What Ever Happened To Baby Jane?

¡Odio envenenado!

Retrato intemporal de cómo la nefasta gestión del éxito de los niños prodigio, puede destrozar una vida. 

"Ha dormido con todas las estrellas de la MGM, menos con la perra Lassie”: Bette Davis a Joan Crawford; más, rechazando una íntima invitación de la Crawford (bien se sabe de la bisexualidad de Joan): “No la mearía encima ni aunque estuviera envuelta en llamas”.
El terror tiene infinidad de formas y rostros, muy variados y diferenciados entre sí. 
En el cine, es un género que podemos dividir en muchísimos apartados.
Yo creo que de todos ellos, el que más nos aterroriza es el del terror real, y más concretamente, el terror más cercano, el más familiar
El film reflexiona sobre lo que hoy llamaríamos “las viejas glorias”, personas que pasado su tiempo de gloria viven su realidad particular donde niegan el paso del tiempo, donde no admiten que la vida continué sin ellas, cuyo ejemplo más ejemplar sea la cínica visión sobre los trastornos y los excesos del efímero mundo de la fama.
La personalidad de ambas en el film (Bette Davis/Joan Crawford) acusa fragilidades, desequilibrios emocionales y tendencias enfermizas sadomasoquistas. 
Mientras una de ellas representa las obsesiones infantiles que la anclaron en el tiempo, la otra es una rara mezcla de equilibrio, cordura, fortaleza y resignación.
Dice el genial "Diccionario del Diablo" de Bierce que el odio es un sentimiento cuya intensidad es proporcional a la superioridad que lo provoca.
Aquí, el espléndido odio que le tributa una crepuscular y terrorífica Bette Davis a la no menos apabullante Joan Crawford no es más que una retorcida forma de reconocimiento, de postración ante una capacidad de perdurabilidad mucho mayor que la propia. 
Pero lo que hubiera debido ser un homenaje, se transmuta de tal manera por los celos y la envidia que finalmente deriva en algo mucho más oscuro y peligroso: al no poder arrebatarle a su hermana aquello que desea, el personaje de la Davis trata de exterminarlo, y para ello se vale de las armas más crueles: el engaño, los juegos sádicos, la tortura psicológica, el maltrato emocional y físico...
Todo ello tamizado por el extraño sentido de auto justificación con el que se brindan permiso los dementes para obrar en nombre del bien ajeno.
La película no relata un duelo convencional entre el bien y el mal, sino un duelo infernal entre el mal de una hermana y el mal de la otra.
What Ever Happened To Baby Jane?, del año 1962, fue dirigida por Robert Aldrich y coprotagonizada por las dos estrellas de la era dorada de Hollywood, enemigas de toda la vida, las inmortales Bette Davis (Jane) y Joan Crawford (Blanche).
Dos bestias cinematográficas de alto voltaje al servicio de una de las visiones más cáusticas del mundo de Hollywood.
La añoranza de un pasado de esplendor, el odio, los celos, la humillación y la rabia se agitan en la coctelera del realizador para construir un bebedizo ponzoñoso; un coctel venenoso que desembocará en tragedia (de connotaciones casi griegas) para las dos hermanas a las que dan vida ese par de actrices insuperables.
El film deja ver su postura sobre la locura, una ausencia de razón que emerge cuando la realidad se impone a nuestros sueños de gloria.
Como materia de contenido, encontramos una visión comprometida que habla de temas como la vejez, la envidia, el amor, la locura, el desamor, el existencialismo para convertirse en una reflexión sobre el propio ser humano y su condición de tal.
El suspense logra ir creciendo progresivamente y el espectador se envuelve en esa atmósfera enrarecida que se respira en la casa de las famosas hermanas Hudson, respirando el ácido resentimiento de quienes no pueden sobrellevar la envidia dejando rienda suelta a los tormentos que traen consigo el perder la popularidad y caer en la soledad propia de quienes no tienen más amigos que el dinero y los bienes materiales.
A lo largo de la trama uno simpatiza con Blanche y su tortura de vivir con una hermana asfixiante que le arruinó la mitad de la vida, pero en los últimos minutos se da un vuelco interesante.
Nadie es tan bueno como parece.
Hasta el más santo puede arruinar la vida de alguien en un arrebato… y mantener el secreto, viendo como tu propia hermana se pudre, durante años…
La última escena en la playa, en donde Bette Davis baila indiferente entre una multitud de curiosos mientras la policía atiende a Joan Crawford, es una perfecta metáfora de toda la película y un momento inolvidable para cualquier cinéfilo.
En cuanto a los rubros técnicos encontramos una correcta administración de dichos recursos para la puesta en escena.
La música aporta melodías disonantes e inquietantes, la fotografía usa primeros planos en sus más variados enfoques, movimientos de cámara en busca de objetos a destacar, encuadres torcidos e invertidos y de cámara subjetiva, en un accionar constante que resulta muy expresivo y perturbador.
De inconfundible herencia expresionista a la hora de querer adentrarse – reflejar- la intrincada patología que padecen estos dos personajes tan enfermizos. 
Consigue entonces, complementarse con la narración que de forma fascinante juega con el humor negro, lo macabro, lo cruel, lo áspero, lo denso e insólito de las conductas humanas en estados de extrema alteración.
Así, el odio, los celos y la venganza se contraponen a la relación fraternal y la fama se viste de engañosas apariencias y generan odios encarnizados que envuelven una atmósfera teñida de incomodidades.
Terror psicológico que trasciende en su mirada tan gótico como perturbador.
Bette Davis y Joan Crawford, en la madurez de sus carreras, se sacan chispas en un duelo protagónico que quedo en la historia del cine convirtiendo al film en un clásico de culto del terror, en una apuesta con un desarrollo inteligente en su concepción, audaz en su puesta en escena y aun mejor en su interpretación.
Es un intento de resucitar el drama de las actrices otrora intocables en el ocaso de sus vidas como una fórmula repetida, la trama funciona gracias a un relato complejo en donde dos hermanas-actrices viven de los recuerdos y se enfrentan no solo al olvido inapelable que impone el paso del tiempo, sino también a los demonios de una convivencia erizada de dificultades, llegando a situaciones de extrema crueldad en medio de sus delirios de grandeza.
La madura interpretación de las dos actrices principales es admirable, los monólogos y actuaciones que rayan el patetismo tanto de la Davis como de la Crawford, y suma intensidad a la química entre ambas el rumor que se cuenta que verdaderamente se odiaban.
Innumerables son las anécdotas que adornan el diario de rodaje de esta película con numerosas descalificaciones cruzadas entre ambas.
Davis se negaba a quitarse el maquillaje después de cada día de rodaje, con la intención de acumularlo para que su personaje se viera más ajado y tétrico a medida que iba perdiendo la razón.
Davis dijo que utilizó una base de maquillaje blanco tiza, mucha sombra de ojos, muy negra, lápiz de labios fuerte, un lunar en la mejilla en forma de corazón y una peluca rubia oxigenada, con tirabuzones a lo Mary Pickford, ella sola se maquillaba capa sobre capa durante el rodaje para dar la sensación de decaimiento y transformación hacia una locura irrefrenable. 
Curiosamente sólo Bette Davis fue nominada al Oscar (también Victor Buono como secundario) mientras que Joan Crawford fue injustamente ignorada.
La curiosa joven vecina de Blanche y Jane es Barbara Merrill, la hija de Bette Davis en la vida real.
Se cuenta que en la escena de los golpes, Bette Davis golpeó a Joan Crawford en la cabeza y ella necesitó de varios puntos.
En venganza, las escenas en que Bette Davis debía arrastrar a Joan Crawford, esta última puso pesas en sus bolsillos para que la Davis se dañara la espalda.
Las relaciones entre Bette y Joan Crawford eran tirantes y nunca mejoraron, ni tan siquiera al terminar el film. 
Bette hablaba que eran dos vejestorios, jugando con el tiempo, el recuerdo y la niñez.
Con respecto a esta frase Joan le envió un telegrama que decía:
"Querida Miss Davis, tenga la bondad de no decir a la prensa refiriéndose de mí como un vejestorio".
Al recibir el telegrama, se comenta que Bette Davis imitó socarronamente su papel como Jane, diciendo:
¡¡Noo hermana, el loro era yo!!
Y zanjó el problema pidiendo un anticipo de 75,000.00 dólares a cuenta del 10 por ciento que le correspondía de los beneficios, para no contar a la prensa las inclinaciones lésbicas de Joan, las presiones psíquicas que sufrió por parte de la actriz y más cosas que sabía de ella.
La cosa quedó prácticamente cerrada, pero ambas actrices nunca volvieron a dirigirse la palabra.

Pasa en las películas, pasa en la vida real…



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