The Bridge On The River Kwai

Madness!

Resulta que el puente sobre el río Kwai realmente existió, y existe hoy en día, y fue construido al costo de más de 200 vidas de prisioneros ingleses, holandeses y australianos, fue destruido por bombas teleguiadas de la aviación estadounidense en 1945.
Después de la guerra fue reconstruido en metal.
Históricamente, se tiene documentado que el coronel Saito existió realmente, pero su verdadero carácter distaba del inhumano y cruel personaje del film.
El verdadero Saito era un militar que trataba a los prisioneros con respeto.
Hasta el punto de que, tras la derrota de Japón, el encargado de construir el puente el coronel británico Philip Tossey, acudió como testigo al consejo de guerra que el tribunal aliado para crímenes de guerra entabló contra Saito y lo salvó de la horca con sus declaraciones.
Cuando Tossey murió, en 1975, Saito viajó a Inglaterra para visitar su tumba.
Por su parte, y años después, el coronel Nicholson (Alec Guinness) se inspira en la figura real de Philip Tossey, teniente coronel ingeniero del ejército británico.
Prisionero de los japoneses, Tossey fingió aceptar el encargo de sus captores para construir el puente, aunque en realidad hizo lo que pudo para sabotear la construcción: desde añadir barro al cemento para debilitarlo hasta infectarlo de termitas que él y sus hombres cogían en la selva.
Hay cintas que trascienden con mucho el medio cinematográfico y se convierten en verdaderos iconos culturales.
Algunas veces, aunque el tiempo se encarga de demostrar sus carencias, prevalecen como iconos muy injustamente.
Otras, el tiempo demuestra hasta qué punto su validez es universal y atemporal.
La cinta número 12 de David Lean como director, The Bridge On The River Kwai pertenece al segundo grupo.
Aunque se engloba, de manera tangencial, en el cine bélico, es una de las historias de aventuras, en general, más famosas de la entera historia del cine, y lo es, no solamente porque su trama es apasionante, sobre todo porque Lean impregnó cada fotograma de su pertinaz personalidad, convirtiendo un material de base quizás anodino en un imborrable relato sobre el patetismo humano.
Lean, que durante muchos lustros sería ninguneado por compañeros de profesión y por cinéfilos (y críticos…) como un cineasta del montón, vendido a grandes producciones comerciales, comienza con The Bridge On The River Kwai su ciclo de éxitos y de ambiciosos proyectos, y lo hace con una apología encubierta al ejército británico, que también es una crítica encubierta a ciertos orgullosos y empecinados oficiales ingleses, por supuesto un juicio sobre lo absurdo de la guerra, y finalmente una arrolladora peripecia humana de superación y supervivencia, que pese a las lógicas limitaciones e imposiciones de su tiempo, se conserva hoy día tan plausible, tan imponente, como hace cincuenta y cuatro años.
The Bridge On The River Kwai, una joya cinemática de la que algunos supuestos directores de aventuras deberían aprender un poco, aunque sólo fuera a usar la cámara de un modo más sensato y más cabal, entre otras cosas.
¿Se pueden separar las acciones de sus consecuencias?
¿Hasta dónde es útil o dañino el orgullo nacional?
¿Dónde está la línea que separa la ambición de la humanidad?
“I am Colonel Saito.
In The name of His Imperial Majesty, I welcome you”
The Bridge On The River Kwai es una coproducción británica-estadounidense de 1957, del género bélico, dirigida magistralmente por Sir David Lean para Columbia Pictures y está protagonizada por William Holden (Sears), Jack Hawkins (Comandante Warden), Alec Guinness (Coronel Nicholson) y Sessue Hayakawa (Coronel Saito) en los papeles principales.
Curiosamente, el papel del estadounidense fue una imposición de los estudios para aprobar la realización de la película si como también le exigieron la inclusión de un papel femenino para la trama romántica.
El guion fue escrito por Michael Wilson & Carl Foreman, basada en la novela de Pierre Boulle: Le Pont De La Rivière Kwaï.
La historia relatada en el filme es ficción, pero recoge la verdadera historia de la construcción de la línea de ferrocarril de Burma de 1942 a1943, la misma fue rodada en el Reino Unido y Ceilán propiamente.
Como mencioné, el guión se basa en una novela del escritor francés Pierre Boulle, el cual se inspiró en hechos reales ocurridos en la selva de Birmania durante la Segunda Guerra Mundial.
Los japoneses utilizaron a miles de prisioneros de guerra ingleses, australianos y neozelandeses como mano de obra para la construcción de infraestructuras militares para la invasión de la India británica, entre ellas el puente sobre el río Kwai para el ferrocarril entre Rangún y la frontera tailandesa.
David Lean, hace un trabajo genial tras la cámara.
Su técnica es precisa, sobria, llena de planos amplios y de movimientos majestuosos en la dolly-cam.
Su uso de pocos sets (no hay más de 30 en todo el metraje, y eso que el film dura dos horas y media) es sublime, concentrando muy bien el dinamismo de cada escena, llevando de manera segura y entretenida al espectador.
Los 30 minutos finales, o los 30 iniciales, son pura magia, magnetismo cinematográfico y en especial el clímax, un emergente suspenso que el espectador llega a sentir en sus propias carnes, el sonido del tren que nunca llega, el descubrimiento del detonador, la explosión final, con esa cita que cierra el film tan alentadora y llena de tristeza de uno de los personajes que contemplan el fusilamiento final: "¡MADNESS!".
Lean llena de paisajes, templanza y precisión cada encuadre, el rodaje en la jungla, está perfectamente calculado, medido, compuesto en cada marco que muestra la cinta, nuevamente, una obra de precisión suiza a nivel narrativo y técnico, igualmente cargado de cine con mayúsculas, todo sea dicho.
El trabajo es perfecto y fantástico de principio a fin.
La música original, la firma Malcolm Arnold, una partitura corta en términos generales, pero mítica en muchos aspectos, consiguiendo grandes momentos en escenas claves, por lo que estamos ante un trabajo muy notable de Arnold, los silbidos de los soldados ingleses es algo que ya ha quedado en la memoria cinéfila.
The Bridge On The River Kwai, es quizás una de las películas más metafóricas, estupendas y redondas sobre la Segunda Guerra Mundial.
El libreto expone de manera perfecta el embudo claustrofóbico y paranoide de lo absurdo en las guerras.
Los egos de sus mandatarios (el duelo entre Nicholson y Saito es una absoluta maestría narrativa y representativa para ambos bandos, el inglés y el Japonés), la absoluta cárcel simbólica que se representa en un campamento situado en mitad de una isla, rodeado tan solo por la jungla y el caos de la guerra, es ahí donde se ahonda en los temas más humanos que el film expone, y como buena cinta bélica, todas las joyas de éste género tan duro, tiene que estar precedido por un mensaje anti-bélico claro, inteligente y coherente.
The Bridge On The River Kwai es una de esas cintas con todos esos elementos.
Los diálogos son inteligentes, directos y confinan en su parte final, con una clarividencia atroz, la dureza que representa la catarsis de todos sus personajes, que padecen sin pena ni gloria en un conflicto absurdo.
El Puente, es sin duda el gran aforismo, el gran símbolo de la falsa inestabilidad de una guerra, el galimatías que genera la confrontación.
En general, un guión denso, analizable, lleno de lirismo y contexto, con una exploración amplia y la tridimensional de sus personajes, no hay malos ni buenos, hay reflexión en cada uno de los bandos y motivos que ponen a ambos en un absurdo compromiso, tener una guerra sin sentido.
Para la producción, se construyó un puente de hierro en plena selva de Ceilán, actual Sri Lanka, sólo para dinamitarlo.
Se invirtieron 250.000 dólares y empezaron a hacerlo meses antes de iniciar el rodaje a musculo de 500 obreros, 35 elefantes y 8 meses costó levantarlo.
En lugar de utilizar una maqueta para rodar la destrucción del puente, Sam Spiegel, productor del film, quiso dar un mayor toque de realismo construyendo un puente y adquiriendo un tren del gobierno local para destruirlos al final de la película.
Path Of Glory del irrepetible Stanley Kubrick no fue ni nominada ese año, y The Bridge On The River Kwai ganó siete premios Óscar y nominada en 8 rubros, se llevó la Mejor Película de 1957, Mejor Director (David Lean), Mejor Actor (Alec Guinness), Guión Adaptado (Michael Wilson & Carl Foreman - Novela: Pierre Boulle), Fotografía (Jack Hildyard), Banda Sonora (Malcom Arnold) y Montaje.
Quedó por fuera de las nominaciones a mejor película la Felliniana Le Notti Di Cabiria.
Magistral la actuación de Sessue Hayakawa como el coronel Saito, pero no consiguió más que su nominación como actor de reparto.
Paradójicamente, los autores del guión, Foreman y Wilson estaban en la lista negra de la caza de brujas liderada por el senador Joseph McCarthy, acusados de pertenecer a organizaciones comunistas, por lo que tuvieron que trabajar secretamente, y su aportación no fue acreditada en la primera versión.
Por ello el premio Óscar al mejor guión adaptado, fue a parar únicamente a Pierre Boulle, autor de la novela original.
La película ganó al mejor guión adaptado, pero éste no llegó a sus dueños, familiares, realmente, ya que ellos habían fallecido, hasta 1985.
El motivo fue que, debido a las listas negras de los años 50, al formar Michael Wilson y Carl Foreman parte de ellas, no podían aparecer en los créditos como guionistas, por lo que se optó por poner a Boulle.
Lo curioso es que Boulle tenía una noción mínima del inglés, por lo que era obvio que él no había escrito el guión.
Quiénes eran los autores reales era un secreto a voces en Hollywood.
De todas formas, se da la casualidad de que tampoco Boulle lo recogió.
En parte por el enfado por la alteración de su obra pero también porque se enteró de lo que había pasado con los guionistas originales y él no se consideraba autor de guión alguno.
Incluso cuando recogió el premio BAFTA, sin saber todavía que le daban el premio a él porque los guionistas «no existían», declaró que se lo daban por su novela, no porque escribiese guión alguno, algo que el estudio justificó para salir del paso aludiendo a la modestia de Boulle.
Por lo tanto, quien recogió el Oscar fue Kim Novak en representación del estudio, dándose así la circunstancia de que ni los guionistas ni el novelista —los primeros porque ya habían fallecido cuando se les reconoció oficialmente en 1984 y el segundo porque no quiso— obtuvo estatuilla alguna por su obra.
Por parte de Pierre Boulle, éste nunca aceptó que el final de su novela fuese alterado en la película, al margen de otras licencias (minimizar la brutalidad de los japoneses o el racismo de Nicholson).
En la novela original, el personaje de Nicholson enajenado ante la idea de destruir el puente que creó, trata de matar a Joyce y logra impedir la voladura del puente, aunque Warden bombardea con mortero la zona en la que discurre la acción en parte para dar una muerte rápida a sus dos compañeros de comando (Shear y Joyce) y como venganza sobre Nicholson.
Pero el puente nunca llega a caer.
Boulle jamás perdonó que se omitiese su final ya que consideraba que era lo que daba sentido a su obra porque en el final de la película se podía interpretar que Nicholson cambió de opinión respecto a volar el puente mientras que en la novela no tenía duda alguna.
Otra controversia:
Los japoneses en general no importan en la película, son personas intrascendentes (o sobornables o bestias) incluso Saito va desdibujándose lentamente.
¿Por qué se presenta el Bushido como falta de respeto por los derechos humanos contraponiéndolo a la carta de Ginebra?
Precisamente los siete elementos del Bushido son: Honradez y Justicia, Valor Heroico, Compasión, Cortesía, Honor, Sinceridad Absoluta, Deber y Lealtad...
Y sin embargo se comporta como un sinvergüenza, pero vayamos más lejos.
Saito prefiere el whisky al sake y el rosbif al pescado crudo.
¿Qué es un oriental que desea ser occidental?
¿O qué es tan malvado porque en el fondo es occidental?
¿O como sospecho el guión está mal construido?
Japón el país del mundo con mayores desastres naturales (maremotos, terremotos, tifones...), con las obras de ingeniería más extraordinarias para soportarlas y sin embargo no saben distinguir un fondo arenoso donde levantar el puente, pero claro los ingenieros británicos sí.
Cuando gana el pulso a Saito, Nicholson y sus hombres saltan de alegría.
¿Qué celebran?
¿Qué van a currar más?
¿Qué el clasismo jerárquico se impone?
¿Por qué lo celebran como en una final de rugby?
No importa, el pérfido japonés Saito llora.
¿Qué hace el calendario de los japoneses con unas chicas pin up?
Todo amarillo desea ser norteamericano…
¿Verdad?
Discurso clasista, entre oficiales y soldados.
¿Dónde está el discurso de los señores del partido comunista que afirman pertenecer los guionistas?
Los japoneses son unos pésimos ingenieros, pero ahí están los británicos para que el puente quede perfecto; ni el puente era tan bonito, ni estaba bien hecho, precisamente el ingeniero nipón murió en accidente (es decir no fue destituido por ineptitud) y por eso tuvieron que poner a un británico que no lo hizo tan bien, ni se voló como todo el mundo sabe.
Cuando los japoneses dan algo a los prisioneros, realmente son productos de la Cruz Roja que era de los aliados.
Los japoneses no dan nada, lo devuelven.
En realidad los árboles sirven porque se “parecen” a los olmos que sirvieron para construir el puente de Londres con 600 años de antigüedad, como sabemos todos la madera asiática es una mierda comparada con la inglesa.
¿Verdad?
Pero lo mejor es que a los japoneses les enseñan también a organizarse, ya que están mal distribuido los trabajadores.
En Toyota les ponen la película todos los días para que aprendan de la eficacia organizativa inglesa.
Por supuesto William Holden, acabará siendo un héroe y morirá intentando volar el puente.
Mucho se ha dicho sobre The Bridge On The River Kwai, que supone una suma de contrastes claramente identificados con las dos culturas que chocan en la base del argumento.
Por un lado, las normas impuestas por la Convención de Ginebra en contradicción con el “Bushido”.
Esta cuestión excede ya al nacionalismo, generando una colisión entre Oriente y Occidente.
El detonante de The Bridge On The River Kwai es, parece y no hay ninguna duda, la casi demente batalla que el coronel Nicholson, un oficial británico al mando de tropas prisioneras en un campamento japonés en Tailandia durante la II Guerra Mundial, mantiene con el jefe de dicho campamento, el también coronel Saito.
Primero será una contienda verbal (y psicológica) por impedir que los oficiales realicen labores pesadas, tal como especificaba la Convención de Ginebra.
Luego por construir, valiéndose sólo de prisioneros británicos, el dichoso puente que los japoneses son incapaces de levantar a tiempo.
Nunca sabremos, aunque la mayoría se decanta por lo segundo, si Nicholson construye el puente por levantar la moral de sus hombres, o por su ego desorbitado y sus delirios de grandeza.
En el fondo, él y Saito son muy parecidos, y aunque se desprecian por pertenecer a bandos distintos, existe un retorcido respeto y comprensión entre ambos.
Y es que a diferencia del estándar del género bélico, no somos testigos de la destrucción en términos de muerte, conflictos, maquinaria de guerra o similares.
Lo que siento que hace The Bridge On The River Kwai una genial película bélica, es la destrucción en el sentido de la descomposición del mundo en un nivel más intrincado, siendo partícipes de cómo se desintegran los soportes de lo social.
Dejando al descubierto nuestras máscaras de humanidad, huecas y vacías, como fantasmas que deambulan pensando que aún son humanos.
Si una palabra define eso, uno de los personajes de la película lo repite hacia el final de ésta:
MADNESS.
Precisamente, es ese el eje de la tensión entre el coronel Nicholson y el coronel Saito.
El problema es bastante simple.
El puente necesita ser construido en un margen de tiempo y para cumplirlo, Saito necesita usar a todos los prisioneros.
Soldados y oficiales.
Nicholson considera esto intolerables pues de acuerdo a los códigos, los oficiales no pueden ser usados de esta manera.
Nicholson es castigado pero finalmente perdonado cuando Saito vea que no tiene opciones de terminar el puente a tiempo.
Un Nicholson ganador, instruye a sus soldados no sólo a terminar el puente sino a hacerlo de la mejor manera posible como vestigio que el espíritu británico no puede ser quebrantado.
La insania no viene de parte de Saito que puede torturar a los prisioneros u obligarlos a trabajar para el enemigo.
Todo lo contrario, este patético rol lo encarna Nicholson que absurdamente puede creer que en un mundo degradado como en plena guerra las convenciones aún pueden ser sostenidas.
Es evidente que la guerra es un estado de conmoción total, donde las reglas se suspenden y donde la supervivencia es el único impulso lógico.
Es por ello tan patético el intento desesperado de sostenerse de los vestigios de humanidad que representa su ilógico deseo por terminar el puente.
No necesita un mayor análisis entender que la idea detrás del puente es intentar representar cómo, la productividad y eficiencia, intentan hacer a estos hombres aún humanos y no simples esclavos sin alma y por supuesto, invertir la subordinación.
Japón doblega a Gran Bretaña, pero es Occidente quien enseña a Oriente.
Pero es falaz quedarse en esa lectura porque la misma película degrada este pensamiento.
Nicholson se ha perdido totalmente.
Ha llegado a un estado total de locura y no por hacer un puente perfecto para su enemigo, pensando que así podría salvar su honor y su humanidad.
No.
Él entró en la locura desde el momento que pensó que un mundo destruido aún podía conservar las artificiales reglas de nuestra realidad.
Y al final tenía que suceder lo inexorable.
Es decir, que toda esta entelequia se derrumbe, como un castillo de arena, como un sueño irreal, como el puente sobre el rio Kwai.
Seguramente, The Bridge On The River Kwai trata de contar una derrota moral, física y vital sin paliativos.
Al orgullo y fortaleza de los 4 personajes principales, Lean impone un destino atroz sin el menor aprendizaje, como constatación absoluta de que ni el esfuerzo ni la esperanza obtienen una recompensa.
Esa es la razón de la altura estética de esta cinta.
The Bridge On The River Kwai es una aventura insuperable, pero también algo más, una descarnada visión del mundo.
El carácter inglés, americano o japonés, tienen sus ventajas y Lean les ofrece una dignidad a todos ellos, pero certifica su caída sin piedad afirmando:

“Madness!...
Madness!
Madness!”


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