Carandiru

“Nadie es culpable... puedes creerlo?”

Vil, descarada y tremenda, el infierno en la tierra realmente estuvo en la cárcel de Carandiru en São Paulo, Brasil.
La cárcel de Carandiru tiene una carga netamente negativa en Brasil, pero fascina a lectores y espectadores desde hace años, cuando centenares de presos vieron publicadas sus historias personales en el libro escrito por un médico, el Dr. Drauzio Varella.
Carandiru es un barrio céntrico de São Paulo, pero ese nombre hace a los brasileños recordar principalmente la llamada Casa de Detención inaugurada en 1956.
Ubicada en una zona densamente poblada de São Paulo, Carandiru tenía una capacidad para 5 mil presos, pero llegó a alojar a mucho más del doble.
Manchada con sangre del pabellón 9, donde el 2 de octubre de 1992 —víspera de las elecciones municipales— comenzó una rebelión de presos, después sofocada cuando una tropa de choque de la Policía Militar invadió el edificio.
La intervención terminó con 111 reclusos muertos en lo que se conoce como "La Masacre de Carandiru".
El número total de víctimas fue divulgado oficialmente al día siguiente, media hora antes del cierre de las elecciones.
La mayor parte de los muertos habían sido baleados en el tórax y en la cabeza, por lo que los abogados de los familiares denunciaron una ejecución en masa.
El coronel Ubiratan Guimaraes, que comandó esta operación, fue condenado a 632 años de prisión.
"Fue un trabajo como tantos otros que hice en 33 años y medio en la corporación.
Si tuviera que comandar la tropa en una situación idéntica, lo haría nuevamente", manifestó Guimaraes.
"Sólo murieron los que no acataron la orden de rendición; quien se rindió está vivo", agregó.
El coronel permaneció en libertad mientras sus abogados apelaban el fallo.
Acabó siendo absuelto y logró un acta de diputado.
Diferentes organizaciones internacionales de defensa de los Derechos Humanos expresaron su protesta por su absolución, pero Guimaraes gozó en todo momento de gran impunidad.
Al final, Guimaraes murió asesinado en 2006, tenía 63 años.
Estaba considerado como el enemigo número uno de la banda mafiosa Primer Comando de la Capital (PCC), que se formó en las cárceles precisamente a partir de aquella masacre.
Del resto de los policías condenados, 84, sólo un soldado recibió sentencia firme y cumple una pena de 50 años por haber matado a presos travestidos.
“Todo lo que se muestra en el film, es verdad”.
En una celda de la Casa de Detenciones de São Paulo, mejor conocida por Carandiru, dos presos (Lula y Dagger) tienen una cuenta que saldar.
La atmósfera es tensa.
Otro preso, Chico autoproclamado por mediar en disputas entre prisioneros, resuelve el caso a tiempo de dar la bienvenida al nuevo doctor, encargado de comenzar un programa de prevención del VIH-SIDA en la penitenciaría.
El doctor se enfrenta con los muchos serios problemas que tiene la cárcel más grande de Latinoamérica: celdas superpobladas, instalaciones decadentes y todo tipo de enfermedades.
Los presos no tienen acceso ni a cuidados médicos ni a asistencia legal. 
Carandiru, que alberga más de 7 mil prisioneros, es un gran desafío para el recién llegado.
Pero tras trabajar allí durante unos meses descubre algo que le transformará: los reclusos, incluso en esta detestable situación, no son figuras demoníacas.
En el contacto diario con los prisioneros en su improvisada oficina, el doctor es testigo de la solidaridad, organización y, sobre todo, las inmensas ganas de vivir. 
Su trabajo comienza a dar frutos y el doctor gradualmente se gana el respeto de los presos.
Con el respeto vienen los secretos.
Sus consultas comienzan a tratar de temas más allá de la enfermedad cuando los reclusos empiezan a contarle la historia de su vida.
Sus reuniones con los pacientes en la consulta se convierten en "ventanas" al mundo del crimen.
La narrativa de la película es similar a un puzzle.
Mediante una serie de flashbacks, surgen las historias personales de los reclusos: 
La amistad de Zico y Deusdete, inseparables desde la niñez y la adolescencia, tiene un trágico final en la cárcel; Majestade, el carismático camello que se pavonea por doquier y disfruta de los favores de dos mujeres que compiten entre sí, Dalva y Rosirene.
Chico, criminal durante toda su vida que adora confeccionar globos que floten por encima de las paredes de la prisión, está a punto de ser liberado y volverá a ver de nuevo a sus 18 hijos; Chico, el líder de los presos, que tiene que tratar con tantos problemas que se le diagnostica estrés de ejecutivo; el brutal asesino Peixeira, condenado en 39 ocasiones, que sufre una violenta e inesperada conversión religiosa; el surfo Ezequiel que se ve obligado a interpretar su propio fallecimiento en la cárcel; amigos y atracadores de bancos, Antônio Carlos y Claudiomiro, que tienen una pelea con la astuta y perversa Dina; el "filósofo" existencialista Sem Chance que tiene una bonita historia de amor con la divina Lady Di, y el Jefe Guardián, Seu Pires que tiene la misión de gestionar la prisión.
Una historia choca contra otra para confeccionar un retrato realista de la tragedia social que envuelve Brasil.
Junto al doctor, el público sigue la rutina diaria de los presos hasta la fatídica fecha del 2 de octubre de 1992, el día que se estremeció la Casa de Detenciones y todo Brasil: La Masacre de Carandiru.
Carandiru no era propiamente una cárcel, sino una casa de detención que es diferente, donde los detenidos estaban a la espera de juicio.
La situación de masificación era terrible, como bien ilustra la película.
En este contexto los presos desarrollan sus propias leyes y estructuras de poder perfectamente jerarquizadas.
Cada preso tiene sus propios derechos y ventajas en función de cuál sea su rol dentro de la cárcel y eso se traduce, por ejemplo, en la distribución de celdas.
De este modo, los presos tienden a resolver los conflictos por vía de la negociación, el respeto a las normas internas y el castigo a quien las transgrede. 
Esta negociación del orden interno es dirigida por los propios presos, antes que por las autoridades carcelarias.
Además de la masificación y la falta de espacio para la población reclusa existente, otro de los aspectos que destaca es la insalubridad que existe en la prisión.
Las condiciones de vida son extremas en este aspecto y constituyen otra muestra más de la violación de los derechos humanos básicos.
En múltiples secuencias de la película podemos ver esta situación.
Igualmente vemos cómo la droga es introducida y circula sin problemas.
Su uso parece corriente entre los presos, haciéndose evidentes los casos de drogadicción.
Otra de las situaciones más duras mostradas en la película tiene que ver con la expansión del VIH-SIDA entre la población reclusa.
Además de su expansión y la falta de medios para atenderlos adecuadamente vemos claramente la situación de estigmatización y discriminación que viven las personas con VIH positivo.
A la tradicional situación de marginalización de los presos se suma ahora el estigma del SIDA para reforzar el rechazo social a este colectivo.
Así explica uno de presos después de la matanza provocada por la policía: 
"Entraron a matar, gritando que estábamos infectados, que si nos tocaban se infectaban".
La historia culmina con la masacre de 1992, donde murieron 111 prisioneros, de los cuales 102 fueron asesinados por la policía.
La película fue lo último para lo que usó la prisión antes de su demolición en 2002, un año antes del lanzamiento.
El libro: Estação Carandiru del Dr. Drauzio Varella, un médico y especialista en SIDA, quien trabajó durante 14 años en una sección ocupada por 900 criminales es la base del film que es representado por Luiz Carlos Vasconcelos en la película.
El médico recuerda haber escritor sobre más de 160 personajes y miles de extras en su libro.
Reconoció que su condición de médico le permitió tener acceso a muchas historias personales, a veces en cuestiones íntimas.
Varella es especializado en cáncer, pero a partir de 1989 dedicó parte de su tiempo a un trabajo voluntario de prevención y tratamiento del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) entre los detenidos de Carandiru, hasta que el presidio fue desactivado y casi todos sus edificios demolidos en 2002.
Los travestis son personajes frecuentes en su libro, por la preocupación con el SIDA.
Varella identificó a 82 de ellos y comprobó que casi todos tenían el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), causante del SIDA.
Pero uno, llamado Sheila, confesó haber practicado sexo con más de 1.000 hombres y no contrajo el virus.
Son historias de familias o parejas deshechas, de reencuentros, de personas presas porque asumieron crímenes que no cometieron para la absolución de otras, de culpas y solidaridad, que componen el mundo de Carandiru.
"Pero por Dios!
Cómo vas a coser a ese hombre fumando crack!
Tranquilo doctor.
El crack me ilumina los vasos sanguíneos.
Ve?
Parece Las Vegas..."
Carandiru es una película argentina-brasileña de 2003 dirigida por Hector Babenco con un guión escrito por Babenco, Víctor Navas y Fernando Bonassi, basado en los escritos del Dr. Drauzio Varella.
La adaptación de Babenco permanece fiel a la esencia del libro original con los cambios narrativos habituales necesarios para adaptar una novela a la pantalla. 
Todos los cambios cuentan con la aprobación del autor, Drauzio Varella.
Está protagonizada por algunos de los actores más respetados de Brasil como: Luiz Carlos Vasconcelos (Doctor), Milton Gonçalves (Seu Chico), Ivan de Almeida (Black Nígger), Ailton Graça (Majestade), Milhem Cortaz (Peixeira), Maria Luisa Mendonça (Dalva), Aída Leiner (Rosirene), Rodrigo Santoro (Lady Di), Gero Camilo (Sem Chance), Ricardo Blat (Claudiomiro)...
El reparto tiene 26 actores principales, 120 secundarios y 800 extras.
Los actores pasaron tres meses de preparación en una serie de talleres de actuación.
Muchos de ellos están graduados por la afamada CPT (Theatre Research Centre), fundada por Antunes Filho.
El magnífico director de fotografía es Walter Carvalho y merece matrícula de honor.
Es así como la película se desarrolla a través de las historias de distintos presidiarios que van contando su vida al Doctor de la cárcel.
A través de estos personajes descubrimos múltiples situaciones y trayectorias, la diversidad de dramas humanos recluidos.
El tratamiento que se hace de la vida allí dentro se desarrolla entre un realismo sucio, un cierto toque de humor y la mirada amable del Doctor.
A pesar de la dureza de las situaciones que se están describiendo la película no se centra en el dramatismo, ni en imágenes sensacionalistas de miedo y violencia, sino que trata de resaltar los aspectos más humanos que están presentes entre el colectivo de presos.
La violencia es constitutiva del propio orden recreado allí dentro, forma parte ya de la vida normal de la prisión.
A medida que va transcurriendo el conflicto principal nos vamos sumergiendo en la vida diaria dentro de Carandiru, los movimientos cotidianos, las actividades, los roces entre reos, las "escalas jerárquicas", los grupos ideológicos, los matrimonios entre hombres, los estragos de la droga, los motines, las competiciones deportivas, etc.
Es un interesante testimonio que no podemos dejar pasar como para comprender un poco más el mal funcionamiento de la seguridad en Latinoamérica.
La escasa música, 18 minutos, está compuesta por André Abrujamra, aunque la banda sonora también incluye canciones de Maysa, Tony Tornado o la actriz porno y presentadora Rita de Cássia Coutinho conocida como Rita Cadillac en su concierto para los presos, escena que es antológica.
Carandiru permite ilustrar uno de los mayores desórdenes del subdesarrollo: cuando no se combate la desigualdad social, no se reduce la pobreza sino que se acaba combatiendo a los pobres y tratando de exterminarlos.
La película, que acaba con la masacre que se produjo realmente en la cárcel de Carandiru en la que murieron 111 presos, aborda a lo largo de toda la película las múltiples facetas de la violación de los derechos humanos de los presos en la que fue, antes de su destrucción, la mayor cárcel de América Latina.
La idea subyacente es el desprecio por el marginado, por el pobre y la consideración que ante su crecimiento lo único que queda por hacer es el exterminio social, que se expresa en la matanza de los niños de la calle considerados como "desechables" o en la masacre de los presos, que además son vistos con horror por tener el SIDA.
La cuestión de fondo sigue siendo la misma.
Los modelos de desarrollo de tipo neoliberal han generado más pobreza y desigualdad social, y por tanto, más pobres y más marginados.
Ante la falta de perspectivas y oportunidades avanza la descomposición social y crece la delincuencia.
La única respuesta del sistema parece ser más represión, más políticas de combate a la delincuencia y, en definitiva, a los pobres, y de vez en cuando acciones de exterminio que se "escapan" de las manos.

"Aqui se faz, aqui se paga"



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