Attila - Verdi
Terminando de ver “Attila” (1846), ópera en 1 Prólogo y III Actos, con música de Giuseppe Verdi y libreto de Temistocle Solera, basado en la pieza teatral “Attila, König der Hunnen” (1809) de Zacharias Werner.
La ópera fue estrenada el 17 de marzo de 1846 en El Teatro La Fenice de Venecia; escrita en la época verdiana “de galeras”, de manera “urgente, rápida, juvenil”, es enérgica y ruidosa, caracterizada por sus tintes patrióticos que le dieron fama como compositor político.
Mientras el enfoque de Solera fue enfatizar un atractivo para el italiano, específicamente el patriotismo veneciano, ignoraba muchos de los elementos de la obra; esto incluía, invertir el orden de las escenas clave y, en el caso de la escena inicial que muestra los cimientos de Venecia, inventarla totalmente.
En realidad, Verdi tomó algunas libertades con respecto a la historia, a fin de dar a sus personajes un perfil más complejo.
Así, en su ópera, el epónimo “Attila” es un protagonista asaltado por las dudas, muy diferente del despiadado Jefe de Los Hunos de la leyenda; y en la ópera, los únicos personajes históricos son solo 2: Attila y Ezio.
La acción tiene lugar en Italia, en el año 425, durante el prólogo en Aquilea y La Laguna Adriática, donde el pueblo italiano primitivo está a punto de caer en las garras del malvado invasor.
Así, en 1846, los italianos podían fácilmente comparar al dominador austríaco con los bárbaros opresores de la ópera; y aparte del tema patriótico, los personajes tienen perfiles psicológicos interesantes, como el propio Attila, que es mucho más que un villano al uso.
Mientras el aria heroica del acto 2 de Ezio, “È gettata la mia sorte” o “Mi suerte está lanzada, estoy preparado para cualquier guerra”, es un buen ejemplo del género característico de Verdi, y alcanzó la fama en su propio tiempo con el público, en el contexto de la adopción de una Constitución Liberal por Fernando II; por lo que se elogia como adecuada para la educación política del pueblo, mientras que, en contraste, es “teutónica” por naturaleza.
Esta producción es de 1991, con Samuel Ramey, Kaludi Kaludov, Cheryl Studer, Giorgio Zancanaro, entre otros; Riccardo Muti dirige La Orquesta del Teatro alla Scala de Milán; grabada allí en vivo por Christopher Swann para La RAI en 1991.
Sobre los cantantes, la mejor actuación proveniente de Samuel Ramey en el papel principal, que es simplemente magnífico:
Tiene una voz muy resonante, y su presencia en el escenario es tan magnética como convincente.
De hecho fue su rol desde 1981, en especial en La Ópera de La Ciudad de New York, que no se había visto allí durante 150.
Por lo que Attila es uno de los mejores papeles de Ramey, porque en su canto derrama océanos de tono gloriosos, y como el personaje no requiere que sea mucho más que severo, su notable atractivo sexual, ya sea en su canto o en su actuación, no es un problema.
Así, Attila es el único personaje “simpático” en esta extraña ópera, donde la sección más larga es, de hecho, El Prólogo.
Por otra parte, la belleza deslumbrante de la muy breve carrera internacional de Cheryl Studer como Odabella, destaca especialmente en su actuación, que es fascinante desde El Prólogo, con una hermosa voz, en buena forma, con el tono brillante, la coloratura, está completamente segura y, como siempre, la intención dramática es aparentemente la más importante en su canto; por lo que su actuación nunca es inferior.
Kaludi Kaludov es un sólido Forresto, y Giorgio Zancanaro un buen Ezio, particularmente durante “È gettata la mia sorte” que se hace con mucha agilidad y nobleza. Zancanaro, de voz negra, es casi perfecto como el traidor General Romano Ezio; y durante la mayor parte del tiempo, canta “forte” según lo requerido, especialmente en duetos con Ramey, donde el bajo y el barítono a menudo se superponen en el rango vocal, y siempre producen una profundidad de sonido gloriosa.
Mientas Foresto es un personaje extraño:
Es el líder patriótico de las personas desplazadas, el conspirador vacilante que necesita su determinación para ponerse rígido, por Ezio, y su amante fácil de influencia.
Él tiene que ser uno de los papeles de tenor menos interesantes de Verdi, pero Kaludi Kaludov canta maravillosamente; además de ser un papel corto y redondo, es un actor sólido, algo que puede haber contribuido a su limitada carrera internacional.
Como producción, es tensa e incisiva, fuerte y compacta, y extraordinariamente dramática.
De relativa brevedad, con un número clave que sigue inmediatamente a otro, tiene un gran impacto por sus trajes tradicionales y utilizando conjuntos de decorados mínimos pero atmosféricos, donde los escenarios y la iluminación son magníficos, y el vestuario, en particular el aspecto imponente de Attila en general, aunque al principio no estaba del todo seguro de que Los Hunos se vistieran de azul y rosa…
Y al igual que con todas las primeras óperas de Verdi, hay momentos individuales impresionantes, particularmente en esos grandes movimientos de decorados que constantemente inspiraron al compositor a redefinir y perfeccionar su lenguaje dramático.
Por su parte, la dirección de Riccardo Muti y la orquesta bajo su batuta, son acertadas.
Él dirige un excelente reparto en la poderosa y atmosférica producción de la 9ª ópera de Verdi; y es que Muti ha grabado más óperas Verdi que nadie, y la experiencia lo demuestra; también es un director de orquesta en vivo más emocionante, por lo que esta es la actuación más recomendable de “Attila” actualmente en el catálogo.
Por tanto, esta es una actuación para saborear visualmente. El movimiento escénico es excelente.
Los trajes son deslumbrantes con colores gloriosamente sutiles y apagados para los refugiados, que contrastan con los colores oscuros de los trajes de los ermitaños.
Todo esto es ayudado por un excelente trabajo de cámara, que produce varios cuadros en la pantalla.
Y los cambios de escena en el escenario se logran de manera tan suave, musical y visual, que es una delicia ver y escuchar.
Por último, el sonido tiene algunas bajadas impares en el nivel, sobre todo para La Studer, pero por lo demás está bien.
En el fondo, Verdi comenzó a instigar una acción patriótica con su música.
Los extranjeros nunca podrán comprender la influencia que durante un cierto período ejercieron las ardientes melodías que Verdi concebía, cuando situaciones, o incluso versos aislados, evocaban la desgraciada condición en que se hallaba el pueblo italiano, sus recuerdos y sus esperanzas.
El público veía alusiones por doquier, pero Giuseppe Verdi las visualizaba antes, adaptándolas a su inspirada música, lo que a menudo terminaba provocando una verdadera revolución en los teatros.
Por tanto, el fenómeno Verdi es inconcebible sin asociarlo al movimiento del “Risorgimento Italiano” ya que absorbió su atmósfera y su tono, y formuló, tanto en palabras como en música, un estilo a través del cual, el pueblo italiano encontró la clave de su dramática situación, y vibró con ella; pues son abundantes los momentos en los que se recurre a esta “llamada patriótica”
Y paradójicamente, es bastante curioso que ni libretista ni compositor se dieran cuenta de que a Attila le otorgaban un carácter “demasiado noble” y que Odabella y Foresto defendieran a Roma “con complots moralmente inaceptables” Resulta también extraño que Odabella salve a Attila de morir envenenado, para después apuñalarlo, cosas de la convención teatral.
Lo bueno de este “operón” según algunos por su robusta vocalidad en los personajes principales, es que además podría tener “otras lecturas”:
Es la única ópera verdiana que tiene a un bajo como titular, aunque esto no sea del todo cierto al existir “Oberto”, pero es que no tienen nada que ver uno con otro.
El argumento fue elegido por la fuerza de las situaciones y los personajes, por la violencia de los sentimientos y por, como no, las alusiones patrióticas.
Pero parece que marca un punto de inflexión, pues el compositor muestra por primera vez una inquietud por respetar en lo posible la “verdad histórica” o lo que entonces se entendía por eso, lo que equivale a un afán de autenticidad.
Abandona su antigua propensión a introducir en sus óperas fragmentos cuyo origen había que buscar en sus tiempos de Busseto, con su gusto por las marchas, los metales y las fanfarrias.
Un buen ejemplo del punto anterior, es La Sinfonía inicial, muy estimable y una de sus mejores oberturas.
Por primera vez, Verdi intenta un pasaje de música descriptiva:
El momento en que amanece sobre la laguna, mientras la tempestad cede al salir El Sol y el coro de los eremitas reza en absorto fervor.
Se cierra con la agitada llegada de los expatriados de Aquilea, y la primera aria de Foresto. Introduce en su música el sentimiento de la naturaleza, vinculándola a la situación emotiva representada, consiguiendo un resultado notable.
El concertante que cierra el II acto donde, también por primera vez, en lugar de ser estático, los acontecimientos se suceden con mucha rapidez, consiguiendo casi su deseo de captar situaciones en movimiento.
Finalmente, el relato histórico fue aprovechado como símbolo de la resistencia de los italianos ante el invasor:
“Armaste el odio del oprimido con la espada del opresor”, canta Odabella, la verdadera heroína de la ópera, quien terminará asesinando al Rey de Los Hunos como muestra de la victoria sobre el poder.
Otros más contemporáneos, podrán ver muchos indicios de los acontecimientos acaecidos en Italia durante La Segunda Guerra Mundial, como alusiones a Hitler y Mussolini.
En fin:
“Quédate con todo El Universo, pero déjame Italia a mí”
La ópera fue estrenada el 17 de marzo de 1846 en El Teatro La Fenice de Venecia; escrita en la época verdiana “de galeras”, de manera “urgente, rápida, juvenil”, es enérgica y ruidosa, caracterizada por sus tintes patrióticos que le dieron fama como compositor político.
Mientras el enfoque de Solera fue enfatizar un atractivo para el italiano, específicamente el patriotismo veneciano, ignoraba muchos de los elementos de la obra; esto incluía, invertir el orden de las escenas clave y, en el caso de la escena inicial que muestra los cimientos de Venecia, inventarla totalmente.
En realidad, Verdi tomó algunas libertades con respecto a la historia, a fin de dar a sus personajes un perfil más complejo.
Así, en su ópera, el epónimo “Attila” es un protagonista asaltado por las dudas, muy diferente del despiadado Jefe de Los Hunos de la leyenda; y en la ópera, los únicos personajes históricos son solo 2: Attila y Ezio.
La acción tiene lugar en Italia, en el año 425, durante el prólogo en Aquilea y La Laguna Adriática, donde el pueblo italiano primitivo está a punto de caer en las garras del malvado invasor.
Así, en 1846, los italianos podían fácilmente comparar al dominador austríaco con los bárbaros opresores de la ópera; y aparte del tema patriótico, los personajes tienen perfiles psicológicos interesantes, como el propio Attila, que es mucho más que un villano al uso.
Mientras el aria heroica del acto 2 de Ezio, “È gettata la mia sorte” o “Mi suerte está lanzada, estoy preparado para cualquier guerra”, es un buen ejemplo del género característico de Verdi, y alcanzó la fama en su propio tiempo con el público, en el contexto de la adopción de una Constitución Liberal por Fernando II; por lo que se elogia como adecuada para la educación política del pueblo, mientras que, en contraste, es “teutónica” por naturaleza.
Esta producción es de 1991, con Samuel Ramey, Kaludi Kaludov, Cheryl Studer, Giorgio Zancanaro, entre otros; Riccardo Muti dirige La Orquesta del Teatro alla Scala de Milán; grabada allí en vivo por Christopher Swann para La RAI en 1991.
Sobre los cantantes, la mejor actuación proveniente de Samuel Ramey en el papel principal, que es simplemente magnífico:
Tiene una voz muy resonante, y su presencia en el escenario es tan magnética como convincente.
De hecho fue su rol desde 1981, en especial en La Ópera de La Ciudad de New York, que no se había visto allí durante 150.
Por lo que Attila es uno de los mejores papeles de Ramey, porque en su canto derrama océanos de tono gloriosos, y como el personaje no requiere que sea mucho más que severo, su notable atractivo sexual, ya sea en su canto o en su actuación, no es un problema.
Así, Attila es el único personaje “simpático” en esta extraña ópera, donde la sección más larga es, de hecho, El Prólogo.
Por otra parte, la belleza deslumbrante de la muy breve carrera internacional de Cheryl Studer como Odabella, destaca especialmente en su actuación, que es fascinante desde El Prólogo, con una hermosa voz, en buena forma, con el tono brillante, la coloratura, está completamente segura y, como siempre, la intención dramática es aparentemente la más importante en su canto; por lo que su actuación nunca es inferior.
Kaludi Kaludov es un sólido Forresto, y Giorgio Zancanaro un buen Ezio, particularmente durante “È gettata la mia sorte” que se hace con mucha agilidad y nobleza. Zancanaro, de voz negra, es casi perfecto como el traidor General Romano Ezio; y durante la mayor parte del tiempo, canta “forte” según lo requerido, especialmente en duetos con Ramey, donde el bajo y el barítono a menudo se superponen en el rango vocal, y siempre producen una profundidad de sonido gloriosa.
Mientas Foresto es un personaje extraño:
Es el líder patriótico de las personas desplazadas, el conspirador vacilante que necesita su determinación para ponerse rígido, por Ezio, y su amante fácil de influencia.
Él tiene que ser uno de los papeles de tenor menos interesantes de Verdi, pero Kaludi Kaludov canta maravillosamente; además de ser un papel corto y redondo, es un actor sólido, algo que puede haber contribuido a su limitada carrera internacional.
Como producción, es tensa e incisiva, fuerte y compacta, y extraordinariamente dramática.
De relativa brevedad, con un número clave que sigue inmediatamente a otro, tiene un gran impacto por sus trajes tradicionales y utilizando conjuntos de decorados mínimos pero atmosféricos, donde los escenarios y la iluminación son magníficos, y el vestuario, en particular el aspecto imponente de Attila en general, aunque al principio no estaba del todo seguro de que Los Hunos se vistieran de azul y rosa…
Y al igual que con todas las primeras óperas de Verdi, hay momentos individuales impresionantes, particularmente en esos grandes movimientos de decorados que constantemente inspiraron al compositor a redefinir y perfeccionar su lenguaje dramático.
Por su parte, la dirección de Riccardo Muti y la orquesta bajo su batuta, son acertadas.
Él dirige un excelente reparto en la poderosa y atmosférica producción de la 9ª ópera de Verdi; y es que Muti ha grabado más óperas Verdi que nadie, y la experiencia lo demuestra; también es un director de orquesta en vivo más emocionante, por lo que esta es la actuación más recomendable de “Attila” actualmente en el catálogo.
Por tanto, esta es una actuación para saborear visualmente. El movimiento escénico es excelente.
Los trajes son deslumbrantes con colores gloriosamente sutiles y apagados para los refugiados, que contrastan con los colores oscuros de los trajes de los ermitaños.
Todo esto es ayudado por un excelente trabajo de cámara, que produce varios cuadros en la pantalla.
Y los cambios de escena en el escenario se logran de manera tan suave, musical y visual, que es una delicia ver y escuchar.
Por último, el sonido tiene algunas bajadas impares en el nivel, sobre todo para La Studer, pero por lo demás está bien.
En el fondo, Verdi comenzó a instigar una acción patriótica con su música.
Los extranjeros nunca podrán comprender la influencia que durante un cierto período ejercieron las ardientes melodías que Verdi concebía, cuando situaciones, o incluso versos aislados, evocaban la desgraciada condición en que se hallaba el pueblo italiano, sus recuerdos y sus esperanzas.
El público veía alusiones por doquier, pero Giuseppe Verdi las visualizaba antes, adaptándolas a su inspirada música, lo que a menudo terminaba provocando una verdadera revolución en los teatros.
Por tanto, el fenómeno Verdi es inconcebible sin asociarlo al movimiento del “Risorgimento Italiano” ya que absorbió su atmósfera y su tono, y formuló, tanto en palabras como en música, un estilo a través del cual, el pueblo italiano encontró la clave de su dramática situación, y vibró con ella; pues son abundantes los momentos en los que se recurre a esta “llamada patriótica”
Y paradójicamente, es bastante curioso que ni libretista ni compositor se dieran cuenta de que a Attila le otorgaban un carácter “demasiado noble” y que Odabella y Foresto defendieran a Roma “con complots moralmente inaceptables” Resulta también extraño que Odabella salve a Attila de morir envenenado, para después apuñalarlo, cosas de la convención teatral.
Lo bueno de este “operón” según algunos por su robusta vocalidad en los personajes principales, es que además podría tener “otras lecturas”:
Es la única ópera verdiana que tiene a un bajo como titular, aunque esto no sea del todo cierto al existir “Oberto”, pero es que no tienen nada que ver uno con otro.
El argumento fue elegido por la fuerza de las situaciones y los personajes, por la violencia de los sentimientos y por, como no, las alusiones patrióticas.
Pero parece que marca un punto de inflexión, pues el compositor muestra por primera vez una inquietud por respetar en lo posible la “verdad histórica” o lo que entonces se entendía por eso, lo que equivale a un afán de autenticidad.
Abandona su antigua propensión a introducir en sus óperas fragmentos cuyo origen había que buscar en sus tiempos de Busseto, con su gusto por las marchas, los metales y las fanfarrias.
Un buen ejemplo del punto anterior, es La Sinfonía inicial, muy estimable y una de sus mejores oberturas.
Por primera vez, Verdi intenta un pasaje de música descriptiva:
El momento en que amanece sobre la laguna, mientras la tempestad cede al salir El Sol y el coro de los eremitas reza en absorto fervor.
Se cierra con la agitada llegada de los expatriados de Aquilea, y la primera aria de Foresto. Introduce en su música el sentimiento de la naturaleza, vinculándola a la situación emotiva representada, consiguiendo un resultado notable.
El concertante que cierra el II acto donde, también por primera vez, en lugar de ser estático, los acontecimientos se suceden con mucha rapidez, consiguiendo casi su deseo de captar situaciones en movimiento.
Finalmente, el relato histórico fue aprovechado como símbolo de la resistencia de los italianos ante el invasor:
“Armaste el odio del oprimido con la espada del opresor”, canta Odabella, la verdadera heroína de la ópera, quien terminará asesinando al Rey de Los Hunos como muestra de la victoria sobre el poder.
Otros más contemporáneos, podrán ver muchos indicios de los acontecimientos acaecidos en Italia durante La Segunda Guerra Mundial, como alusiones a Hitler y Mussolini.
En fin:
“Quédate con todo El Universo, pero déjame Italia a mí”



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