CHICAGO

“Come on, Babe why don't we paint the town?
And all that jazz”

Se tiende a minusvalorar el género musical porque es un cine muy inmediato que apela a los sentidos más impresionables (ojo y oído) y esa misma, facilidad o espectacularidad, a veces impide llegar al hecho de que muchas películas de este tipo ocultan un espejo socarrón de las miserias humanas y en concreto de la relación de estas miserias con el mundo del espectáculo.
Así ocurre con casi toda la obra de Bob Fosse.
Si bien es cierto que el musical muchas veces peca de ligero en el mal sentido, lo cierto es que no hay ningún otro género que haya representado con mayor pureza la esencia de aquello tan famoso de:
"There is no business like show business".
CHICAGO es uno de los máximos exponentes de las mecánicas internas del mundillo, de la falta de escrúpulos de los personajes que lo componen y también de sus glorias y debilidades.
Velma Kelly y Roxie Hart son personajes arribistas y bastante repelentes en un sentido moral, pero casi se nos olvida cuando saltan a primera línea y hacen lo que mejor saben, que es venderse.
“When You're Good to Mama
Mama's good to you.
CHICAGO es una película musical estadounidense del año 2002, dirigida por Rob Marshall para Miramax.
CHICAGO está protagonizada por la ENORME Catherine Zeta-Jones (Velma Kelly), ENORME Renée Zellweger (Roxie Hart), ENORME Richard Gere (Billy Flynn), ENORME John C. Reilly (Amos Hart), ENORME Queen Latifah (Matron “Mama” Morton), Christine Baranski (Mary Sunshine), Dominic West (Fred Casely), Lucy Liu (Kitty), Deirdre Goodwin (June), Denise Faye (Annie), Chita Rivera, entre otros.
El guión escrito por Bill Condon sobre una obra de Maurine Dallas Watkins y el musical de Bob Fosse & Fred Ebb.
La música está adaptada, con composiciones originales, por John Kander & Danny Elfman.
Inspirada en los sensacionalistas juicios de Cook County, el reportero judicial del Chicago Tribune, Maurine Watkins escribió la primera versión de CHICAGO.
La obra, titulada originalmente “The Brave Little Woman,” consiguió unas brillantes críticas cuando se produjo en el año 1926.
Le siguieron dos adaptaciones cinematográficas: “CHICAGO,” un film mudo estrenado en 1927, y “Roxie Hart,” protagonizada por Ginger Rogers, estrenada en 1942 por Twentieth Century Fox.
A pesar de que la sátira es específica de un lugar y una época, la historia de Watkins de asesinatos y sobre la manipulación de los medios de comunicación resultarían ser proféticos y sin fecha de caducidad.
En 1975, los veteranos de Broadway John Kander, Fred Ebb y Bob Fosse adaptaron “CHICAGO” convirtiéndolo en un aclamado musical de Broadway.
Las leyendas del teatro Gwen Verdon y Chita Rivera interpretaron originalmente los papeles de Roxie y Velma, respectivamente.
La producción fue un gran éxito, una vez más confirmando la eterna popularidad de la seducción y el asesinato.
Años más tarde, Miramax adquirió los derechos del musical en 1994 con intención de convertir a la aclamada producción teatral en una película.
CHICAGO es la magnífica traslación cinematográfica del musical de Bob Fosse realizada por el debutante Rob Marshall, quien bebe de diversas fuentes, especialmente del esencial Busby Berkeley, y diría que también de Florence Ziegfeld, con un innovador sentido del espectáculo visual y de la mecanización exquisita e ilusoria de las producciones MGM de Arthur Freed, sin olvidar claro está, la simiente de Fosse, un director y coreógrafo de gran estilo con querencia jazzística.
Espléndido su intercalado sin respiro y con talento de las canciones y el baile como engranaje narrativo, exaltando la trama y personajes de manera magistral, gracias a la habilidad de Marshall, el guionista Bill Condon y el editor Martin Walsh, quienes crean un maravilloso artificio no como mero artificio en sí mismo, sino como medio de fusión entre realidad anhelada y fantasía real, que consigue sus propósitos de distracción y festejo musical.
Esta historia, ambientada en la feliz y vehemente década de entre guerras, los años 20, se alimenta de los tópicos que significan la ciudad de Chicago: la música jazz, los clubes, el alcohol o la violencia gansteril, están astutamente exagerados para crear una especie de alegoría sobre el mundo del espectáculo y la farándula en los confines de la prisión, sus prisioneras y los contactos que establecen las mismas, en especial su protagonista principal… ¡Roxie!
Aspirantes a estrellas (las reas), representantes (abogado) que abandonan a unas y se preocupan de otras en función de una popularidad nutrida del escándalo, más que del talento, simplemente con el objetivo de su beneficio económico y con maquinaciones en donde sólo vale el engaño y la mentira que conmueva a un influenciable público de fácil manejo emocional, instruido por un periodismo sin criterio, despersonalizado y manipulado por intereses creados.
Es un contexto similar al nuestro y de clara atemporalidad, vislumbrado de manera cínica.
También subyace en este relato de deseos y ambiciones, de ascensos y caídas en el estatus estelar, de estupendas canciones y loables números musicales, una liberación femenina de la cotidianeidad aburrida y monótona en su vida marital y personal, con un propósito que no permite afectos y sí la competencia profesional y la dejadez sentimental.
Preparar las ENORMES escenas musicales requirió un intenso entrenamiento por parte de todos los actores, pese a que algunos tenían ya experiencia en el teatro musical.
Vale la pena decir que TODOS realmente cantaron, TODOS realmente bailaron, TODOS realmente actuaron…
No hubo dobles y la Jones al momento del rodaje estaba embarazada!
Los ensayos interpretativos se compaginaban con los ensayos de voz y las coreografías, todas de Rob Marshall, que eran supervisadas por instructores de baile.
A pesar de los premios recibidos, Zellweger (como actriz principal) pierde la carrera contra Zeta-Jones (injusta actriz de reparto) por un menor poder de fascinación ante las cámaras, por una menor seguridad ante unos papeles que requerían mayor conocimiento del cuerpo, por una falta de carisma y, lo que a algunos sorprenderá más, ante una mayor afectación de su interiorización del personaje.
A mi parecer, los productores no pusieron a ambas actrices bajo la misma categoría además, de frente a los reconocimientos, para de esa manera acaparar más premios sin hacer competir a las actrices; claro ejemplo del poder de manipulación de las productoras a costo de los más justos meritos.
Temperamental, versátil y seductora, la galesa y morena Zeta-Jones roba la película a la rubia y enclenque norteamericana presentando al espectador, con naturalidad y desenfado, su mejor trabajo hasta la fecha.
Confirma con su arrolladora aparición en CHICAGO que está hecha de esa pasta que, de ser bien explotada, puede ofrecer grandes momentos al cine americano y convertirla en la gran estrella femenina que la industria busca.
Renée Zellweger brilla intensamente y se transforma al igual que su Roxie y hace un despliegue fantástico.
Richard Gere está más que cómodo en su rol y se ve que disfrutó muchísimo haciéndolo.
Mención aparte merecen la genial Queen Latifah, exuberante y graciosísima, y el gran John C. Reilly, quién hace una oda al patetismo y la insignificancia humana de manera magistral.
La sombra de Fosse, aun siendo tan sólo su silueta, sigue siendo un buen árbol al que arrimarse, se notan incluso en las interpretaciones “extra cinematográficas”, a saber, vocales y coreográficas, especialmente de Renée Zellweger y de Catherine Zeta-Jones.
Marshall coreografió meticulosamente cada baile para que se adaptara a la naturaleza de la escena y conectara bien con la "realidad" que la precedía.
La mayoría de las fantasías de Roxie se sitúan en un escenario imaginario denominado Onyx Club.
Si la trayectoria artística de la galesa Catherine Zeta-Jones, una avezada actriz del teatro musical en sus comienzos como intérprete, ya podría hacernos sospechar sus mañas como cantante y bailarina, sorprende el trabajo de Renée Zellweger y Richard Gere, cada uno con sus limitaciones pero cumpliendo a la perfección su difícil papel, con un Richard Gere incluso ejecutando un sudoroso número de claqué.
El diseñador de producción, John Myhre, creó un original decorado (todo el teatro) lleno de detalles, destinado a convertirse en pieza central de la película.
En cuanto al vestuario, la diseñadora Colleen Atwood se basó tanto en el estilo como en el arte de los años 20.
De ahí que en los trajes de los actores se intuyan influencias del art deco, el cubismo y la Bauhaus.
Cada vestido se creaba en función del tema musical en el que aparecería y de la personalidad del personaje que iba a llevarlo: la soñadora Roxie, por ejemplo, vestía colores suaves en la realidad y tonos más vivos en sus fantasías.
Llama la atención la carga de cinismo del film.
De modo corrosivo y vitriólico, se muestra cómo funcionan unas mujeres y un hombre arribistas, trepadores, dispuestos a lo que sea con tal de salirse con la suya.
Ya sea engañar al esposo, vender la noticia de un embarazo o asociarse con tu peor enemiga, todo vale para encaramarse a lo más alto del show business.
Show business que consiste no sólo en el más obvio del musical, sino también en el de la justicia y los medios de comunicación.
Ejemplar a tal respecto es el número de la rueda de prensa, donde las personas se convierten en marionetas de un guiño muy particular.
Porque la mayor parte del mundo que retrata CHICAGO es puro circo, vanidad de vanidades; y el eficaz contrapunto, que nunca saldrá a la luz de la opinión pública, lo ponen los "buenos", auténticos perdedores: el marido burlado, y la presa convicta inocente.
Y es que CHICAGO sorprende al espectador con su ágil puesta en escena; y ello a pesar de que no hay movimientos de cámara que nos dejen atónitos o despampanantes utilizaciones de las masas, aunque en cambio sí existe un fantástico empleo del montaje, intercalándose acertadamente la realidad de la historia con los pensamientos, deseos y sentimientos de algunos de los protagonistas.
Surgen en estos pasajes verdaderas maravillas, fugaces fragmentos de brillantez
En el fondo, acá se está hablando de la realidad y los sueños que contienen la evanescente y efímera fama, envuelta en un mundo de prensa sensacionalista utilizada a modo de marionetas y abogados arribistas, como señale.
Un entorno criminal que nada tiene que ver con los gánster y mafiosos de la época.
La trama se sitúa en una cárcel de mujeres vista desde el punto de vista ácido y sarcástico que analiza coherentemente la ambición que anida en la naturaleza humana.
Los números musicales son, además de un cúmulo de virtudes coreográficas de fuerza cadenciosa, el eje narrativo por el que se desarrolla una historia sin tiempos muertos, de endiablado ritmo y entretenimiento colorista con canciones que contienen en su letra la esencia argumental.
Finalmente, la banda sonora, formada por canciones de John Kander y Fred Ebb (que han compuesto una expresamente para la película: I Move On), se ve acompañada por la breve y jazzística partitura de Danny Elfman, incorporándose ésta con perfección a la obra original.
“He had it coming”
CHICAGO compitió por el Oscar mayor contra grandes películas ese año: Gangs Of New York, The Hours, The Pianist y la ENORME The Lord Of The Rings: The Two Towers.
Con un total de 13 nominaciones, acabó ganando 6: Mejor película, actriz secundaria (Zeta-Jones), dirección artística, vestuario, montaje y sonido.
Nominada solo como: mejor director, actriz (Zellweger), actriz y actor de reparto (Latifah y Reilly respectivamente), guion adaptado, canción y fotografía.
La Academia deja por fuera del premio a la mejor película no haciendo nominación de grandes films ese año como: Hable Con Ella y Star Wars: Episode II - Attack Of The Clones.
CHICAGO ostenta de ser uno de los ocho musicales ganadores del Oscar a la mejor película, gloria que comparte con The Broadway Melody (1929), An American In París (1951), Gigi (1958), West Side Story (1961), My Fair Lady (1964), The Sound Of Music (1965) y Oliver! (1968).
“This trial... the whole world... it's all... show business”
Lo que se ve en CHICAGO no es muy diferente a lo que veríamos cualquier día de cualquier semana encendiendo al azar cualquiera de las cadenas que, tienen a bien, bombardearnos día tras día con noticias insignificantes acerca de gente ínfima cuyos únicos méritos conocidos, consisten básicamente en haberse encamado con alguien más conocido que ellos en algún momento de sus vidas.
La sátira feroz sobre la fama de segunda y los personajillos de este calibre está muy presente en CHICAGO pero puede que la brillantez de su parte musical nos despiste y creamos que no estamos viendo más que un divertimento inofensivo rodado a todo lujo, por un especialista en reventar taquilla con filmes blanditos y poco imaginativos.
Pero es que el veneno procede de la obra original y ni siquiera el antídoto Marshall puede amainarlo: el ascenso de Roxie Hart a la fama mediante triquiñuelas, mentiras y manipulaciones de la prensa sensacionalista es sangrante porque es actual.
La historia se mantiene actual, continúa porque todo el mundo ansía esos 15 minutos de fama.
Todo el mundo se siente fascinado por el culto a la celebridad, lo hambrienta que algunas personas se sienten por ella, y los extremos a los que pueden llegar por conseguirla.
Y es que, por mucho que nos disguste, habitamos en un mundo de manipulaciones, llegándonos éstas desde cualquier frente.
Por supuesto, el mayor tramposo de todos, el caradura más insistente, es el único vencedor posible (pretendientes para ocupar semejante podio no faltan nunca).
A los aficionados al musical, entre los que me incluyo, se llevó a la pantalla lo que debería estar y está aún en los escenarios, CHICAGO.
Pese a que muchos califican el musical como "un género pasado de moda", la película nos ofrece una peculiar visión del mundo del espectáculo en los años 20 que no es más que el telón de fondo para presentar un tema más actual: la opinión pública y el papel que la prensa juega en ello.

“And that’s good, isn’t it grand, isn’t it great, isn’t it swell, isn’t it fun, isn't it... but nothings stays”


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