West Side Story

“Could it be?
Yes it could, something's coming, something good”

Algunas cintas que nos maravillaron hace años, y de las que guardamos un gran recuerdo, sufren mucho al revisarlas.
O más bien sufrimos nosotros, comprobando lo mucho que las ha deteriorado el paso del tiempo.
Gozaron de una plenitud de vida, y luego se marchitaron.
Otras cintas que formaron parte de nuestra infancia y nuestra adolescencia, como si fueran una parte de nuestro cuerpo, volvemos a verlas después de unos pocos años, y nos emocionan igual o más que antes.
Para quien esto escribe, West Side Story, es una de esas que, como las pirámides, luchan contra el tiempo sin inmutarse, algo que logran muy pocas.
Pero ya cuando West Side Story nació, todos sus responsables, y los afortunados que pudieron verla en su estreno, sabían que aquello era verdaderamente grande, y que el musical había llegado a su plenitud y al mismo tiempo a su canto del cisne.
Cuando se habla de cine de arte por lo regular acuden a la mente de los cinéfagos imágenes en blanco y negro, largos planos secuencias y tiempos muertos.
Close-up de actores mirando al infinito y más allá en clara mueca de atravesar dilemas existenciales y casi siempre nos quedamos con la impresión de que se trata de filmes lentos e introspectivos, cine contemplativo que se piensa es filmado exclusivamente en Europa o Asia, cuyos títulos impronunciables solamente son recordados por las huestes cinéfilas más sesudas, y que este tipo de cine es por completo ajeno a los márgenes de Hollywood.
Cierto, pero sólo en parte.
El cine de entretenimiento no tiene porqué ser menospreciado bajo ningún contexto.
Grandes obras del séptimo arte -revaloradas en nuestros días-, han surgido precisamente de las fórmulas de reciclaje, cuyo principal objetivo no es la trascendencia artística “per se”, sino simplemente el de agradar al mayor público posible.
Justamente de estas pretensiones surge una película musical que hoy por hoy debe ser considerada como uno de los mejores ejemplos de cine de arte en su más amplia acepción, porque aun en nuestros días existen mentes tan retrógradas que se empeñan en creer que el cine de arte es sólo aquél que ni ellos pueden entender, pero que ensalzan por mero compromiso snob, reconocida ya como una obra fundamental del cine moderno.
Se trata de West Side Story
El cine musical se supone ya había alcanzado sus más altas cimas de la mano de nombres míticos como el coreógrafo y realizador Busby Berkeley y el director Mark Sandrich durante la década de los años 30.
En los años 40 las mejores obras vinieron del talento de Vincente Minnelli, mientras que los años cincuenta verían en Stanley Donen y Gene Kelly a sus máximos artífices.
Aquellos años de esplendor del cine musical dejaban ver coreografías siempre impresionantes, fastuosos despliegues que poco caso hacían de una trama por lo regular simple y en ocasiones apenas hilvanada para el lucimiento de las verdaderas estrellas de la función: los números musicales.
Pronto las escuetas tramas y la saturación “ad infinitum” de cantos y bailes desplegados a la primer provocación llevó al cine musical a un hartazgo donde pocas películas ofrecían alguna novedad.
Así, en medio de ese declive del cine musical aparece en el año de 1961 West Side Story, con un sólido guión de Ernst Lehman, impresionante música de Leonard Bernstein y letra (musical) de Stephen Sondheim, dirección de Robert Wise y Jerome Robbins, responsable también del manejo de las coreografías.
Siendo un éxito probado en los teatros de Broadway, su traslación al cine se convirtió en todo un fenómeno.
La historia, que es en realidad una puesta al día del clásico de Shakespeare Romeo y Julieta sirve también como pretexto para evidenciar dos problemas sociales que comenzaba a dar dolores de cabeza a las autoridades estadounidenses: el pandillerismo juvenil y los constantes problemas con las comunidades de inmigrantes.
En medio de este mar de confusiones y riñas por el dominio del territorio de un barrio al oeste de Nueva York se desarrollará la historia de amor entre María, una hermosa joven recién llegada de Puerto Rico, y Tony, un yanqui ex miembro de la pandilla de los Jets, quien ahora ha decidido rehacer su vida fuera de las calles.
Un silbido, antes de que veamos ninguna imagen y a oscuras, suena en la sala de cine (hay que verla en pantalla grande, la película gana); a partir de ahí, unas imágenes en picado de la ciudad de New York avanzando hacia barrios más pobres, hasta que la cámara, que no volverá a alzar el vuelo, se queda al ras de la tierra, y desde esa altura, con un empleo del cinemascope espectacular, desgranará una historia donde la violencia sólo conduce al dolor, a la muerte y al odio.
“When you're a Jet, you're a Jet all the way from your first cigarette to your last dyin' day!”
West Side Story es un film estadounidense de 1961, del género musical, drama, dirigido por Robert Wise (todo el nudo argumental) y Jerome Robbins (toda la parte musical) para United Artists.
Posee un guión de Ernest Lehman sobre la obra homónima de Arthur Laurents y Jerome Robbins, que a su vez está inspirada en la obra de teatro Romeo y Julieta de William Shakespeare.
La música fue compuesta por el divino Leonard Bernstein.
West Side Story está protagonizada por Natalie Wood, Richard Beymer, Rita Moreno, George Chakiris y Russ Tamblyn en los papeles principales.
Ninguno de los dos protagonistas principales (María y Tony) de la versión cinematográfica de West Side Story (Natalie Wood y Richard Beymer) sabían cantar ni bailar, por lo que se redujeron sus escenas de baile y fueron doblados en las canciones.
Sus voces, de canto, fueron dobladas como otros intérpretes en alguna canción especialmente difícil con las voces, en las canciones, de Marni Nixon para María y Jimmy Bryant para Tony, que están excelentes.
Pero la otra pareja, George Chakiris y Rita Moreno (ambos ganadores del Oscar a mejores secundarios por estos papeles), no se quedan atrás, ellos cantan, bailan y actúan, por lo que son considerados los verdaderos artistas de West Side Story.
Las actuaciones de Rita Moreno y George Chakiris son sencillamente excepcionales.
Moreno realiza la mejor interpretación de su vida, por la cual recibió el Oscar, el primero y único que hasta el momento, haya recibido una actriz latinoamericana.
Si tuviéramos que definir su actuación con una sola palabra, esa sería pasión, y su alma seria fuego, su mirada seria sexo y ternura, ella se come la pantalla y los adjetivos no bastan.
Chakiris, de igual forma, borda un papel lleno de furia, pero asombrosamente, pleno de una incipiente ternura.
Es una lástima que sus carreras no hayan podido despegar luego del gran éxito de West Side Story.
La solidez del guión -basada perfectamente en esa lucha de contrarios- encuentra su equivalente exacto en la pantalla de la mano de Robbins, creador de una serie de coreografías majestuosas que van más allá del espectáculo caleidoscópico, es decir, cada uno de los movimientos es una puesta en escena de una pelea, cada baile maneja una pulsión de violencia que se desarrolla “in crescendo”, desde la secuencia inicial de la cinta -la presentación de los miembros de ambas pandillas caminando/bailando/luchando a lo largo del territorio que pretenden dominar- hasta la violenta cita bajo un puente, donde Bernardo, Tony y Riff, su mejor amigo, se encuentran en una danza de furia y muerte.
Muchos de los escenarios donde se rodó la adaptación cinematográfica de 1961 eran decorados, en total 37.
Algunos exteriores se rodaron en un barrio de Nueva York que iba a ser demolido.
Los decoradores tuvieron que transformar fachadas, poner ventanas, escaparates, anuncios, etc. para recomponer las calles.
Nunca un musical ha conseguido la fuerza que alcanzó West Side Story.
La cinta no desperdicia ni un solo fotograma para enseñarnos que el arte del cine puede muy bien servir de apoyo y funcionar a la perfección con otras formas expresivas como el musical teatral, sin caer en el error de dejar que la acción llene por sí sola el espacio relegando a la cámara a un segundo plano, sino haciéndola participar y aportar con su lenguaje, y el del montaje de la puesta en escena teatral, para quizás mejorarla y complementarla sabiamente, para crear otro lenguaje nuevo y maravilloso.
West Side Story es narrativa abstracta, pues el color y la música se funden en otra cosa, profundamente cinematográfica, y crean un poema en el que poco importa la trama en sí, y mucho más la forma en que está contada.
A veces la luz y las sombras dividen, como anunciando el final.
La luz y la oscuridad son igual de importantes, hay algo de novela gótica en esos decorados.
Como he dicho, la oscuridad a veces acoge; otras veces es el peligro.
Pero el peligro y la tensión también existen a plena luz de día.
Y los colores: el rojo, el color de la vida y de la muerte, el azul la esperanza...
Mención aparte merecen el diseño de vestuario de Irene Sharaff y los decorados de Victor Gangeling.
También resulta maravilloso el empleo de códigos de color para diferenciar a las bandas rivales, así como para el abigarrado Nueva York (que después de las primeras escenas está casi todo filmado en estudio, y que es un personaje más, como una moderna Verona) para el que las luces y la paleta de color están particularmente inspiradas, con el objetivo de escalar hacia el sombrío clímax, sin dar tregua al exhausto espectador, que va a terminar saciado y agotado de tanto dolor, de tanta fatalidad.
Robert Wise sabe aunar los números musicales de Robbins, y el tono de desdicha del libreto, para filmar algo tan fresco, tan verdadero, que se queda en la memoria para siempre.
La adecuada planificación de los encuadres es una muestra de que Robert Wise estuvo a la altura para dar a la cinta el equilibrio perfecto, pues más allá de los números musicales también las escenas de poderosos diálogos, la mayoría de ellos de una carga dramática pocas veces vista en el género, hacen que la tensión dramática avance de manera fluida hacia un clímax donde los celos, la mentira y la confusión se conjunten en un desenlace abrumador, impactante y melancólico.
West Side Story es una historia de amor, y como tal, alcanza algunas de las mejores escenas del género, sobrepasando el mero ámbito de la comedia musical. Ahí está ese bello juego de plano/contraplano que Wise utiliza para enfrentar por vez primera a María y Tony en una fiesta.
Ellos nítidamente enfocados al centro del encuadre, mientras a su alrededor todo se desarrolla fuera de foco.
Una expresión onírica donde sólo ellos dos importan y su amor es lo único verdadero, más allá de cualquier rencor de sus respectivas “familias”.
“Dear kindly Sergeant Krupke, you gotta understand,
It's just our bringin' upke, that gets us out of hand,
Our mothers all are junkies, our fathers all are drunks
Golly Moses, naturally we're punks”
Lo cierto es que esas dos partes, la dramática y la musical, se abrazan a la perfección en West Side Story, es muy atípico.
Digo esto porque un género tan almibarado como el musical nunca fue el territorio propicio para digresiones sociales, problemas familiares, de adaptación, etc.
Un clásico del musical, que desarrolla un alegoría sobre la violencia urbana, su génesis y sus letales derivaciones, con atisbamientos críticos a la xenofobia, al racismo, al trato al inmigrante, al condicionamiento familiar y grupal del comportamiento vehemente, determinado por un contexto propicio al mismo, estableciendo también una mirada al distanciamiento generacional y a la entidad del joven en la pandilla y al margen de ésta, con vinculaciones afectivas y románticas.
Cabe señalar que West Side Story posee muchas lecturas, y sobre ellas están impuestos mensajes tan fuertes como la velada violación de Anita o la pérdida de la virginidad de María, son temas que apenas asomaban durante el año 1961.
Coreográficamente, señalar solo 3 Canciones es quedarme corto:
"América", El Sueño Americano:
Las portorriqueñas ven la cara positiva; los hombres sus limitaciones y engaños.
Una canción alegre, un baile divertido: una letra amarga.
Al final América es mala, pero Puerto Rico es peor.
Ah, y Puerto Rico está en América.
"Gee, Officer Krupke!" o el problema de los chicos de la calle:
Pobrecillos, con madres prostitutas y padres borrachos, drogadictos, esquizofrénicos, el crimen, la homosexualidad y todo eso…
¿Cómo van a comportarse de otra manera?
Y los chicos cantando, burlándose de la policía, la justicia, los psicólogos y la asistencia social.
Reafirman su identidad, son lo que son porque quieren.
Hasta que el policía les planta cara: ahora vemos que ríen por no llorar.
"Cool" o la terapia para enfrentarse a un interrogatorio:
La ley del silencio.
Catarsis en un garaje.
Que hubiere sido de Michael Jackson sin West Side Story; no hubiera existido “Beat It” ni “Bad”, ni un montón de videos como los que él hizo
“The most beautiful sound I ever heard”
Al margen de sus implicaciones temáticas y vinculadas a ellas líricamente, a lo largo de esta agridulce, taciturna y noctívaga película, dirigida por Wise con la ayuda de Jerome Robbins, aparecen un buen número de grandes canciones escritas por Leonard Bernstein (música) y Stephen Sondheim (letras), entre ellas, clásicos como “Tonight”, “Maria”, “One hand, one heart”, “Somewhere”…
La partitura de West Side Story fue creada y orquestada por el propio Bernstein, con la ayuda de Sid Ramin e Irwin Kostal.
El número de músicos requerido para una interpretación apropiada de la pieza está entre los más altos del repertorio de teatro musical.
La partitura necesita de cinco instrumentistas de viento-madera (cada uno encargado de varios instrumentos), siete metales, cinco percusionistas, un teclista, un guitarrista y doce instrumentistas de cuerda.
En total, son necesarios 30 músicos para interpretar la partitura tal cual fue escrita por el compositor.
La ENORME banda sonora, de Leonard Bernstein, ofrece una magnífica partitura, que combina ritmos latinos, imaginativos temas de amor y una gran variedad de tipos y estilos de jazz.
Las canciones con el paso del tiempo se han convertido en temas clásicos.
Como música añadida ofrece un simpatiquísimo fragmento de “La Cucaracha”.
“Tonight, tonight, it all began tonight”
La noche del Oscar, la Academia, en esta ocasión, olvida nominar a la obra de Edwards: Breakfast At Tiffany's y Splendor In The Grass, La Dolce Vita de Federico Fellini y La Ciociara en el rubro principal.
West Side Story logra ser la ganadora de 10 Óscar a la mejor película, mejor director (es) (Robert Wise y Jerome Robbins) primera vez que el premio se comparte (tiempo después lo repetiría los hermanos Cohen con No Country For Old Men), mejor actor de reparto (George Chakiris), mejor actriz de reparto (Rita Moreno: ¡PURO FUEGO!), mejor dirección artística, mejor música (inspirada en el Musical de Leonard Bernstein), mejor fotografía, mejor sonido, mejor vestuario, y mejor montaje, además fue nominada como mejor guión adaptado.
Fue así que West Side Story se convirtió en el musical más premiado de Hollywood, conociendo un grandioso éxito en taquilla, y numerosas reposiciones en todo el mundo a lo largo de las décadas.
Escenas memorables:
El "Mambo" en el salón de la escuela no tiene parangón en este universo, hay que verlo, oírlo y como no hasta bailarlo.
"America" en la azotea hay que verla, son escenas que no se pueden describir.
Así como "Tonight" y "Maria”…
Pero con “Somewhere”, me viene a la mente reconocer que uno de los mayores inventos del cine sonoro fue el silencio.
El cine mudo iba casi siempre acompañado de música, y en caso de que no fuera:
¿Con qué sonido se compararía para existir?
El silencio es el anuncio de la tragedia, la confirmación de la desgracia.
Por eso los instrumentos se callan durante la última escena.
“Somewhere”…
A capella duele más.
Canciones… muchas, bailes… muchos, dramas… muchos, todo esto hace de West Side Story sea un musical memorable que entra al Olimpo con fanfarria.
“I like to be in America, OK by me in America, Everything free in America”…
El film nos dice que el odio genera odio, y eso no se soluciona con buenas intenciones.
Y menos con más odio todavía.
Quizás la tragedia no haya sido en vano, dos tímidos gestos abren la puerta a la esperanza.
Los títulos de crédito entre grafittis.
Entre Epitafios.

“There's a place for us, somewhere a place for us; peace and quiet and open air wait for us, somewhere…”

Te adoro, Natalie Wood, Richard Beymer, Russ Tamblyn, Rita Moreno, George Chakiris, David Winters, Ernest Lehman, Jerome Robbins, Robert Wise, Stephen Sondheim, y mi adorado Lenny Bernstein.


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