The Last Emperor

¡Long Live The Lord Of Ten Thousand Years!

Sin temor a equivocarme, creo que no es casualidad que The Last Emperor haya ganado, especialmente aquel año 1987, el Oscar a la mejor película entre muchos otros premios, ya que el mundo estaba convulsionado porque la guerra fría llegaba a su final, la URSS caía y mostrarle al mundo una película de estas características en el contexto social y político de la época, era lo más acorde.
Reconozcamos que las películas están marcadas por hechos, tendencias, dentro de determinado contexto social y también, marcan y subrayan la historia mundial.
The Last Emperor nos muestra una vida que sirve como hilo conductor para un propósito más vasto, que no es otro que, ilustrar los dramáticos cambios que se gestaron durante el siglo XX y que cambiaron por completo el orden mundial y los usos sociales preexistentes.
La caída de una tradición milenaria como metáfora del nuevo signo de los tiempos.
The Last Emperor es una película de 1987, del género película biográfica, dirigida por Bernardo Bertolucci para Coproducción GB-Italia-China; Columbia Pictures / Hemdale Corporation / TAO Film / Recorded Picture Company (RPC).
Está fidedignamente protagonizada por John Lone, Joan Chen, Peter O'Toole, Ruocheng Ying, Victor Wong, Dennis Dun, Ryuichi Sakamoto, Maggie Han, Ric Young, Vivian Wu y Chen Kaige en los papeles principales.
Para determinadas escenas fueron necesarios hasta 19.000 extras.
Está basada en la autobiografía de Aisin-Gioro Pǔyí o Pǔyí: “Yo fui Emperador de China”.
El guión está a cargo de de Mark Peploe & Bernardo Bertolucci; el hermano menor de Pǔyí, Pujie, que le había ayudado a escribir su autobiografía, estuvo presente como asesor en el rodaje de la película.
Fotografía corre a cargo del genial Vittorio Storaro.
Destacable la deliciosa banda sonora escrita, en conjunto, por David Byrne, Cong Su y Ryuichi Sakamoto.
The Last Emperor fue el primer film que obtuvo el permiso de las autoridades chinas para ser rodado en el interior de la Ciudad Prohibida.
Es una obra majestuosa, creada a través de la complejidad tanto argumental como técnica.
El filme está realizado en función de un paralelismo:
Por un lado, la rápida evolución histórica de un país desde la coronación del último emperador de la dinastía Qing hasta la llegada de la revolución maoísta; y por otro, la evolución de un hombre desde la soledad hasta la convivencia social y el reencuentro personal más íntimo.
Estos dos hilos paralelos discurren explícita e implícitamente durante todo el desarrollo de la película.
Destaca también la adecuada sincronización de la música y el buen trabajo de la fotografía, que deviene el complemento perfecto de los majestuosos decorados.
Bertolucci sin duda consigue lo que quiere; realizar una superproducción sin perder su esencia, centrándose en la evolución del status del emperador y de la situación de China más que en la caracterización de personajes.
Este aspecto se nota mucho ya que las interpretaciones de John Lone y Peter O’Toole dejan que desear al no estar suficientemente explotadas.
De hecho el actor protagonista ni siquiera optó a la estatuilla.
The Last Emperor maneja efectivamente los diferentes escenarios y contextos que requiere la recreación, en la ciudad prohibida lo hace con mucha majestuosidad, cantidad de extras y detalles culturales.
Aborda plenamente las distintas etapas del personaje principal en su calidad humana y dinástica, el reparto colabora adecuada y fielmente con el desarrollo de ésta reconstrucción cinematográfica, lo que demuestra la grave maestría de Bertolucci quien obtuvo el permiso del gobierno comunista chino para usar los lugares originales.
La historia se hace próxima a quien la observa, y no tan rígida como pudiera esperarse, fluye con frescura sin dejar de respetar los sucesos tal y como sucedieron.
Se presenta a Pǔyí tanto favorable como desfavorablemente con relativa imparcialidad que hace más realista el film, nos lleva sin concesiones por ese viaje que es la existencia del último emperador de China desde el principio hasta el fin, mostrando al ser humano en sus diferentes capas y acciones, aquel que se nos recuerda que guardaba un saltamontes en un pequeño recipiente dorado.
The Last Emperor está claramente dividida en dos partes que ofrecen aspectos e intenciones muy diferentes según el momento adecuado:
La primera parte comprende todo el reinado de Pǔyí en la Ciudad Prohibida.
Bertolucci trata al espectador como si de un espía se tratase, un tercer sujeto que aparece por casualidad en los momentos íntimos del emperador y su séquito, manejando espectacularidad e intimismo logrando una perfecta simbiosis pocas veces vista.
El espectador puede ver al emperador de tres años aseándose o al ya adulto jugando con sus esposas bajo las sábanas de la cama.
Desde el punto de vista visual, esta primera parte cumple un papel esencial para ambientar al espectador en un mundo fantasioso y lujoso, ensoñador.
Bertolucci juega con la luz, el color, las telas.
La música parece acariciar de forma sobrenatural momentos de contenida emoción: Pǔyí (a los tres y doce años) jugando con las telas del palacio imperial, con un deslumbrante vestuario y un recargado maquillaje.
Desde los hermosos créditos (que cuentan con el inolvidable tema principal, de David Byrne) se nos introduce en este mundo lujoso y sin embargo vacío en el que Pǔyí vive, y día a día se convierte en El Señor De Los Diez Mil Años.
Entre ambas partes no hay, sin embargo, un salto temporal o un cambio de aires (no solo externos, sino también dramáticos) bruscos, sino que Bertolucci avisa paulatinamente al espectador de la tragedia que acontece a los personajes principales con unos enlaces magistralmente tratados.
Atención a aquellas escenas en las que Pǔyí trata de escapar de su prisionera existencia como emperador o a las conversaciones con su tutor Reginald (interesantemente ampliadas en la versión extendida).
En la segunda parte del filme, los personajes han madurado en todos los aspectos.
Esta segunda parte se ocupa de la cuestión política del filme, dando más posibilidades de lucimiento dramático pero menores del visual.
Al margen de las dimensiones del peso que carga Pǔyí (interpretado por un correcto John Lone) a la espalda, se nos presenta un conflicto dramático entre el emperador y sus esposas.
La despedida de la primera de ellas se realiza en uno de los momentos más intensos del filme, donde se utiliza la lluvia y el tema "Rain (I want a divorce)" para recargar la sensación de angustia y dolor de la amante.
Con la emperatriz (brillantemente interpretada por Joan Chen) el juego dramático es más evidente, habiendo unas cuantas escenas de importante tensión interpretativa y dramática (la fiesta, la cena en la que le confiesa su embarazo).
Sin embargo, el conflicto político y el lento avance de los elementos tratados pueden suponer una tortura para los más impacientes, por lo que se recomienda un visionado con ganas y paciencia.
The Last Emperor se cierra por una escena fabulosa, en la que Bertolucci juega con el tiempo, la vida, y los raros círculos que concierne a sus correspondientes.
Más que una película The Last Emperor es un buen documental, dónde nos muestra de manera general cómo se desarrolló, luchó, y hasta como fue derrotada la última dinastía de imperio Chino llamada Qing, creada por la secta Machú y ubicada en la parte noreste de China y actualmente es de poca población.
Para los historiadores The Last Emperor es de gran utilidad, ya que nos relata la historia de cómo un emperador coronado de tan sólo 3 años de edad, llegó a dominar un imperio y luchó hasta que China la proclaman República.
Durante siglos el emperador de China fue el Hijo del Cielo y la reluciente figura de un vasto imperio, siendo un símbolo de poder y, un objeto de veneración y respeto por parte de sus súbditos.
Pero cuando se proclamo la república, el último representante de esa dinastía milenaria se quedó anclado en unas tradiciones decadentes, encerrado en su dorada Ciudad Prohibida, como el recuerdo personificado de una época y un régimen político en franco retroceso y encaminado a la desaparición.
Sin ninguna autoridad, más allá de su palaciega prisión, podrá comprobar cómo su país cambia a lo largo de los años hasta que finalmente tendrá que adecuarse a una realidad totalmente nueva, y adaptarse a las circunstancias, por mucho que a él le cueste abandonar su condición divina, y ver como el mundo que hay a su alrededor y para el que le habían preparado desde la cuna se desmorona.
The Last Emperor es la vida de esa interesante figura, con todos sus cambios y los giros que da el destino, las decisiones y el engaño, se aborda de manera brillante Bertolucci en este galardonado film tan exótico como elegante, tan sorprendente como majestuoso, y, sobre todo tan impactante como triste, al lograr hacerte sentir la impotencia y el dolor por la pérdida, tanto de su estatus como de la personas que lo querían, que afligen a su protagonista.
A lo largo de The Last Emperor se observan diferencias respecto a la historia real del emperador, algunos ejemplos son:
Pǔyí salió de la Ciudad Prohibida cuando murió su madre, sin embargo en la película se le cierran las puertas.
En su vida real, tal como él mismo cuenta en sus memorias, no tuvo relaciones íntimas con sus esposas, mientras que en la película se cuenta lo contrario.
En The Last Emperor el chofer y amante de la Emperatriz es asesinado; sin embargo, en la vida real Pǔyí impidió que los japoneses lo mataran.
The Last Emperor fue la gran ganadora de 9 premios Óscar, ganando todas las categorías a las que estuvo nominada: como mejor película, mejor director, mejor guión adaptado, mejor música, mejor fotografía, mejor dirección artística, mejor vestuario, mejor sonido y mejor montaje.
Es una de las cinco únicas películas que ha logrado ganar todos los premios a los que ha sido nominada, comparte el segundo puesto de este ranking con Gigi:
11 premios: The Lord Of The Rings: The Return Of The King (2003), 9 premios: Gigi (1958), 9 premios: The Last Emperor (1987), 5 premios: It Happened One Night (1934) y 1 premio Grand Hotel (1932).
Compitió contra las películas Fatal Attraction y Moonstruck como favoritas.
La Academia deja por fuera de esa competición a: The Untouchables, Dirty Dancing, Wall Street, Empire Of The Sun, Cry Freedom, The Witches Of Eastwick y la maxima Full Metal Jacket de Stanley Kubrick.
A manera de curiosidad con rigor histórico, voy a traer a colación ciertos aspectos interesantes de The Last Emperor que se suscitan en la primera parte del film, debido a que la segunda parte, pues es meramente política.
Las variantes de su nombre:
El último emperador de China, nació en 1906.
Pǔyí (溥儀) no era chino, era miembro de la dinastía Qing, originario de Manchuria.
Reinó en China con el título de Emperador Xuantong (宣統皇帝) desde 1908 hasta la abolición del gobierno imperial en 1912.
Fue impuesto por los japoneses como el Emperador Kangde (康德皇帝) de Manchukuo, entre 1934 y 1945.
Llamar por su nombre de pila a un emperador era algo totalmente inaceptable en la China imperial, este tabú se mantenía incluso después de su muerte, tras la cual al emperador se le confería un “nombre de templo”, que era con el que se le conocería en la posteridad.
Mientras el soberano chino vivía, lo más correcto era referirse a él como:
“Su Majestad El Emperador”, también se le conocía con títulos como:
“El Señor De Los Diez Mil Años”
Su apellido tradicional manchú o, para ser exactos, su nombre de clan, era Aisin-Gioro en manchú.
También se le llama de forma más respetuosa "Emperador Xuantong", Xuantong es el llamado "Título De Reinado" utilizado para designar las fechas durante su reinado y que empezaba al año siguiente de la muerte de su predecesor (por ejemplo: 1909 fue el año 1 de Xuantong, mientras que La Revolución de Xinhai comenzó en el año 3 de Xuantong).
Pǔyí le solicitó a su tutor, el diplomático y académico escocés Reginald Fleming Johnston, nombres occidentales para él y sus acompañantes.
De entre los nombres que Johnston le sugirió al emperador este eligió "Henry" (en alusión al rey de Inglaterra).
Pǔyí empleó su nombre inglés en sus relaciones con occidentales, aunque esto lo hizo en raras ocasiones y nunca de manera oficial.
Resulta un error muy común el que al último emperador se le llame “Henry Pǔyí”.
Lo cierto es que el nombre "Henry", jamás fue utilizado en combinación con su nombre chino.
La práctica de prefijar los nombres chinos con nombres occidentales, era ampliamente difundida, pero considerada incorrecta en los círculos más educados.
Cuando Pǔyí nació, (era una costumbre manchú que los miembros de una familia (o clan) pertenecientes a la misma generación compartieran una parte del nombre, en este caso la sílaba Pu, por ejemplo: su hermano se llamaba Pujie y su primo Pu Chia, etc.).
El Simulacro/Sexualidad:
A Pǔyí le construyen el mundo, se lo organizan como simulacro.
En la ciudad prohibida -Emblema del Mundo- se le encierra con un ambiguo mandato.
Reinará desde la infancia como artificio visible de un Poder remoto.
El Poder "real" será invertido: el padre se arrodilla frente al niño.
El niño crece rodeado de infertilidad en sus dos vertientes: mujeres viejas (estériles) y eunucos.
Desexualizado, Pǔyí vivirá en una suerte de limbo, hasta que aparezca el primer padre substituto: Reginald Fleming Johnston, el tutor escocés.
¿Qué objetos, qué emblemas entrega el tutor a Pǔyí?
Dos, la bicicleta y los anteojos.
Con los primeros le entrega un equilibrio que debe ser conquistado en la práctica, y la posibilidad de desplazarse por el Mundo (su mundo simulado, creado artificialmente por los estériles/mujeres viejas) y la posibilidad de huir de él.
Que no lo dejen salir es otra cosa, pero Pǔyí puede ya pedalear hasta la puerta que conecta el Mundo con su otro Mundo.
En cuanto a los anteojos es por demás evidente y Bertolucci lo subraya en forma magistral.
¿Cuándo los usa por primera vez?
Cuando debe "elegir" entre toda una serie de mujeres fértiles (una serie vastísima, pero limitada, recuérdese) a su mujer, futura esposa y emperatriz.
Con las gafas ve a las mujeres que lo habían rodeado hasta entonces, son viejas, ve sus crudos maquillajes, su esterilidad, su lejanía.
También ve a la o las mujeres posibles.
Ahora bien, Johnston le da equilibrio y visión pero no puede darle otra cosa: sexualidad, quizás, aventura sutilmente el director, porque él mismo no la posee muy "definidamente".
¿Es cierto que los escoceses usan faldas?
Es lo primero que le pregunta Pǔyí a su tutor.
Éste le responde que no son faldas, "son Kilts".
Es decir, mediante un desvío-una metáfora- le dice lo mismo de una manera más "técnica".
En la fiesta de bodas, Johnston está con las dichosas faldas.
¿Por qué Johnston nunca se casó?, pregunta Pǔyí; la cara de perplejidad del tutor es por demás notable.
Cuando llega con las mujeres una noche en la cama, los eunucos queman el almacén de provisiones.
La administración de lo alimentario es utilizada por la esterilidad como sabotaje a la posible sexualidad del emperador.
En cuanto Johnston le da a Pǔyí el equilibrio y la visión, éste decide sacarse de encima a los eunucos.
Tratando de ser un hombre intenta prescindir de aquello que atente contra esa posibilidad.
A Pǔyí le quitan todas las mujeres: su madre, su nodriza (franca y gráficamente, su teta) luego a su concubina y finalmente a su mujer.
Después de su derrocamiento cuando sólo contaba cinco años de edad, la República le concedió una fabulosa pensión y le autorizó a vivir en la Ciudad Prohibida de Beijing hasta 1924, momento en el que fue obligado por Feng Yuxiang a abandonar la capital.
Cuando Pǔyí es expulsado del Palacio-Mundo, sale al mundo de lo "real" ciego (escena con los anteojos negros).
A partir de allí, cuando es "abandonado" por Johnston, busca otro padre sustituto que resulta ser "el hombre más poderoso", un director de cine que le construye un simulacro de un simulacro.
Pǔyí es "curado" de sus crímenes-mediante otro padre sustituto- por el cine.
En la pantalla se reconoce como simulacro y se acusa de más crímenes de los que en realidad cometió.
El Cine, entonces, crea un simulacro (el crimen contra los japoneses) pero también cura, el reconocimiento -mediante el mismo Cine-de ese simulacro.
Por último, los choferes:
Son fundamentales para Bertolucci.
El último emperador, su protagonista era llevado a lo largo de toda su vida por choferes/padres.
En The Last Emperor su mujer tiene un hijo con el chofer, es llevado a ser hombre, a ser padre; obviamente también como simulacro.
En la cárcel, el nuevo sustituto paterno le enseña -o trata de hacerlo- a ser un hombre.
Le enseña cómo hay que orinar, cómo atarse los cordones de los zapatos.
En la segunda parte, políticamente, cuenta como en 1950 fue entregado a China, siendo encerrado en la prisión en Shenyang hasta 1959, fecha en la que fue liberado.
A partir de entonces apoyó a la República Popular.
Se casó por quinta vez en 1962 (no aparece en la cinta), pero nunca tuvo hijos, y terminó sus días trabajando como jardinero en Pekín, hoy Beijing.
Formó parte de la Asamblea Nacional Popular y en 1964 escribió una autobiografía en tres tomos.
Caso único de un antiguo emperador reconvertido en diputado de una República Popular, Mao lo puso como ejemplo de la posibilidad de que los hombres cambien y evolucionen.
The Last Emperor es una película que nos enseña que no importa que tan diminuto sea un problema, o hecho que nos presente en nuestra vida, nosotros los seres humanos somos capaces de luchar y salir adelante a pesar de todo, y además podemos dar mucho más de lo tenemos en mente.

“The Emperor has been a prisoner in his own palace since the day that he was crowned, and has remained a prisoner since he abdicated.
But now he's growing up, he may wonder why he's the only person in China who may not walk out of his own front door.
I think the Emperor is the loneliest boy on Earth”.


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