Suspicion
¿Sabes con quién vives?
Ah, la duda…
Es como un veneno de efecto progresivo, cuyos estragos se amplifican cuanto más corroe el espíritu.
Un gusano en el corazón de una manzana, horadando con lentitud y persistencia.
Uno puede llegar a dudar de su misma madre si la presencia de lo equívoco invita a ello.
Si uno se encuentra en una situación ambigua en la que lo mismo puede ser blanco que negro, y en la que el único cordel del que disponemos para agarrarnos es la confianza, entonces ese cordel es tan fino como el hilo de una telaraña.
La confianza debería bastar.
Pero…
¿Basta?
¿Nos conformamos con el supuesto de que hay amor, de que hay un vínculo profundo?
¿Es una estupidez cerrar los ojos y creer que somos tan importantes para esa persona como para estar convencidos de que no nos haría daño a sabiendas?
Y, aún así, aunque demos por hecho ese nexo ¿indestructible?, es suficiente con que el gusano de la sospecha se nos implante dentro para que veamos demonios por todas partes.
Seguro que todos alguna vez hemos reflexionado en lo mucho que cuesta construir y mantener una relación duradera (sea familiar, fraternal o sentimental), y en lo facilísimo que es que la construcción, tan trabajosamente levantada, peligre o incluso se venga abajo en un solo segundo, o en menos todavía, en la fracción de segundo que tarda el cerebro en prender la chispa en la mecha.
Uno no tiene más que percibir algo que a la imaginación se le antoja raro o fuera de lugar, atar cabos y… ¡Pum!
El gusano ya se está comiendo la manzana, la mecha ya se ha prendido.
Da igual que creyéramos conocer a esa persona, da igual que hayan pasado seis meses o treinta años de trato y/o convivencia.
Si la ambigüedad está presente, si no hay evidencias de blanco ni de negro…
Esa oruga pertinaz roerá los cimientos, los pilares, a la velocidad del relámpago, y por más que la pequeña porción racional trate de colocar las cosas desde una perspectiva optimista, positiva, exenta de patetismo y truculencia…
Se trata ciertamente de una porción demasiado frágil y superficial para triunfar sobre el miedo, la incertidumbre, la desilusión.
Triste, sí; y cabrón también pero es la verdad.
La mente se pone a elucubrar probables conspiraciones, mentiras, un entramado completo de engaños con el que esa persona que declara querernos tanto tal vez nos la está pegando por detrás de las narices.
Eso llegamos a intuir en lo que tarda un pensamiento en pasar por el entendimiento, sin necesidad de articularlo en palabras.
La sospecha.
Uno de los sentimientos más raudos que existen.
Comenzamos a sospechar (o así lo notamos, sea cierto o no) secretos sin revelar, vallas de un coto de caza privado al que no tenemos acceso.
O quizás todo es producto de la paranoia que nos está consumiendo.
La zozobra no se marcha nunca.
Una vez plantado el germen, y si no hay una explicación plena, veraz y convincente, y sobre todo si nuestros ojos no ven la prueba de la inocencia…
Nada podrá arrancarlo.
Alfred Hitchcock por fin pudo volver a hacer un film de suspense en su estilo predilecto: contando una historia de intriga en un ambiente aparentemente normal y hogareño afectando a personas simples y corrientes que de repente se ven inmersas en una situación fuera de lo común.
El film, que es una intriga de perfil psicológico, se centra en el análisis de la personalidad del personaje masculino desde el punto de vista del carácter femenino, con sus obsesiones y la creciente sospecha de que su esposo es un irresponsable ser con tendencias asesinas para conseguir sus propósitos económicos.
Lo que sí es importante es el tratamiento otorgado por el maestro a las escenas de amor.
Hitchcock es uno de los mejores directores en describir las situaciones amorosas, poseyendo un especial y sugerente talento para la filmación de las mismas.
Alfred Hitchcock vuelve a rodar un largometraje con la actriz Joan Fontaine después del éxito de Rebecca (1940) y esta vez se basa en la novela "Before the Fact" de Francis Iles, pero con un cambio fundamental.
En la película una mujer sospecha que su marido puede ser un asesino y piensa que le quiere matar, mientras que en la novela ella se da cuenta de que su marido es un asesino y se deja matar por amor.
Grant siempre encantador y seductor, y Joan, una actriz que modula perfectamente sus caracteres, otorgándoles generalmente una destacada fragilidad personal y espesura dramática.
Curioso el tratamiento escénico, pues muchas de ellas resultan muy cortas, otras están cortadas de manera abrupta y la transición general de las mismas realizadas con fundidos en negro, hecho poco habitual en la filmografía del gran realizador.
Suspicion es uno de los títulos menos afortunados de Alfred Hitchcock.
Primero por la imposición de un final feliz por parte de la productora y segundo por la falta de intensidad en el asunto manejado y en la creación del típico suspense hitchcockiano (sólo en el último acto se percibe esa sensación).
Parte de importancia lo tuvo que el papel del marido lo interpretase Cary Grant, aunque ha quedado como curiosidad el comprobar si funciona en pantalla el que el espectador vea a esta estrella como un posible asesino.
Yo creo que sí.
Destaco el bonito detalle visual del vaso de leche que el marido lleva a su mujer y con en el que se supone que la va a envenenar.
Un alarde técnico de su genial director.
Un gesto totalmente inocente que Hitchcock supo realizar a la perfección para contagiarnos sus temores haciendo que su rostro esté en todo momento a oscuras (dándole una apariencia más misteriosa) e iluminando el vaso de leche con una luz en su interior para acentuar el suspense, como remarcándonos que el veneno puede estar ahí.
Es el momento cumbre de esas sospechas, es la evidencia clara para el espectador, no para la protagonista.
Suspicion es una película de 1941, protagonizada por Cary Grant y Joan Fontaine en los papeles principales.
Estuvo nominado a 3 Oscar, ganando el de mejor actriz principal para Fontaine.
Una de las grandes virtudes de Suspicion es que es un film que comienza como una ligera comedia romántica hasta poco a poco ir convirtiéndose en un drama y finalmente una película de suspense, lo cual hay que reconocer que era bastante ingenioso para una época en que los géneros cinematográficos todavía eran muy rígidos.
El género no le era desconocido a Hitchcock, que venía de rodar una comedia pura y dura, y que siempre había incluido elementos cómicos en casi todos sus films.
Además, aquí contaba con la valiosísima ayuda del actor de comedia Cary Grant, que tuvo la oportunidad de interpretar en la primera mitad del film su clásico personaje de galán para luego darle un tono más serio al papel.
Así pues, en su primer segmento Suspicion pasa fácilmente por la típica comedia romántica de la época con la clásica confrontación entre dos personajes opuestos pero que se aman: el caradura de Johnnie y la seria Lina.
Resulta interesante el primer encuentro entre ambos personajes en un vagón de tren: ella lee un libro de psicología y parece una mujer seria y poco atractiva con sus gafas mientras que él es un hombre descarado que se cuela en un vagón de primera clase y le pide dinero a ella para pagar el billete.
En unos pocos minutos han quedado definidos los dos a la perfección.
Sin embargo en la siguiente escena Johnnie descubrirá sorprendido a esa aburrida mujer del tren, a lomos de un caballo como una amazona.
Ésta es una de las constantes en el cine de Hitchcock: las mujeres que en una primera impresión parecen poco atractivas y de repente se descubren como mujeres bellas e incluso fogosas.
Lina es una de ellas.
Los elementos de comedia persisten en la relación entre ellos dos en sus encuentros: él se burla del peinado de ella y se lo arregla de forma cómica y alaba la belleza de su occipital mapilar.
Así como a Johnnie le atrae esa doble faceta de Lina, a ella le atrae el que Johnnie sea un personaje que es casi amenazante por su actitud descarada.
De hecho después de enzarzarse en una pequeña pelea él le dice:
"¿Qué creía que iba a hacerle?
¿Matarla?
Oh, ya entiendo, creía que iba a besarla".
Este diálogo contiene un obvio doble sentido relacionando la amenaza sexual con la amenaza homicida: al principio Johnnie es una amenaza sexual porque nunca sabe hasta qué punto va a aprovecharse de ella (magníficamente mostrado en ese breve momento en que éste se acerca a ella en apariencia para besarla hasta que de repente se detiene y se limita a cerrarle el bolso), pero una vez superado esto se convertirá en otro tipo de peligro para ella.
Pese a que Hitchcock cambia a un tono más grave para sumergirnos en los miedos de Lina, no abandonará del todo los pequeños guiños cómicos típicamente suyos: el policía que va a casa de la pareja a interrogarles y se queda absorto intentando descifrar un cuadro abstracto; la impagable cara de Johnnie al saber que va a heredar el 'maravilloso' retrato de su suegro en lugar de una cuantiosa suma de dinero; la cena con la escritora de novelas policíacas y su hermano el forense, en la que hablan animadamente de asesinatos mientras comen (cuando mencionan el arsénico, el forense sonríe alegremente como si ése fuera su tipo de envenenamiento favorito al mismo tiempo que Hitchcock nos ofrece un generoso primer plano del pollo que está partiendo, uno de los muchos ejemplos de la relación entre comida y muerte en su filmografía), etc.
¿Sospecha infundada o justificada?
Antes de abordar este punto cabe tener en cuenta tanto el final que tiene el film como el que Hitchcock decía que pensaba realizar.
En el final que nosotros vemos, Johnnie no es un asesino, tan sólo un buscavidas que engañaba continuamente a su mujer y que al final pensaba en suicidarse con veneno para escapar de las deudas que le acosaban por el juego.
Según cuenta el director en su libro de entrevistas con Truffaut, el final que él tenía en mente era el siguiente:
"Cuando al final de la película Cary Grant lleva el vaso de leche envenenado, Joan Fontaine estaría escribiendo una carta a su madre:
'Querida mamá, estoy desesperadamente enamorada de él, pero no quiero vivir.
Me va a matar y prefiero morir.
Pero creo que la sociedad debería protegerse de él'.
Entonces Cary Grant le da el vaso de leche y ella dice:
'Querido, ¿quieres enviar esta carta a mamá por favor?'.
Él dice:
'Sí'.
Ella se bebe el vaso de leche y muere.
Fundido, encadenado, una breve escena:
Cary Grant llega silbando, abre un buzón y echa la carta al interior"
Según dice Hitchcock, el cambio de final se debe a que los productores creían que el público jamás aceptaría que Cary Grant fuera un asesino.
Sin embargo, tal y como señala muy inteligentemente Truffaut, tanto una opción como otra resultan interesantes aunque en mi opinión ambas tienen un punto débil.
El final que quería Hitchcock sin duda habría sido un excelente desenlace a nivel dramático, pero tiene un defecto y es que haría que la historia de Suspicion fuera menos interesante: sería simplemente la historia una mujer que descubre que su marido es un asesino.
Resulta mucho más interesante la historia que se nos muestra con el final que conocemos: la historia de una mujer que cree que su marido es un asesino pero no lo es.
El defecto que tiene este otro argumento es que el final es forzadísimo y nada creíble (es imposible que nos creamos que un caradura como Johnnie estuviera pensando en suicidarse a espaldas de su mujer, además de que el supuesto happy ending resulta menos creíble aún puesto que conociéndole sabemos que no tardará en volver a engañarla y que su felicidad no durará mucho).
Pero dejando eso de lado nos encontramos con una premisa interesantísima:
¿Qué es lo que hace creer a Lina que Johnnie quiera matarla?
Además la última genialidad de ‘Hitch’ es una vez que se suben al coche y cómo la música lo dice todo.
Cary Grant pone el coche en marcha y la música va creciendo en intensidad, haciéndonos temer que los dos acaben acantilado abajo, pero una vez que el coche da la vuelta, el tono de la música cambia completamente, desapareciendo toda la inquietud.
En mi opinión Hitchcock nos quiere dejar con la duda de la culpabilidad de Cary Grant, aunque para mí está claro que acabó con el amigo y que más tarde o más temprano acabará también con la buena de Joan Fontaine, consiguiendo así el director inglés el final que quería.
El gran mérito tanto de Hitchcock como del guión es ir convirtiendo esta comedia en un drama introduciendo poco a poco la semilla de la sospecha hasta conseguir contagiarnos los miedos de Lina y hacer que desconfiemos de Johnnie tanto como ella, el sumergirnos en su paranoia hasta el punto de estar nosotros plenamente convencidos de que va a matarla para luego descubrir atónitos que no teníamos motivos serios para creerlo.
El desafortunado desenlace tan tópico y mal resuelto quizás no deje muy buen sabor de boca (y más comparado con el brillante final que planteaba Hitchcock), pero a cambio hace que veamos el film desde una óptica mucho más interesante y madura convirtiéndolo en una de sus más destacables primeras películas americanas.
La música, de Franz Waxman, aporta composiciones orquestales solemnes de viento y metal.
Añade el vals "Sangre vienesa", de Johann Strauss, que ofrece en versión natural (motivos de satisfacción y felicidad), versión distorsionada (motivos de sospecha) y versión triste (escena del vaso de leche).
También se oye el vals "Voices Of Spring".
El clásico cameo de Alfred Hitchcock en sus películas, aparece a los 45 minutos de la película, enviando una carta en el buzón del pueblo, tal vez anticipando su versión final de la película?...
Suspicion es una maravillosa comedia romántica con elementos del thriller, de fantástico ritmo y notable guión que se ha convertido en todo un pequeño clásico del director.
Metiéndose de lleno en el juego de las apariencias que tan bien se le daba, es sin embargo una de las películas que más se acercan a la trampa por parte del director.
Nunca nos dice nada directamente, nosotros deducimos todo, pero en ocasiones tiende a forzar ligeramente esa percepción.
Sin embargo por una vez el planteamiento es justificado.
Al fin y al cabo el espectador sufre la misma incertidumbre que la protagonista con respecto a su esposo.
El motivo va más allá de simplemente crear el misterio para que el thriller funcione.
El film en el fondo es una lúcida reflexión sobre la duda y la subjetividad, sobre la capacidad de la mente de interpretar hechos y datos objetivos transformándolos.
Y nos hace partícipes de esta incertidumbre para ponernos en la piel de la protagonista, sabiendo siempre lo mismo que ella.
La sospecha es sutil, más que nada porque la misma palabra (sospecha) es antagónica a evidente.
Y con mucha sutilidad Hitchcock juega al despiste con nosotros.
Lina siente y da amor, más del que pueda merecer Johnnie.
Y aún así, poco a poco, evidencia tras evidencia, Lina desconfía de su marido hasta temer por su propia vida.
No sólo Lina se encuentra entre la espada y la pared; al espectador le queda la duda (hasta el desenlace final) de las verdaderas intenciones del Cary Grant.
Y por ello, la película siempre funciona.
¿El amor es tan ciego como para soportar sin tregua los envites de la duda?
¿Se puede resistir tanto?
Ah, la duda…
Es como un veneno de efecto progresivo, cuyos estragos se amplifican cuanto más corroe el espíritu.
Un gusano en el corazón de una manzana, horadando con lentitud y persistencia.
Uno puede llegar a dudar de su misma madre si la presencia de lo equívoco invita a ello.
Si uno se encuentra en una situación ambigua en la que lo mismo puede ser blanco que negro, y en la que el único cordel del que disponemos para agarrarnos es la confianza, entonces ese cordel es tan fino como el hilo de una telaraña.
La confianza debería bastar.
Pero…
¿Basta?
¿Nos conformamos con el supuesto de que hay amor, de que hay un vínculo profundo?
¿Es una estupidez cerrar los ojos y creer que somos tan importantes para esa persona como para estar convencidos de que no nos haría daño a sabiendas?
Y, aún así, aunque demos por hecho ese nexo ¿indestructible?, es suficiente con que el gusano de la sospecha se nos implante dentro para que veamos demonios por todas partes.
Seguro que todos alguna vez hemos reflexionado en lo mucho que cuesta construir y mantener una relación duradera (sea familiar, fraternal o sentimental), y en lo facilísimo que es que la construcción, tan trabajosamente levantada, peligre o incluso se venga abajo en un solo segundo, o en menos todavía, en la fracción de segundo que tarda el cerebro en prender la chispa en la mecha.
Uno no tiene más que percibir algo que a la imaginación se le antoja raro o fuera de lugar, atar cabos y… ¡Pum!
El gusano ya se está comiendo la manzana, la mecha ya se ha prendido.
Da igual que creyéramos conocer a esa persona, da igual que hayan pasado seis meses o treinta años de trato y/o convivencia.
Si la ambigüedad está presente, si no hay evidencias de blanco ni de negro…
Esa oruga pertinaz roerá los cimientos, los pilares, a la velocidad del relámpago, y por más que la pequeña porción racional trate de colocar las cosas desde una perspectiva optimista, positiva, exenta de patetismo y truculencia…
Se trata ciertamente de una porción demasiado frágil y superficial para triunfar sobre el miedo, la incertidumbre, la desilusión.
Triste, sí; y cabrón también pero es la verdad.
La mente se pone a elucubrar probables conspiraciones, mentiras, un entramado completo de engaños con el que esa persona que declara querernos tanto tal vez nos la está pegando por detrás de las narices.
Eso llegamos a intuir en lo que tarda un pensamiento en pasar por el entendimiento, sin necesidad de articularlo en palabras.
La sospecha.
Uno de los sentimientos más raudos que existen.
Comenzamos a sospechar (o así lo notamos, sea cierto o no) secretos sin revelar, vallas de un coto de caza privado al que no tenemos acceso.
O quizás todo es producto de la paranoia que nos está consumiendo.
La zozobra no se marcha nunca.
Una vez plantado el germen, y si no hay una explicación plena, veraz y convincente, y sobre todo si nuestros ojos no ven la prueba de la inocencia…
Nada podrá arrancarlo.
Alfred Hitchcock por fin pudo volver a hacer un film de suspense en su estilo predilecto: contando una historia de intriga en un ambiente aparentemente normal y hogareño afectando a personas simples y corrientes que de repente se ven inmersas en una situación fuera de lo común.
El film, que es una intriga de perfil psicológico, se centra en el análisis de la personalidad del personaje masculino desde el punto de vista del carácter femenino, con sus obsesiones y la creciente sospecha de que su esposo es un irresponsable ser con tendencias asesinas para conseguir sus propósitos económicos.
Lo que sí es importante es el tratamiento otorgado por el maestro a las escenas de amor.
Hitchcock es uno de los mejores directores en describir las situaciones amorosas, poseyendo un especial y sugerente talento para la filmación de las mismas.
Alfred Hitchcock vuelve a rodar un largometraje con la actriz Joan Fontaine después del éxito de Rebecca (1940) y esta vez se basa en la novela "Before the Fact" de Francis Iles, pero con un cambio fundamental.
En la película una mujer sospecha que su marido puede ser un asesino y piensa que le quiere matar, mientras que en la novela ella se da cuenta de que su marido es un asesino y se deja matar por amor.
Grant siempre encantador y seductor, y Joan, una actriz que modula perfectamente sus caracteres, otorgándoles generalmente una destacada fragilidad personal y espesura dramática.
Curioso el tratamiento escénico, pues muchas de ellas resultan muy cortas, otras están cortadas de manera abrupta y la transición general de las mismas realizadas con fundidos en negro, hecho poco habitual en la filmografía del gran realizador.
Suspicion es uno de los títulos menos afortunados de Alfred Hitchcock.
Primero por la imposición de un final feliz por parte de la productora y segundo por la falta de intensidad en el asunto manejado y en la creación del típico suspense hitchcockiano (sólo en el último acto se percibe esa sensación).
Parte de importancia lo tuvo que el papel del marido lo interpretase Cary Grant, aunque ha quedado como curiosidad el comprobar si funciona en pantalla el que el espectador vea a esta estrella como un posible asesino.
Yo creo que sí.
Destaco el bonito detalle visual del vaso de leche que el marido lleva a su mujer y con en el que se supone que la va a envenenar.
Un alarde técnico de su genial director.
Un gesto totalmente inocente que Hitchcock supo realizar a la perfección para contagiarnos sus temores haciendo que su rostro esté en todo momento a oscuras (dándole una apariencia más misteriosa) e iluminando el vaso de leche con una luz en su interior para acentuar el suspense, como remarcándonos que el veneno puede estar ahí.
Es el momento cumbre de esas sospechas, es la evidencia clara para el espectador, no para la protagonista.
Suspicion es una película de 1941, protagonizada por Cary Grant y Joan Fontaine en los papeles principales.
Estuvo nominado a 3 Oscar, ganando el de mejor actriz principal para Fontaine.
Una de las grandes virtudes de Suspicion es que es un film que comienza como una ligera comedia romántica hasta poco a poco ir convirtiéndose en un drama y finalmente una película de suspense, lo cual hay que reconocer que era bastante ingenioso para una época en que los géneros cinematográficos todavía eran muy rígidos.
El género no le era desconocido a Hitchcock, que venía de rodar una comedia pura y dura, y que siempre había incluido elementos cómicos en casi todos sus films.
Además, aquí contaba con la valiosísima ayuda del actor de comedia Cary Grant, que tuvo la oportunidad de interpretar en la primera mitad del film su clásico personaje de galán para luego darle un tono más serio al papel.
Así pues, en su primer segmento Suspicion pasa fácilmente por la típica comedia romántica de la época con la clásica confrontación entre dos personajes opuestos pero que se aman: el caradura de Johnnie y la seria Lina.
Resulta interesante el primer encuentro entre ambos personajes en un vagón de tren: ella lee un libro de psicología y parece una mujer seria y poco atractiva con sus gafas mientras que él es un hombre descarado que se cuela en un vagón de primera clase y le pide dinero a ella para pagar el billete.
En unos pocos minutos han quedado definidos los dos a la perfección.
Sin embargo en la siguiente escena Johnnie descubrirá sorprendido a esa aburrida mujer del tren, a lomos de un caballo como una amazona.
Ésta es una de las constantes en el cine de Hitchcock: las mujeres que en una primera impresión parecen poco atractivas y de repente se descubren como mujeres bellas e incluso fogosas.
Lina es una de ellas.
Los elementos de comedia persisten en la relación entre ellos dos en sus encuentros: él se burla del peinado de ella y se lo arregla de forma cómica y alaba la belleza de su occipital mapilar.
Así como a Johnnie le atrae esa doble faceta de Lina, a ella le atrae el que Johnnie sea un personaje que es casi amenazante por su actitud descarada.
De hecho después de enzarzarse en una pequeña pelea él le dice:
"¿Qué creía que iba a hacerle?
¿Matarla?
Oh, ya entiendo, creía que iba a besarla".
Este diálogo contiene un obvio doble sentido relacionando la amenaza sexual con la amenaza homicida: al principio Johnnie es una amenaza sexual porque nunca sabe hasta qué punto va a aprovecharse de ella (magníficamente mostrado en ese breve momento en que éste se acerca a ella en apariencia para besarla hasta que de repente se detiene y se limita a cerrarle el bolso), pero una vez superado esto se convertirá en otro tipo de peligro para ella.
Pese a que Hitchcock cambia a un tono más grave para sumergirnos en los miedos de Lina, no abandonará del todo los pequeños guiños cómicos típicamente suyos: el policía que va a casa de la pareja a interrogarles y se queda absorto intentando descifrar un cuadro abstracto; la impagable cara de Johnnie al saber que va a heredar el 'maravilloso' retrato de su suegro en lugar de una cuantiosa suma de dinero; la cena con la escritora de novelas policíacas y su hermano el forense, en la que hablan animadamente de asesinatos mientras comen (cuando mencionan el arsénico, el forense sonríe alegremente como si ése fuera su tipo de envenenamiento favorito al mismo tiempo que Hitchcock nos ofrece un generoso primer plano del pollo que está partiendo, uno de los muchos ejemplos de la relación entre comida y muerte en su filmografía), etc.
¿Sospecha infundada o justificada?
Antes de abordar este punto cabe tener en cuenta tanto el final que tiene el film como el que Hitchcock decía que pensaba realizar.
En el final que nosotros vemos, Johnnie no es un asesino, tan sólo un buscavidas que engañaba continuamente a su mujer y que al final pensaba en suicidarse con veneno para escapar de las deudas que le acosaban por el juego.
Según cuenta el director en su libro de entrevistas con Truffaut, el final que él tenía en mente era el siguiente:
"Cuando al final de la película Cary Grant lleva el vaso de leche envenenado, Joan Fontaine estaría escribiendo una carta a su madre:
'Querida mamá, estoy desesperadamente enamorada de él, pero no quiero vivir.
Me va a matar y prefiero morir.
Pero creo que la sociedad debería protegerse de él'.
Entonces Cary Grant le da el vaso de leche y ella dice:
'Querido, ¿quieres enviar esta carta a mamá por favor?'.
Él dice:
'Sí'.
Ella se bebe el vaso de leche y muere.
Fundido, encadenado, una breve escena:
Cary Grant llega silbando, abre un buzón y echa la carta al interior"
Según dice Hitchcock, el cambio de final se debe a que los productores creían que el público jamás aceptaría que Cary Grant fuera un asesino.
Sin embargo, tal y como señala muy inteligentemente Truffaut, tanto una opción como otra resultan interesantes aunque en mi opinión ambas tienen un punto débil.
El final que quería Hitchcock sin duda habría sido un excelente desenlace a nivel dramático, pero tiene un defecto y es que haría que la historia de Suspicion fuera menos interesante: sería simplemente la historia una mujer que descubre que su marido es un asesino.
Resulta mucho más interesante la historia que se nos muestra con el final que conocemos: la historia de una mujer que cree que su marido es un asesino pero no lo es.
El defecto que tiene este otro argumento es que el final es forzadísimo y nada creíble (es imposible que nos creamos que un caradura como Johnnie estuviera pensando en suicidarse a espaldas de su mujer, además de que el supuesto happy ending resulta menos creíble aún puesto que conociéndole sabemos que no tardará en volver a engañarla y que su felicidad no durará mucho).
Pero dejando eso de lado nos encontramos con una premisa interesantísima:
¿Qué es lo que hace creer a Lina que Johnnie quiera matarla?
Además la última genialidad de ‘Hitch’ es una vez que se suben al coche y cómo la música lo dice todo.
Cary Grant pone el coche en marcha y la música va creciendo en intensidad, haciéndonos temer que los dos acaben acantilado abajo, pero una vez que el coche da la vuelta, el tono de la música cambia completamente, desapareciendo toda la inquietud.
En mi opinión Hitchcock nos quiere dejar con la duda de la culpabilidad de Cary Grant, aunque para mí está claro que acabó con el amigo y que más tarde o más temprano acabará también con la buena de Joan Fontaine, consiguiendo así el director inglés el final que quería.
El gran mérito tanto de Hitchcock como del guión es ir convirtiendo esta comedia en un drama introduciendo poco a poco la semilla de la sospecha hasta conseguir contagiarnos los miedos de Lina y hacer que desconfiemos de Johnnie tanto como ella, el sumergirnos en su paranoia hasta el punto de estar nosotros plenamente convencidos de que va a matarla para luego descubrir atónitos que no teníamos motivos serios para creerlo.
El desafortunado desenlace tan tópico y mal resuelto quizás no deje muy buen sabor de boca (y más comparado con el brillante final que planteaba Hitchcock), pero a cambio hace que veamos el film desde una óptica mucho más interesante y madura convirtiéndolo en una de sus más destacables primeras películas americanas.
La música, de Franz Waxman, aporta composiciones orquestales solemnes de viento y metal.
Añade el vals "Sangre vienesa", de Johann Strauss, que ofrece en versión natural (motivos de satisfacción y felicidad), versión distorsionada (motivos de sospecha) y versión triste (escena del vaso de leche).
También se oye el vals "Voices Of Spring".
El clásico cameo de Alfred Hitchcock en sus películas, aparece a los 45 minutos de la película, enviando una carta en el buzón del pueblo, tal vez anticipando su versión final de la película?...
Suspicion es una maravillosa comedia romántica con elementos del thriller, de fantástico ritmo y notable guión que se ha convertido en todo un pequeño clásico del director.
Metiéndose de lleno en el juego de las apariencias que tan bien se le daba, es sin embargo una de las películas que más se acercan a la trampa por parte del director.
Nunca nos dice nada directamente, nosotros deducimos todo, pero en ocasiones tiende a forzar ligeramente esa percepción.
Sin embargo por una vez el planteamiento es justificado.
Al fin y al cabo el espectador sufre la misma incertidumbre que la protagonista con respecto a su esposo.
El motivo va más allá de simplemente crear el misterio para que el thriller funcione.
El film en el fondo es una lúcida reflexión sobre la duda y la subjetividad, sobre la capacidad de la mente de interpretar hechos y datos objetivos transformándolos.
Y nos hace partícipes de esta incertidumbre para ponernos en la piel de la protagonista, sabiendo siempre lo mismo que ella.
La sospecha es sutil, más que nada porque la misma palabra (sospecha) es antagónica a evidente.
Y con mucha sutilidad Hitchcock juega al despiste con nosotros.
Lina siente y da amor, más del que pueda merecer Johnnie.
Y aún así, poco a poco, evidencia tras evidencia, Lina desconfía de su marido hasta temer por su propia vida.
No sólo Lina se encuentra entre la espada y la pared; al espectador le queda la duda (hasta el desenlace final) de las verdaderas intenciones del Cary Grant.
Y por ello, la película siempre funciona.
¿El amor es tan ciego como para soportar sin tregua los envites de la duda?
¿Se puede resistir tanto?
Comentarios
Publicar un comentario