Körkarlen
Terminando de ver “Körkarlen” (1921) de Victor Sjöström con Victor Sjöström, Hilda Borgström, Tore Svennberg, Astrid Holm, Concordia Selander, Lisa Lundholm, entre otros.
Película de fantasía sueca, basada en la novela homónima de 1912 traducida como “La Carreta Fantasma” de la escritora Selma Lagerlöf, primera mujer en obtener El Premio Nobel de Literatura en 1909; siendo considerada “una de las obras centrales en la historia del cine sueco” y tiene inicio en La Víspera de Año Nuevo, cuando un conductor de un carruaje fantasmal, obliga a un hombre borracho a reflexionar sobre su vida egoísta y desperdiciada.
Primeramente decir que la autora trabajó toda su vida con un estilo narrativo que tendía a difuminar los límites entre el sueño y la realidad; y en esta particular forma de fantasía, mezcla lo sobrenatural con la crítica social como un retrato preciso de la adicción al alcohol y del microcosmos en descomposición que los adictos sustentan a su alrededor.
Técnicamente, la película se hizo en un uso especial de monocromo con sombreados, que retrataba el significado a través del color, del estado de ánimo, el sentido y el tiempo; y en el fondo, no se trata de un film de terror, sino un drama que posee una impactante fuerza emocional que reside en combinar lo natural y lo sobrenatural, la presencia directa de la crueldad y la miseria, con la presencia indirecta de la fe y de dios; todo ello gracias a unos actores y a una forma de actuar muy adelantada a la época.
Así se crea una atmósfera sobrenatural con un trasfondo moral, que adquiere todo su sentido para el espectador, al comprender que en el contexto social de la época, el alcohol causaba verdaderos estragos, y aquí es el demonio.
Sin embargo, lejos de ser una novela de realismo social, sus personajes adquieren cualidades míticas, donde el protagonista curiosamente es una personificación del mal, y no el héroe; en contraste con los males sociales concretos: un carro fantasmal de muerte y su jinete.
Así es como la visión de lo sobrenatural de la carreta fantasma insiste en su vertiente más romántica y decimonónica del término, con la muerte como figura mítica, el tránsito visto como perfeccionamiento, o el amor más allá del fin de la existencia; además de su turbio naturalismo, su inclinación espiritual y su enfermizo determinismo, aunque se matice algo al final del relato, relaciona al filme con el pensamiento europeo del “fin du siècle”
Como realizador, el estilo del director cimentó una serie de atractivas constantes temáticas, como la relación entre el individuo y la naturaleza, las arrebatadas historias de expiación, la búsqueda de la redención, la estrecha relación entre el bien y el mal, los demonios de la conciencia humana, las adaptaciones literarias de clásicos contemporáneos suecos, o la obsesión por los ambientes de crudo realismo; y un superlativo uso de los recursos visuales que lo emparentan con la experimentación narrativa, algo expresionista de otros cineastas como Dreyer o Murnau.
Pero la película es notable por sus efectos especiales, su estructura narrativa avanzada para la época con el uso del “flashbacks” dentro de otros “flashbacks”, llegué a contar al menos 4 tiempos en un solo capítulo, porque sí, el filme está dividido en capítulos; los cuales van develando a lo largo del metraje las ocultas y tensas relaciones entre los distintos personajes del relato, pero nunca de manera lineal o cronológica, sino en función de los vaivenes emocionales de los protagonistas.
De igual forma, estos “flashbacks” nunca aportan toda la información, sino que ésta es administrada a cuenta gotas para crear una estructura muy sesgada y subjetiva, inaudita para la época.
No es casual que la película haya sido una gran influencia en las obras de Ingmar Bergman, que declaró que “esta película era la película de todas las películas”, además, como curiosidad, la famosa escena “Here is Johnny” del filme “The Shining” (1980) de Stanley Kubrick, es un homenaje a la escena en la que David Holm, el personaje principal, intenta llegar a su esposa e hijos cortando la puerta con un hacha. Irónicamente, esa escena fue un homenaje a otro filme anterior llamado “Broken Blossoms” (1918) de D.W. Griffith, en la que ocurre una escena similar.
Así, la producción destaca por las múltiples superposiciones y dobles exposiciones que crean efectos fantasmagóricos, realizadas en la cámara mediante una impresión óptica que no estuvo disponible hasta principios de la década de 1930; y que permitió a los personajes “fantasmales” caminaran en 3 dimensiones, pudiendo ser cubiertos primero por un objeto en primer plano, pero cuando en la misma toma caminan delante del objeto, se vería a través del cuerpo semitransparente del fantasma; por lo que una de las dificultades notables era que las cámaras estaban giradas a mano, lo que significa que la cámara tenía que girarse exactamente a la misma velocidad en diferentes exposiciones para que el resultado final pareciera natural.
Pero el filme tiene como negativo, que se hace largo por el drama, que es bastante lento, no así las escenas donde entra la carreta fantasma en acción, que es lo más interesante cinematográficamente hablando; porque el drama moralizante es demasiado panfletario, eso de redimir los pecados de manera reiterativa y forzada, resulta molesto a día de hoy, supongo que entonces fue muy controvertido, pues era el flagelo de los hogares… aunque ahora lo es todavía… pero además, tiene un tufo de usar la religión como salvadora, al aferrarse a la fe y a la esperanza en la redención, eso no está mal, pero se nota muy descarado y evidente; por tanto, la historia de la hermana tuberculosa y algunas tomas reiterativas de la carreta fantasma en acción, debieron de ser cortadas para no alargar la historia, aun así, ver a la muerte bajar a fondo del mar para “rescatar” el cuerpo de un muerto, debió crispar a mucha gente por el horror de que nadie estaba seguro de ser abducido.
Pero todo ello no es culpa del director, ni de la película, es culpa de la autora, que aquí advierte sobre cómo evitar contraer la tuberculosis, con escenas de las consecuencias de la tos en público, la higiene y la esterilización de la ropa; por ello explica las enfermedades sociales concretas de la época: el alcoholismo y la violencia doméstica como una reflexión para “quien muera en La Víspera del Año Nuevo, deba conducir El Carruaje de La Muerte”
RECOMENDADA.
Película de fantasía sueca, basada en la novela homónima de 1912 traducida como “La Carreta Fantasma” de la escritora Selma Lagerlöf, primera mujer en obtener El Premio Nobel de Literatura en 1909; siendo considerada “una de las obras centrales en la historia del cine sueco” y tiene inicio en La Víspera de Año Nuevo, cuando un conductor de un carruaje fantasmal, obliga a un hombre borracho a reflexionar sobre su vida egoísta y desperdiciada.
Primeramente decir que la autora trabajó toda su vida con un estilo narrativo que tendía a difuminar los límites entre el sueño y la realidad; y en esta particular forma de fantasía, mezcla lo sobrenatural con la crítica social como un retrato preciso de la adicción al alcohol y del microcosmos en descomposición que los adictos sustentan a su alrededor.
Técnicamente, la película se hizo en un uso especial de monocromo con sombreados, que retrataba el significado a través del color, del estado de ánimo, el sentido y el tiempo; y en el fondo, no se trata de un film de terror, sino un drama que posee una impactante fuerza emocional que reside en combinar lo natural y lo sobrenatural, la presencia directa de la crueldad y la miseria, con la presencia indirecta de la fe y de dios; todo ello gracias a unos actores y a una forma de actuar muy adelantada a la época.
Así se crea una atmósfera sobrenatural con un trasfondo moral, que adquiere todo su sentido para el espectador, al comprender que en el contexto social de la época, el alcohol causaba verdaderos estragos, y aquí es el demonio.
Sin embargo, lejos de ser una novela de realismo social, sus personajes adquieren cualidades míticas, donde el protagonista curiosamente es una personificación del mal, y no el héroe; en contraste con los males sociales concretos: un carro fantasmal de muerte y su jinete.
Así es como la visión de lo sobrenatural de la carreta fantasma insiste en su vertiente más romántica y decimonónica del término, con la muerte como figura mítica, el tránsito visto como perfeccionamiento, o el amor más allá del fin de la existencia; además de su turbio naturalismo, su inclinación espiritual y su enfermizo determinismo, aunque se matice algo al final del relato, relaciona al filme con el pensamiento europeo del “fin du siècle”
Como realizador, el estilo del director cimentó una serie de atractivas constantes temáticas, como la relación entre el individuo y la naturaleza, las arrebatadas historias de expiación, la búsqueda de la redención, la estrecha relación entre el bien y el mal, los demonios de la conciencia humana, las adaptaciones literarias de clásicos contemporáneos suecos, o la obsesión por los ambientes de crudo realismo; y un superlativo uso de los recursos visuales que lo emparentan con la experimentación narrativa, algo expresionista de otros cineastas como Dreyer o Murnau.
Pero la película es notable por sus efectos especiales, su estructura narrativa avanzada para la época con el uso del “flashbacks” dentro de otros “flashbacks”, llegué a contar al menos 4 tiempos en un solo capítulo, porque sí, el filme está dividido en capítulos; los cuales van develando a lo largo del metraje las ocultas y tensas relaciones entre los distintos personajes del relato, pero nunca de manera lineal o cronológica, sino en función de los vaivenes emocionales de los protagonistas.
De igual forma, estos “flashbacks” nunca aportan toda la información, sino que ésta es administrada a cuenta gotas para crear una estructura muy sesgada y subjetiva, inaudita para la época.
No es casual que la película haya sido una gran influencia en las obras de Ingmar Bergman, que declaró que “esta película era la película de todas las películas”, además, como curiosidad, la famosa escena “Here is Johnny” del filme “The Shining” (1980) de Stanley Kubrick, es un homenaje a la escena en la que David Holm, el personaje principal, intenta llegar a su esposa e hijos cortando la puerta con un hacha. Irónicamente, esa escena fue un homenaje a otro filme anterior llamado “Broken Blossoms” (1918) de D.W. Griffith, en la que ocurre una escena similar.
Así, la producción destaca por las múltiples superposiciones y dobles exposiciones que crean efectos fantasmagóricos, realizadas en la cámara mediante una impresión óptica que no estuvo disponible hasta principios de la década de 1930; y que permitió a los personajes “fantasmales” caminaran en 3 dimensiones, pudiendo ser cubiertos primero por un objeto en primer plano, pero cuando en la misma toma caminan delante del objeto, se vería a través del cuerpo semitransparente del fantasma; por lo que una de las dificultades notables era que las cámaras estaban giradas a mano, lo que significa que la cámara tenía que girarse exactamente a la misma velocidad en diferentes exposiciones para que el resultado final pareciera natural.
Pero el filme tiene como negativo, que se hace largo por el drama, que es bastante lento, no así las escenas donde entra la carreta fantasma en acción, que es lo más interesante cinematográficamente hablando; porque el drama moralizante es demasiado panfletario, eso de redimir los pecados de manera reiterativa y forzada, resulta molesto a día de hoy, supongo que entonces fue muy controvertido, pues era el flagelo de los hogares… aunque ahora lo es todavía… pero además, tiene un tufo de usar la religión como salvadora, al aferrarse a la fe y a la esperanza en la redención, eso no está mal, pero se nota muy descarado y evidente; por tanto, la historia de la hermana tuberculosa y algunas tomas reiterativas de la carreta fantasma en acción, debieron de ser cortadas para no alargar la historia, aun así, ver a la muerte bajar a fondo del mar para “rescatar” el cuerpo de un muerto, debió crispar a mucha gente por el horror de que nadie estaba seguro de ser abducido.
Pero todo ello no es culpa del director, ni de la película, es culpa de la autora, que aquí advierte sobre cómo evitar contraer la tuberculosis, con escenas de las consecuencias de la tos en público, la higiene y la esterilización de la ropa; por ello explica las enfermedades sociales concretas de la época: el alcoholismo y la violencia doméstica como una reflexión para “quien muera en La Víspera del Año Nuevo, deba conducir El Carruaje de La Muerte”
RECOMENDADA.
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