Le Fate Ignoranti (The Ignorant Fairies)

“Nunca tuviste demasiada curiosidad por la vida”

Imagina que un día cualquiera recibes la terrible noticia de que tu ser más querido ha fallecido.
Imagina el dolor y la sensación de vacío irreparable que deja en ti la partida definitiva de esa persona que amas.
Imagina que, al poco tiempo del funesto evento, descubres no sólo que el amor de tu vida tenía otra persona, sino que además te había sido infiel durante siete años.
Le Fate Ignoranti (El Hada Ignorante) no es una película “fuerte ” ni mucho menos pornográfica, está muy lejos de eso, pero sí tiene la capacidad de tocar fibras sentimentales y tabúes religiosos o sociales que, de seguro, causa molestia a quienes se proclaman conservadores.
No obstante, doy fe de que aunque la temática sea un poco difícil de procesar, Le Fate Ignoranti es una de esas películas grandiosas y poco conocidas, que son capaces de cambiarle tanto la vida como la forma de pensar y ver el mundo a cualquier persona que la disfrute de forma analítica, objetiva y con ganas de aprender de ella.
El titulo en italiano hacer referencia a más de un hada y por ello nos encontramos ante una suerte de personajes míticos encerrados en el bosque.
El hada es por sí un ser tan mágico como infantil y ahí radica gran parte del toque naif que recibe la película.
La película trata sobre la superación de las mentiras y del engaño como forma de querer.
Todos los personajes van encaminados a su salvación mediante la verdad.
Le Fate Ignoranti es una película italiana de 2001 dirigida por Ferzan Özpetek, quien junto a Gianni Romoli escribió también el guión.
Tiene como intérpretes a grandes actores mediterraneos: Marguerita Buy, Stefano Accorsi, Serra Yilmak, Andrea Renzi, Gabriel Garko, Erica Blanc y Rosaria de Cicco entre otros.
Es una película que se apoya fuertemente en los matices interpretativos de los protagonistas, Margherita Buy y Stefano Accorsi, e incluye una crítica al estilo de vida burgués del europeo medio.
Özpetek pone sus cinco sentidos y se entrega con entera libertad, o le lee la cartilla a quienes vean a su "Hada" con la negra y significativa mirada de la intolerancia, a su apostolado de amor en cualquiera de las dimensiones que éste pueda presentarse.
Imperan las prendas del alma, pero también la hermosura física y el naturalismo pagano de la pasión, que no son perversión ni vicio, sino otra forma de amar.
Por otro lado, Özpetek estudia el cuerpo humano en el atlas de la amistad y de la comprensión, y se deja de fórmulas rutinarias o rancias.
Es un sabio que dice a todo que sí.
Y para que todos nos edifiquemos tanto interior como exteriormente, se vale de dos personajes centrales tan ricos en su fisonomía ética, que nos obligan a hacer con los dedos de la mano un manojo de admiración y llevárnoslo a la boca con escalofríos.
Margherita Buy, actriz renombrada en Italia y Francia, y prácticamente desconocida en Hollywood, posee toda la tierna transparencia que encumbró a una Ingrid Bergman.
Los ojos enormes de Margherita Buy acusan, una y otra vez, la conmoción que invade a Antonia ante cada nuevo descubrimiento de Massimo, del mundo, y de sí misma.
Y, de a ratos, el espectador tiene esa misma suerte
Su rostro, bellísimo, primero por la vía de la curiosidad, por la de la compostura después, recorre, de forma sublime, la distancia entre la ignorancia y la fábula maravillosa que nos hechiza y es capaz de apagar en el cuerpo los dolores barruntados.
Stefano Accorsi posee esa comunicación misteriosa, magnética, hermosa y lastimera, casi sobrenatural, inclusive comparable al gran Monty Clift.
Uno de los principales logros de Le Fate Ignoranti es la reconstrucción que el director hace de los dos mundos por los que transita la historia.
Por un lado, la casa bien que compartían Antonia y Massimo y, por el otro, la familia que Massimo y Michele integraban: un grupo de seres que se habían elegido afectivamente y para quienes los prejuicios de edad, orientación sexual, clase social u origen parecían no existir.
La música, los colores y los escenarios integran un universo simple, creíble, en el que los personajes se mueven naturalmente.
Por eso es una lástima que, en un ambiente tan logrado como el de Michele, Özpetek esquive algunos de los prejuicios más obvios… pero termine cayendo en otros: los gays que rodean a Michele, e incluso él mismo tienen una vida más allá de la elección sexual, sí, pero parecen todos modelos de Prada.
Ese es el pecado capital del film: por momentos, todo se torna superficial (o naïf) y el dolor y la confusión de los personajes en medio de situaciones tan conflictivas apenas si aparecen reflejados en la pantalla.
El director, no obstante, también logra escenas conmovedoras y de gran sinceridad.
En eso tienen tanto mérito el guión y el significado simbólico que adquieren en él ciertos objetos: el vaso y el libro, pero también la mesa compartida, como la calidad que entregan Buy y Accorsi para interpretar los roles principales.
Esta película cuenta la historia de Antonia, una doctora especializada en VIH, que descubre que su recién fallecido marido llevaba años manteniendo una doble vida al tener una relación con otro hombre, Michele.
Si bien en un principio esto le supondrá un duro golpe, más adelante trabará amistad con Michele y su grupo de amigos, que ante la discriminación a la que los somete la sociedad, comparten sus vidas y se ayudan como si fueran una familia.
Entre otros en el grupo encontramos a Ernesto (Gabriel Garko), enfermo de SIDA de cuyo cuidado se encargará Antonia; Serra (Serra Yilmaz), una inmigrante turca que escapó de su país debido a los abusos y a la persecución que sufría por su orientación sexual; Emir (Koray Candemir) el hermano de Serra, o Mara (Lucrezia Valia) una mujer transexual de un pequeño pueblo del sur de Italia…
Antonia irá conociendo a todas estas personas y descubrirá el otro mundo en el que vivía su marido, una realidad que ella ni siquiera imaginaba y que le permitirá conocerlo mejor.
Todo eso es sólo el inicio de lo que le sucede a Antonia.
Su vida se desboronó por completo.
Había estado en un matrimonio que parecía perfecto ante los ojos de todos, mas realmente estaba repleto de mentiras y secretos sin ella siquiera tener la más mínima sospecha.
Cuando por fin encuentra el valor para buscar y enfrentarse a la otra, le cae otro balde de agua fría.
Al inicio, la confusión y la decepción fueron terribles.
No obstante, con el paso del tiempo se va dando cuenta de que Michele no es un ser vil y monstruoso sino un hombre que vivió siete años enamorado y en agonía; un hombre al que aprende a querer y con el que comparte gustos muy similares.
Eventualmente, tanto ella como él se sienten identificados el uno con el otro.
El hombre vive en un edificio poblado de lesbianas, gays, transexuales, prostitutas e inmigrantes ilegales en busca de refugio por su sexualidad.
Cada vez que Antonia visita a Michele, se topa con gente que pertenece a ese mundo.
Decide, pues, conocer de verdad a esas personas tan ajenas a su estilo de vida y a la sociedad en la que está acostumbrada a vivir cada día.
Descubre sus historias, tristezas y miedos a tal profundidad que termina integrándose poco a poco en la vida de quienes juraba odiar.
Tanto el amante de su esposo como el resto de los inaceptados sociales que conoce se convierten prontamente en sus amigos y su familia “extendida”.
Es precisamente gracias a esa nueva familia que Antonia logra aprender a llevar su vida sin la presencia del ser amado y, por supuesto, recordarlo por todo lo bueno que fue para ella a la vez que echa a un lado la depresión y la molestia sentidas por el secreto descubierto.
Además, aprende a darse más valor como persona y a vivir la vida de forma arriesgada y aventurera, haciendo que cada momento sea una experiencia para contar.
Le Fate Ignoranti es una película que, una vez vista, se recuerda constantemente. 
Cada escena impacta, cada diálogo provoca la escasez de aire en el pecho. 
¿Cuán difícil debe ser para una persona vivir lo que le tocó a Antonia?
¿Cuán alto debe estar el nivel de madurez de una persona para ser capaz de contemplar de forma objetiva la situación tan triste en la que se encuentra y sentir, incluso, solidaridad y cariño por la otra persona que también perdió a quién quería?
Michele también es un personaje digo de admiración.
¿Cuánto está dispuesta a soportar una persona por amor?
¿Cómo es posible que, aunque le doliera cada día, mantuvo en total secreto su relación con Massimo, sólo porque sabía que éste también amaba a su esposa? 
¿Cómo debe sentirse no ser capaz de conocer la familia de la persona que se ama, no ser capaz de asistir ni siquiera a su funeral?
Fuerte!, cierto?
En otro apartado, el apartado que también me gustó mucho fue la música empleada en el film, 100% ecléctica, de muchos ritmos, como de figuras y/o hadas, es magnífica, la cinta no sería lo mismo sin los acordes pragmáticos que deleitan al oído a lo largo de la historia.
Lo que me llama más la atención y que definitivamente convierte a esta película en especial, en real, es la forma particular en que Özpetek aborda la familia.
Una visión que mezcla a ésta con dos elementos: el amor y la amistad, lo que da lugar a nuevos significados, a un nuevo modelo de comportamiento social y emocional.
Me refiero, obviamente, a la familia “extensa”, a la familia elegida por uno mismo. 
Es un modelo que a primera vista puede parecer alternativo o revolucionario al componerse de amigos, amantes, compañeros de piso, conocidos, parientes, no de sangre, sino elegidos, con una mezcla de razas, de orientaciones sexuales y de idiomas distintos que en ningún caso son conflictivos entre sí.
Exactamente mi misma concepción de familia, tan alejada de la estrechez mental del hampa tiberina vaticana, y tan real como la vida misma.
En definitiva, una necesidad humana.
Cuando veo Le Fate Ignoranti hay algo que me toca muy de cerca y que tiene que ver, precisamente, con esta familia “extendida” que presenta Özpetek.
Y es que esta nueva “familia” me transmite una nostalgia, casi infantil, por el recuerdo de mi propia familia “extensa”.
Recuerdo con alegría esas reuniones con muchas personas en las casas de mis amigos cuando yo estudiaba lejos de mi hogar, cuando forje los verdaderos lazos que han durado toda la vida.
Eran reuniones especiales, llenas de sorpresas.
Mucho más vívidos son, sin embargo, mis recuerdos de la familia “extensa” de mis propios padres, su otra verdadera familia, compuesta de cientos de amigos, de gente de muchos lugares que de repente desaparecía y volvía a aparecer meses o años después.
Sin embargo, en cada reaparición se confirmaba el profundo sentido de pertenecer a una "familia" y por consiguiente, nunca se les consideraba extraños.
Igualmente, los hijos de estos amigos, mis amigos de infancia y de adolescencia, mi particular familia “extensa”, que se agrandó años después, cuando pasaron a formar parte de mi vida otros amigos.
Ese es el paso que hoy me lleva a considerar familia, además de a los de mi sangre, a otros miembros que me han elegido, y a los que he elegido para formar parte de mi vida.
Aquellos mismos con los que comparto mis emociones, mis sueños y mis particulares dramas diarios.
Özpetek sabe, y de qué manera, transmitirte esta misma idea.
Y es que para cambiar tu vida no siempre hace falta ir a otra parte y enfrentarte a lo desconocido, o incluso perderte en paisajes exóticos o lejanos.
Como dice Serra (Serra Yilmaz) en la misma película:
“A veces, el verdadero viaje comienza al llamar a la puerta del vecino”.
En definitiva, la película es una clara invitación optimista a confiar en tus semejantes, a no tener prejuicios y a olvidar el miedo a hablar con gente que nos habla en otro idioma y que tiene otra moralidad, o simplemente no piensa como nosotros.
Para mí la pregunta es:
¿De quién se enamoró el protagonista?
Porque lo que está claro es que Massimo se enamoró de la versión masculina de su esposa.
¿Podemos enamorarnos de personas independientemente de su físico y su sexo? 
Quizás sí, pero si nos gustan los hombres o las mujeres, o si nunca nos atrajeron los morenos o las rubias... puede que nunca llegáramos a acostarnos con Sharon Stone ni con Brad Pitt.
El mundo está lleno de buenos amigos y amigas con los que compartimos todo, menos la cama.
Le Fate Ignoranti eran los dos protagonistas, porque los dos eran el mismo personaje, en dos versiones, la masculina y la femenina.
Me encantó.

“Gracias a la vida que me ha dado tanto…”



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