The Omen

Ave Satani

“Aquí hay sabiduría. 
El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. 
Y su número es seiscientos sesenta y seis.”
Apocalipsis 13:18

«Esta noche, Dios le ha dado un hijo». 

The Omen

Aunque no vista los ropajes del realismo social, ni sea una sátira política o un retrato generacional, The Omen es hija de su tiempo. 
Como todas las buenas películas de terror, refleja, aumenta y lanza a la cara del espectador los miedos, las ansiedades y las preocupaciones de ese preciso momento. 
Con el final de la década de los 60 terminó también la psicodelia y el 'flower-power' y se apagó la llama revolucionaria del mayo francés. 
La crisis del petróleo de 1973, el desgaste producido por la interminable guerra de Vietnam y la Guerra Fría o el caso 'Watergate' dieron el golpe de gracia al sueño americano y abrieron la puerta a unos años, los 70, caracterizados por la desesperanza y la pérdida de fe, sobre todo en el mundo anglosajón. 
¿Qué mejor momento para la llegada del anticristo?
Ya en 1976 se esperaba con ansia la aparición de este villano de villanos, el duelo esperado entre el bien y el mal, el “Armagedon”, el cometa Halley como signo catastrófico en los próximos 10 años, mente catastrofista de la humanidad, la gran tribulación con sus 7 años de sufrimiento, el mesías satánico, príncipe de las tinieblas y su llegada con la tercera guerra mundial… 
Todos nosotros llevamos parte del anticristo dentro de nuestro ser, como el orgullo encarnado: 
La bestia del 666…. 
Este personaje detonará en contra de las enseñanzas del maestro Jesús, el duelo final esperado para dar paso a un nuevo periodo de vida en la tierra, cuyo libre albedrío dará la pertenencia al bando que perteneceremos… 
Era el pensar generalizado de una época fatalista.
The Omen es una película de terror estrenada en 1976 y dirigida por Richard Donner. 
Basada en una novela de David Seltzer, protagonizada por Gregory Peck, Lee Remick, David Warner, Harvey Stephens ( en su primera y última aparición delante de las cámaras, excepto en su horrible remake haciendo un triste cameo), Billie Whitelaw, Patrick Troughton, Martin Benson y Leo McKern.
El tema musical es Ave Satani, de Jerry Goldsmith. 
Una partitura original ENORME para la película fue compuesta por Jerry Goldsmith, por la que recibió el único Oscar de su larga carrera. 
La partitura cuenta con un fuerte segmento coral, con cantos en latín.
El estribillo del canto es:
"Sanguis bibimus, corpus edimus, tolle corpus Satani" 
("Tomamos la sangre, comemos la carne, levantar el cuerpo de Satanás"), intercalados con gritos de:
"Ave Satani!" y "Ave Versus Christus" ("Salve, Satanás!" y "Salve, Anticristo!").
Aparte de la obra coral, la partitura incluye temas líricos que retrata la agradable vida casera de la familia Thorn, que contrastan con las escenas más inquietantes de la confrontación de la familia con el mal.
De hecho, quién esto escribe, compró el CD y sinceramente, no me arriesgo a escucharlo estando solo, debido a que en su conjunto pasa por un Black Mass, y no solo por esto, sino por el poder y la gran belleza altamente sugestiva y prohibida que denota en sus acordes, en contraposición a todos los Requiems de los compositores clásicos como el de Mozart, Verdi, Dvorak, entre otros, sin embargo, doy mérito a Goldsmith por ser tan efectivo y bueno, se ganó muy justamente el Oscar por este trabajo.
Hubo una época, especialmente durante los 60 y 70, en la que el género de terror no estaba tan desprestigiado, y en ocasiones, incluso grandes actores y directores se aventuraban a hacer películas de género con al menos una pizca de pretensión artística, cintas con atmósfera pero también con contenido. 
Los ejemplos van desde Rosemary's Baby de Roman Polanski, The Exorcist de William Friedkin y The Shining de Stanley Kubrick.
Es por ello que para 1976, el Diablo estaba de moda, principalmente gracias a las dos primeras películas que he citado arriba.
Esta es una película de los 70, por lo tanto es natural que a algunos parezca un poco lenta, pero no por eso ha perdido ni un ápice de su efectividad. 
Hay dos cosas que contribuyen a su éxito: en primer lugar su efectiva mezcla entre terror gótico y misterio detectivesco (con Gregory Peck viajando a través de tres países en busca de la clave del origen de su hijo) y por otro, la excelente banda sonora de Jerry Goldsmith. 
La película ciertamente no sería ni la mitad de lo inquietante que es sin esta música. 
Y puedo asegurar que nadie que haya visto esta película podrá negar que vea a los Rottweiler de otra manera, así como tampoco creo que nadie que no sea un perturbado pueda llamar a su hijo "Damien". 
Es decir, no hay nadie que entienda algo de cine que no sepa quién es Damien?.
Con una narración sobria, bien desarrollada en el tiempo y que adapta a la perfección la magnífica novela de David Seltzer, el filme cuenta con variantes óptimas para generar un ambiente inquietante, estremecedor, que asusta por sugestión y que siempre mantiene un estilo conservador y pulcro en cada escena. 
Si algo debemos rescatar de este filme, es que no se vale de elementos artificiosos para generar miedo, sino que a través de fuertes dosis de variantes plausibles nos va armando una intrincada atmósfera de misticismo, fatalidades, aberraciones, traumas psicológicos, y de estremecedoras secuencias que vaticinan profecías caóticas.
Basándose siempre en el recurso de sugerir más que mostrar, la película genera el peor de los miedos, ya que el objeto de temor no es tangible y ello nos hace sentir impotentes para contrarrestar tanta maldad en una personita de apariencia angelical. 
Y con esto llego a mencionar que el contraste entre las apariencias y el fondo invisible de cada ser, personaje, nos deja perplejos, ya que no sabemos dónde está el límite de tanta maldad oculta. 
El mal se gesta poco a poco y a medida que la cinta se desarrolla vamos viviendo el filme con mayor intensidad hasta llegar al desenlace. 
Una película imprescindible para cualquier cinéfilo adicto al terror porque en este tipo de filmes uno encuentra el origen del terror como consecuencia del sugerir lo maléfico, y podemos abstraernos de todo lo concreto (leyendas, maldiciones, etc) que se venía manejando hasta el momento. 
La idea de que el vacío y que un pequeño genere miedo, sin necesidad de abusar de escenas donde la violencia, lo truculento y lo macabro se apoderen del filme. 
Esto es original y efectivo a la hora de las conclusiones generales. 
Richard Donner supo plasmar y colmar las expectativas de los consumidores y adictos al cine del miedo, y este filme hoy no tiene nada que envidiarle a los productos modernos que salen a la luz. 
Es más, muchos filmes deberían aunque sea imitar en parte este tipo de cintas para darnos los momentos de zozobra que tanto necesitamos para disfrutar del género.
El film es un auténtico thriller psicológico, sin duda una de las películas más terroríficas de la historia, sin la necesidad de mostrar, prácticamente, ni un momento sangriento. 
Durante todo el metraje, el acercamiento del cineasta se centra en el plano psicológico, como cité anteriormente, cuya más pura expresión son los frecuentes planos detalle de los ojos de los personajes —incluidos los de los rottweilers—, metáfora de su evidente lucha interna, que alcanza su cima en la escena entre Remick y Whitelaw que tiene lugar en la habitación del hospital, justo antes de que fallezca la primera.
Uno de los atractivos de la cinta de Donner, es esa voz en off del principio con Gregory Peck repitiendo ese malogrado y triste mensaje:
" El niño ha muerto, el niño ha muerto…"
Basta para que nos unamos a él identificándole como protagonista del drama. 
Pero un protagonista ajeno a todo lo que le va a ocurrir en su entorno.
Durante gran parte de la historia serán varios los mensajeros y muertes que intentaran revelarle la identidad de su hijo: 
La magistral muerte de la niñera (Holly Palance, hija de Jack Palance), el padre Brennan (Patrick Troughton) o el fotógrafo Jennings (David Warner) con sus reveladoras fotografías. 
Al igual que seremos testigos de cómo entran en su territorio, ante sus ojos, ciertos diablos como la señora Baylock. 
El seguirá ajeno a todo. 
Será su esposa la que primero vera la maldad de Damien, en el zoológico y en el intento de separarse de ellos como padres al empujarla en una fatal caída. 
Mostrándonos una de las mejores escenas: 
Peck va a visitarla al hospital y ella le suplica que no le deje que la mate… 
Eso y las fotos de Jennings, unas fotos que muestran a las victimas señaladas con unas espectrales marcas. 
A partir de ahí somos testigos de un protagonista aterrado por la realidad, en la que su hijo es el anticristo. 
El segundo acto no presenta un campo de batalla concreto. 
El mal está presente en todas partes.
Es un mensaje pesimista -como todo el producto- que amenaza al mundo en proporciones bíblicas (Nunca mejor dicho).
La película dura cien minutos y hasta que pasa una hora no empieza la investigación. 
¿Eso qué quiere decir? 
Que durante sesenta minutos hay una presentación lenta de los personajes, de los hechos, de la trama y del misterio. 
El espectador sabe que hay algo que huele mal y que tiene que ver con Damien, el hijo adoptivo del embajador. 
Los restantes cuarenta minutos es la investigación entre Gregory Peck y David Warner para esclarecer el misterio. 
Aquí el ritmo del film se vuelve frenético viéndose de un tirón. 
Aunque hay esas dos partes muy bien diferenciadas no llega a aburrir al espectador. 
Y no lo hace porque la información se descubre a cuentagotas y no te revela nada hasta el último minuto. 
Al final de la película cuando el arqueólogo devela que Damián es el Anticristo y que hay que matarlo, uno no sabe si tomarlo por un loco religioso o si es cierto lo que dice. 
Hasta que Peck no descubre personalmente la marca de la bestia (y eso es a menos de cinco minutos de la conclusión) no sabes verdaderamente que su hijo es el Anticristo. 
Otro motivo del éxito fue la innovación en algunos de sus aspectos. 
Innovó las muertes y aunque hay pocas (cinco) son todas muy distintas las unas de las otras. 
No es que fuera la primera vez que se rodasen unas muertes tan explícitas, en Italia Dario Argento y compañía ya lo estaban haciendo. 
Lo que pasa es antes de cada asesinato la escena está cargada de un suspense tan bien hecho, que aunque sepas que van a morir te mantiene en tensión. 
También es verdad que Hollywood nunca antes había realizado un film de estas características. 
Seguro que más de uno no pudo dormir tras ver las muertes de la criada (ahorcada desde la fachada), del cura pecador (atravesado por una vara metálica), la de la mujer del embajador (cayéndose por la ventana del hospital y estampándose contra una ambulancia) o la muerte del fotógrafo (decapitado de una forma brutal por un cristal).
Fue con esta cinta que por primera vez se trataba el tema del anticristo tan seriamente, así mismo fue la primera película que mostró explícitamente una decapitación.; curiosamente, a raíz de la producción, se comienzan a dar ciertos eventos, llamados paranormales e históricamente registrados, por ejemplo:
Se comenta que durante el rodaje se captaron por las cámaras varios fenómenos paranormales.
Sin embargo, algo de mal fario sí que merodea en esta película pues durante el rodaje murieron el director de efectos especiales y su asistente. 
El hijo de Gregory Peck se suicidó antes del rodaje. 
Y, finalmente, la novia del encargado de los efectos especiales que diseñó la escena de la decapitación de uno de los protagonistas murió decapitada en un accidente de tráfico, justo al lado de un cartel indicador que señalaba el nombre de una localidad a 66,6 km. de distancia. 
Se cuenta que mientras se rodaba la película, Richard Donner, fue “avisado” por Anton La Vey, el fundador de la iglesia de Satán, para que se suspendiera el rodaje, ya que tocaba un tema peligroso. 
Hasta tal extremo llegó este intento de La Vey, que Donner solicitó una orden de alejamiento contra él, con lo que el padre de la Iglesia de Satán optó por dejar que corrieran su suerte, con un último aviso: 
"Mucha gente morirá y no sabréis el por qué, pero yo lo he intentado. 
Estoy en paz". 
Puede que sea casualidad, pero Donner en menos de un mes perdió por extraños motivos a sus padres ya ancianos, su hija pequeña y un hermano. 
También se cuenta que durante la filmación de la película, el equipo fletó un avión para las escenas del viaje de Gregory Peck en su jet privado. 
Como no tenían casi dinero, los propietarios del avión les dijeron que, uno de los días en que iban a utilizarlo, si les dejaban alquilárselo a otras personas, les harían un descuento. 
Al equipo no le importó cambiar el planning de rodaje con el fin de ahorrarse algo de dinero. 
Pues bien, el avión chocó ese mismo día con una bandada de “pájaros” y se estrelló al borde de la pista de aterrizaje, atravesando una carretera y llevándose por delante un automóvil... en el que viajaban la esposa y los dos hijos del piloto. 
Los tres perdieron la vida… 
Etc, etc, etc… 
Volviendo al ensayo, una de las escenas más impactantes de la película es la escena final en el cementerio, Richard Donner le pidió a Harvey Stephens que se girara y mirara a la cámara sin sonreír. 
El niño, haciendo caso omiso a las órdenes del director, miró a la cámara en un principio con gesto serio, para finalmente esbozar una amplia y pícara sonrisa, que gustó tanto a Donner y al resto del equipo que decidieron incluirla en la escena final del film. 
En mi opinión, se trata de uno de los mejores detalles de toda la película.
Un filme que merece lisa y llanamente el calificativo de sobresaliente, por muchos aspectos que tienen que ver principalmente con el manejo del suspenso, con una magnífica dirección y con la temática que aborda. 
Sin lugar a dudas que desde las formas el filme también nos deja marcados por una excepcional ambientación, unas actuaciones brillantes, la música de Goldsmith sencillamente estremecedora, y una trama que en todo momento nos mantiene atentos a las circunstancias que se plantean de fondo. 




Damien: Omen II

“Tales individuos son falsos apóstoles, obreros estafadores, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. 
Y no es de extrañar, ya que Satanás mismo se disfraza de ángel de luz. 
Por eso no es de sorprenderse que sus servidores se disfracen de servidores de la justicia. 
Su fin corresponderá con lo que merecen sus acciones”. 
2 Corintios 11:13-15

Este es el segundo capítulo de la trilogía creada por Richard Donner. 
Esta vez, su director es Donald Taylor y nos presenta a Damien (Jonathan Scott Taylor), quien tiene 13 años y vive con sus tíos Richard Thorn (William Holden), dueño de Industrias Thorn, Anne (Lee Grant) y su primo Mark (Lucas Donat). 
Damien descubre sensaciones y poderes de los cuales no era antes consciente. 
Protegido por personas unidas al Mal, el adolescente Anticristo va descubriendo poco a poco su identidad...
Tras el muro de Yigael su rostro aparece como una de las caras del Anticristo y es presentado para que las 7 dagas antiguas de Cristo, creadas para su destrucción, lleguen a las manos correctas. 
Cuando su tío Richard descubre la identidad de su sobrino, el hijo de Satanás, decide asesinarlo... 
Al final, todos apoyan a Damien y aquellos que no lo hacen acaban muriendo y el adolescente Anticristo hereda el legado de las Industrias Thorn.
Argumentalmente, la película está claro que no es un prodigio, pero por lo menos hay muertes orquestadas satánicamente cada casi 15 minutos; el reparto está lleno de buenos actores y el Damien jovencito está perfecto. 
Quizá de lo mejor de la película sea su prólogo, que sigue en el tiempo al final de la historia original, y que nos presenta al arqueólogo Bugenhagen acompañado de otro colega y bajando hasta las excavaciones adonde han encontrado el muro de Yigael.
Puedo decir que en general la película está correcta en los aspectos técnicos, sin embargo no posee la intensidad en las variantes atrayentes y emocionantes de su predecesora. 
Desde la trama, como dije, se cae en el simplismo de eliminar adversarios y no se detiene en explicar y cultivar los conceptos que se expusieron en la primera parte. 
No obstante, el manejo de los personajes es impecable, tenemos un argumento sobrio y sólido. 
Claro que hay detrás de esta virtud mucho valor por el peso específico conceptual que la película arrastra consigo al ser parte de una saga impactante. 
El tenor de las variantes deja que desear, pero el manejo y la puesta en escena de las mismas realmente mantienen la altura y el nivel idóneo para ambientar y articular esta continuación con la maravillosa primera entrega.
En esta segunda parte, vemos la importancia de los protectores de Damien, de sus acólitos, los cuales crecen en número en esta película. 
Uno de ellos, el sargento Daniel Neff, es el encargado de revelar al joven anticristo su condición, o, más bien, de sugerirle dónde debe buscar para comprenderse a sí mismo. 
El otro, el ejecutivo Paul Buher, tiene la misión de allanar el camino para que Industrias Thorn se convierta en el poderoso imperio desde el que Damien, cuando lo herede, gobernará el mundo. 
Este subtrama es especialmente interesante, ya que el citado Buher quiere convertir el hambre del Tercer Mundo en un negocio redondo a través de la compra de terrenos en los países pobres, donde se cultivarán productos alterados en laboratorio con la ayuda de pesticidas de última generación. 
Las conexiones con la actual polémica de los alimentos transgénicos son más que obvias y evidencian la lucidez y capacidad de anticipación de los guionistas.
En cuanto al tercer acólito, me reservo su identidad para no destripar miserablemente el final del filme, pero su papel es igual de importante que el de los anteriormente citados.
Cuando Damien descubre que es el Anticristo, sentí pena por el personaje ya que en otras circunstancias pudo haber sido una buena persona. 
Y después en la escena donde se descubre que la esposa del tío de Damien era un apóstol del demonio y mata a su esposo con las dagas de Meggido, y Damien la mata con una especie bola de fuego estando ella a su servicio, comprendí realmente su naturaleza maligna.
Cierro este capítulo e inicio el último de la trilogía, citando al guión de la película:

“Cuando los Judíos regresen a Sión y un cometa rasgue el cielo, el Sacro Imperio se levantará de nuevo, entonces usted y yo deberemos morir.
Desde el eterno mar se levantará, creando ejércitos en ambas orillas, enfrentando al hombre contra su hermano; hasta que este ya no exista"




Omen III: The Final Conflict 

Es el final de la trilogía. 
Esta vez dirigida por Graham Baker, y cuenta con Sam Neill, Rossano Brazzi, Don Gordon y Lisa Harrow en los roles principales.
A sus 32 años, Damien Thorn (Sam Neill), además de ser el hijo de Satanás, es un ejecutivo de éxito que se relaciona con las altas esferas del gobierno de su país. 
Su objetivo es muy claro: convertirse en el presidente de los Estados Unidos.
Polémica y dignamente, esta película cierra la trilogía "The Omen", uno de los filmes más inquietantes de todos los tiempos. 
Damien es ahora un poderoso político que usará todo su poder para que el reino de las tinieblas envuelva la tierra, con algunas exageraciones, como los miembros de la secta satánica, pero grandes aciertos, como la secuencia en que Damien envía a matar a todos los nacidos el día en que renacerá su archienemigo: Jesucristo.
Hay una escena interesante, y que ha pasado desapercibida por los traductores, y es cuando Damien esta "rogando" a Satán en su santuario privado, las palabras que dice han sido sacadas de la novela “Là-Bas” (1891) de J.K. Huysmans. 
“Allá Abajo” (su traducción al español) es una novela extraordinaria que nos pone en contacto con el mundo ocultista francés del siglo XIX, con sus aberrantes misas negras y convulsiones psicosociales que nos lo cuenta a través de su protagonista, el novelista Durtal. 
Huysmans nos adentra en el mundo satánico y espeluznante del mariscal Gilles de Rais, relatando de una manera brutal sus más horrendos crímenes. 
No es menos apasionante la lucha que existe entre el novelista Durtal, empeñado en pensar y sufrir para huir lejos de los condicionamientos carnales, y la señora Chantelouve, cual súcubo encarna el mundo degradante de la voluptuosidad y de la exaltación de los deseos más perversos. 
La religiosidad , la espiritualidad , la inclinación por lo divino y lo excelso que florecían en el alma de Huysmans queda reflejado incluso en esta terrible Misa Negra que nos describe como muestra del satanismo imperante en el siglo XIX, que él conoció como pocos, satanismo hoy en día más pujante que nunca. 
“Allá Abajo” es una obra maestra sin igual, escrita para personas que quieran pensar, meditar y reflexionar sobre la problemática existencia humana, en sus monstruosidades y misterios, en sus dudas y angustias.
Regresando a la película, aunque relate pasajes bíblicos del Apocalipsis, poco y nada tiene que ver con la doctrina predicada por la Iglesia sobre la segunda venida de Cristo. 
Por lo tanto, hay que entenderla como una libre adaptación de las novelas sobre el conflicto, entre el bien y el mal al final de los tiempos.
Cabe destacar una gran actuación de Sam Neill como Damien, quien nos brinda un magnífico personaje frívolo, calculador, codicioso, insensible y pretenciosamente Maligno. 
Realmente esta interpretación es una de las razones por las cuales la película al menos mantiene la intensidad de la trama y es digna de verse.
El final tiene un concepto interesante, pero deja una sensación de vacío, inconformidad, demasiado cabo suelto, se pudo haber hecho más, aún más en ese final, se debió pensar…
Existe también una cuarta parte en forma de horrendo telefilme (The Omen IV: The Awakening, 1991) que prefiero ignorar directamente. 
De hecho, en el recopilatorio de la saga en Blue-Ray ni siquiera se han molestado en incluirla, tal y como ocurrió con la primera edición en DVD. 




“Recuerdo que estaba en la casa de mis padres, tenía 6 años en ese entonces cuando vi esa película, es el año de 1978, eran casi las diez de la noche y en la televisión están pasando… “La Profecía”, en ese momento no sentí miedo, quizá porque fue una de las mejores épocas de mi vida: 
Me sentía protegido por mis padres.
Al terminar la película; era de madrugada, una madrugada fría y desapacible, cuando sentí un extraño cosquilleo en la nuca, como si alguien o tal vez algo me estuviera observando. 
Temí por un momento mirar hacia atrás, incluso dude en tocarme...
Sabía que había algo raro y desconcertante cerca de mí.
Sabía que si volvía la cabeza ya nada sería igual en adelante, como si el mal que habitaba en cada esquina, en cada grieta fuera a colarse en mi alma en cualquier momento con la intención de quedarse allí para siempre.
Sabía el terror que me deparaba girar la cabeza. 
Bastaría con cerrar los ojos para evitarlo. 
Pero sabía que eso era imposible.
Mi destino, si existía tal cosa, estaba escrito.
Mi pensamiento se detuvo. 
Miré mis pies atrapados en los zapatos, como si una mordaza de cordura todavía persistiese en aquellos lazos anudados. 
Entonces me giré y miré hacia arriba.
Siento el mal dentro... incrustado para siempre en mí, como un liquen que fuera capaz de crecer con un aire envenenado.” 
Su merced… 

Espero que haya gustado este ensayo tanto como a mí, me trajo recuerdos de mi infancia. 

“Y él limpiará toda lágrima de sus ojos. 
Y nunca más la muerte será, ni el dolor, ni la desesperación, ni el clamor. 
Porque las cosas de antes, ya han pasado". 
Apocalipsis, capítulo XXI


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