The French Connection

“When's the last time you picked your feet, Willy?
Who's your connection Willy?
What's his name?...
I've got a man in Poughkeepsie who wants to talk to you.
You ever been to Poughkeepsie?
Huh?
Have you ever been to Poughkeepsie?”

Al comenzar la década en la que surge la película, la crisis financiera de las grandes productoras de Hollywood se manifiesta con toda su crudeza al mismo tiempo que desaparece la figura del productor tradicional, desciende espectacularmente la asistencia del público a las salas -alcanzando su nivel más bajo en 1971, con una cifra cercana a los ochocientos millones de espectadores- y comienza la penetración en el mercado de las compañías multinacionales que representan intereses muy diferentes y que diversifican su actividad en campos no estrictamente ligados al sector audiovisual.
En mitad de estos cambios que comienzan a sucederse de manera vertiginosa en el sistema industrial de producción, el cine negro -si es que a los productos que se acogen a esta etiqueta puede concedérseles todavía este nombre- se presenta también como un género en crisis, cuyos moldes arquetípicos han sufrido desgarrones incurables en la década anterior y cuya diversificación temática y formal hace muy difícil establecer patrones entre la heterogeneidad de títulos que parecen tener cabida en su seno.
El rasgo más destacado, con todo, es el recrudecimiento de la violencia de sus imágenes (como resultado más que probable del avance de las posiciones conservadoras dentro del país y de la relajación progresiva de la censura frente a la representación de aquella en la pantalla) y, desde otro punto de vista y como reflejo de las nuevas preocupaciones que parece mostrar el sector de la producción para obtener mejores rendimientos de sus obras, genera la búsqueda del espectáculo por el espectáculo dentro de sus ficciones.
La moda y la estética había impuesto un tipo de cine policiaco realista y sucio, que tanto crítica y público querían ver.
Algo estaba cambiando en el cine de la época, se estaba haciendo más televisivo y nuevos valores surgidos de la pequeña pantalla empezaban a trabajar en la industria del cine.
De ahí surge The French Connection.
Para casi todo el equipo que compuso la película ésta era su primera o segunda película (guionistas, montadores, fotógrafos, músicos, fotógrafos, director…) también para el actor Roy Schneider e incluso para Gene Hackman, más avezado, era su primer protagonista.
Quitando a Fernando Rey, el resto eran casi desconocidos.
Y eso se nota en ideas muevas, como zooms, cámara en mano, giros de cámara brutales, y una estética como decía antes un tanto kitsch.
The French Connection es una película estadounidense de 1971, dirigida por William Friedkin para 20th Century Fox / D'Antoni Productions.
Está protagonizada por Gene Hackman (Detective Jimmy “Popeye” Doyle), Fernando Rey Alain Charmier), Roy Scheider (Detective Buddy “Cloudy” Russo), Tony Lo Bianco (Salvatore “Sal” Boca), entre otros.
Basada en libro “The French Connection: A True Account of Cops, Narcotics, and International Conspiracy" de Robin Moore, cuenta con un guión elaborado por Ernest Tidyman.
La música corre a cargo del trompetista de jazz Donald “Don” Jonson Ellis, la cual se convirtió en un hito del momento, e hizo de la canción "Everybody Gets To Go To The Moon" el número uno de las lista de popularidad.
La idea de The French Connection es básica, pero el desarrollo de sus pormenores le otorgan solidez al film: los detectives Jimmy “Popeye” Doyle (Gene Hackman) y Buddy Russo (Roy Scheider) son policías racistas de métodos nada ortodoxos que no dudan en usar y abusar de la violencia, se nos describen como personas con buenos aciertos y con errores injustificables.
Aquí no hay héroes.
Ellos investigan solícitamente un caso de narcotráfico en la ciudad de Nueva York, en el cual se ve implicada la mundana mafia francesa; teniendo como misión muy concreta: desarticular una red de tráfico de narcóticos y descubrir quien se esconde tras el pseudónimo de “French Connection”.
Ante la ineficacia del procedimiento legal, ambos guerreros enfurecidos no dudaban ni un instante en hacer uso de la fuerza y la violencia extrema para limpiar el mundo de indeseables.
Este objetivo les convertía en dos seres irreductibles e implacables habituados a sobrepasar cualquier límite, siendo tan peligrosos o más que sus enemigos en su camino hacia la purificación de la especie ciudadana.
El director atavía esta premisa inicial ahondando en la investigación, subrayando la expectación que se mantiene constante con el ritmo, y al mismo tiempo dejando entrever con astucia la condición de los personajes.
Hackman está sublime encarnando con rabiosa y testaruda destreza su papel que basó en la vida del policía neoyorkino Eddie Egan (que aparece en el film), según anota el escritor Robin Moore en su libro “The French Connection: A True Account of Cops, Narcotics, and International Conspiracy”.
Lo mismo pasa con el personaje de Roy Scheider (basado en el oficial Sonny Grosso que también aparece en el film) aunque no participa mucho de la historia.
Es así como The French Connection representa una de las mejores películas policíacas de la historia del cine y de década de los 70.
Sin embargo, lo más representativo, recordado y citado de un film como The French Connection son sus persecuciones.
Friedkin absorbe toda la prolijidad del guión adaptado por Tidyman, y transforma el corazón de Nueva York en un escenario inminente, en un campo de batalla para una cacería alucinante, delirante a flor de piel.
Por medio de una descarnada fotografía (soberbio trabajo de Owen Roizman) para capturar agitadamente y con energía aquellos instantes donde el espionaje secreto se convierte en una práctica virtuosa de los protagonistas y una filmación completa por medio de cámara en mano, las imágenes transmiten tal fuerza bruta que da la sensación de estar asistiendo a un documental sobre la lucha del estamento policial contra los poderosos imperios de la droga organizada, relato ambientado en una Nueva York sórdida y marginal.
Una de las grandes virtudes de esta sensacional propuesta de tremendo éxito crítico es, sin duda alguna, la impresión de crudo realismo que causa en el público.
Aunque la acción no se encuentre presente a lo largo del metraje en demasía, los específicos instantes en los que se desencadena el frenesí resultan incomparables.
La dilatada escena de la emocionante persecución automovilística de un tren ya ha pasado a la historia del cine, puesto que la espectacularidad que alcanza es sencillamente descomunal, difícilmente igualable cuanto menos.
El desenlace del film es tan ambiguo como significativo, con esas ridículas condenas y la escapada de Charnier, hombre al parecer inmune a la acción de la justicia.
El pesimismo que queda suspendido en el ambiente provoca un regusto final desencantado, al presenciar una investigación y posterior intervención cuyos resultados acaban siendo ineficaces.
"Popeye" Doyle, próximo a la locura, no es capaz de detener a su codiciada presa.
También la historia tiene su punto de elegancia con la presencia de Fernando Rey que, acompañado de la enemistad que tiene hacia “Popeye” Doyle, hace que el cruce de ambos sea de lo más sugerente e incluso graciosa como la escena de la persecución en el metro.
Por ello The French Connection merece estar donde está, por méritos propios ya que, a día de hoy, se echa de menos esta clase de cintas con estilo y suciedad a la vez que tanto caracterizaba al género en los años 70.
The French Connection cuenta con 50 minutos de acción pura y dura, de calidad y con un nivel de tensión impresionante alcanzado sobre todo en el cara a cara entre Hackman y Rey, o en la persecución en carro de “Popeye” que concluye en esa memorable escena de la escalera.
En resumen, The French Connection posee puntos fuertes:
El frenético y acelerado manejo de cámaras de William Friedkin, junto con el montaje de las escenas que hacen que el frenesí se apodere del relato en todo momento.
La interpretación de Gene Hackman dando vida a ese policía desquiciado que sólo piensa en atrapar narcotraficantes sin importarle las consecuencias de los sucios medios que utilice para tal fin.
Las escenas de acción están muy bien logradas, con secuencias llenas de vértigo y otras bastante sangrientas teniendo en cuenta la fecha en que data esta cinta.
Por el contrario, choca en todo el film la falta de sutileza con respecto a temas como la cuestión racial, el trato con las mujeres, el alcohol etc., algo que la dota de un realismo y naturalismo inusual entonces en el cine, tanto como hoy mismo, si bien los efectos especiales actuales dan otro carácter violento a este tipo de policíacos.
En The French Connection, con frecuencia, se les escuchan frases como:
"nunca confíes en un negro" (creo que las personas de raza negra aplaudieron esa escena, por la honestidad) o bien:
"malditos latinos ladrones".
Curiosamente, el puente de Brooklyn aparece en una y mil tomas, y desde todos los puntos imaginables.
También aparece la construcción de una de las torres gemelas, en la escena del desembarco del coche francés.
Hollywood rindió admiración a un film rodado con estilo de documental y ajena a los cánones académicos, una obra creada al alimón por la conjunción de las enormes personalidades del inteligente, enérgico y oscuro director, el esforzado protagonista y el desmesurado detective real sobre el que se basan los hechos narrados.
Y así fue ganadora de 5 Premios Óscar (8 nominaciones), incluyendo mejor película, mejor director (William Friedkin, en su momento, el director más joven en recibir un Oscar), mejor actor (Gene Hackman), mejor guión adaptado y mejor montaje de 1971.
Estuvo nominado como mejor actor de reparto (Roy Scheider), cinematografía y sonido.
Ese año tuvo ENORMES competidoras: A Clockwork Orange, Fiddler On The Roof, The Last Picture Show y Nicholas And Alexandra.
Deja por fuera de competición por el rubro mayor a la grande Sunday Bloody Sunday, Dirty Harry y Klute.

“The son of a bitch is here.
I saw him.
I'm gonna get him”.


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