No Country For Old Men

“Let me ask you something:
If the rule you followed brought you to this, of what use was the rule?”

¿Hay una impronta cultural del crimen, un volkgeist, una tradición no escrita?
¿Acaso el espíritu de los tiempos, la moda o la admiración hacia los sublimes actos nefandos acaba por hacer que todos se parezcan según su época?
Cualquiera que se dedique a revisitar gozosamente las dos principales lecciones sobre crímenes perfectos que dio el maestro Hitchcock, podrá observar la profunda moralidad, heredera de su estricta educación victoriana, que impregna esas películas.
Una moral que no permite que el asesino quede impune, que la justicia no se ejerza o que un inocente sea condenado.
En consecuencia con lo anterior, la eterna confrontación entre la moralidad y la racionalidad hace que siempre triunfe la integridad de aquélla sobre la brillantez de ésta.
Pero paradójicamente, casi todo asesino hitchcockiano es refinado, inteligente y envarado hasta la náusea; seguro de su intelecto, no deja que las bajas pasiones que alimentan su afán de venganza se interpongan en la planificación y ejecución minuciosa del crimen, del mismo modo que en ocasiones, cuando su derrota es inapelable, se comporta como un caballero y admite magníficamente bien la superioridad de su oponente, sin sobrevalorar los imponderables que le llevaron al fracaso.
A pesar de no disimular la admiración por el viejo Alfred, quien después de todo desarrolló la mayor parte de su más exitosa carrera en los Estados Unidos, nada parecería más alejado del estilo del caballero británico, que las turbias y pasionales historias que los hermanos Coen cuentan.
Quizá una distancia oceánica, y casi dos generaciones cinematográficas sean suficientes como para desdibujar toda impronta victoriana en su legado: no parece tampoco que bajo las líneas argumentales de los hermanos se agite ya el ansia del crimen perfecto.
O quizá sea que los Estados Unidos, referente primordial y objeto de estudio de toda su filmografía, no fueron nunca tan refinados ni tan sutiles: los herederos del antiguo Imperio Británico, allende los mares, son en su mayor parte hijos de colonos montaraces, desertores de la revolución industrial y fugitivos del hambre, acostumbrados a vérselas con indígenas dispuestos a vender cara su tierra y prestos a desenfundar sus revólveres a la menor incidencia.
La violencia es para ellos un bagaje atávico, y parte de su cultura histórica está literalmente impresa en sangre, pues no en vano la Constitución les faculta para portar armas y ejercer la libertad individual por encima incluso de toda consideración patriótica.
Del mismo modo fueron los norteamericanos pioneros del cine de acción y violencia, con un D. W. Griffith que plasmó novedosa y polémicamente las líneas maestras de lo que sería el cine moderno en sus dos grandes epopeyas históricas que atesoran algunas de las escenas más angustiosas y violentas de toda la época pre sonora, y que curiosamente constituyen una confirmación casi empírica de lo que queremos decir:
Mientras que The Birth Of A Nation, una película racista y apologética del Ku-Klux–Klan, cosechó un éxito sin precedentes y agitó las masas enfervorecidas de blancos sajones y protestantes en contra de los negros; Intolerance (Love's Struggle Through The Ages), es una especie de memoria sobre la infamia y el engaño humanos a lo largo de cuatro momentos históricos, y que quiso verse como colosal y personalísima rectificación de los valores de su predecesora, fue un fracaso estrepitoso debido a su tono moralizante.
Los estadounidenses reclamaban entretenimiento apasionado, no sermones filmados, por muy originales y geniales que resultasen.
Para esos pormenores ya contaban con multitud de reverendos y pastores sobrados de imaginación apocalíptica.
Así pues, la idiosincrasia del espectador yankee puede haber ido modelando el discurso cinematográfico, del mismo modo que el discurrir cinematográfico puede haber retroalimentado el exceso de respuestas violentas de los norteamericanos.
Uno no sabe si el western es el retrato fiel de una sociedad o una lección de ética sociológica que acaba por permear en el inconsciente colectivo, pero lo que parece seguro es que constituye el armazón estructural, argumental e ideológico de casi toda la producción fílmica estadounidense; mostrar una sola película norteamericana que no beba de sus fuentes, en algún momento, resulta enormemente difícil, si bien es cierto que en ocasiones los realizadores procuran difuminar un tanto esos trazos recurriendo al pincel del estilo: nos encontramos con western cuyo desarrollo repudia la violencia gratuita o cuya carga moral resulta esencialmente loable.
Películas en fin, que no renuncian a la mística y la mítica del origen, para proponer una lectura diferente de lo que subyace en el tópico.
“No me gusta a dónde va este país...
Yo quiero que mi nieta pueda abortar.
- Y yo le dije:
Mire, señora, no creo que a usted le preocupe en realidad adónde va este país.
Tal como yo lo veo, no me cabe ninguna duda de que su nieta podrá abortar.
Es más, creo que además de abortar también podrá hacer que le practiquen a usted la eutanasia”
No Country For Old Men es una película estadounidense del año 2007, escrita, dirigida y producida por Joel Coen & Ethan Coen para Miramax Films / Paramount Vantage / Scott Rudin Productions.
Es una adaptación de la novela No Country For Old Men de Cormac McCarthy, ambientada en la frontera mexicana de los años 1980.
Está protagonizada por Tommy Lee Jones (sheriff Bell), ENORME Javier Bardem (Anton Chigurh), Josh Brolin (Llewelyn Moss), Woody Harrelson (Carson Wells), Garrett Dillahunt (agente Wendell), Kelly Macdonald (Carla Jean Moss) y Tess Harper (Loretta Bell), entre otros.
Música (casi ausente) a cargo de Carter Burwell y la fotografía corre a cargo de Roger Deakins.
El estilo narrativo de No Country For Old Men es directo, seco y duro como una roca.
Incorpora detalles llamativos que se recuerdan por ellos mismos, como la persecución del perro de presa, la patética imagen del malvado, su increíble arma ofensiva, etc.
Los realizadores eluden la presentación de imágenes recargadas y optan por su estilización y por la simplificación de los elementos que las componen.
La narración está construida con una seriedad y rigor superiores a los habituales en trabajos anteriores, sin perjuicio del humor negro que destila el relato y los lances de la acción.
Contrapone el presente a los tiempos pasados, cuando reinaba la seguridad en las calles y los agentes de la ley no llevaban armas.
Cabe señalar, como curiosidad, que el título original está tomado de unos versos del poema “Sailing To Byzantium”, del poeta irlandés William Butler Yeats.
Por su parte, la fotografía, de Roger Deakins, en color (deluxe), compone una excelente visualidad.
Combina paisajes áridos, desérticos y desolados, que evocan una atmósfera inquietante y amenazadora y un mundo extraterrenal.
Hace uso preferente de colores terrosos (naranjas, amarillos y ocres), que intensifican la apariencia desértica e inhóspita.
El Medio Oeste americano, adaptando una novela de Cormac McCarthy del mismo nombre, autor considerado como una de las principales voces de estas tierras fronterizas, unos inmensos parajes de la llamada América Profunda reflejados durante años en miles y miles de metros de celuloide.
Los realizadores recogen la resonancia de este desierto inclemente, el viento constante, un paisaje baldío de carreteras polvorientas, pero dotado de una extraña belleza.
Este espacio se erige en un elemento fundamental del relato, visto a través de la nostalgia por un mundo cambiante que representa un sheriff en el ocaso de su carrera, al que da vida el excelente Tommy Lee Jones.
Y se sitúa, además, en un momento que tal vez no sea fortuito, 1980, fecha en la que el western crepuscular se hundía, indicando que estas tierras ya no estaban hechas para héroes; la épica ha terminado para dejar paso a tragedias tan prosaicas como en la que se ven envueltos estos personajes en torno a un botín del narcotráfico (propio de “delincuentes y drogas”, tal y como dice un cansado policía de la frontera)
El paisaje tejano se convierte en el elemento integrador de una narración eminentemente visual, sofocantemente física, en la que a diferencia de otros largometrajes “contados”, el diálogo (se mantiene el justo), es reemplazado en este estilizado filme por un extraordinario ejercicio de reconstrucción que encaja las persecuciones paralelas de los tres protagonistas, donde cada plano es elocuente y el montaje logra un verdadero diálogo de las imágenes.
Los hermanos Coen vuelven a posar su mirada en el EEUU más rural y profundo.
El desierto texano y la frontera con México son el escenario de esta historia marcada por la brutalidad que pone de relieve las miserias de la sociedad americana, a la que retratan desde un punto de vista sarcástico, sacándole el máximo jugo a sus personajes arquetípicos, y dando una amarga visión de un entorno en el que el egoísmo manda y la violencia es la solución a cualquier conflicto o imprevisto.
Desolación y nostalgia.
Dos palabras claves para definir la esencia de No Country For Old Men.
De esta forma consiguen un relato estructurado, vigoroso, capaz de una tensión creciente abocada a la tragedia, en el que la huida de estos personajes adquiere el sentido de lo inevitable, donde la violencia se convierte en una ceremonia.
Y este uso primario del lenguaje fílmico, la simple imagen en la pantalla, se apoya en buena medida en la labor de los intérpretes, unos rostros capaces de sustituir líneas y líneas de diálogo.
Les interesan los personajes de cierta edad, que contribuyen a crear una atmósfera crepuscular.
Les interesan, también, los personajes excéntricos y raros (“friquis”), que crean impresiones de exotismo y extravagancia, como Chigurh.
La perversidad avasalladora y destructiva del mundo, contrasta con la ingenuidad y buena fe de Moss.
Éste, por sentido humanitario, lleva agua al herido que se le ha pedido y acepta la segunda invitación de la muchacha de la piscina.
Tommy Lee Jones encarna el temperamento circunspecto de esas tierras en un papel que se añade a la galería de sus memorables trabajos, al igual que un muy ajustado Josh Brolin.
Y por supuesto, poco hay que añadir sobre la intervención de altura de Javier Bardem que no se haya escrito reiteradamente este tiempo, un personaje que superará al actor y se convertirá en un referente del género.
Es necesario señalar también un sólido plantel de secundarios (muchas veces, éstos son la verdadera grandeza de un filme), que tienen la virtud de parecer salidos de lo más recóndito de Texas que seamos capaces de imaginar.
Tommy Lee Jones, significa la derrota, la tristeza, el crepúsculo, la rendición.
Su interpretación lo consigue.
No sólo es que ya no sea país para él, sino para ninguno que se cruce ante tanta violencia, sangre y suciedad.
Sheriff cansado y viejo que intenta comprender lo incomprensible.
Su mirada es de tanta incomprensión.
Policía en fase semi depresiva.
Hastío de la vida que le ha tocado vivir.
Dan sentido al título los momentos finales con los sueños y recuerdos de su juventud.
No puedes dejar de compararte con los viejos de antes; no puedes dejar de pensar en cómo trabajarían en estos tiempos...
Un personaje entrañable.
Josh Brolin, interpreta al cazador que encontró el maletín y se esconde con él de motel en motel.
Su personaje es rico en matices y mezcla su confianza y experiencia con el miedo a convertirse en el cazador cazado.
Presa dura de roer.
Convierte a un personaje mediocre en todo un héroe y un superviviente… ¿?
Javier Bardem, que gratamente sorprendido he quedado, suspiro aún, nada más por saber que existe un tipo que es capaz de tener los cojones de quitarle los clavos a Cristo para colgar el Oscar que se ganó.
Realiza un personaje que es la maldad en esencia, el criminal perfecto, y el actor lo hace suyo.
Cara súper pálida y ese peinado de los 60 lo cual le da una pinta más creíble de loco.
Su forma de abrir las puertas, con esa bomba de aire a presión.
La costumbre de cuando se encuentra ante un dilema...lanzar una moneda.
Clave esta moneda, cara y cruz en toda la película, dos caras.
Chigurh actúa como un depredador y personifica la violencia y la muerte.
No representa al mal, sino cosas peores.
Encarna la violencia sin sentimientos, desproporcionada, fría, cruel y brutal.
Anton Chigurh es un asesino psicópata, pero con principios y muy leales a ellos.
Obsesivo por demás, tiene pensado fríamente cada uno de los movimientos que realizará, y no sólo cuando se trata de asesinar personas.
Aunque mucho de esto último tiene su personaje.
Particular es, también, el arma principal que acompaña al asesino.
Anton Chigurh mata con un compresor de aire tan seco y directo como las secuencias de sus matanzas.
Algo netamente acorde con su tipo de personalidad.
Además de todas estas virtudes para ser objeto de alabanza, Chigurh tiene una que es la más venerable y por la que realmente debería recordarse: sus principios.
Es una persona que cumple con su palabra, que no duda, que tenga bien claro sus objetivos y que puede hasta dejarle al azar de una moneda al aire el destino de una vida.
Chigurh, es el personaje que acapara el protagonismo de No Country For Old Men.
Es el mal puro, un psicópata asesino que se encuentra en su entorno perfecto y que falazmente justifica sus asesinatos para seguir sumando muertes.
Siempre habrá psicópatas, como siempre existirá el mal.
Así parece decirlo el autor cuando tras un brutal y fortuito accidente de tráfico Anton Chigurh consigue huir malherido y desparecer, con la certeza escrita entre líneas de que volverá para continuar ejerciendo su único oficio.
El tiempo dirá si Anton Chigurh es recordado y reconocido como un personaje de culto.
Lo dirá el público, lo dirá la crítica y principalmente lo dirá el número de camisetas que tengan estampadas su cara de aquí a diez años, como mínimo.
La historia entonces se estructura en torno a temas bien delimitados como la violencia, la causalidad, la voluntad, la predestinación o la frustración y desencantamiento, y campos opuestos como vida-muerte o crimen-ley.
Es en este sentido que el personaje interpretado por Tommy Lee Jones aparece con supremacía por sobre los demás.
Es él quien se mueve constantemente por estos temas, es él quien se cuestiona por la vida, por su destino y por los principios y valores que han guiado su accionar.
No Country For Old Men hace referencia directa a este comisario que siente que ya no tiene fuerzas para combatir la creciente violencia que existe a su alrededor.
Es él quien se siente débil ("old") y por eso está considerando retirarse de la profesión familiar.
Los otros personajes son sólo excusas, o acaso ejemplos, de la violencia que está atormentando al Sheriff, es esa situación que lo hace sentirse impotente y hasta inútil.
Es cierto, sin embargo, que cada personaje tiene su propia riqueza, pero es el Sheriff quien encarna totalmente el sentido de la película, este cuestionamiento sobre hacia dónde está yendo el mundo, cargado de violencia y muertes, por drogas y dinero.
Pocos y lacónicos diálogos para una acción violenta y seca, con una narrativa depurada que busca crear atmósferas siniestras en las que recortar unas figuras al borde del abismo.
Un mezquino e ingenuo veterano que cava su propia tumba al dejarse arrastrar por la codicia, un psicópata que encarna el mal en estado puro y que carece de sentimientos, y un sheriff que añora unos valores del pasado ahora desaparecidos en un mundo de droga y violencia.
Muerte entre flores marchitas, entre desolados parajes del desierto texano-mexicano, un territorio inhóspito que viene a conformarse como el cuarto personaje del film, en la misma línea áspera y sombría que los humanos.
Conseguida ambientación de western decadente, donde la droga sustituye al whisky, y el arma de aire comprimido al revólver, pero donde el sheriff sigue estando solo ante el peligro, a merced de los pistoleros de turno.
Los hermanos Coen nos trasladan a un universo negro de miedos e inquietudes, y por eso se apoyan en el sonido como elemento fundamental para generar sensaciones en el imaginario del espectador, cuando no se sirven de una cuidada planificación que prima los picados y contrapicados, los planos selectivos de unos pies que avanzan o de una cerradura que de nuevo salta por los aires, para lograr así un expresionismo visual.
Con una fotografía llena de tantas sombras y misterios como sus personajes, de los que no se sabe —ni se pretende saber— el pasado ni las motivaciones.
La película redefine, en un espejo de ficción prolijo en símbolos, la relación de ese paisaje inhóspito con la violencia, violencia por demás tejida alrededor de nuevos parámetros (la irrupción del narcotráfico o, simplemente, la extinción de la moral y las buenas maneras en la comisión del delito).
La atmósfera de la película es estupenda, pues mantiene de principio a fin la tensión e intensidad de la situación, sin perder de vista el clima de desilusión y desolación que acompaña al personaje principal.
La precisa puesta en escena de Los Coen, que sostiene casi 90 minutos está brutal versión del juego del ratón y el gato, puede llevarnos a engaño sobre el verdadero duelo de la cinta, por lo que sus autores llegado el momento de la escena de El Paso, apuestan por una abrupta elipsis que anula el esperado clímax final.
El resultado es traer al primer plano, con encuentro explicitado entre fantasmas en un habitación de motel, el enfrentamiento que realmente da sentido a la cinta, el de Tommy Lee Jones asumiendo la llegada de una nueva ética resumida en la expresión deshumanizada de Bardem, en sus disparos de aire comprimido, propios de los mataderos más sofisticados, y en un sencillo cara o cruz.
Es esa moral del azar la última victoria de lo que representa Bardem: la inédita posibilidad de que el mal se perpetúe sin rostro, sólo por la lógica de la fatalidad.
Su pregunta:
¿Qué es lo máximo que has perdido a cara o cruz?
Se vuelve absolutamente siniestra en cuanto que da lo mismo la respuesta a escoger, puesto que el resultado está inevitablemente marcado mucho antes de lanzar la moneda al aire.
Una extraordinaria película que muestra la cara y la cruz de la sociedad, el bien y el mal que conviven y procuran, en lo posible, no cruzarse, como no sea por caprichos del azar, en un juego a cara o cruz.
“Este país tiene una historia bastante extraña y tremendamente sanguinaria.”
Escenas curiosas:
La cabezonería de la vieja recepcionista en discutir por las camas y los precios… es que uno no tiene derecho a pagar y a no dar explicaciones!
He leído esta frase en algunas críticas, la añado aquí y ahora para dar respuesta.
Diferencia de personajes y situaciones, una, Bardem en la gasolinera con el pobre señor que le atiende y no está entendiendo nada, se está jugando la vida sin saberlo, imaginan si es a Bardem a quien la recepcionista del hotel le discute el precio y número de camas a Josh Brolin.
Los Coen nos muestran la cara y cruz de la moneda.
Se repite la escena de la compra de la camiseta por un billete a los chavales que pasan en bici, al igual que lo había hecho Brolin en la frontera por una chaqueta.
Otras preguntas como porque no mata al sheriff, la psicología del personaje ya la explica, el es un psicópata con principios, sus propios y raros principios, pero no está en sus planes matar al sheriff…
Anton ya cumplió su misión.
Otro ejemplo es la muerte de Carla Jean…
Se preguntan quien se quedó con el dinero, observar los detalles es imprescindible y dará la respuesta.
Muchos hablan del final, tan seco, tan de repente y con necesidad de más, no encuentran explicación a tal final, yo necesito más, pero de películas como estas, el final es evidente, misión cumplida, cada cual puesto en su sitio, todo perfecto.
O el psicópata que interpreta Bardem va a casarse y formar una familia?
Lo que más me gustó:
Aparte de que me ha gustado todo, son Josh Brolin y Javier Bardem, no sé quien era más psicópata, si el alquilando habitaciones para no ser el la victima de Bardem o Bardem que no mata a ningún de los chiquillos para quitarle la camisa y sin embargo le da dinero a uno de ellos… (¿?)
La ausencia de música; aunque Carter Burwell está acreditado como compositor la única partitura que se oye realmente es el silencio, lo cual beneficia enormemente a la película y crea una atmósfera inquietante y a la vez tétrica y beneficia al recurso del suspense.
Burwell ofrece una partitura muy breve, de escasos cortes, con una canción original (“Blood Trails”).
Añade como música adaptada dos fragmentos de “Las Mañanitas” (tradicional) y “Puños de tierra”.
La banda sonora prima las secuencias de silencio o de sonido ambiental natural (silbido del viento en el desierto).
No Country For Old Men estuvo nominada junto a Juno, Atonement, Michael Clayton y There Will Be Blood como mejor película del año, de las cuales, consiguió 8 nominaciones a los Premios Oscar de la Academia obteniendo 4: Mejor Película, Mejor Director (es), Mejor Actor de Reparto (Bardem) y Mejor Guion Adaptado); siendo solo nominada como mejor fotografía, montaje, edición de sonido y sonido.
Por su parte, la Academia deja por fuera de la competencia por el Oscar a la mejor película a grandes filmes como: La Môme y Le Scaphandre Et Le Papillon.
“There are no clean getaways”
No Country For Old Men denuncia el incremento de la violencia en el mundo, el carácter frío, descarnado y crudo de la misma, su naturaleza indiscriminada y gratuita.
Propone una reflexión sobre la libertad de elección, la responsabilidad personal y la culpa.
Apoya los anhelos de paz, cohesión social, seguridad personal, etc.
Los Coen son el paradigma de lo antes escrito, aunque con un carácter más bien crítico y reprobatorio.
Son fieles retratistas que disimulan o acentúan los rasgos de una sociedad violenta y clasista mediante un formalismo en ocasiones abstracto, en ocasiones figurativo pero que no deja lugar a equívocos: la sociedad estadounidense sigue, aunque con sus particularidades, anclada en los tiempos del far west, y los asesinos de entonces, como los de ahora, no se andaban con remilgos ni sutilezas británicas.
No Country For Old Men entraría dentro de esa novedosa categoría que se ha venido en llamar “western crepuscular”, en la medida en que supone el ocaso de todos los antiguos valores del far west.
La transmutación del cowboy en excombatiente o miembro de las fuerzas armadas es una actualización de los roles hecha patente cuando se nos dice que todos los protagonistas pertenecieron al ejército, aunque es la pérdida de los valores marciales en los sucesivos reemplazos la que descoloca moralmente a los viejos soldados como Ed Tom Bell (Tommy Lee Jones) y la que supone un cambio real con respecto al viejo western.
El país se ha deshecho moralmente, y los miembros de las fuerzas armadas son un ejemplo de ello: ya no hay honor ni servidumbre, ni siquiera afán de riqueza (uno podría llegar a comprender que se robase, como en el viejo oeste), sino sólo sed de sangre y violencia como valor supremo.
Acaso el único que aún conserva una pizca de integridad sea Llewelyn Moss (Josh Brolin), pero es precisamente por ello que no logra sobrevivir en un país para jóvenes sin escrúpulos.
Que lo atenace la mala conciencia será su perdición, puesto que al ir a socorrer al traficante con un poco de agua, pondrá en marcha el efecto de vasos comunicantes que lo convierta en un fugitivo y potencial asesino.
De haberse quedado en casa, su pequeño crimen (el robo) hubiera pasado desapercibido, y no hubiera tenido consecuencias funestas.
Pero la falta de frialdad y desafecto es lo que compromete a los norteamericanos más pasionales, la que los deja a merced de la nueva hornada de asesinos implacables.
No Country For Old Men, ni siquiera es mundo para viejos.
Ya no se respeta nada.
Al débil se le masacra de forma gratuita y sólo sobrevive alguien como el personaje al que da vida Javier Bardem, capaz de sobreponerse a todo y "sacrificar" a quien haga falta por conseguir sus miserables objetivos.
Todo vale.
En cuanto a ausencia de moral o de ética hemos conseguido superarnos a nosotros mismos.
La lectura que se puede extraer de esta película es:
No existe ninguna moral o justicia en el universo, eso son solo invenciones humanas y residen en el ser humano.
El universo, la naturaleza, son amorales, no conocen el bien y el mal, ni la justicia o la injusticia.
No hay necesariamente recompensa para las acciones consideradas como buenas, ni castigo para las que se consideran inmorales.
Como señale anteriormente, Llewellyn la caga claramente al llevarle agua al mexicano moribundo.
En este caso una acción movida por la conciencia moral provoca unas consecuencias desastrosas para este personaje.
Aunque es sobre todo el Sheriff quién encarna a esa humanidad moral que siempre había creído que había algo al final del camino, una recompensa quizás.
Pero esa fe en una justicia cósmica (que conduce a la idea de la existencia de un Dios) se le está difuminando en el ocaso de su vida.
Ve como el mundo se está volviendo cada vez más salvaje.
Y probablemente el dinero tenga la culpa.
El dinero (mcguffin) es la objetivación del instrumentalismo más puro, es capaz de sacar a relucir el lado más oscuro del ser humano.
Finalmente Anton Chigurh representa la amoralidad más absoluta.
Es capaz de borrar del mapa a cualquiera que se interponga entre él y sus deseos.
No sabe lo que es el bien y el mal ni tampoco le interesa.
Tiene, eso sí, una ética macabra que es difícil de interpretar.
Quizás sea que todos los seres humanos (incluso Anton) necesitan una pauta de conducta que guíe sus acciones.
En cualquier caso los teóricos buenos mueren y él vive, lo que vuelve a demostrar que no hay necesariamente una justicia divina que ponga las cosas en su sitio al final.
La vida es así de cruda.
Sólo interesa el presente de un país que se tiene que olvidar de otra época y que no conoce su devenir, por lo que su cierre antes de los títulos de crédito debía ser un “final-cut” y plano en negro, que sin aviso ni sentimiento saca al espectador de un universo brutal, como si le hubieran noqueado de un disparo seco con aire comprimido.
No es casualidad que el personaje de Tommy Lee Jones sea el primero y el último en hablar, pues toda la historia parece así representar solo una reflexión del propio Bell sobre los temas ya mencionados y la situación narrada, solamente un ejemplo significativo.
Por eso es que al final decide retirarse, aun temiendo que su padre y abuelo se sientan decepcionados, pues es mayor su frustración y desilusión.
Solo así se explica (y se entiende) ese final que ha muchos deja confundidos, en el que Bell cuenta los dos sueños de su padre.
El primero, en el que su padre le da un poco de dinero y él lo pierde, estaría representando el legado familiar, aquella misión de defender la ley que su abuelo y su padre cumplieron, y en la que él ha fallado.
Tenía en sus manos algo de valor, acaso las vidas de Llewelyn Moss y su esposa, acaso la paz en su pueblo, y no ha podido con la responsabilidad de protegerlo.
El segundo, es un poco más abstracto, en él ve que su padre cabalga a su lado con un cuerno de fuego, y luego lo pasa dejándolo atrás, pero Bell sabe que pronto llegará a algún lado y su padre lo estará esperando.
Esto podría estar representando ese temor que Bell tiene a ser juzgado por su familia, o tal vez por un ente superior (su padre dejándolo atrás puede ser una cuestión espiritual), cuando se reúna con él ¿en el cielo? O ¿en el infierno?
En todo caso, lo que queda claro es que es una preocupación por su destino, y no es casualidad que lo haya soñado en su primer día de retiro.
La frase final "y entonces desperté", no solo representa el hecho de que aún no ha llegado el momento de encontrarse con su padre, sino que evoca la esperanza de que las preocupaciones presentes en sus sueños no tengan sustento en la vida real.
Filosofadas a parte creo que el apartado visual es sublime, la interpretación de los actores es excelente (mención especial a Bardem) y la ambientación (carente de música) hace de este filme algo diferente y muy especial.
Realmente me ha impactado.
No Country For Old Men pone al descubierto la violencia y el “no me importa” en Estados Unidos, y amplía su significado hasta incluir temas tan antiguos como la Biblia, tan contemporáneos y sangrientos, como los titulares de una mañana.

“You can't stop what's coming”


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