Rebecca

“Last night, I dreamt I went to Manderley again”

Rebecca es una película dirigida por Alfred Hitchcock para Selznick International Pictures en el año 1940.
Es su primera película rodada en Estados Unidos y representa el primer y único film de Hitchcock que recibe el Oscar a la mejor película así como el primero de cuatro nominados al Oscar a la mejor dirección.
Rebecca está protagonizada por Laurence Olivier, Joan Fontaine, George Sanders, ENORME Judith Anderson, Nigel Bruce, Reginald Denny, C. Aubrey Smith, Gladys Cooper, con un guion de Robert E. Sherwood & Joan Harrison, Rebecca está basada en la novela homónima de la escritora británica Daphne du Maurier.
Dicho sea de paso, Rebecca fue la tercera novela publicada por la novelista inglesa en 1938.
La obra es una de las más importantes de su generación; Daphne du Maurier creó toda una escuela con ella, por la forma en que la novela fue escrita al utilizar el lenguaje de una manera en la que se mezclan lo intimista, el drama psicológico, la acción y la intriga a partes iguales, junto con una gran belleza literaria.
En psicología, se conoce como Síndrome de Rebecca a la aparición patológica de celos hacía una ex-pareja de la pareja actual.
El nombre de este síndrome se toma a partir de esta novela.
Rebecca cuenta con la bella música inspirada de Franz Waxman.
El film ganó dos Oscar a la mejor película y a la mejor fotografía en blanco y negro, y obtuvo otras nueve nominaciones, incluyendo mejor director, mejor actriz principal (Joan Fontaine), mejor actor principal (Laurence Olivier) y mejor actriz secundaria (Judith Anderson).
La noche del Oscar, Rebecca tuvo como grandes rivales, a la obra literaria de John Steinbeck, The Grapes Of Wrath y The Philadelphia Story; y deja a Pinocchio y a The Thief Of Bagdad fuera del premio a la mejor película.
Por otro lado, decir que pocas veces se ha conseguido un papel de 'mala' tan perfecto como el que interpreta Judith Anderson, la eterna secundaria, a la que Hitchcock hizo pasar a la inmortalidad como Miss Danvers, la pérfida criada de Rebecca, que debe ser la única película en la que la protagonista clave, que nombre al film, no aparece en el mismo en ningún momento.
Curiosamente, ni en la novela ni en la película se dice en ningún momento el nombre de la joven esposa de Maxim de Winter, el papel de Joan Fontaine, lo que realza aún más la influencia que la fallecida Rebecca ejerce en la mansión Manderlay.
Originalmente, el nombre de la protagonista era Daphne, en honor a la autora de la novela, Daphne du Maurier pero David O. Selznick puso objeciones y finalmente el nombre de la protagonista desapareció.
Otro detalle curioso es que, ninguno de los empleados de Manderlay se dirigen a Joan Fontaine como la Sra. de Winter, se refieren así sólo respecto a Rebecca, pareciendo la nueva ama de la casa como un mero monigote...
Uno no sabe muy bien si interpretarlo como admiración hacia Rebecca o simplemente una mera resistencia a los cambios.
Y otro detalle del peso de Rebecca es la omnipresente "R" que aparece por todas partes: bordada en las mantelerías, en el membrete de la correspondencia, tallada, pintada... hasta en el humo resultante de la destrucción por el fuego de Manderlay, en la escena final.
Se cuenta que Laurence Olivier quería a Vivien Leigh, que entonces mantenía una relación con el actor inglés, para el papel de Sra. de Winter, pero no le fue concedido, por lo que trató horriblemente a Joan Fontaine durante el rodaje.
Esto sacudió un poco a la actriz, a lo que Alfred Hitchcock aprovechó para decirle que todo el mundo del equipo de rodaje la odiaba, haciéndola más tímida y reservada, justo lo que quería el director para el personaje.
Que maestro!!!!
Las interpretaciones son una auténtica demostración de calidad artística por parte de todos los participantes.
La película supone, además, la utilización de numerosas técnicas cinematográficas del gusto del genio británico, como la utilización del flash back como herramienta narrativa.
Irónicamente, el director no se preocupa en mostrarnos ningún "flashback" de la desaparecida Rebecca de Winter, limitándose a construir la trama y la puesta en escena alrededor de su ausencia, más que de su presencia física.
No sólo Rebecca es un personaje que sin que lo veamos, está presente, también Manderley, la mansión es casi un personaje más.
Manderlay es una presencia siniestra y poco acogedora para la segunda Sra. de Winters (reforzado por el hecho que el film expone su punto de vista), ya que el caserón era el territorio de Rebecca, y cualquiera que intente ocupar su lugar es una amenaza.
El filme posee también una magnífica consecución de la atmósfera lúgubre que la narración requería y una captación perfecta de las expresiones de los personajes, gracias a una utilización adecuada de los planos en todo momento.
Selznick hizo hincapié en la fidelidad de la adaptación del original, ya que según su punto de vista el público se enfadaba si se cambiaba una coma de la novela, viéndose así reducida la capacidad de maniobra del director.
Es por ello que algunos, incluso el propio director, no consideran Rebecca como una película cien por cien Hitchcock, aunque su aportación resulta patente y se sitúa, más que al nivel de la historia, en el terreno narrativo y en el tratamiento visual.
El uso de los planos, el juego de luces y sombras, y la introducción de la música para dar relevancia a determinados aspectos y personajes por encima de otros son propiamente hitchcockianos.
Como dato curioso decir que años después alguien le preguntaba a Hitchcock sobre la célebre Daphne du Maurier, él aseguraba no conocerla (en una muestra de su particular sentido del humor).
Rebecca se divide en tres partes perfectamente integradas pero que a su vez cada una es una historia en sí misma.
Es decir cada parte presenta una situación, unos problemas y un desenlace.
1ª) El romance de la “señorita de compañía” (i.e.: desde que se ve al Sr. de Winter en los acantilados de Monte Carlo hasta que se casan).
El resfriado de la Sra. Hopper permite que se desarrolle la relación entre su “señorita de compañía” (Joan Fontaine) y Maxim (Laurence Olivier), ella finge tomar clases de tenis pero pasa todo el rato con él.
Es destacable la actitud de de Winter con Hopper, que parece que la está colocando continuamente en su sitio.
La repentina partida de las damas parece que va a impedir que se vuelvan a ver la joven y el aristócrata.
Pero con el estilo característico de Hitchcock se resuelve la situación por los pelos acabando en boda.
La primera parte es excelente, el tono es desenfadado.
2ª) La rivalidad entre la joven y nueva Sra. de Winter y el ama de llaves (i.e.: desde que llegan a Manderlay tras la luna de miel hasta la fiesta de disfraces).
Hay una escena que marca de manera especial el comienzo de esta pugna.
Cuando la joven saluda por primera vez al ama de llaves, Miss Danvers (ENORME Judith Anderson), se le caen los guantes que sujeta nerviosamente junto a su bolso.
Ambas se agachan a recoger los guantes, la joven desciende rápidamente pero a trompicones mientras que el ama de llaves lo hace sin prisa, pero de una manera continuada y con seguridad.
Este periodo muestra como sencillamente la nueva Sra. de Winter sencillamente no tiene ni idea de cómo comportarse.
Sólo quiere pasar desapercibida y molestar lo mínimo.
Cuando parece que la joven se ha puesto en su papel y organiza una gran fiesta de disfraces para recobrar el antiguo esplendor de Manderlay, Miss Danvers una vez más la humilla e incluso la instiga al suicidio.
La segunda parte es la mejor de la película y aquí a la nueva Sra. de Winter le persigue el recuerdo de Rebecca, muerta en extrañas circunstancias.
De ello se encarga el ama de llaves, que adoraba a la Sra. de Winter anterior, o sea Rebecca.
El tono es más dramático y está llena de sobresaltos y sorpresas.
3ª) Rebecca no murió por accidente (i.e.: desde que se descubre el balandro de Rebecca hasta oír el informe del médico secreto de Rebecca).
El balandro ha sido hundido a propósito, no hay duda.
La cuestión es si ha sido suicidio o asesinato.
En esta tercera parte se ve como todo apunta injustamente a que Maxim mató a Rebecca.
El último ligue de Rebecca, el primo Ben acusa a Maxim de haberla matado por celos y cree que Rebecca estaba embarazada de él a la hora de su muerte.
Todo apunta a que va a ser así, cuando finalmente se descubre que Rebecca tenía cáncer e incluso su médico le dijo que viviría como mucho unos cuatro meses.
¿Por qué Rebecca se hacía llamar Mrs. Danvers con su médico?
Resulta que cuando se casó el Sr. de Winter con Rebecca, llegó a Manderlay Miss Danvers como ama de llaves.
Esta mostraba casi un enfermizo apego por la fallecida Rebecca.
¿No sería su madre?
¿Podríamos incluir una relación lésbica entre las muchas de Rebecca?
¿Se trataría meramente de una admiración platónica?
¿Podrían ser realmente lazos de sangre las que las uniese?
En cualquier caso, Miss Danvers estaba dispuesta a todo con tal de que no se disipase el recuerdo de Rebecca en Manderlay.
Lo que sí me llamó la atención, es la especie de justicia poética que resulta como epílogo de todos los acontecimientos.
No importa lo lejos que el Sr. de Winter se esconda (incluso de sí mismo), el recuerdo del crimen le persigue y lo tortura.
Sin embargo no es más que una mera marioneta en manos de la pérfida Rebecca que lo elige como brazo ejecutor de lo que quizás ella misma sea incapaz de hacer; con el diabólico agravante de ser así planeado para desaparecer por un lado, pero también como venganza final hacia su esposo, para que lo correa por el resto de su vida...
Pero al final (y aquí está lo poético) la verdad sale a la luz triunfante y consigue varias cosas, por un lado el Sr. de Winter queda libre de toda sospecha, por otra parte la nueva Sra. de Winter encuentra su lugar y se revela como un fuerte pilar de su esposo, y finalmente el propio Sr. de Winter se reconcilia consigo mismo, pudiendo de nuevo disfrutar de una perdida paz interior...
Sin embargo, aún queda el toque de gracia, incluso desde el otro mundo Rebecca ha dejado su semilla de discordia en Manderlay, y siendo imposible extirparla, la única solución posible es la purificación mediante la destrucción total.
Manderlay ya no es lo que era, tiene un pútrido estigma indeleble, y sólo el fuego es capaz de redimir y purificar todo, ya no hay nada que se pueda arreglar y la única alternativa es empezar de nuevo desde cero.
El habitual cameo de Hitchcock se puede observar a las 2 hrs, 03 minutos esperando que George Sanders termine de hablar en un teléfono público.

“We can never go back to Manderley again”


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