Camelot

Terminando de ver “Camelot” (1967) de Joshua Logan con Richard Harris, Vanessa Redgrave, Franco Nero, David Hemmings, Lionel Jeffries, Laurence Naismith, Estelle Winwood, entre otros.
Musical adaptado del musical homónimo de 1960, escrito por Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, que a su vez se basa en La Leyenda del Rey Arturo, adaptada de la novela de T.H. White, “The Once and Future King”; por lo que esta es una versión contemporánea de La Leyenda Artúrica, tal y como la interpretó Hollywood.
La acción tiene lugar en el reino medieval de Camelot, donde El Caballero francés Lancelot du Lac, llega a La Corte del Rey Arthur para integrarse a La Orden de La Mesa Redonda; pero él se enamora de La Reina Guinevere, y su amor es correspondido; cuando Arthur se entera, monta en cólera y destruye la famosa mesa.
La película obtuvo 3 Premios OSCAR:
Mejor Dirección Artística, Mejor Vestuario y Mejor Música Adaptada; y nominado por sonido y fotografía.
Hay que decir que para esta producción se omitieron varias canciones, y se centró más en el triángulo amoroso adúltero; pero tiene altos valores de producción:
El elegante vestuario como las armaduras o los trajes de La Reina, el salón principal, la famosa Mesa Redonda, los decorados en general, excepto cuando se requieren escenas de nieve, donde se nota el control ambiental de Estudio, llegando al “cartón piedra”, con buena fotografía de los escenarios naturales, presentando momentos muy bucólicos y barrocos.
En ese sentido, todo aquí está bien intencionado; y para muchos afectó el hecho que la producción de Broadway con Julie Andrews y Richard Burton, que había dejado su huella unos años antes, la película intentaba revitalizar el interés de la capa de abrigo menguante en esa producción.
Y así es como se siente la película; un esfuerzo apresurado que no escatimó en gastos para traer el mundo de fantasía de Arthur, su castillo Camelot, La Reina, Los Caballeros y todo lo demás; pero su desarrollo es demasiado lento, al tiempo que el filme dura 179 minutos con obertura, intermedio, entre acto y música de salida; que la hizo muy agotadora; también no hay canciones que queden en la memoria, ni momentos que logren el recuerdo placentero; salvo las actuaciones de Richard Harris como El Rey Arthur, que tiene mucho carisma; Vanessa Redgrave como Guinevere, siempre correcta, y un muy hermoso Franco Nero como Lancelot du Lac, pero con la voz cantante de Gene Merlino, y un acento inglés espantoso.
En el fondo, los personajes no son suficientemente simpáticos, por lo que concluyo que la película carece de “magia”, aunado a las 3 horas de metraje, el ritmo lento y estático, la calidad artificial en algunos momentos, el uso incesante de primeros planos, la incapacidad de mantener el impulso emocional, la agitación fatal entre la realidad y la fantasía; y la incapacidad de explotar los recursos del medio cinematográfico, etc.
Total, es una película muy aburrida, sin prácticamente ninguna traducción al medio cinematográfico, y un abandono total de las posibilidades imaginativas del espléndido material encarnado en La Leyenda Artúrica; porque, por ejemplo, no se muestra a Arthur extrayendo a Excalibur de la roca, y en su lugar se habla simplemente de ello…
Eso sí, “Camelot” ha quedado, muy sin embargo, asociado con La Administración de John F. Kennedy, por lo que a veces se la llama “La Era de Camelot”, y esto ocurrió después que Jacqueline Kennedy revelara tras el asesinato de JFK, que el musical había sido uno de sus discos favoritos, en especial las líneas:
“No dejes que te olviden.
Que una vez hubo un lugar, por un breve momento brillante, que fue conocido como Camelot”
Así, ella quería que su esposo fuera recordado como “bien intencionado, falsamente humano, pero en última instancia idealista y dedicado a los intereses de su país por encima de los suyos”
NO RECOMENDADA.



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