, entrar en el círculo de la pequeña nobleza.
Estas propiedades, como las de Mauvières y Bergerac, les daban derecho entonces a usar el señorío, aunque nada tuviera que ver con los antiguos señores de Bergerac, o con la nobleza.
Años más tarde, en 1636, Abel de Cyrano, poco dotado para los negocios, se vería obligado a vender las tierras…
Pese a ello, nuestro personaje utilizaría el “de Bergerac” hasta su muerte, aunque ya no le perteneciera el apelativo.
Hercule-Savinien escogió la carrera militar, y se hizo célebre por su arrojo y sus numerosos duelos; y la fealdad de su rostro, se había convertido en un implacable tormento personal.
Se sabía repulsivo y ridículo, lo que no le impidió llevar una vida libertina, de la que hizo gala y defensa en sus escritos, en la que tuvo cabida también la homosexualidad, al igual que su predecesor, el afamado poeta Theóphile de Viau, con quien Cyrano tuvo en común, tanto su desenfrenada vida erótica como su espíritu provocador; y que se saldó con una temprana sífilis.
En todo caso, Hercule-Savinien no estaba dispuesto a aceptar con resignación, que ridiculizaran su estampa, a la que sin embargo, debía más fama que a los frutos de su pluma.
Su obsesiva defensa del apéndice nasal, le llevó incluso al más singular de los duelos, el que terminó con la muerte de un simio titiritero llamado “Fagotin”, que era propiedad de un saltimbanqui muy renombrado en el París de la época, Brioché.
La desafortunada idea de Brioché, de disfrazarle de mono narigudo, le costó al primate, habérselas con el acero de quien se había tomado la broma como clara alusión a su persona.
No obstante, la muerte le llegaría a Hercule-Savinien, el 28 de julio de 1655, en Sannois, a los 36 años, en el convento de Filles-de-la-Croix, en el que estaba ingresada su prima Madelaine Robinau, la inspiradora del personaje de Roxane, en la obra teatral de Rostand.
Madelaine, era efectivamente una hermosa mujer, y había estado casada con el barón Christophe de Neuvillette, hasta que éste encontró la muerte en el fatídico cerco de Arrás.
Pero Hercule-Savinien murió como consecuencia de las heridas que le causó una viga al caerle encima.
Conocido como Cyrano de Bergerac, fue sin embargo, y con todo derecho, uno de los más importantes escritores del seiscientos francés, una personalidad verdaderamente ecléctica como novelista, dramaturgo, autor satírico, epistológrafo; que antes de morir, escribió el primer capítulo de un “Trattato di Fisica”
Con el título genérico de “El Otro Mundo”, Cyrano escribió 2 obras que están consideradas como un precedente de la ciencia-ficción:
La primera fue “Los Estados e Imperios de La Luna” e “Historia de La República del Sol”; que hablaban de viajes al espacio, y del contacto extraterrestre.
Algunas de las cosas por las que se considera a Cyrano un visionario, además del uso de cohetes en los viajes espaciales, son una serie de inventos que se describen en sus obras, como lo hiciera siglos más tarde, su compatriota Jules Verne.
No en vano, el cráter lunar “Cyrano”, lleva este nombre como un homenaje por parte de La Unión Astronómica Internacional, a las andanzas literarias por el satélite del personaje.
Pero también, Cyrano de Bergerac fue un libertino, que poco antes de morir, quería liderar una vanguardia cultural, una nueva filosofía de la vida.
Según un certificado de defunción encontrado en 1911, y que se conserva en el archivo municipal de Sannois, Cyrano está enterrado en la iglesia de San Pedro y San Pablo de esta localidad; la cuestión es que hasta hoy, nunca se ha encontrado su tumba.
En la actualidad, el autor es más conocido por la obra de teatro “Cyrano de Bergerac” de Edmond Rostand,  que recrearía su figura como la de un personaje romántico y aventurero, en tono de tragicomedia, narrando una época de su vida, que por sus propias obras literarias.
Edmond Eugène Alexis Rostand, fue un dramaturgo neorromántico francés; famoso por su obra sobre la figura de Cyrano de Bergerac, estrenada en París, en 1897, en el Théâtre de la Porte Saint-Martin.
Para entonces, Rostand todavía no había cumplido los 30 años de edad; aunque había estrenado ya 3 obras teatrales, auspiciadas por su amiga y célebre actriz, Sarah Bernhardt, que estaba muy lejos hasta ese momento, de ser un autor popular.
Pero en la Francia convulsionada por “El Asunto Dreyfuss”, que enfrentaba a los defensores del militar judío injustamente tratado de traidor, y a los antisemitas defensores de La Razón de Estado, aquella pieza llena de abnegación, heroísmo y grandeza, reconciliaba al público con su ciudadanía francesa.
Pero su temor al fracaso con “Cyrano de Bergerac” fue tal, que llegó a reunir a sus actores, unos minutos antes de la primera representación, para pedirles perdón por haberles involucrado en una obra tan arriesgada; pero 10 días después del estreno, el propio Presidente de La República Francesa, Elie Faure, acudía al teatro para, en el entreacto, entregar La Legión de Honor a Rostand; añadiendo que tan solo se está adelantando ligeramente en el tiempo, con esta condecoración.
La obra finalizó con 20 minutos de aplauso ininterrumpido por parte del público.
“Cyrano de Bergerac”, es un drama heroico en 5 actos, y 38 escenas; en verso, basado en la vida de Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac, conocido como Cyrano de Bergerac.
Ambientada en el siglo XVII; es una obra romántica y sentimental, a medio camino entre el retrato histórico  de la Francia del siglo XVII; y el melodrama, pues trata de un sacrificio amoroso; en la que se recogió la tradición iniciada por Víctor Hugo, creando un personaje ficticio, grotesco, con una enorme nariz, pero espiritualmente apuesto y heroico, que encarnaba las cualidades y defectos del pueblo francés.
De ese modo, ese personaje se convirtió en un héroe romántico, debido a las aventuras que vivió, y a los duelos en los que participó, derivados de los múltiples y numerosos insultos que recibía por su larga nariz.
Es una obra de grandes sentimientos, y de grandes golpes de espada, con discursos elocuentes, admirablemente compuesta.
Todo comienza con una comedia, sigue con una tragedia novelesca, continúa con un drama de capa y espada; y termina como una elegía en una atmósfera crepuscular de otoño.
El bizarro poeta francés, polemista violento, filósofo de vanguardia, escritor teatral innovador y hombre de guerra, encuentra aquí una viva evocación, a la que contribuyen por un igual, el marco y el drama.
Ya en el primer acto, en el excéntrico teatro del Hôtel de Bourgogne, se muestra con los caracteres fundamentales de su naturaleza:
El amor a la bravata, que le impulsa a Cyrano de Bergerac, interrumpir una representación, sólo porque sale un actor que le es antipático; el “preciosismo” literario, que le inspira una balada en el momento mismo en que se desafía con un gentilhombre que trataba de oponerse a su dominio; y el sentimentalismo que llena por entero su amor hacia su prima Roxane.
Pero ella ama a un joven cadete de Gascuña, llamado Christian de Neuvillette, tan guapo como carente de ingenio.
Roxane teme por él, las violencias de los colegas gascones, siempre dispuestos a tratar duramente a un novato, que además no es gascón, y se le ocurre ponerlo precisamente bajo la protección de un terrible espadachín, primo suyo, que no es otro que el mismo Cyrano, ignorando la pasión que le inspira.
Cyrano acepta, y Christian, consciente de su pobreza de ingenio en una época en que todas las mujeres son “preciosas”, se dirige a él para que le aconseje.
Cyrano queda así, sumido en un juego escabroso, que a la vez le embriaga y le angustia:
Escribe las cartas amorosas de su rival, le sugiere las palabras que habrá de repetir a la amada, y llega incluso en una famosa escena, a hacer él mismo, aprovechándose de la oscuridad, una declaración de amor particularmente vibrante a Roxane, dejándose luego sustituir, cuando la joven, fascinada, se asoma al balcón para besarle.
También, El Conde de Guise ama a Roxane, pero la ayuda de Cyrano, y las argucias de la joven, estropean sus manejos.
Roxane y Christian, se casan por fin; y al Conde de Guise sólo le queda la venganza de hacer marchar al sitio de Arras, a los cadetes mandados por él, entre ellos:
Cyrano y Christian.
En el sitio, Christian muere el mismo día en que Roxane, siguiendo audazmente su inspiración, consigue reunirse con él.
La lejanía había obligado a su amor, a vivir sólo en forma epistolar, o sea, a través de la pluma de Cyrano, en cartas de fervorosa pasión que habían impresionado profundamente a la muchacha.
Y, poco antes de caer, el joven esposo había abierto por fin los ojos:
Roxane ya no estaba enamorada de él, sino, sin saberlo, de Cyrano.
Ambos habían decidido confesar la verdad a Roxane; pero la muerte del amigo, sella los labios de Cyrano.
Roxane se retira a un convento; y durante 15 años, Cyrano la visita todos los sábados, viviendo con ella, la dulzura del recuerdo.
El día en que una teja lanzada a traición le hiere de muerte, Cyrano reúne sus últimas fuerzas para hacer la última visita.
Y es también, el día de la casual revelación de todo su drama y de su pena, que llega demasiado tarde:
Cyrano se sume en un delirio de fantasmas heroicos, dejando a Roxane con la angustia de un amor 2 veces perdido.
La comedia, como contrapunto de motivos líricos y emotivos, en “Cyrano de Bergerac” es perfecta; su clima es tan intenso, que sofoca la misma personalidad de los personajes que no parecen vivir una existencia propia, sino entregarse por entero a la creación de un solo clima de fuertes emociones, y de elegantísimos anudamientos de afectos.
En ello radica, como se ha advertido, su debilidad y, si se quiere, su falsedad; pero también en ello está su poesía sencilla, donde toda una tradición literaria y espiritual francesa, desde Honoré d'Urfé, hasta Scarron, Regnard, incluso Dumas padre, y Richepin, parecen resumirse en decorativa conmoción.
Esta obra, tuvo un importante éxito desde sus primeras representaciones, y ha pervivido como un clásico del teatro francés hasta nuestros días.
La obra de Rostand, se asocia con el neorromanticismo; una corriente literaria que se dio durante La Restauración Borbónica en España, los decenios finales del siglo XIX.
El neorromanticismo, trató de actualizar los postulados románticos, adaptándolos a la sociedad burguesa, y combinando 2 elementos incompatibles:
El Romanticismo exagerado, y El Positivismo y Realismo latentes en su tiempo, con lo que dio a luz un teatro de costumbres contemporáneas moralizante, que usaba procedimientos románticos, y abusaba de las situaciones trágicas y patéticas; cada una de las obras, plantea un caso de conciencia, un problema ideológico, o un conflicto entre deberes.
Así, sus obras románticas, proporcionaban una alternativa al teatro realista popular durante el final del siglo XIX.
La obra “Cyrano de Bergerac”, en particular, retomaba el orgullo francés a través de un carismático héroe tras la pérdida militar de Alsacia-Lorena en 1870.
Esta obra, ha sido traducida a numerosos idiomas, adquiriendo un éxito universal.
Según se cuenta, Edmond Rostand tomó mucha inspiración de novelas de mosqueteros de Alejandro Dumas, padre.
Y la liga con sus obras, al llevarse a cabo durante el mismo período histórico, a principios del siglo XVII, y con personajes similares.
Por ejemplo, el héroe de Dumas, D'Artagnan, hace una breve aparición en “Cyrano de Bergerac”, a pesar de que con frecuencia se deja por fuera de las versiones cinematográficas.
No fue hasta el invierno del 2 de diciembre de 1918, que la epidemia de La Gripe Española, aquella que causó más de 20 millones de muertos en Europa, acabó con la vida del escritor Edmond Rostand, a los 50 años.
Rostand, nunca más pudo librarse el mito de “Cyrano de Bergerac”
Escribió otras 3 obras de teatro, pero ya nunca repitió el éxito de “Cyrano de Bergerac”
La gloria parecía pertenecer más a su criatura, que a él mismo, y poco antes de que la gripe terminara con su vida en París, afirmaba:
“Entre la sombra de Cyrano, y las limitaciones de mi talento, no me queda más remedio que morir”
Muchos años después, su viuda vendría a confirmar su queja al decir, también en su lecho de muerte, que “siempre he vivido a la sombra de Cyrano de Bergerac; momentos hubo en que no sabía de quién era viuda:
Si de Edmond Rostand o de Cyrano”
“Cyrano de Bergerac”, fue editada al año siguiente, y su maravillosa historia de amor y sacrificio, de exaltación del ser por sobre todo lo material, y donde la palabra adquiere ese poder y esa belleza que sublima, revoluciona y enamora, trascendería sin dificultad, alguna las fronteras; siendo un gran éxito allá donde se presente, se en teatro o cine.
De hecho, “Cyrano de Bergerac” ha sido llevada al cine en varias ocasiones, incluyendo una versión muda de 1900, protagonizada por Benoît-Constant Coquelin, el actor que estrenó el papel en 1897; y posteriormente, ese “caramelo con forma de nariz” lo hizo actores como:
José Ferrer, Charles Boyer, Jean Marais, Jean-Paul Belmondo, o Gérard Depardieu; tanto en el cine, como en la escena teatral.
Pero siempre con éxito.
“Sir, I will not allow you to insult me in this manner”
Cyrano de Bergerac es una comedia del año 1950, dirigida por Michael Gordon.
Protagonizada por José Ferrer, Mala Powers, William Prince, Morris Carnovsky, Ralph Clanton, Virginia Farmer, Lloyd Corrigan, Edgar Barrier, entre otros.
El guión es de Carl Foreman, basado en la obra de teatro homónima, de Edmond Rostand; la cual utiliza la traducción de 1923, y los versos del poeta Brian Hooker, como base del guión; siendo la primera versión cinematográfica en inglés de la obra de Rostand, aunque hubo varias adaptaciones anteriores en diferentes idiomas.
Cyrano de Bergerac, fue producida con un presupuesto significativamente menor que la mayoría de los dramas de época, debido a que los productores temían que no fuera exitosa, y lo fue.
Y se nota en la puesta en escena, así como en los ángulos de cámara y la iluminación.
La oscuridad, se utiliza con frecuencia para ocultar el hecho de que el diseño de producción, era especialmente escaso y pobre; sin embargo, fue uno de los primeros filmes en emplear el entonces nuevo sistema magnético Western Electric de grabación de sonido, que se convirtió en uso común a partir de 1953, y que era una necesidad para la grabación de sonido estéreo y reproducción.
Bajo la producción de Stanley Kramer; este también se preocupó porque nadie sería capaz de pronunciar el nombre del héroe, que da título a la película, o la del actor principal...
Sin embargo, Cyrano de Bergerac ganó un premio Oscar para José Ferrer como Mejor Actor, que según él, la película se hizo con $400,000, trabajando 6 semanas al día, durante 4 semanas; y tras el Oscar, fue reestrenada en 1953, para aprovechar la moda del 3-D.
Si bien, Cyrano de Bergerac fue filmado con la lente equilibrada “Garutso”, que produjo un ligero efecto tridimensional, que permitió una profundidad de campo extrema, el efecto en 3-D es mínimo, tanto que para el reestreno en un proceso de 3-D, que se no requirió el uso de gafas.
Un dato de interés, es que Cyrano de Bergerac se estrenó el 16 de noviembre de 1950; y exactamente, 40 años después, el 16 de noviembre de 1990, la película de lengua francesa, “Cyrano de Bergerac”, protagonizada por Gérard Depardieu, se estrenó en Nueva York.
Depardieu, como José Ferrer, también fue nominado para el premio de La Academia al mejor actor por su actuación, y aunque no ganó, si obtuvo el premio al Mejor Actor en El Festival Internacional de Cine de Cannes.
Sobre el Oscar de Ferrer, existe una anécdota que dice que  cuando recibió el premio, pidió que le fuera entregado en su tierra natal.
Ante ello, se realizó una presentación especial, en la que el gobernador de Puerto Rico, le hizo entrega del Oscar, pero José Ferrer donó la estatuilla al Teatro de la Universidad de Puerto Rico, para que sirviera de ejemplo a las generaciones futuras.
Así las cosas, estamos en el siglo XVII, en París; un avezado espadachín, Cyrano de Bergerac (José Ferrer), está enamorado de Roxane (Mala Powers), al igual que su amigo Christian de Neuvillette (William Prince), pero éste, que posee todo el atractivo del que carece Cyrano, no sabe cómo cortejarla.
Cyrano acude en ayuda de su tímido amigo, prestándole sus palabras y sensibilidad para escribir cartas de amor y poesía; por lo que Roxane se enamora de la persona que escribe las cartas, convencida de que es Christian…
En el relato, también tienen importancia personajes como:
El Conde de Guiche (Ralph Clanton), El Capitán de La Guardia, Le Bret (Morris Carnovsky); el pastelero Ragueneau (Lloyd Corrigan), el pendenciero Vizconde de Valvert (Albert Cavens), o el pomposo actor, Montfleury (Arthur Blake), entre otros.
Cyrano de Bergerac, es una obra de arte que expresa con total elegancia, romance, drama, aventuras, acción y humor, todo ello es llevado a la pantalla con un gran nivel.
Aunque, quizás, gran parte del mérito de esto, sea que la historia es buena y sencilla, con unos personajes bien definidos, y con mucho carisma.
Además de los actores, o mejor dicho, el actor; que se puede definir con un nombre propio:
José Ferrer, que hace una interpretación inolvidable.
Tan solo viendo los primeros minutos del metraje, en la que se presenta el personaje, se puede ver que estamos ante un actor en estado de gracia.
La elegancia de sus palabras, las rimas tan bien recitadas, y la sonrisa picarona que luce el actor, hace que su interpretación te atrape; porque ninguna historia mejor que la de Cyrano, para averiguar, cómo el valor de una persona, está en su interior.
“Monsieur, your nose... your nose is rather large”
El yanqui Michael Gordon, llevaría a la pantalla grande, una de las numerosas adaptaciones de la célebre obra de teatro de Edmond Rostand, sobre la historia del personaje del título:
Cyrano de Bergerac; conocido y triste relato de un virtuoso poeta, el más inspirado que posee símil talento para las armas, y es el más afamado espadachín de Francia.
Su singular combinación de talentos, empero, tiene su punto débil en los complejos que tiene por su apariencia, su escasa belleza, su fealdad física, coronada por una superlativa nariz, motivo de su vergüenza, y motivo de que encierre en lo más profundo, su amor por Roxane, su prima, que se enamora de un apuesto espadachín, compañero de Cyrano, pero que carece totalmente de elocuencia.
De esa forma, Cyrano ayudará a conquistar a Roxane, a través de su fina poesía, y lo consigue; pero al morir en combate el beneficiado, Roxane termina enterándose de la verdad, aunque sea demasiado tarde…
Como se dijo, muchas han sido las adaptaciones de las que ha sido objeto el texto literario, y es éste uno de los más decentes ejercicios, aprovechando muchas de las posibilidades del relato, y respetando en la mayor parte de su metraje, la línea de sucesos del primigenio texto.
Pero es particularmente famosa por la actuación de José Ferrer, que en 1946, en Broadway, la reposición de “Cyrano de Bergerac”, fue protagonizada por José Ferrer, teniendo 193 actuaciones; por lo que Cyrano se convirtió en papel más famoso de Ferrer, y la que más a menudo revivió; tanto que Ferrer ganó el Premio Tony en 1947, por su interpretación del papel.
Un misterioso y atractivo personaje, un hombre de una larga y puntiaguda nariz que llama la atención, pero con un gran talento para la rima y la poesía.
Cyrano de Bergerac, es un extraordinario manejador del florete, además que tiene una mezcla de audacia y valentía arrogante en lo que dice, es el terror de los atrevidos e ignorantes.
Su relación con Roxane y con Christian, adquiere niveles sublimes en los maravillosos sentires del amor, y con su poesía, su ternura y la eficacísima caracterización de sus personajes, con Mala Powers y William Prince también impecables; la historia se hace digna de la mayor trascendencia y, Michael Gordon, puede abonar a su filmografía, otra obra maestra.
Esta agradable adaptación, resalta la teatralidad expresa desde el comienzo, con las cortinas cerradas, el telón que debe correrse, para nosotros presenciar la acción, y en ese telón se presentan los créditos.
Presenta correctamente el director, la triste historia del virtuoso espadachín-poeta, combinación no tan inusual, como su sobresaliente y titánica nariz.
Invencible guerrero, ni en grupo se puede derrotarlo, mejor espadachín que él no hay, ni más elocuente, materializándose la insólita figura de Cyrano, batallando mientras recita versos poéticos.
Es un personaje singularísimo, de pericia guerrera, y elocuencia inimitables, pero cuya gran debilidad es su inseguridad, proveniente de su físico poco favorecido, y de esa ineludible nariz.
Cyrano de Bergerac está narrado con cierta clave cómica, típico en ciertos estilos yanquis, lo hace más digerible, se siente esa autoría, sin embargo, no se descuida la disciplina teatral, con declamaciones de Cyrano, con encuadres de esa naturaleza, que mucho acercan el filme a la obra teatral, con esta solemnidad se dota a la cinta de equilibrio.
Es el mundo de 2 individuos que tienen lo que al otro le falta:
Uno, es belleza, pero inutilidad en las armas, inepto en la poesía; y el otro tiene toda la elocuencia de un Pericles contemporáneo, pero su complejo por su fealdad, lo lleva a esconderse.
Se configura la secuencia más memorable, con la serenata a 2 bandas:
Cyrano, escondiéndose en las sombras, simbólicamente, susurrando las exactas líneas para decir a Roxane, e incluso hablando con su propia voz, mientras Christian se lleva todo el crédito, es una situación muy cómica, pero que no deja de ser patética, siendo la síntesis del filme, hilarante e ingeniosa.
Al invencible guerrero, solo hay alguien que lo supere, su nariz, en el medio de un fraudulento amor, de un amor enceguecido, Roxane ama a un personaje, sin saber realmente quién es, ama solo a una cáscara vacía, no a la fuente del amor, Cyrano.
Se dice que la falsa nariz que José Ferrer llevaba como Cyrano, le costó a United Artists, $1,500.
Así como también hay constancia de que 3 personas que trabajaron en Cyrano de Bergerac, fueron víctimas del macartismo:
El director Michael Gordon, el guionista Carl Foreman, y el actor Morris Carnovsky, que interpretó a Le Bret; así como el propio José Ferrer fue investigado, pero logró escapar de la lista negra; y posteriormente, el autor de la banda sonora, Dimitri Tiomkin, no tuvo tal suerte.
En el fondo, Cyrano de Bergerac es un film atractivo por el poderío de la raíz de la obra, por su referido protagonista, por un arranque poderoso en el teatro, en un magno homenaje al arte de las tablas, por su oda al más puro de los sacrificios, por un canto al amor puro, por su loa a la belleza interior, y su ataque a las falsas apariencias, a los prejuicios sociales, por su exacerbado sentimentalismo, por lo emocionante de su final, por su torrente de diálogos en verso, pero... no anula todo los dicho; el reducido presupuesto que detentaba es su peor enemigo, esto provoca un remarcado acento teatral, una puesta en escena excesivamente frugal como para sobresalir, haciendo que la fotografía actúe de ocultadora de su escasez de medios para los decorados, tampoco el realizador aprovecha las apreturas monetarias para hacer de los defectos virtudes, no aporta visualmente demasiado, en este sentido queda algo plana, no deja huella alguna, prueba de esto es lo artificiosa y forzada que resulta la batalla de Arras…
Michael Gordon dirige de modo mecánico, haciendo que la inmensa y la potencial carga poética de la obra, se pierda, dejándose caer en un estilo teatral muy estático y lineal, sin sobresaltos, ni momento memorable, hace que la pasión y punzamiento emocional, solo sean sostenidos por José Ferrer, no apoyado por la dirección, que no es capaz de obtener un momento original que no esté en la obra de Rostand.
Además, hay diferencias sustanciales con la novela:
En la estructura, es la misma, pero se comprime considerablemente el tiempo; se han eliminado numerosos elementos, y hay bastantes escenas que desaparecen, 13 en total.
El guión de la película, escrito por Carl Foreman, era sobre todo fiel a la obra y a la traducción de Brian Hooker, a pesar de que fue recortado a 113 minutos, un Cyrano que dura más en el escenario.
Sin embargo, Foreman añadía su propio diálogo en 2 o 3 escenas adicionales, insertadas en la película, para una mejor continuidad entre los 5 actos de la obra original, y éstos, evidentemente, no son en verso.
Así como en los personajes, hay un menor número en la película, que en la versión teatral, o en otras versiones.
Esto no sólo es debido a que la obra se cortara para la película, sino porque 4 personajes diferentes, fueron combinados en 2.
En la película, el mejor amigo de Cyrano, Le Bret es una combinación de Le Bret y Carbon de Castel-Jaloux, el capitán de los soldados de Gascuña.
Y el cocinero Ragueneau en la película, es una combinación de sí mismo y el poeta alcohólico, Ligniere, que en la obra, es el que está en peligro de un ataque contra él, por un centenar de hombres.
El rol del Cardenal, por su apariencia seguramente el Richelieu de D’Artagnan, fue creado para el film.
Y el final de Cyrano, que en la obra teatral es herido mortalmente por un tronco que cae de un edificio en obras; en el film esto cambia a ser atropellado, adrede, por un carro como preámbulo a la muerte.
Pero nos quedan momentos recordables:
Su enérgico y sugestivo inicio en el teatro, son 25 minutos formidables, con la magna presentación de Cyrano, teniendo su zenit en el duelo a espada con Montfleury, ello a base de una lluvia de versos ácidos mordaces, riéndose de sí mismo, impresionantes.
Su magnífico final, conmovedor tramo, último encuentro entre Roxanne y Cyrano, ella al darse cuenta de la mentira/sacrificio sostenida por él, le declara su amor, se da cuenta que es a Cyrano realmente al que ha amado todos estos años; y ante su amor declarado, Cyrano responde con ironía:
“Cuando la belleza dijo, Te amo a La Bestia, toda su fealdad cambió, y se disuelve, como magia.
Pero ves, sigo siendo el mismo”, Cyrano ante las puertas de su muerte, se sigue viendo un perdedor.
¡Brutal!
“Oh, no, young sir.
You are too simple.
Why, you might have said a great many things.
Why waste your opportunity?”
El Cyrano de Bergerac histórico, fue un hombre visionario, con dotes de filósofo, físico y astrónomo, de hecho, se dice que fue el primero en sugerir que el hombre podía llegar a La Luna montado en un cohete, pero su imagen está asociada más a un espadachín de verbo poético, y conducta alocada.
Lo que hace de Cyrano un personaje intensamente teatral, es el hecho de que él sea el primero, y más exigente público de sí mismo; es su continuo estar “representando” ante sus ojos, sin perder jamás en el juego, una limpidez y una dignidad que le impiden caer en la afectación; pero lo que más le aproximó a las simpatías del público fue precisamente, la derrota de todo ello.
En efecto, en la derrota, Cyrano se purifica:
Cuando, en el último acto del drama, se nos presenta convertido en un pobre fracasado, reducido a aceptar de vez en cuando, una taza de caldo que le ofrecen unas monjas caritativas, le vemos desprenderse súbitamente de su caparazón decadentista, y sentimos cómo se afirma su auténtica humanidad.
Es una humanidad que ya conocíamos, pero que hasta entonces había permanecido sumergida en el centelleante juego de sus salidas, de sus frases, y de sus ademanes; para que se revelase hasta conmovernos, debía mostrarse indefensa y abatida.
En aquel momento, Cyrano, el héroe charlatán finisecular, que reflejaba con brillante superficialidad las maneras y actitudes del eterno héroe francés, valiente, caballeresco y novelesco, cierra su época, y al mismo tiempo, la enlaza con aquel clima de cosas calladas y sufridas con que se venía afirmando hasta entonces el período intimista.
Cyrano, con su enorme nariz y el corazón de chiquillo, espadachín terrible y tiernísimo amante, personaje siempre apreciado por el espíritu francés que le ha ensalzado casi en todos los siglos, permanece como la última y gloriosa expresión del héroe del siglo XIX, que nacido con el romanticismo de Víctor Hugo, alcanzó en él, toda su madurez.
Posteriormente, debido a las características psicológicas del personaje teatral, se denominó “Complejo de Cyrano”, a las personas que reprimen sus instintos sexuales, y participan del éxtasis del acto sexual ajeno; es decir, ser feliz únicamente viendo como una pareja están enamorados.
El enfermo, al no poder tener una relación amorosa, se contenta viendo como otra persona la tiene.
En definitiva, disfruta como los demás disfrutan del amor.
Y “El Síndrome de Bergerac” que es lo opuesto al “Síndrome de Anát”, pues en este caso, es la falta de confianza y la escasa o distorsionada auto-imagen que posee el subordinado quien lo motiva a ceder su ingenio a terceros, ya que considera que sólo por esa vía, será posible la materialización de sus ideas o propuestas, pues de lo contrario, pasarían desapercibidas.
Aun así, me atrevo a comparar la pasión sexual, con la problemática de Cyrano de Bergerac y su nariz...
El caballero quiere amar y ser amado.
Su protuberante apéndice nasal, parece impedírselo.
Ante tal carga, a todas luces difícil de sobrellevar, podría haber acudido a la rinoplastia, y acabar con el obstáculo, y esperar la reacción de la contraparte...
Pero eran otra época… y podría haber liquidado molestia e incomodidad semejante, a costa de transformarse en quien no era.
Sin embargo, Cyrano de Bergerac eligió convivir con su perfil, el que le tocó y, manteniendo su singularidad, su distintivo y su grandeza, y acabó convirtiéndose en referente, como mínimo, para quienes convivían con él.
Por su parte, el actor y cineasta español, Carlos Olalla dijo en su momento:
“La baja autoestima, respecto a nuestro cuerpo y/o habilidades mentales, condiciona nuestras posibilidades de desarrollarnos, de crecer, de vivir historias de amor, de encontrar trabajo, de establecer relaciones, hasta incluso, de entablar amistades.
La belleza, la verdadera belleza, es la que habita en nuestro interior.
Es a través de ella como vemos el mundo, la belleza de los demás, el alma de los demás.
Solo desarrollando nuestra belleza interior, seremos capaces de apreciar y ver la belleza interior de las demás personas, de encontrar la verdadera belleza, y de tratar a quienes nos rodean con justicia, dándoles a todos, las oportunidades que todos merecen”
Siendo como fue, capaz de hacer poesía con sus dificultades; y así se transformó en mito.
Durante siglos, el personaje de Cyrano de Bergerac, ha entrado en el reducido Olimpo literario de las criaturas de ficción que se han convertido en referencias universales de tipos humanos:
Don Quijote, don Juan, Otelo, Fausto...
Sólo que Cyrano de Bergerac, fue más que una ficción; fue también un hombre de carne y hueso.
La innegable inspiración de Rostand, su capacidad para ofrecer un espectáculo lleno de romanticismo y pasión en plena era de racionalismo y de naturalismo literario, había bebido en la verdadera historia del hombre que dio nombre a su personaje.
Uno que veía el interior, como la más bella de las creaciones humanas.

“All my laurels you have riven away... and my roses; yet in spite of you there is one crown I bear away with me.
And tonight, when I enter before God, my salute shall sweep away all the stars from the blue threshold!
One thing without stain, unspotted from the world in spite of doom mine own… and that is... my white plume”



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