How Green Was My Valley

“I am packing my belongings in the shawl my mother used to wear when she went to the market.
And I'm going from my valley.
And this time, I shall never return.
I am leaving behind me my fifty years of memory.
Memory.
Strange that the mind will forget so much of what only this moment has passed, and yet hold clear and bright the memory of what happened years ago, of men and women long since dead.
Yet who shall say what is real and what is not?
Can I believe my friends all gone when their voices are still a glory in my ears?
No.
And I will stand to say no and no again, for they remain a living truth within my mind.
There is no fence nor hedge round Time that is gone.
You can go back and have what you like of it, if you can remember.
So I can close my eyes on my Valley as it is today - and it is gone - and I see it as it was when I was a boy.
Green it was, and possessed of the plenty of the earth.
In all Wales, there was none so beautiful”.

El propio título y los primeros planos aparecidos junto a una voz en off, ya nos indican que se trata de una cinta de claro tono nostálgico.
Si no fuera por la riqueza interior de la mayoría de los personajes, la cinta se nos presentaría como cruel y pesimista.
Son varias las situaciones duras y dramáticas que van sucediéndose: abusos y una situación laboral difícil, tragedia en el río y muerte en la mina, un matrimonio infeliz y un ambiente de calumnias, emigración y desarraigo familiar…
Todo es visto y grabado a fuego en el alma de un niño que lo recuerda ahora sin odio pero con nostalgia.
Una de las grandes obras maestras de John Ford, How Green Was My Valley es el último trabajo que entrega antes de servir cuatro años en la Marina durante la II Guerra Mundial.
John Ford es uno de los más grandes artistas del siglo XX, su ejemplar obra está plagada de magistrales cintas que aún hoy en día influyen de modo considerable en la mayoría de cineastas, básicamente porque aun nadie le ha superado.
Sus obras mayores, menores, medianas o como quieran llamarlas, han sentado cátedra en el género al que correspondan.
Con una alegoría de gran belleza, nos presenta el verdor del valle como reflejo del amor sincero y de la unión familiar de entonces… frente a la negrura del carbón, imagen de la pobreza interior que el director vislumbra en una sociedad que se va diluyendo en la búsqueda del bienestar material y la riqueza.
Las escenas de How Green Was My Valley desprenden una gran ternura y también hay momentos duros sobre todo cuando se va descomponiendo la familia en busca de nuevos horizontes.
Notable actuación del pequeñín Roddy McDowall y unos encuadres de ensueño son parte de esta maravilla del celuloide.
El chico es la figura clave de toda la trama.
Asistimos en todo su desarrollo a través de sus ojos, y nos damos cuenta de que el chico debe crecer y madurar a una edad demasiado temprana para poder sobrevivir en un mundo cruel, donde sólo se pueden contar con unas pocas personas que realmente merecen la pena.
How Green Was My Valley nos devuelve todo el sabor de la época dorada de Hollywood y se revela como una de las mejores películas jamás rodadas.
A sus 60 años, Huw Morgan echa la vista atrás y nos relata su vida desde que era un niño en una pequeña ciudad minera de Gales.
Sus recuerdos nos muestran la dolorosa separación de sus padres del clan de los Morgan, al tiempo que captura los sentimientos y asuntos políticos de aquella época.
Maureen O’Hara y Walter Pidgeon coprotagonizan este aclamado clásico de la pantalla, la historia de los sueños, las luchas y los triunfos de una familia.
Si Ford homenajea a la familia, también lo hace a la comunidad del pueblo unido en solidaridad.
Tras unos primeros momentos de disensiones a la hora de acatar las directrices del patrón, al final estarán todos juntos, dispuestos a bajar a la mina a rescatar a los vecinos atrapados arriesgando incluso su vida.
La ambientación social e histórica del momento es otro de los grandes logros de Ford.
En plena revolución industrial, las minas de Gales suponen un marco geográfico en que las clases sociales están muy diferenciadas y donde se ofrecen los primeros movimientos de resistencia al poder patronal.
Esto es una realidad pero sería un error juzgar ese momento con nuestras categorías actuales.
Los personajes sienten esa injusticia y esa rebeldía natural les lleva a exigir sus derechos, pero lo hacen según la mentalidad del momento, de tímido enfrentamiento o de resignación al lugar en que ocupan en la sociedad, y eso queda bien reflejado por Ford.
How Green Was My Valley nos presenta una sociedad de clases porque las diferencias y restricción de derechos es algo evidente, pero se trata de un entorno y una injusticia que no lleva a la revolución sangrienta porque no existía una conciencia de odio ni de enfrentamiento; de ahí que un director de orientación marxista hubiera dado, sin duda, otro derrotero al conflicto vivido.
Junto a ello, contemplamos el fenómeno de la aventura americana que emprenden algunos de los hijos, como tantos otros europeos asumieron por entonces.
How Green Was My Valley es un drama costumbrista dirigido por el estadounidense John Ford para Darryl F. Zanuck (20th Century Fox).
Con un guion escrito por Philip Dunne de la novela homónima inspirada por Richard Llewellyn quien afirmó basarse en sus propias experiencias en el valle minero de Gilfach Goch, lo cual se confirmó como falso.
La novela surgió de las conversaciones que mantuvo con las familias del valle.
How Green Was My Valley está protagonizada por Walter Pidgeon, Maureen O'Hara, Roddy McDowall, Donald Crisp, John Loder, Anna Lee, Arthur Shields, Barry Fitzgerald, Patric Knowles, entre otros.
How Green Was My Valley resultó la gran triunfadora del año 1941 en los Óscar, y fue ganadora de 5 Premios de la Academia: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor de Reparto (Donald Crisp), Mejor Fotografía en blanco y negro (Arthur Miller) y Mejor Dirección Artística en blanco y negro, así como nominada a otros 5 (Mejor Actriz de Reparto, Mejor Guion Adaptado, Mejor Montaje, Mejor Banda Sonora Original y Mejor Sonido), venciendo a la mítica Citizen Kane.
Esta vez la Academia deja por fuera a una excelente Meet John Doe en la carrera por la mejor película del año.
Los rasgos autobiográficos de How Green Was My Valley son muchos y el propio Ford así lo ha reconocido al decir:
“soy el menor de trece hermanos, y debieron pasarme las mismas cosas; yo siempre me portaba como un niño fresco”.
Ciertamente, sabemos que su propia familia conoció lo que suponía la emigración a un país nuevo y que también se apoyó en los valores tradicionales y cristianos para llevar las dificultades de la vida.
Huw Morgan evoca sus recuerdos de esa infancia y esa adolescencia (de los 9 a los 19 años aproximadamente).
El relato se presenta como una suma de episodios sucesivos, relativamente independientes, conectados por la presencia de los mismos personajes.
Inserta en varias ocasiones cuadros que aportan digresiones irónicas o cómicas, como la entrega de la carta del Palacio de Windsor o la visita del médico.
El guión ofrece una magnífica descripción de caracteres, situaciones y costumbres.
Explica el hábito de cenar sin hablar, la distribución de roles en la familia, el grito milenario de comunicación entre los valles de la región, la cerveza como bebida popular, etc.
El relato se desarrolla en un único y largo flashback.
El estilo narrativo es sencillo, claro y entrañable, como el de un cuento infantil.
Los recuerdos estilizan los hechos, los idealizan y los contemplan con añoranza y nostalgia.
Se pasa revista a la proletarización de los trabajadores, la implantación de los sindicatos obreros (“trade unions”), la primera huelga general indefinida en los valles mineros de Gales (1898), la crisis económica finisecular, la emigración (EEUU, Canadá, Nueva Zelanda, Sudáfrica), el trabajo sin medidas de seguridad, la frecuencia de los accidentes laborales mortales, el despido sin preaviso, la reducción unilateral de salarios, etc.
Abundan, por otra parte, escenas emotivas y cargadas de humanidad.
Podrían destacarse la del reencuentro de madre e hijo después de meses de enfermedad, la de la audacia del joven Huw al ofrecerse como cabeza de familia a la esposa del minero muerto, etc.
Sin embargo, la escena más conseguida de How Green Was My Valley quizá sea la de la boda de Angharad.
Todos aparecen en un primer plano, mientras en otro más general se ve al clérigo Mr. Gruffydd, solo e inmóvil, al pie de un árbol, incapaz de hacer nada por evitarlo.
Por otro lado, el conflicto con los trabajadores de la mina, las diferencias sociales o religiosas, la falsa moral de las clases altas y tantas y tantas cosas más están presentes en este film.
Es la mano maestra de Ford la que las introduce de ese modo que hace que resalte lo bueno y no lo malo, que veamos la bondad de las personas por encima de la maldad.
La que convierte los hechos cotidianos en poesía cinematográfica.
Por todo esto, podemos afirmar que amamos el cine de John Ford.
Alfred Newman compone una partitura correcta (quizás algo abultada orquestalmente hablando) que pasa desapercibida, pero que ahí está.
Destacar la magistral fotografía en blanco y negro, llena de vida.
También destaca el excelente decorado del pueblo, con una profundidad en su calle principal que es digna de elogio.
Por último, diremos que la cinta termina al modo teatral, porque a Ford le agradó la idea de que sus personajes volvieran a salir… para despedirse del público.
Sin duda un bello final tras la dramática pero bella escena de recuperación de los cuerpos fallecidos en la mina.
Respecto a esa escena en esta película que me parece el mejor resumen de la obra de Ford.
Hay que bajar a rescatar al padre de Huw a la mina.
El boxeador casi ciego, en un acto de amor que refleja la amistad y la camaradería como Ford las entendía, se ofrece a bajar y pide al personaje interpretado por el extraordinario Barry Fitzgerald que lo acompañe y lo guíe.
A lo que este último le responde que no bajará porque es un cobarde, pero que le guardará la chaqueta.
Evidentemente, la respuesta de Barry Fitzgerald -con ese glorioso toque de comedia tan propio de Ford- es reprobable, pero un servidor, cuando ve y vuelve a ver la película, nunca se atreve a culpar al pequeño personaje, sino a comprenderlo.
¿Por qué?
Porque es sincero, porque no busca excusas para no bajar.
Reconoce que es un cobarde.
Y por eso amo tanto a ese personaje como al boxeador que baja a la mina y se sacrifica.
Esa frase de Barry Fitzgerald -que fue añadida por Ford al guión- refleja la verdad del cine del viejo director, el cual, precisamente por ser un hombre tan contradictorio, logró insuflar a sus películas la melodía eterna de la sinceridad y de la vida.
“Everything I ever learnt as a small boy came from my father”.
Este discurso puede verse también como un tratamiento de la fe cristiana.
Ford realiza un canto a los valores de la familia, la cual es mostrada como el pilar en el que se apoyan todos sus miembros para seguir adelante.
Es para ellos el gran tesoro de sus humildes y duras vidas.
El pastor del pueblo no limita su labor al ámbito de su iglesia, sino que colabora activamente para mejorar las condiciones de los sufridos trabajadores de la mina, llevando a la práctica el mensaje del Evangelio.
How Green Was My Valley nos cuenta una soberana lección acerca de la bondad, de la resignación, de la fe y de la esperanza.
Acerca de las renuncias, de las caídas y de los resurgimientos.
¿Digno rival del Ciudadano de Welles?
Mirado con la perspectiva del tiempo, y una vez visionando este maravilloso film, ya no sorprende ni molesta que la producción de Darryl F. Zanuck haya ganado el Oscar a la mejor película de 1941 por sobre el Citizen Kane de Orson Welles, uno de los grandes paradigmas de lo mejor que el cine ha podido dar a lo largo de su historia.
La verdad es que si hiciéramos una reducción abstracta que nos permitiera ver ambas cintas de forma concentrada, podríamos decir, sin mucho lugar a la duda, que How Green Was My Valley es una película que sale directamente del corazón de John Ford; en tanto que Citizen Kane, no obstante tratar, hasta cierto grado, temas similares, es una obra nacida del más puro intelecto de Orson Welles.
Ambas hablan sobre un tiempo ido y los efectos de los cambios sociales sobre los individuos y sus actos, y son productos de una genial visión de conjunto.
El que una apele a los sentimientos, mientras la otra deslumbra al intelecto, no las disminuye ni las enfrenta puestas la una junto a la otra.
Tampoco creo que Welles, me atrevo a decir, se haya sentido demasiado ofendido por el favoritismo del público y la crítica hacia la película de Ford, una de las más exitosas y premiadas de 1941.
Aun con todo el torbellino de polémica que rodeo el estreno de Citizen Kane y la precaria posición en la que dejó a Welles dentro de la industria, el paso del tiempo ha hecho merecida justicia a su película y dudo que haya habido lugar para resentimientos por parte de Welles hacia How Green Was My Valley, una vez que ésta acaparara toda la atención durante la ceremonia de los Oscar.
Además compitió contra Sergeant York, Suspicion (Alfred Hitchcock) y The Maltese Falcon.
Y deja por fuera de esa competición al clásico de Disney Dumbo.
A pesar de esto, la actitud general de Hollywood – de cuestionamiento hacia su persona (Welles) y la integridad de su película - si fue causa de molestia para el joven genio, un acto de grosera incomprensión que lamentablemente sería situación común para el director durante toda su carrera.
Por lo demás, Welles no era extraño a la obra de Ford, en tanto que le había estudiado a profundidad antes de acometer su revolucionario debut en la pantalla y cuando fue interrogado a propósito de sus influencias creativas, su respuesta se convirtió en una cita famosa:
“John Ford, John Ford y John Ford”.

“Men like my father cannot die.
They are with me still, real in memory as they were in flesh, loving and beloved forever.
How green was my Valley then”


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