The Social Network
¿Ser popular o tener amigos?
“People wanna go online and check out their friends, so why not build a website that offers that.
I'm talking about taking the entire social experience of college and putting it online”.
Mark Zuckerberg
Una distracción que terminó cautivando al mundo.
Aprecio la película por lo que no hace, no estuvo en 3D.
No hubo violencia, la historia está inspirada en la realidad.
Normalmente el oficio del escritor (Aaron Sorkin) es tan obvio que entierra el arte.
Pero cuando el arte entierra el oficio, tienes algo especial.
No hay mucha ingeniería de hecho, la película parece ser hostil con los ingenieros.
¿quién quiere ver tomas de scripts en Perl?
Pero...
¿por qué reducir a Zuckerberg al estereotipo más artificial el arrogante, casi autista, nerd falto de emociones que sólo quiere ser parte de la gente cool?
… Cliché???!!!
La película es el estudio de un hombre, lo que le guía y lo que el éxito puede hacerte…
Nadie puede poner en dudas que el fenómeno Facebook ha jalonado la corta historia del internet.
Por tanto la película ya resulta atractiva sólo por el hecho de lo que significa la famosa página web para todos aquellos que son internautas.
Quienes forman parte de la red social virtual más famosa del mundo sienten esa curiosidad por interiorizar los detalles sobre cómo se fueron sucediendo los hechos que la hicieron nacer.
Así, quienes por un lado somos cinéfilos y por el otro también usuarios de Facebook vemos conjugarse dos grandes atractivos que hacen imposible el no ver la película al respecto, por más que el mismo fundador Mark Zuckerberg dijera que no le gusta la traslación de esa historia real a la gran pantalla.
Dirigida por David Fincher, está basada en el libro “Multimillonarios por Accidente”, de Ben Mezrich, y narra la historia de la conocida red social Facebook.
La adaptación del guión estuvo a cargo de Aaron Sorkin y los papeles protagónicos pertenecen a Jesse Eisenberg, Andrew Garfield y Justin Timberlake, quienes interpretan a Mark Zuckerberg, Eduardo Saverin y Sean Parker respectivamente (los dos primeros son los creadores de Facebook, mientras que el último es uno de los fundadores de Napster, quien en el 2004 se unió a la presidencia de Facebook).
Con tan sólo 47 años David Fincher puede presumir de tener una de las filmografías más carismáticas del reciente cine norteamericano.
Comenzando su carrera con los videos de Madonna, Alien 3, Se7en, The Game, Panic Room y, sobre todo, sus últimos filmes, Zodiac, The Curious Case Of Benjamin Button y The Social Network son un buen ejemplo de cine que aúna con solvencia la comercialidad y el compromiso artístico.
La película es un compendio de sentimientos, un estudio psicológico del protagonista.
Hablamos de un genio informático que comenzó su famosa carrera a causa del odio y el resentimiento generados por el desplante de una chica.
Además comprobaremos las envidias generadas en universidades de prestigio como Harvard ante el éxito rápido, el oportunismo de ciertos parásitos sociales que saben reconocer dónde se puede sacar tajada y la amargura y tristeza de quien se siente traicionado.
La habilidad de Fincher para plasmar todo esto en imágenes e introducir al espectador de lleno en la historia es deslumbrante.
El film salta de un momento a otro, mostrando a un Zuckerberg ya multimillonario enfrentando grandes problemas legales, fruto de su desmedida ambición y su falta de escrúpulos.
Sin embargo el genio de Zuckerberg también es explorado, aunque sus cualidades positivas toman un lugar muy distante frente a su frialdad que lo lleva a enfrentar a amigos y enemigos por igual en una batalla en la que no da tregua alguna.
El film no debe tomarse en ningún momento como un documental (de serlo incluiría algunos hechos particularmente escandalosos que fueron dejados de lado en una búsqueda de seriedad) sino visto como una exploración del éxito inesperado que la era de Internet ofrece, al permitir la creación de ideas que se transforman en fenómenos globales generando miles de millones de dólares en el proceso.
Definir esta como la “película de Facebook” es un total desacierto ya que esta va mucho más allá al mostrarse como un efectivo retrato de una generación de nuevos empresarios quienes han venido a cambiar la forma en que se crean empresas y se cierran negocios, en donde Mark Zuckerberg en mayor escala que otros geeks, nerds o como quieran llamarlos, se están convertido en las estrellas de rock de este mundo 2.0, mostrado por Fincher como discreto campo de batalla en el cual solo faltaba la aparición de Gordon Gekko (Personaje de Michael Douglas en Wall Street) para aprovecharse de las situaciones y obtener millonarias ganancias.
La dupla Fincher-Sorkin resulta altamente efectiva al lograr capturar de manera impecable las intimidades de este fenómeno global el cual se perfila como un sólido drama que engancha de principio a fin, lo cual es también logrado gracias a que Fincher como siempre obtiene lo mejor de sus actores y en este caso los tres protagonistas principales realizan un trabajo excepcional al meterse lleno en sus personajes.
Un calculador y socialmente inadaptado Jesse Eisenberg, un talentoso y emocional Andrew Garfield y sorpresivamente, un maquiavélico Justin Timberlake, dan la talla para lo que Fincher tiene entre manos.
Para quienes han visto ‘Pirates of Silicon Valley’ esta película puede traer algunos recuerdos, casi que podría ser una antesala poco pulida, no de la película sino de estos nuevos emprendedores que se encuentran envueltos en temas como el rechazo, ética, poder, amistades y traiciones, y un sin número de emociones que a diferencia de la mencionada película para televisión son profundizadas con una gran fuerza al mismo tiempo que se hace gala de adecuados actores secundarios, una sobria fotografía, y una intensa banda sonora compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross.
Al sumar todos los elementos que conforman esta película solo se puede decir que David Fincher ha logrado con ‘The Social Network’ un claro ejemplo de buen cine, con una historia que no deja de sorprender a cada momento, y cuyo mayor triunfo es el haber capturado el espíritu de una generación que sigue evolucionando de manera tan veloz como lo hace la tecnología.
Sociológicamente la película es muy rica, por cómo entrelaza la tecnología, Internet en general, y las relaciones humanas y la relación entre éstas.
Pero lo que puede confundir y hasta agobiar, es que a simple vista, en una primera lectura, la película parece un conjunto interminable de diálogos larguísimos, difíciles y cansadores, hasta artificiales, esquematizados, y repito, larguísimos!!!
Si además la vemos subtitulada (la opción que considero correcta cuando no se entiende el idioma original ni tecnológico), la mayoría de lo visual se pierde tratando de seguir los subtítulos que se pueden seguir tan dinámicamente como aparecen en pantalla.
Y nos queda una sensación que detrás de esos diálogos, hay solo escenarios y personajes puestos más de relleno para sostener el diálogo que como producto audiovisual pensado.
Como he podido ver poco, y leer mucho, esto deberá ser corroborado en un segundo visionado.
Entonces, esos diálogos cansadores son parte de la estética, no son como puede parecer, solo explicativos o que hacen avanzar la acción mediante el diálogo y no mediante la acción visual, cosa que en cualquier película sería un horror grandote, sino que acá eso es parte de la estética, de la narrativa, y del sentido de la trama.
Si pensamos que antes del título, ya tenemos como introducción, dos personas charlando en un bar, y que esa charla introductoria es más bien entablada como un duelo de saberes y perspicacias, ya nos damos cuenta un poco que no es azarosa esa elección.
La conversación se pudo haber resumido, pero no hubiera tenido el mismo sentido dramático, no solo por lo que los diálogos dicen, sino por lo que dice de un diálogo; que éste sea acartonado, pensado y dicho como literario, intercambiando de voz como paletazos de ping pong, y desmenuzando lo no dicho.
¿Lo no dicho?.
Me detengo en esto.
Desde esa introducción vemos que en cada conversación, en cada forma de relacionarse, hay una parte que exteriorizamos y otra que no, que se cuela en la postura, en las entrelíneas, y que dice más que el diálogo.
Eso que escondemos, eso que desconfiamos de lo que oímos, eso que medimos; es parte esencial de la película: las formas de relacionarse, lo que queremos que se sepa, lo que no, como decimos lo que decimos, y como medimos.
¿Medimos?
Me detengo otra vez.
Porque en la película, se mide lo que dicen, cómo lo dicen, lo que callan, cómo lo callan, hasta se mide el tráfico de visitas en Internet, los porcentajes de autoría.
Todo se mide.
Y entre tanto centímetro, la gente se relaciona.
¿Se relaciona?
Eso pregunta la película, y lo pregunta muy bien.
Cantidad no siempre es calidad, y medir no siempre arroja resultados válidos.
Es la diferencia entre tecnología y humanidad; uno es dos más dos, la otra es antiaxiomática.
Pero se juntan.
El resultado es complejo, indescifrable.
Entonces tenemos, volviendo al armado de la película, estas cuestiones morales, estadísticas, personales, íntimas, globales y el largo etc., representadas.
¿cómo?
Con humanos (los actores) hablando como computadoras, mostrándonos no de forma casual, mucho número, porcentaje, cantidades, mientras que los seres humanos van y vienen entre tanto jaleo, ignorando, o sabiendo, creyendo o desconfiando, siendo.
Si lo comparamos con la experiencia que cada uno puede tener en Internet, veremos que la película es un sin fin de imágenes que no transmiten del todo lo verdadero, sino que lo secciona, y tenemos mucha palabra, muchísima…
Agreguemos además, que tenemos mucha estética chata, lisa, y rectangular.
Y que esa estética se va agudizando a lo largo de la película.
De sillones y muebles más confortables del comienzo, hasta oficinas cargadas de líneas al final.
Agreguemos algo más, que también vale destacar, tenemos un conjunto de personalidades que utilizando el mismo sistema de comunicación reflejan intereses diferentes, está el oportunista, el resentido, el solitario, los fans, compartiendo e intercambiando información, verdades y engaños.
Y esta combinación no siempre es inteligente, no siempre tienen sentido, no todo va con todo, como la imagen del agua en la fiesta.
Todo está en todos lados, pero no en todos lados quedo bien.
Las especificidades del ser humano, lo que lo hace único, no puede medirse, ni combinarse mediante un código numérico.
Es por eso que tanto número confunde, que el espectador extraña un poco la emoción, acá no hay beso, no hay llanto, pero las emociones están ahí, se dejan apenas entrever entre tanto porcentaje, algo agazapadas, y temerosas.
Si seguimos con lo técnico tenemos un montaje cortado, tal como puede ser pasar de página a página del facebook (un poco de la reunión de éste que se fue a París, más otro poco del asado que tuvo el año pasado, y así, de carpeta en carpeta vamos armando la historia).
Muy buena elección de montaje, muy buen sentido, muy bien manejada la expectativa, el desarrollo y la información.
Todo esto que dijimos antes está muy bien, pero no es esto lo que sobresale, sobresale la “moda”, y la forma de hacernos cuestionar nuestra actualidad de todos los días, de hace un ratito, la de ayer, la de ahora mismo que escribo esto para un blog que tiene un contador de visita y gente que conozco un poco y otras que conozco un poco más y algunas que no sé ni quiénes son, pero que el contador, las cuenta; y el mapita me dice de qué parte del globo son, y yo sé que son personas, no son ese puntito en el mapa, ni ese número en el contador.
Y detrás de cada una de esas personas, están las emociones, esas que los personajes apenas asoman, como nosotros, apenas asomamos las nuestras.
Y es por eso que gusta.
Como gusta Facebook, porque nos podemos comunicar aunque a veces ese comunicar, no sea comunicarse verdaderamente, y en esa cantidad interminable de palabras y números, tratamos de medir cuál es la confiable.
Eso es lo importante, eso es lo que gana, y no sé si está mal que así sea, pero no es la película como producto audiovisual la que tiene ese merito, si estuviera tan coherentemente dirigida como lo está, pero hablaría de otro tema, no sé si todos estarían dándole tanto premio.
No todos creen en la física cuántica o cuestionan si lo que soñamos es o no real, pero todos tienen facebook.
“…En Bosnia no tienen pavimento pero tienen facebook…”
Díganme, si hablamos de arte...
¿tiene importancia el tema?
Siii.
¿Y si hablamos de finanzas?
Parece que…mucho más.
La gran pregunta sobre The Social Network es cuánto tiene de verdad y cuánto de invención.
A falta de la versión "autorizada" que ya está en camino, tanto el libro como la película cuentan sólo con la visión del ex socio de Zuckerberg, Saverin, así que se presupone bastante parcialidad.
Los hechos son reales y las demandas también, pero es imposible saber la intrahistoria de la compañía, y menos aún cómo sucedieron las conversaciones entre los jóvenes que sustentan la trama.
La posición de Zuckerberg y de su compañía en las escasas ocasiones en las que han hablado de la película ha sido siempre insistir en que se trata de una ficción y de que todo fue mucho más aburrido de lo que parece.
Que hubo mucho trabajo y pocas fiestas universitarias salvajes.
Pero por mucho que nos documentemos, nunca llegaremos a saber si Zuckerberg es o no el genio obsesivo compulsivo que retrata la película, ese nuevo tipo de nerd soberbio e infantil que también representa Parker.
El mismo tipo de empresario de internet que hace unos años era despreciado y que ahora se permite ir a las reuniones en chanclas y bata, igual que hace unos años los yuppies se ponían zapatillas con los trajes: como una forma de demostrar que estaban por encima de todos y de sus códigos de conducta y vestuario.
La realidad es que ese tipo, Zuckerberg, ha cambiado el mundo y no se sabe aún si para bien o para mal, haciendo que nos replanteemos todas las convenciones sobre nuestra intimidad.
Ha conseguido que 500 millones de personas suban a internet nuestras vidas con fotos y todo.
Destacaré a Jesse Eisenberg quien interpreta de forma creíble y solvente al genio protagonista, con todas las dificultades que entraña su tortuoso y particular carácter; Andrew Garfield refleja la amargura del amigo herido y sacrificado; y el cantante Justin Timberlake, que representa al diablo en forma de atractiva tentación, confiriendo al conjunto cierto toque de tragedia clásica adaptada al siglo XXI.
Con esos antecedentes:
¿qué interés puede tener The Social Network para alguien que no ha invertido más de 10 minutos de su vida en Facebook?
Mi respuesta es simple, aunque cursi: el solo espectáculo del Cine.
La gente hoy en día exige la atención de los demás, necesita que todos sepan qué hace o dónde está en cada momento, si tiene sueño o si tiene novio/a o no.
¿A cuántos/as conocéis que se pasan tirándose fotos para colgarlas en el Facebook?
En otro tiempo, cada día me topaba en el muro con un sinfín de titulares inútiles del estilo “me voy a dormir pronto” o “estoy mal”, cuyo objetivo no es otro que llamar la atención.
Como en la prensa rosa, hay que salir en la foto aunque no tengas nada que decir para la gente siga hablando de ti.
Eso es Facebook: la nueva y más perfecta revista del corazón.
Hacerse famoso de cualquier manera.
Hazte famoso y te querrán.
Sé popular y te invitarán a todas las fiestas, y todos/as querrán acostarse contigo.
Todo eso está en la película:
Facemash, los gemelos y su ansia de destacar, el personaje de Timberlake, Eduardo y su novia asiática… gente que no quiere tener amigos, que lo que quiere es tener fans.
¿Somos así en el siglo XXI?
Gracias a la redefinición de la palabra "amigo" que emana de Facebook, al final puedes tener 500 millones de amigos y estar más solo que nunca antes en tu vida.
Porque a fin de cuentas, uno no está pegado a la pantalla si tiene compañía.
¿a qué no?
Yo tuve Facebook, y lo cerré... adjunto el manifiesto que publique el último dia, justo antes de dar por concluida la farsa de la mal llamada "red social":
Mi Clausura.
Yo soy quien yo quiero ser, por lo que no me resumo en palabras ni en formularios.
Soy mi comienzo y mi final, tengo poder de decisión y nadie decide por mí.
Soy mis causas y mis consecuencias, y como tal asumo mis éxitos y mis fracasos.
Por tanto, soy el conjunto de mis aciertos y mis errores.
Sólo yo respondo ante ellos y sólo a mi me pertenece el derecho de juzgar mis actos pues sólo yo los entiendo en su compleja totalidad.
Yo no me arrepiento de nada, ni de lo que he dicho o hecho, ni mucho menos de lo que no he dicho o he dejado de hacer.
El remordimiento es para mí como la mordedura de un perro en una piedra: una tontería.
No cambio nada, ni añado, ni elimino nada de mí.
Y sí, muchas veces dudo, temo e inevitablemente me equivoco, maldita humanidad, pero ni siquiera de eso me arrepiento pues mis errores me forjan, me templan y me endurecen.
Yo tengo el control de mí mismo.
Yo soy el único Dios que reconozco, mi alma su altar y mi cuerpo su único templo, y sí decido mancillarlo, profanarlo y corromperlo cómo, cuándo y con quién quiero, es mi determinación.
Mío es el derecho de decidir sobre la integridad de mi propia fe, pues soy mi único creyente.
Soy hereje y santo al mismo tiempo, pues mis mandamientos son volátiles como la pluma al viento y cambian de la noche a la mañana.
El único pecado que concibo es actuar de forma contraria a lo que creo.
Yo decido dónde y cuándo vivo, las fronteras de mi mundo solo las marca mi ingenio.
He de reconocer que no me gustan los límites impuestos, las órdenes a seguir, el tiempo ni el espacio establecidos.
Yo vivo en el siglo XXI solo porque así lo quiero, por dicha en mi mente, vuelvo al ayer o, temerosamente viajo hacia el mañana porque mi imaginación no conoce de términos.
El mundo real es mucho más pequeño que el mundo de la imaginación.
Yo elijo con quien comparto mi tiempo y no es mi mente quien lo decide, sino mi corazón.
Los amigos los elijo yo, más allá de lo que supone un click.
Cada instante, frente a frente, con ellos el tiempo es único y como tal lo disfruto, como si fuera el último.
Degusto cada pequeño detalle con placer, yo defino lo que es gusto y placer, aunque tú no lo entiendas y mucho menos cuando no lo comprendas.
Soy un vitalista, pragmático, empírico y materialista.
Mi patria es donde piso en este mismo momento, y es una patria sin bandera, idioma, himno ni color.
No me etiqueto, porque no soy un producto, ni mucho menos un artículo.
Soy un “SER HUMANO”, MALDITA SEA.
Yo soy ciudadano del mundo maldita sea y también soy borracho.
Mi familia es extensa, de todas las razas, “religiones”, sexos, etnias y colores, y como tal no hago distinciones ni de facciones ni de apariencias, veo realidades y no las cuestiono solo las acepto.
Soy único, al igual que cada uno de ustedes y como tal, a veces cuesta conocerme y cuesta mucho mas entenderme y comprenderme.
Soy polvo de estrellas producto de la casualidad, porque veo la luna y el sol, y veo hacia mis costados y los veo a vosotros y pienso, que egoísmo, no estoy solo.
Soy una larga cadena de aminoácidos dispuestos al azar, científico 100%, antirreligioso 200% y anticatólico 300%.
Soy idealista, dramático, lírico y épico.
Soy matemático, químico y biológico.
Soy atípico y utópico, concéntrico, centrípeto, espiral y esférico.
Soy racional, lógico, frío y visceral, apasionado e inmediato.
Soy claro y oscuro, cómico y trágico, cobarde y temerario.
Soy cáustico, cínico, lacónico y sarcástico.
Misántropo, nihilista y escéptico.
Estoico, epicúreo y neoplatónico.
Fatalista y para nada esperanzador.
Lo que no me mata, me fortalece.
Soy, en esencia, contradictorio, porque soy humano, maldita sea.
Pero si quieres saber cómo soy en mi interior, tienes que mirarme a los ojos y por esa ventana ver mi espíritu que es lo más puro e inquebrantable que tengo.
Es la asepsia de mi ser, algo que no puedo traducir, ni describir.
Lo tienes que ver, sentir, oír, tocar y probar.
Pero si no puedes, es porque no quieres, y si quieres pero no puedes, supongo que como todo el mundo, me preguntaras si tengo Facebook.
Pues bien, empecé en Facebook con pequeñas dosis de curiosidad, curiosidad por ver que era, curiosidad por saber a quién podía encontrar, curiosidad para ver cómo funcionaba, en resumen por curiosidad me registre.
Al cabo de 15 minutos de intenso interrogatorio por fin estas dentro, al principio son un poco tristes ya que apareces tú solo en la portada y por unos instantes tienes la sensación de ser un paria y de no tener amigos…
Parte del proceso de bienvenida a Facebook es el “descubrimiento” de amigos, das permiso a Facebook para que se cuele en tu dirección de yahoo, msn o de gmail para que busque a tus amigos.
Aquí viene el primer problema, me toca pasar otros 15 minutos buscando a “amigos” de verdad y borrando al resto a esos que ni conoces pero que son amigos de tus amigos, amigos de tus enemigos y enemigos que quieren ser tus amigos y aquellos que viven en un lugar cuyo nombre no puedo acordarme, es decir entre 250 contactos…
Cuando por fin comienzas a ver a tus amigos en portada te invade un sentimiento de amistad increíble, sientes ganas de hablar con todo el mundo y de quedar con ellos, pero muchos no te responden o están ocupados, o no tiene el menor interés de hablar contigo, si hubiera una pantalla hasta de fijo los ves haciendo “pbrrrr”, lástima que la mitad de ellos, los buenos amigos, o viven lejos o llevas años sin verlos, pero bueno la intención es lo que cuenta.
Pasa el tiempo y te preguntas:
¿A cuántos conozco?
De pronto ves que tu Facebook está saturado con demasiadas noticias, mensajes, “regalos”, invitaciones a grupos y eventos, videos y anécdotas de otros usuarios, exceden el tiempo disponible para dedicarse a todo eso, llegando a ignorar y eliminar cada vez más cosas, incluyendo aplicaciones que al principio entretenían, luego aburrían y ahora molestan.
Se llega también a eliminar gente de la red personal, donde suelen aparecer desconocidos, conocidos de conocidos, o apenas conocidos en persona con quienes a través del tiempo todo se diluye.
Lo peor es que en caso de acoso, persecución y hasta secuestro, robo, violación, de tus datos, imagen, etc. usando Facebook, la víctima puede verse saturada de hostilidades y recortar su perfil, cambiar nombre de usuario, dejar escasas pistas y, en consecuencia, disminuir sus relaciones sociales en el ciberespacio, a la par de que esté tomando precauciones en su entorno físico, pudiendo también optar por desactivar o eliminar su cuenta, según me cuentan algunos usuarios; experiencia que yo me resisto a vivir.
Pero cuando se es espectador de demasiada información ajena que va y viene, y se es poco protagonista de intercambios inteligentes de forma y fondo, recibiendo poca respuesta a envíos propios, perspicaces en estilo y fundamento, se llega a tener la sensación de ser ignorado por los demás, lo que hacemos no es nunca comprendido, y siempre es acogido sólo por los elogios o por la crítica con un simple “me gusta”.
O cuando los demás lo bombardean a uno con todo tipo de envíos, comentarios en fotos de uno publicadas por otros o por uno mismo, y no dan un respiro, se tiene, respectivamente, la sensación de que Facebook es inútil o incómodamente invasivo; sobre todo cuando te postean fotos, miles de ellas sin tu consentimiento.
No hay peor látigo que la indiferencia y tampoco se puede atender, respetuosamente como se merece, a todo el mundo.
Es como si sólo se dieran limosnas por piedad, de ser así, todos los mendigos hubieran ya muerto de hambre.
Para llegar a ser sabio, es preciso querer experimentar ciertas vivencias, es decir, meterse en sus fauces.
Eso es, ciertamente, muy peligroso; más de un sabio ha sido devorado al hacerlo.
De ahí que hace falta tiempo para mantener 500 amigos y darles seguimiento para cultivar la amistad, si es de eso que se trata todo esto.
¿Cierto?
¿O me equivoco?
Volviendo al tema principal, el de los amigos, y que fue el motivo, razón y justificación de este fenómeno llamado Facebook, cabe volver a preguntar:
¿Con cuántos he pasado algo de mi tiempo?
Con 20, con mucha suerte, y esos son los que hubieran estado con o sin esta “red social”.
Es así como encuentro que Facebook no es muy bueno que digamos, lo que haces es llenarte de "amigos" que ni siquiera conoces, no hay nada de privacidad y por eso mismo una parte de tu intimidad se puede ir con esta red social.
“People wanna go online and check out their friends, so why not build a website that offers that.
I'm talking about taking the entire social experience of college and putting it online”.
Mark Zuckerberg
Una distracción que terminó cautivando al mundo.
Aprecio la película por lo que no hace, no estuvo en 3D.
No hubo violencia, la historia está inspirada en la realidad.
Normalmente el oficio del escritor (Aaron Sorkin) es tan obvio que entierra el arte.
Pero cuando el arte entierra el oficio, tienes algo especial.
No hay mucha ingeniería de hecho, la película parece ser hostil con los ingenieros.
¿quién quiere ver tomas de scripts en Perl?
Pero...
¿por qué reducir a Zuckerberg al estereotipo más artificial el arrogante, casi autista, nerd falto de emociones que sólo quiere ser parte de la gente cool?
… Cliché???!!!
La película es el estudio de un hombre, lo que le guía y lo que el éxito puede hacerte…
Nadie puede poner en dudas que el fenómeno Facebook ha jalonado la corta historia del internet.
Por tanto la película ya resulta atractiva sólo por el hecho de lo que significa la famosa página web para todos aquellos que son internautas.
Quienes forman parte de la red social virtual más famosa del mundo sienten esa curiosidad por interiorizar los detalles sobre cómo se fueron sucediendo los hechos que la hicieron nacer.
Así, quienes por un lado somos cinéfilos y por el otro también usuarios de Facebook vemos conjugarse dos grandes atractivos que hacen imposible el no ver la película al respecto, por más que el mismo fundador Mark Zuckerberg dijera que no le gusta la traslación de esa historia real a la gran pantalla.
Dirigida por David Fincher, está basada en el libro “Multimillonarios por Accidente”, de Ben Mezrich, y narra la historia de la conocida red social Facebook.
La adaptación del guión estuvo a cargo de Aaron Sorkin y los papeles protagónicos pertenecen a Jesse Eisenberg, Andrew Garfield y Justin Timberlake, quienes interpretan a Mark Zuckerberg, Eduardo Saverin y Sean Parker respectivamente (los dos primeros son los creadores de Facebook, mientras que el último es uno de los fundadores de Napster, quien en el 2004 se unió a la presidencia de Facebook).
Con tan sólo 47 años David Fincher puede presumir de tener una de las filmografías más carismáticas del reciente cine norteamericano.
Comenzando su carrera con los videos de Madonna, Alien 3, Se7en, The Game, Panic Room y, sobre todo, sus últimos filmes, Zodiac, The Curious Case Of Benjamin Button y The Social Network son un buen ejemplo de cine que aúna con solvencia la comercialidad y el compromiso artístico.
La película es un compendio de sentimientos, un estudio psicológico del protagonista.
Hablamos de un genio informático que comenzó su famosa carrera a causa del odio y el resentimiento generados por el desplante de una chica.
Además comprobaremos las envidias generadas en universidades de prestigio como Harvard ante el éxito rápido, el oportunismo de ciertos parásitos sociales que saben reconocer dónde se puede sacar tajada y la amargura y tristeza de quien se siente traicionado.
La habilidad de Fincher para plasmar todo esto en imágenes e introducir al espectador de lleno en la historia es deslumbrante.
El film salta de un momento a otro, mostrando a un Zuckerberg ya multimillonario enfrentando grandes problemas legales, fruto de su desmedida ambición y su falta de escrúpulos.
Sin embargo el genio de Zuckerberg también es explorado, aunque sus cualidades positivas toman un lugar muy distante frente a su frialdad que lo lleva a enfrentar a amigos y enemigos por igual en una batalla en la que no da tregua alguna.
El film no debe tomarse en ningún momento como un documental (de serlo incluiría algunos hechos particularmente escandalosos que fueron dejados de lado en una búsqueda de seriedad) sino visto como una exploración del éxito inesperado que la era de Internet ofrece, al permitir la creación de ideas que se transforman en fenómenos globales generando miles de millones de dólares en el proceso.
Definir esta como la “película de Facebook” es un total desacierto ya que esta va mucho más allá al mostrarse como un efectivo retrato de una generación de nuevos empresarios quienes han venido a cambiar la forma en que se crean empresas y se cierran negocios, en donde Mark Zuckerberg en mayor escala que otros geeks, nerds o como quieran llamarlos, se están convertido en las estrellas de rock de este mundo 2.0, mostrado por Fincher como discreto campo de batalla en el cual solo faltaba la aparición de Gordon Gekko (Personaje de Michael Douglas en Wall Street) para aprovecharse de las situaciones y obtener millonarias ganancias.
La dupla Fincher-Sorkin resulta altamente efectiva al lograr capturar de manera impecable las intimidades de este fenómeno global el cual se perfila como un sólido drama que engancha de principio a fin, lo cual es también logrado gracias a que Fincher como siempre obtiene lo mejor de sus actores y en este caso los tres protagonistas principales realizan un trabajo excepcional al meterse lleno en sus personajes.
Un calculador y socialmente inadaptado Jesse Eisenberg, un talentoso y emocional Andrew Garfield y sorpresivamente, un maquiavélico Justin Timberlake, dan la talla para lo que Fincher tiene entre manos.
Para quienes han visto ‘Pirates of Silicon Valley’ esta película puede traer algunos recuerdos, casi que podría ser una antesala poco pulida, no de la película sino de estos nuevos emprendedores que se encuentran envueltos en temas como el rechazo, ética, poder, amistades y traiciones, y un sin número de emociones que a diferencia de la mencionada película para televisión son profundizadas con una gran fuerza al mismo tiempo que se hace gala de adecuados actores secundarios, una sobria fotografía, y una intensa banda sonora compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross.
Al sumar todos los elementos que conforman esta película solo se puede decir que David Fincher ha logrado con ‘The Social Network’ un claro ejemplo de buen cine, con una historia que no deja de sorprender a cada momento, y cuyo mayor triunfo es el haber capturado el espíritu de una generación que sigue evolucionando de manera tan veloz como lo hace la tecnología.
Sociológicamente la película es muy rica, por cómo entrelaza la tecnología, Internet en general, y las relaciones humanas y la relación entre éstas.
Pero lo que puede confundir y hasta agobiar, es que a simple vista, en una primera lectura, la película parece un conjunto interminable de diálogos larguísimos, difíciles y cansadores, hasta artificiales, esquematizados, y repito, larguísimos!!!
Si además la vemos subtitulada (la opción que considero correcta cuando no se entiende el idioma original ni tecnológico), la mayoría de lo visual se pierde tratando de seguir los subtítulos que se pueden seguir tan dinámicamente como aparecen en pantalla.
Y nos queda una sensación que detrás de esos diálogos, hay solo escenarios y personajes puestos más de relleno para sostener el diálogo que como producto audiovisual pensado.
Como he podido ver poco, y leer mucho, esto deberá ser corroborado en un segundo visionado.
Entonces, esos diálogos cansadores son parte de la estética, no son como puede parecer, solo explicativos o que hacen avanzar la acción mediante el diálogo y no mediante la acción visual, cosa que en cualquier película sería un horror grandote, sino que acá eso es parte de la estética, de la narrativa, y del sentido de la trama.
Si pensamos que antes del título, ya tenemos como introducción, dos personas charlando en un bar, y que esa charla introductoria es más bien entablada como un duelo de saberes y perspicacias, ya nos damos cuenta un poco que no es azarosa esa elección.
La conversación se pudo haber resumido, pero no hubiera tenido el mismo sentido dramático, no solo por lo que los diálogos dicen, sino por lo que dice de un diálogo; que éste sea acartonado, pensado y dicho como literario, intercambiando de voz como paletazos de ping pong, y desmenuzando lo no dicho.
¿Lo no dicho?.
Me detengo en esto.
Desde esa introducción vemos que en cada conversación, en cada forma de relacionarse, hay una parte que exteriorizamos y otra que no, que se cuela en la postura, en las entrelíneas, y que dice más que el diálogo.
Eso que escondemos, eso que desconfiamos de lo que oímos, eso que medimos; es parte esencial de la película: las formas de relacionarse, lo que queremos que se sepa, lo que no, como decimos lo que decimos, y como medimos.
¿Medimos?
Me detengo otra vez.
Porque en la película, se mide lo que dicen, cómo lo dicen, lo que callan, cómo lo callan, hasta se mide el tráfico de visitas en Internet, los porcentajes de autoría.
Todo se mide.
Y entre tanto centímetro, la gente se relaciona.
¿Se relaciona?
Eso pregunta la película, y lo pregunta muy bien.
Cantidad no siempre es calidad, y medir no siempre arroja resultados válidos.
Es la diferencia entre tecnología y humanidad; uno es dos más dos, la otra es antiaxiomática.
Pero se juntan.
El resultado es complejo, indescifrable.
Entonces tenemos, volviendo al armado de la película, estas cuestiones morales, estadísticas, personales, íntimas, globales y el largo etc., representadas.
¿cómo?
Con humanos (los actores) hablando como computadoras, mostrándonos no de forma casual, mucho número, porcentaje, cantidades, mientras que los seres humanos van y vienen entre tanto jaleo, ignorando, o sabiendo, creyendo o desconfiando, siendo.
Si lo comparamos con la experiencia que cada uno puede tener en Internet, veremos que la película es un sin fin de imágenes que no transmiten del todo lo verdadero, sino que lo secciona, y tenemos mucha palabra, muchísima…
Agreguemos además, que tenemos mucha estética chata, lisa, y rectangular.
Y que esa estética se va agudizando a lo largo de la película.
De sillones y muebles más confortables del comienzo, hasta oficinas cargadas de líneas al final.
Agreguemos algo más, que también vale destacar, tenemos un conjunto de personalidades que utilizando el mismo sistema de comunicación reflejan intereses diferentes, está el oportunista, el resentido, el solitario, los fans, compartiendo e intercambiando información, verdades y engaños.
Y esta combinación no siempre es inteligente, no siempre tienen sentido, no todo va con todo, como la imagen del agua en la fiesta.
Todo está en todos lados, pero no en todos lados quedo bien.
Las especificidades del ser humano, lo que lo hace único, no puede medirse, ni combinarse mediante un código numérico.
Es por eso que tanto número confunde, que el espectador extraña un poco la emoción, acá no hay beso, no hay llanto, pero las emociones están ahí, se dejan apenas entrever entre tanto porcentaje, algo agazapadas, y temerosas.
Si seguimos con lo técnico tenemos un montaje cortado, tal como puede ser pasar de página a página del facebook (un poco de la reunión de éste que se fue a París, más otro poco del asado que tuvo el año pasado, y así, de carpeta en carpeta vamos armando la historia).
Muy buena elección de montaje, muy buen sentido, muy bien manejada la expectativa, el desarrollo y la información.
Todo esto que dijimos antes está muy bien, pero no es esto lo que sobresale, sobresale la “moda”, y la forma de hacernos cuestionar nuestra actualidad de todos los días, de hace un ratito, la de ayer, la de ahora mismo que escribo esto para un blog que tiene un contador de visita y gente que conozco un poco y otras que conozco un poco más y algunas que no sé ni quiénes son, pero que el contador, las cuenta; y el mapita me dice de qué parte del globo son, y yo sé que son personas, no son ese puntito en el mapa, ni ese número en el contador.
Y detrás de cada una de esas personas, están las emociones, esas que los personajes apenas asoman, como nosotros, apenas asomamos las nuestras.
Y es por eso que gusta.
Como gusta Facebook, porque nos podemos comunicar aunque a veces ese comunicar, no sea comunicarse verdaderamente, y en esa cantidad interminable de palabras y números, tratamos de medir cuál es la confiable.
Eso es lo importante, eso es lo que gana, y no sé si está mal que así sea, pero no es la película como producto audiovisual la que tiene ese merito, si estuviera tan coherentemente dirigida como lo está, pero hablaría de otro tema, no sé si todos estarían dándole tanto premio.
No todos creen en la física cuántica o cuestionan si lo que soñamos es o no real, pero todos tienen facebook.
“…En Bosnia no tienen pavimento pero tienen facebook…”
Díganme, si hablamos de arte...
¿tiene importancia el tema?
Siii.
¿Y si hablamos de finanzas?
Parece que…mucho más.
La gran pregunta sobre The Social Network es cuánto tiene de verdad y cuánto de invención.
A falta de la versión "autorizada" que ya está en camino, tanto el libro como la película cuentan sólo con la visión del ex socio de Zuckerberg, Saverin, así que se presupone bastante parcialidad.
Los hechos son reales y las demandas también, pero es imposible saber la intrahistoria de la compañía, y menos aún cómo sucedieron las conversaciones entre los jóvenes que sustentan la trama.
La posición de Zuckerberg y de su compañía en las escasas ocasiones en las que han hablado de la película ha sido siempre insistir en que se trata de una ficción y de que todo fue mucho más aburrido de lo que parece.
Que hubo mucho trabajo y pocas fiestas universitarias salvajes.
Pero por mucho que nos documentemos, nunca llegaremos a saber si Zuckerberg es o no el genio obsesivo compulsivo que retrata la película, ese nuevo tipo de nerd soberbio e infantil que también representa Parker.
El mismo tipo de empresario de internet que hace unos años era despreciado y que ahora se permite ir a las reuniones en chanclas y bata, igual que hace unos años los yuppies se ponían zapatillas con los trajes: como una forma de demostrar que estaban por encima de todos y de sus códigos de conducta y vestuario.
La realidad es que ese tipo, Zuckerberg, ha cambiado el mundo y no se sabe aún si para bien o para mal, haciendo que nos replanteemos todas las convenciones sobre nuestra intimidad.
Ha conseguido que 500 millones de personas suban a internet nuestras vidas con fotos y todo.
Destacaré a Jesse Eisenberg quien interpreta de forma creíble y solvente al genio protagonista, con todas las dificultades que entraña su tortuoso y particular carácter; Andrew Garfield refleja la amargura del amigo herido y sacrificado; y el cantante Justin Timberlake, que representa al diablo en forma de atractiva tentación, confiriendo al conjunto cierto toque de tragedia clásica adaptada al siglo XXI.
Con esos antecedentes:
¿qué interés puede tener The Social Network para alguien que no ha invertido más de 10 minutos de su vida en Facebook?
Mi respuesta es simple, aunque cursi: el solo espectáculo del Cine.
La gente hoy en día exige la atención de los demás, necesita que todos sepan qué hace o dónde está en cada momento, si tiene sueño o si tiene novio/a o no.
¿A cuántos/as conocéis que se pasan tirándose fotos para colgarlas en el Facebook?
En otro tiempo, cada día me topaba en el muro con un sinfín de titulares inútiles del estilo “me voy a dormir pronto” o “estoy mal”, cuyo objetivo no es otro que llamar la atención.
Como en la prensa rosa, hay que salir en la foto aunque no tengas nada que decir para la gente siga hablando de ti.
Eso es Facebook: la nueva y más perfecta revista del corazón.
Hacerse famoso de cualquier manera.
Hazte famoso y te querrán.
Sé popular y te invitarán a todas las fiestas, y todos/as querrán acostarse contigo.
Todo eso está en la película:
Facemash, los gemelos y su ansia de destacar, el personaje de Timberlake, Eduardo y su novia asiática… gente que no quiere tener amigos, que lo que quiere es tener fans.
¿Somos así en el siglo XXI?
Gracias a la redefinición de la palabra "amigo" que emana de Facebook, al final puedes tener 500 millones de amigos y estar más solo que nunca antes en tu vida.
Porque a fin de cuentas, uno no está pegado a la pantalla si tiene compañía.
¿a qué no?
Yo tuve Facebook, y lo cerré... adjunto el manifiesto que publique el último dia, justo antes de dar por concluida la farsa de la mal llamada "red social":
Yo soy quien yo quiero ser, por lo que no me resumo en palabras ni en formularios.
Soy mi comienzo y mi final, tengo poder de decisión y nadie decide por mí.
Soy mis causas y mis consecuencias, y como tal asumo mis éxitos y mis fracasos.
Por tanto, soy el conjunto de mis aciertos y mis errores.
Sólo yo respondo ante ellos y sólo a mi me pertenece el derecho de juzgar mis actos pues sólo yo los entiendo en su compleja totalidad.
Yo no me arrepiento de nada, ni de lo que he dicho o hecho, ni mucho menos de lo que no he dicho o he dejado de hacer.
El remordimiento es para mí como la mordedura de un perro en una piedra: una tontería.
No cambio nada, ni añado, ni elimino nada de mí.
Y sí, muchas veces dudo, temo e inevitablemente me equivoco, maldita humanidad, pero ni siquiera de eso me arrepiento pues mis errores me forjan, me templan y me endurecen.
Yo tengo el control de mí mismo.
Yo soy el único Dios que reconozco, mi alma su altar y mi cuerpo su único templo, y sí decido mancillarlo, profanarlo y corromperlo cómo, cuándo y con quién quiero, es mi determinación.
Mío es el derecho de decidir sobre la integridad de mi propia fe, pues soy mi único creyente.
Soy hereje y santo al mismo tiempo, pues mis mandamientos son volátiles como la pluma al viento y cambian de la noche a la mañana.
El único pecado que concibo es actuar de forma contraria a lo que creo.
Yo decido dónde y cuándo vivo, las fronteras de mi mundo solo las marca mi ingenio.
He de reconocer que no me gustan los límites impuestos, las órdenes a seguir, el tiempo ni el espacio establecidos.
Yo vivo en el siglo XXI solo porque así lo quiero, por dicha en mi mente, vuelvo al ayer o, temerosamente viajo hacia el mañana porque mi imaginación no conoce de términos.
El mundo real es mucho más pequeño que el mundo de la imaginación.
Yo elijo con quien comparto mi tiempo y no es mi mente quien lo decide, sino mi corazón.
Los amigos los elijo yo, más allá de lo que supone un click.
Cada instante, frente a frente, con ellos el tiempo es único y como tal lo disfruto, como si fuera el último.
Degusto cada pequeño detalle con placer, yo defino lo que es gusto y placer, aunque tú no lo entiendas y mucho menos cuando no lo comprendas.
Soy un vitalista, pragmático, empírico y materialista.
Mi patria es donde piso en este mismo momento, y es una patria sin bandera, idioma, himno ni color.
No me etiqueto, porque no soy un producto, ni mucho menos un artículo.
Soy un “SER HUMANO”, MALDITA SEA.
Yo soy ciudadano del mundo maldita sea y también soy borracho.
Mi familia es extensa, de todas las razas, “religiones”, sexos, etnias y colores, y como tal no hago distinciones ni de facciones ni de apariencias, veo realidades y no las cuestiono solo las acepto.
Soy único, al igual que cada uno de ustedes y como tal, a veces cuesta conocerme y cuesta mucho mas entenderme y comprenderme.
Soy polvo de estrellas producto de la casualidad, porque veo la luna y el sol, y veo hacia mis costados y los veo a vosotros y pienso, que egoísmo, no estoy solo.
Soy una larga cadena de aminoácidos dispuestos al azar, científico 100%, antirreligioso 200% y anticatólico 300%.
Soy idealista, dramático, lírico y épico.
Soy matemático, químico y biológico.
Soy atípico y utópico, concéntrico, centrípeto, espiral y esférico.
Soy racional, lógico, frío y visceral, apasionado e inmediato.
Soy claro y oscuro, cómico y trágico, cobarde y temerario.
Soy cáustico, cínico, lacónico y sarcástico.
Misántropo, nihilista y escéptico.
Estoico, epicúreo y neoplatónico.
Fatalista y para nada esperanzador.
Lo que no me mata, me fortalece.
Soy, en esencia, contradictorio, porque soy humano, maldita sea.
Pero si quieres saber cómo soy en mi interior, tienes que mirarme a los ojos y por esa ventana ver mi espíritu que es lo más puro e inquebrantable que tengo.
Es la asepsia de mi ser, algo que no puedo traducir, ni describir.
Lo tienes que ver, sentir, oír, tocar y probar.
Pero si no puedes, es porque no quieres, y si quieres pero no puedes, supongo que como todo el mundo, me preguntaras si tengo Facebook.
Pues bien, empecé en Facebook con pequeñas dosis de curiosidad, curiosidad por ver que era, curiosidad por saber a quién podía encontrar, curiosidad para ver cómo funcionaba, en resumen por curiosidad me registre.
Al cabo de 15 minutos de intenso interrogatorio por fin estas dentro, al principio son un poco tristes ya que apareces tú solo en la portada y por unos instantes tienes la sensación de ser un paria y de no tener amigos…
Parte del proceso de bienvenida a Facebook es el “descubrimiento” de amigos, das permiso a Facebook para que se cuele en tu dirección de yahoo, msn o de gmail para que busque a tus amigos.
Aquí viene el primer problema, me toca pasar otros 15 minutos buscando a “amigos” de verdad y borrando al resto a esos que ni conoces pero que son amigos de tus amigos, amigos de tus enemigos y enemigos que quieren ser tus amigos y aquellos que viven en un lugar cuyo nombre no puedo acordarme, es decir entre 250 contactos…
Cuando por fin comienzas a ver a tus amigos en portada te invade un sentimiento de amistad increíble, sientes ganas de hablar con todo el mundo y de quedar con ellos, pero muchos no te responden o están ocupados, o no tiene el menor interés de hablar contigo, si hubiera una pantalla hasta de fijo los ves haciendo “pbrrrr”, lástima que la mitad de ellos, los buenos amigos, o viven lejos o llevas años sin verlos, pero bueno la intención es lo que cuenta.
Pasa el tiempo y te preguntas:
¿A cuántos conozco?
De pronto ves que tu Facebook está saturado con demasiadas noticias, mensajes, “regalos”, invitaciones a grupos y eventos, videos y anécdotas de otros usuarios, exceden el tiempo disponible para dedicarse a todo eso, llegando a ignorar y eliminar cada vez más cosas, incluyendo aplicaciones que al principio entretenían, luego aburrían y ahora molestan.
Se llega también a eliminar gente de la red personal, donde suelen aparecer desconocidos, conocidos de conocidos, o apenas conocidos en persona con quienes a través del tiempo todo se diluye.
Lo peor es que en caso de acoso, persecución y hasta secuestro, robo, violación, de tus datos, imagen, etc. usando Facebook, la víctima puede verse saturada de hostilidades y recortar su perfil, cambiar nombre de usuario, dejar escasas pistas y, en consecuencia, disminuir sus relaciones sociales en el ciberespacio, a la par de que esté tomando precauciones en su entorno físico, pudiendo también optar por desactivar o eliminar su cuenta, según me cuentan algunos usuarios; experiencia que yo me resisto a vivir.
Pero cuando se es espectador de demasiada información ajena que va y viene, y se es poco protagonista de intercambios inteligentes de forma y fondo, recibiendo poca respuesta a envíos propios, perspicaces en estilo y fundamento, se llega a tener la sensación de ser ignorado por los demás, lo que hacemos no es nunca comprendido, y siempre es acogido sólo por los elogios o por la crítica con un simple “me gusta”.
O cuando los demás lo bombardean a uno con todo tipo de envíos, comentarios en fotos de uno publicadas por otros o por uno mismo, y no dan un respiro, se tiene, respectivamente, la sensación de que Facebook es inútil o incómodamente invasivo; sobre todo cuando te postean fotos, miles de ellas sin tu consentimiento.
No hay peor látigo que la indiferencia y tampoco se puede atender, respetuosamente como se merece, a todo el mundo.
Es como si sólo se dieran limosnas por piedad, de ser así, todos los mendigos hubieran ya muerto de hambre.
Para llegar a ser sabio, es preciso querer experimentar ciertas vivencias, es decir, meterse en sus fauces.
Eso es, ciertamente, muy peligroso; más de un sabio ha sido devorado al hacerlo.
De ahí que hace falta tiempo para mantener 500 amigos y darles seguimiento para cultivar la amistad, si es de eso que se trata todo esto.
¿Cierto?
¿O me equivoco?
Volviendo al tema principal, el de los amigos, y que fue el motivo, razón y justificación de este fenómeno llamado Facebook, cabe volver a preguntar:
¿Con cuántos he pasado algo de mi tiempo?
Con 20, con mucha suerte, y esos son los que hubieran estado con o sin esta “red social”.
Es así como encuentro que Facebook no es muy bueno que digamos, lo que haces es llenarte de "amigos" que ni siquiera conoces, no hay nada de privacidad y por eso mismo una parte de tu intimidad se puede ir con esta red social.
El único pro que le veo es que podrías llegar a conocer a alguien, siempre y cuando este sea quien dice ser.
Lo que me preocupa de esto no es que me hayas mentido si no eres quien dices ser, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer y mucho menos confiar en ti.
Ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.
La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo.
Lo que me preocupa de esto no es que me hayas mentido si no eres quien dices ser, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer y mucho menos confiar en ti.
Ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.
La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo.
Engañar a los demás es un defecto relativamente vano.
No me parece nada productivo el reencontrar personas que ya hace décadas no contacto o que solo los conozco porque son de mi ciudad, o son amigos de mi familia, no míos, y que nunca hable con ellos, o si no las contacto es por una buena razón o porque sencillamente no necesito hacerlo, es como una obligatoriedad aparecer en esa listita en la cual aparece tu nombre sin siquiera preguntarnos si queremos que nuestro nombre aparezca en ella, o en la foto, o en el comentario.
Sí, hay formas de privatizar muchas aplicaciones y muchas otras cosas más, pero entonces, qué sentido tiene hacerlo…
Es algo antagónico.
Humildemente, sin querer dañar a nadie, en mi perspectiva, Facebook es la más remarcada prueba de que en nuestra sUciedad, sus miembros han perdido el respeto a la libertad, han perdido el control de sus impulsos, en el momento en que la agudeza de su propia inseguridad motiva a la crítica de los supuestos “fans”, “amigos” y “conocidos”, han perdido el sentido común al ya no atesorar sus momentos más cálidos y mas humanos al ventilar los retratos del mismo, han abierto la puerta al observador cuya moral jamás será conocida.
Casi su eslogan debería ser “con amigos así, para qué enemigos”.
Porque la amistad solía ser una hermandad de pocas personas, en las que uno confiaba a ciegas.
No que agregabas a ciegas.
“Tener un amigo no es cosa de la que pueda ufanarse todo el mundo” decía Antoine de Saint-Exupéry, el autor de El Principito.
Gracias a Facebook, la amistad es justamente todo lo contrario a su teoría: es la posibilidad de tener de amigos a aquellos que no lo son y que en algunos casos nunca serian tus amigos.
A esos… que nunca quisiste que fueran, a esos… que jamás lo serán y, sin embargo lo son ahora!.
En el mundo según Facebook mientras más amigos más popular se es, porque la palabra amistad se convirtió en sinónimo de fanáticos, de seguidores, entusiastas, cuan estrella de rock o simplemente por chismosos, murmuradores, liantes, cuentistas o entremetidos, o lo peor, los que te consideran un numero.
El escritor español Pío Baroja solía decir que:
“Solo los tontos tienen muchas amistades.
El mayor número de amigos marca el grado máximo en el dinamómetro de la estupidez”.
Ahora no es necesario el contacto real con los amigos, que a veces tiene sus ventajas.
Ni se necesita reconocer, o conocer su voz o haber compartido algún momento (físico) de la vida.
Hoy gracias a Facebook, no se necesita ser amigo para ser “amigo”.
El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu.
Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado.
Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo.
Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.
El poeta Ralph Waldo Emerson aseguraba que:
“La única manera de hacer un amigo, era serlo”.
Error mi estimado Waldo, la única manera de hacer un amigo es adherirlo.
No me parece nada productivo el reencontrar personas que ya hace décadas no contacto o que solo los conozco porque son de mi ciudad, o son amigos de mi familia, no míos, y que nunca hable con ellos, o si no las contacto es por una buena razón o porque sencillamente no necesito hacerlo, es como una obligatoriedad aparecer en esa listita en la cual aparece tu nombre sin siquiera preguntarnos si queremos que nuestro nombre aparezca en ella, o en la foto, o en el comentario.
Sí, hay formas de privatizar muchas aplicaciones y muchas otras cosas más, pero entonces, qué sentido tiene hacerlo…
Es algo antagónico.
Humildemente, sin querer dañar a nadie, en mi perspectiva, Facebook es la más remarcada prueba de que en nuestra sUciedad, sus miembros han perdido el respeto a la libertad, han perdido el control de sus impulsos, en el momento en que la agudeza de su propia inseguridad motiva a la crítica de los supuestos “fans”, “amigos” y “conocidos”, han perdido el sentido común al ya no atesorar sus momentos más cálidos y mas humanos al ventilar los retratos del mismo, han abierto la puerta al observador cuya moral jamás será conocida.
Casi su eslogan debería ser “con amigos así, para qué enemigos”.
Porque la amistad solía ser una hermandad de pocas personas, en las que uno confiaba a ciegas.
No que agregabas a ciegas.
“Tener un amigo no es cosa de la que pueda ufanarse todo el mundo” decía Antoine de Saint-Exupéry, el autor de El Principito.
Gracias a Facebook, la amistad es justamente todo lo contrario a su teoría: es la posibilidad de tener de amigos a aquellos que no lo son y que en algunos casos nunca serian tus amigos.
A esos… que nunca quisiste que fueran, a esos… que jamás lo serán y, sin embargo lo son ahora!.
En el mundo según Facebook mientras más amigos más popular se es, porque la palabra amistad se convirtió en sinónimo de fanáticos, de seguidores, entusiastas, cuan estrella de rock o simplemente por chismosos, murmuradores, liantes, cuentistas o entremetidos, o lo peor, los que te consideran un numero.
El escritor español Pío Baroja solía decir que:
“Solo los tontos tienen muchas amistades.
El mayor número de amigos marca el grado máximo en el dinamómetro de la estupidez”.
Ahora no es necesario el contacto real con los amigos, que a veces tiene sus ventajas.
Ni se necesita reconocer, o conocer su voz o haber compartido algún momento (físico) de la vida.
Hoy gracias a Facebook, no se necesita ser amigo para ser “amigo”.
El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu.
Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado.
Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo.
Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.
El poeta Ralph Waldo Emerson aseguraba que:
“La única manera de hacer un amigo, era serlo”.
Error mi estimado Waldo, la única manera de hacer un amigo es adherirlo.
¿Quieres ser mi amigo?
¡Oprime aquí!
La adhesión suena a campaña política.
Tal vez por eso, la amistad en Facebook sea tan solida, sincera, confiable y transparente como la política misma.
“¡Véanme!
¡Veeeaaanmeeee!
¡Existo!
No puedo llevar una relación real con gente real en mi vida, por eso mejor la plasmo en mi muro de Facebook”.
Odio al ser humano por tener inteligencia ovina, por coleccionar amigos de mentira, por matarse en aparentar tener felicidad y éxito para ligar y ser respetado, por creerse fantasías, por decir estupideces, dar cervezas y besos virtuales que no le interesan a nadie.
Facebook es una herramienta más de la comunicación que se ha abocado a otra cosa y no una ‘red social’ como tal.
De hecho, no existen las redes sociales virtuales, esa es una mentira que se ha vendido muy bien.
Facebook es la punta de lanza de la tecnología impersonal, de la tendencia que tiene el siglo XXI de encoger el mundo, de aniquilar el concepto de distancia.
Desvanece lo rotundo de los hechos; la noción de la ausencia y la presencia.
Decir adiós no es decir adiós si puedo ver las fotos de una persona con sólo dar un click.
Sube las fachadas a un pedestal, porque es el imperio de lo superfluo: en donde somos sólo apariencia, donde escogemos cómo queremos proyectarnos, donde escogemos ser todo, sonrisas, fiesta y amigos.
Desconoce el significado de la soledad.
Porque su interfaz no entiende de autonomías, ni de singularidad: porque está hecho para unirnos por nuestras similitudes y no por nuestras diferencias.
¡Oprime aquí!
La adhesión suena a campaña política.
Tal vez por eso, la amistad en Facebook sea tan solida, sincera, confiable y transparente como la política misma.
“¡Véanme!
¡Veeeaaanmeeee!
¡Existo!
No puedo llevar una relación real con gente real en mi vida, por eso mejor la plasmo en mi muro de Facebook”.
Odio al ser humano por tener inteligencia ovina, por coleccionar amigos de mentira, por matarse en aparentar tener felicidad y éxito para ligar y ser respetado, por creerse fantasías, por decir estupideces, dar cervezas y besos virtuales que no le interesan a nadie.
Facebook es una herramienta más de la comunicación que se ha abocado a otra cosa y no una ‘red social’ como tal.
De hecho, no existen las redes sociales virtuales, esa es una mentira que se ha vendido muy bien.
Facebook es la punta de lanza de la tecnología impersonal, de la tendencia que tiene el siglo XXI de encoger el mundo, de aniquilar el concepto de distancia.
Desvanece lo rotundo de los hechos; la noción de la ausencia y la presencia.
Decir adiós no es decir adiós si puedo ver las fotos de una persona con sólo dar un click.
Sube las fachadas a un pedestal, porque es el imperio de lo superfluo: en donde somos sólo apariencia, donde escogemos cómo queremos proyectarnos, donde escogemos ser todo, sonrisas, fiesta y amigos.
Desconoce el significado de la soledad.
Porque su interfaz no entiende de autonomías, ni de singularidad: porque está hecho para unirnos por nuestras similitudes y no por nuestras diferencias.
Pretende que somos homogéneos, y está ganando la batalla.
Por su carácter pornográfico, de voyeur.
Por su carácter de estadista y su obsesión con los números de amigos, los números de mensajes, de wall posts, de aplicaciones.
Porque nos hace creer que las amistades se pueden forjar sin necesidad de vernos y tocarnos.
En fin, porque está acabando con el misterio.
Cualquier medio tecnológico jamás podrá sustituir el tiempo de calidad y la convivencia enriquecedora que se puede dar personalmente, que es lo más grande que hay, lo más seguro y lo más sano.
Amigos, conocidos, contertulios, porque no también fans, quienes me consideran un numero y no me conocen, pero míos todos (por el momento)…
Por eso y más me doy de Facebook.
Muchas gracias por haber tomado el tiempo en lo único que hice satisfactoriamente bien en esto, que fueron los comentarios sobre el rumbo catastrófico por donde va este país y este mundo, por las notas sobre los personajes que considero importantes en mi vida y que quise compartir esa significación con ustedes, las críticas a las películas que han representado momentos clave en mi vida y con las cuales crecí y viví bajo sus sombras, ensayos literarios que fueron lecturas cinematográficas con claros apuntes autobiográficos, que a muchos de mis amigos poco entrañó, o que pocos lograron leer en su atestado y visualizar la conexión conmigo; pero que comparten un “je ne sais quoi” de amistad con este servidor, y como no, haberme enterado de la existencia de al menos 10 personas muy interesantes que confabulamos en muchos aspectos y pasiones, y que espero ansiosamente lograr tener la oportunidad de darle el beso y la mano amiga, viéndole a los ojos, claro está.
Consecuentemente, Facebook me ha alejado mucho del contacto físico con los amigos que he hecho a lo largo de mi vida, ya que este sistema evita relacionarme de verdad con las personas que conozco muy poco o del todo, y pues me aleja mucho de la realidad y de la necesidad de "roce" entre nosotros y como no, jamás se puede plasmar todo en una nota, en un comentario de una noticia, suceso o de película, mucho menos en unas cuantas palabras, es necesario el vernos, el hablar de frente, recibir la respuesta inmediata, la corpórea discusión, ver el silencio, los gestos, y un sin fin de cosas que Facebook no ha cumplido y que yo no quiero perder.
No obstante, todos los pozos profundos viven con lentitud sus experiencias, es decir, se tiene que esperar largo tiempo hasta saber qué fue lo que cayó en su profundidad…
Pero igual, ahí está mi correo, para todos los que todavía se interesan por saber de mí, no estaré del todo incomunicado, para nada, ahí tengo mi msn, skipe y mejor aun, tendré el tiempo para ustedes, una tarde de café, noches de vino, amaneceres maravillosos, salidas al restaurante, al bar, siempre esperando el roce directo...
Nuevamente gracias por estos 3 años de soporte, aguante y misericordia, y pues mucha suerte.
Por su carácter pornográfico, de voyeur.
Por su carácter de estadista y su obsesión con los números de amigos, los números de mensajes, de wall posts, de aplicaciones.
Porque nos hace creer que las amistades se pueden forjar sin necesidad de vernos y tocarnos.
En fin, porque está acabando con el misterio.
Cualquier medio tecnológico jamás podrá sustituir el tiempo de calidad y la convivencia enriquecedora que se puede dar personalmente, que es lo más grande que hay, lo más seguro y lo más sano.
Amigos, conocidos, contertulios, porque no también fans, quienes me consideran un numero y no me conocen, pero míos todos (por el momento)…
Por eso y más me doy de Facebook.
Muchas gracias por haber tomado el tiempo en lo único que hice satisfactoriamente bien en esto, que fueron los comentarios sobre el rumbo catastrófico por donde va este país y este mundo, por las notas sobre los personajes que considero importantes en mi vida y que quise compartir esa significación con ustedes, las críticas a las películas que han representado momentos clave en mi vida y con las cuales crecí y viví bajo sus sombras, ensayos literarios que fueron lecturas cinematográficas con claros apuntes autobiográficos, que a muchos de mis amigos poco entrañó, o que pocos lograron leer en su atestado y visualizar la conexión conmigo; pero que comparten un “je ne sais quoi” de amistad con este servidor, y como no, haberme enterado de la existencia de al menos 10 personas muy interesantes que confabulamos en muchos aspectos y pasiones, y que espero ansiosamente lograr tener la oportunidad de darle el beso y la mano amiga, viéndole a los ojos, claro está.
Consecuentemente, Facebook me ha alejado mucho del contacto físico con los amigos que he hecho a lo largo de mi vida, ya que este sistema evita relacionarme de verdad con las personas que conozco muy poco o del todo, y pues me aleja mucho de la realidad y de la necesidad de "roce" entre nosotros y como no, jamás se puede plasmar todo en una nota, en un comentario de una noticia, suceso o de película, mucho menos en unas cuantas palabras, es necesario el vernos, el hablar de frente, recibir la respuesta inmediata, la corpórea discusión, ver el silencio, los gestos, y un sin fin de cosas que Facebook no ha cumplido y que yo no quiero perder.
No obstante, todos los pozos profundos viven con lentitud sus experiencias, es decir, se tiene que esperar largo tiempo hasta saber qué fue lo que cayó en su profundidad…
Pero igual, ahí está mi correo, para todos los que todavía se interesan por saber de mí, no estaré del todo incomunicado, para nada, ahí tengo mi msn, skipe y mejor aun, tendré el tiempo para ustedes, una tarde de café, noches de vino, amaneceres maravillosos, salidas al restaurante, al bar, siempre esperando el roce directo...
Nuevamente gracias por estos 3 años de soporte, aguante y misericordia, y pues mucha suerte.
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