All The King’s Men

“Cada hombre es un Rey, pero ninguno lleva la corona”

Cuando el bien… sale del mal.
All The King’s Men trata un tema que nunca pasa de moda, como es la capacidad de corromper que lleva implícito el poder y la enorme distancia que media entre las palabras, la oratoria, y el programa de un político y la forma en la que ha de mover los hilos en la sombra para conseguir realizaciones concretas, sacrificando los medios para alcanzar un fin determinado.
“El poder corrompe, un poder absoluto corrompe absolutamente” y All The King’s Men lo muestra a la perfección.
Resulta que Huey Long (1893–1935) fue un controvertido político Demócrata de Alabama, llegó a ser Gobernador y Senador antes de ser asesinado.
Sus años más influyentes coincidieron con la Gran Depresión y con la supremacía de Franklin D. Roosevelt en la política de los Estados Unidos.
Si bien apoyó a Roosevelt, luego se tornó en su contra y, debido a sus políticas populistas, muchos llegaron a considerarlo un demagogo y un gran peligro para la nación.
Desde el Congreso, cuando ya no era Gobernador, siguió digitando los destinos de Alabama, y sus tentáculos se expandían a todos los niveles del poder.
Tal figura no podía escapar la avidez de más de un biógrafo.
Pero, curiosamente, dos de los escritores que se avocaron a la tarea lo hicieron a través de un personaje ficticio, obviamente inspirado en Long.
La novela de más repercusión, ganadora del Premio Pulitzer, fue All The King’s Men de 1946, de Robert Penn Warren.
Penn Warren había logrado con gran suceso lo mismo que Orson Welles con su film Citizen Kane de 1941, quien recreó con referencias nada veladas la vida del magnate periodístico William Randolph Hearst.
Pero, para suerte de Penn Warren, Huey Long no estaba vivo para tratar de destruir su carrera o la de quien se atreviese a llevar su “biografía” al cine, como lo hizo Hearst en una implacable cruzada contra Welles.
El director que se interesó en el proyecto fue precisamente Robert Rossen.
Rossen impregnó en este film, un tono oscuro, descarnado, mostrando el rostro diabólico de la política, la furia de las ambiciones y el desenfreno de una turba motivada.
Eran tiempos difíciles, como los que se evidencian actualmente en el gran país del norte.
Cuando la miseria aprieta surgen los falsos profetas, los embusteros, los inefables.
Aquellos que utilizan la ignorancia de la población para hacerse indebidamente del poder, realizando toda clase de malas acciones, se legitiman en el clamor popular que poco sabe.
En All The King’s Men de Rossen, nos hallamos ante un encantador de serpientes, ante un charlatán capaz de hacerte comulgar con ruedas de molino, un Maquiavelo con una ambición desmedida, un… un político.
Lo más triste es que se creen su papel, se piensan como verdaderos héroes.
All The King’s Men es una parábola sobre la perversión de los ideales, sobre la falta de escrúpulos, cuando no sobre la pura amoralidad, como fórmula infalible de ascensión y / o promoción social; peldaño a peldaño, sin prisas pero sin pausas, decidido, con andar firme, hasta llegar allí donde se siente el vértigo del poder y… la más completa de las soledades.
Estamos, pues, ante uno de los grandes clásicos políticos del cine hollywoodense de todos los tiempos.
All The King’s Men es una película estadounidense dirigida por Robert Rossen para Columbia Pictures, con guion del mismo Rossen basado en la novela de Robert Penn Warren titulada “All the King's Men”.
Sus protagonistas, ENORME Broderick Crawford, Mercedes McCambridge, John Ireland, Joanne Dru, John Derek, Shepperd Strudwick y Anne Seymour.
All The King’s Men narra el ascenso y la cada de un hombre no muy inteligente pero con una capacidad oratoria descomunal, cualidad que le lleva a ser elegido gobernador de Louisiana.
Invistiéndose en primera instancia como paladín de la lucha contra la corrupción, acabará finalmente emponzoñado por los efluvios de su propia pócima.
Aplicable a la política estamos ante un tema arriesgado y muy complejo, critica a las cabezas que gobiernan nuestros países y de cómo éstos utilizan su poder para pensar en sus propios intereses y a veces utilizan los peores medios que se puedan imaginar, perdiendo todo tipo de humanidad y dignidad, así es nuestro hombre que nació en la humildad y acabó utilizando la mafia para llegar al poder.
All The King’s Men es una crítica especial al mundo de la dialéctica y de como esta se utiliza para mover a las masas, a esas masas ignorantes capaces de hacer mucho ruido, una crítica al mundo que rodea la política y esa mafia que circula por la venas de la democracia, un tema aplicable a los años cuarenta y sin duda, a tiempos actuales.
¿Mesías o dictador?
Esta es una pregunta que surge de los diálogos de nuestros personajes.
Robert Rossen escribió el guión adaptado de la novela de Penn Warren, dirigió y produjo All The King’s Men con su propia compañía productora; es decir, en forma independiente.
No incluyó grandes nombres en el reparto, usó inclusive actores no profesionales y luego salió a tratar de convencer a alguno de los grandes estudios para que distribuyeran el producto terminado.
Broderick Crawford hasta ese momento había desempeñado papeles secundarios.
A pesar de que en algún momento se consideró a Humphrey Bogart para desempeñar uno de los papeles principales, con este film Broderick logró el mejor papel cinematográfico de su carrera, con una performance sumamente lograda, electrizante y voraz.
John Ireland, Mercedes McCambridge y el joven John Derek también brindaron excelentes actuaciones.
A la hora de las nominaciones para el Oscar, a All The King’s Men no le pudo ir mejor; consiguió 7 Nominaciones: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor Protagonista (Broderick Crawford), Mejor Actor de Reparto (John Ireland), Mejor Actriz de Reparto (McCambridge), Mejor Guión Adaptado y Mejor Montaje).
Ganadora de tres Oscar, uno para Crawford, otro para Rossen como productor, y otro para Mercedes McCambridge, en su debut, como actriz de reparto.
El personaje interpretado por el oscarizado Broderick Crawford evoluciona de una manera perfectamente creíble, pasando de ser un inocente ciudadano con los mejores ideales a un animal político adicto al poder.
La transición está marcada brillantemente por la borrachera a la que es empujado por una despiadada Sadie Burke (Mercedes McCambridge), harta de tener que utilizarle como una herramienta en la campaña electoral, con el fin dividir el voto en favor de su verdadero jefe.
Rossen parece querer decir que en un alma limpia se puede llegar a desencadenar una reacción en cadena en cuanto ésta entra en contacto con cualquier vicio.
Por decirlo así, la atracción que Broderick siente hacia una mujer que no es la suya y el alcohol son sus detonantes personales.
El mensaje de All The King’s Men es evidente; el poder puede corromper, y no solo a la persona que lo ostenta, sino a todos aquellos que le rodean.
Es el caso de Sadie, que en un principio le desprecia y luego no puede despegarse de él; ocurre lo mismo con el periodista Jack Burden (John Ireland), que acude en un principio al pueblo natal de Willie Stark (Broderick Crawford) con voluntad informativa; pero cuando éste ha alcanzado notoriedad, le apoya incluso en contra de sus principios y sospechando de las prácticas poco ortodoxas que utiliza para conseguir sus objetivos.
All The King’s Men, en lo más álgido de la Caza de Brujas.
Robert Rossen (1908-1966) fue uno de los muchos damnificados por la caza de brujas, conformando esa “generación perdida” cinematográfica que nada tiene que envidiar a los Hemingway, Dos Passos, Faulkner, Fitzgerald o Steinbeck de su vertiente literaria.
Porque durante el reinado del miedo los Estados Unidos se deshicieron de algunas de sus mentes más lúcidas, brillantes y críticas.
Se creía y se calculaba que por aquel entonces el 50% de los guionistas de Hollywood y el 20% de sus actores eran militantes adheridos al Partido Comunista de los Estados Unidos (PCUSA).
Nada se sabía por aquel entonces de las barbaridades del comunismo, como poco o nada supieron los propios súbditos del régimen hasta el vigésimo congreso del partido, allá por 1956.
Hacía apenas un par de años que Stalin había sido aliado y depositario del mayor esfuerzo de guerra, si el esfuerzo lo contamos en millones de muertos, eso que para Iósiv Vissariónovich Dzhugashvili era “estadístico”.
Después vino la repartición de Europa, la caída de lo que el visionario Churchill denominó la cortina o telón de acero, el bloqueo de Berlín…
Los antecedentes de esta surrealista situación nos deben de sonar por estar, desgraciadamente, de rabiosa actualidad.
Porque todo comienza con una mayoría en 1946 -tanto en el Congreso como en el Senado- del Partido Republicano.
A esto le siguió la promulgación de leyes como la Taft-Harley en 1947, que obligaba a efectuar un juramento anticomunista antes de ocupar determinados cargos sindicales.
Más ingredientes para este caldo de cultivo: la crisis.
Los beneficios netos de la industria en 1947 fueron de 121 millones de dólares.
Un año después, en 1948, cayeron hasta… los 48 millones.
Total, que los “capos” de los grandes estudios estaban deseosos de hacerle cualquier guiño al gobierno… a cambio de ciertas prebendas, naturalmente.
“Yo te saco unos cuantos rojos de la madriguera y tú me echas una mano en lo mío… hoy por ti…”
La primera Comisión Parlamentaria contra “la infiltración comunista en Hollywood” (cito textualmente) data de octubre de 1947.
Comienzan a acuñarse algunos términos tristemente célebres con posterioridad, como la torticera diferenciación entre “testigos amistosos” (los buenos chicos, los americanos de verdad, los dispuestos a “cantar” de plano) y los “inamistosos” (o sea, los poseedores de todas las papeletas en el inminente sorteo de hostias).
Habiendo pues comenzado las sesiones del Comité de Actividades Antinorteamericanas en el 47, atreverse a hacer apenas dos años después algo como All The King’s Men fue poco menos que un suicidio.
Aunque no fuese muy consciente de la que se avecinaba, Rossen demostró valor, mucho valor y determinación.
Y se lo recompensaron acallando su voz durante más de una década
Llama la atención que uno de los mayores vicios de la política e incluso de la democracia, como es el de retener el poder a todo coste, siga estando tan extendido en todos los países y sociedades, y sea contemplado casi como una cualidad inherente al ejercicio del gobierno.
Frente a ello, transparencia, sólo transparencia.
Porque las sombras de la política son más oscuras que cien inviernos.
All The King’s Men es una cinta extraordinaria, y en el que uno se da cuenta que, a pesar de los años transcurridos, el panorama político, tanto allí, como allá, no ha cambiado en absoluto.
¿Cambiará algún día?
La respuesta queda en el aire.
Divide y vencerás… pero a que costo?

“Jack, there's something on everybody.
Man is conceived in sin and born in corruption”.


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