La Vita È Bella (Life Is Beautiful)

“Buon Giorno Principessa”

Ingenuidad, pureza y la simplicidad de la niñez.
Deliciosa.
Encantadora.
Todos los adjetivos resultan pobres para definir esta tierna fábula de Roberto Benigni.
La Vita È Bella es una frase que va más allá de la película, que resume toda una actitud hacia la vida, que tenemos todos la posibilidad y hasta la obligación de encontrar bella.
Hay una cosa curiosa.
Si yo digo:
¡Soy el mejor, soy de una raza superior!, a la gente le da la risa.
Pero si en lugar de eso, digo:
¡Somos los mejores, somos de una raza superior!, la gente se lo puede tomar en serio.
Ése es el problema.
El humor lo puede todo.
Lo importante es no ofender.
A nadie se le escapa que hacer bromas sobre los campos de exterminio no es una tarea sencilla: enseguida se pueden herir sensibilidades o caer en lo grotesco.
Benigni, en cambio, consigue tocar los corazones de los espectadores de todo el planeta con esta bella fábula.
El film nos recuerda que, aun en las situaciones más terribles, es posible encontrar la belleza, a través del amor por los que tenemos al lado.
Cuando se anunció el rodaje de La Vita è bella, hubo protestas en la comunidad judía italiana.
Benigni se reunió con ellos, e incluso permitió el asesoramiento de algunos supervivientes de Auschwitz para asegurar que el tema del holocausto se tratara con respeto.
En Roma un periódico dejó una línea telefónica abierta para los que quisieran protestar por la película.
Todos sabemos o nos imaginamos el horror de los campos de exterminio, pero una pequeña señal de ello es tan efectiva como el que te abran la puerta al abismo para que lo contemples.
Lo obsceno permaneció fuera de la escena.
¿Qué hay más horrible que pensar que se puedan llevar a niños inocentes a la cámara de gas?
¿Hay que mostrarlo para horrorizar a la gente?
Pienso que no.
Es así como el espectador que desea ver La Vita è bella, de Roberto Benigni, debe tomar una decisión en el transcurso de la película.
Debe elegir entre aceptar la historia que se le propone, o bien, mirar con ojos críticos y realistas la narración.
De esa elección depende que goce la película o que lo deje indiferente e incluso indignado.
Benigni es consciente del problema intrínseco que tiene su película, por lo que las primera palabras de la misma, en un breve prólogo visual, mencionan que todo se plantea como una fábula, donde hay buenos y malos y donde tiene un lugar importante la moraleja.
Si el cinéfilo acepta entrar sin prejuicios en el mundo narrativo de esta fábula encontrará un tesoro sentimental, que no por sencillo deja de ser valioso.
Si opta por ver la película con una mirada realista seguramente encontrará puntos de choque que pueden llevarlo a rechazar la fábula.
Esto viene a cuento porque la película La Vita È Bella, hecha con innegable honestidad, levantó en su momento polémicas en muchas partes por presentar el tema del Holocausto mezclado con ciertos rasgos de humorismo, que en ningún momento son ofensivos para el pueblo judío pero que pueden interpretarse como una trivialización de dicha tragedia.
Así pues, el espectador, si desea penetrar al mundo de la cinta como una fábula, que es lo que el autor propone, debe desprenderse del bagaje de imágenes realistas de otras películas de ficción o documentales que han tratado al Holocausto con toda la seriedad posible.
También debe dejar atrás imágenes trabajadas sobre base real pero con fines de ficción.
Curiosamente, es en el cine italiano donde la "fábula" de Benigni puede encontrar apoyos narrativos en imagen y tratamiento del tema, es posible entrar a la "fábula" de pesadilla de La Vita È Bella y aceptar su sencilla moraleja: el amor paterno, el amor a la vida, puede sobrevivir a un terror concreto con nombre propio... el genocidio.
Pero vayamos por partes.
La película de Benigni está claramente dividida en dos capítulos narrativos.
En el primero, el personaje de Guido, ingenioso heredero de Chaplin y otros cómicos, conquista el amor de su dama.
Esta sección no genera el problema.
En la segunda, ya establecida la familia de Guido, sufren la persecución nazi y terminan en un campo de concentración.
Aquí, Guido establece toda una fantasía para buscar desesperadamente salvar la vida de su pequeño hijo.
Su arma de resistencia es el humor, la mentira blanca o piadosa y la fantasía.
Este es el punto que causa la polémica.
En la primera parte, Guido es un joven judío, pobre pero lleno de amor a la vida, que se vale de un constante sentido del humor para conquistar el amor de su amada.
Con cierto ingenio derivado de Chaplin -el vagabundo que conquista a su dama- y un diálogo construido para apoyar las situaciones, Benigni construye un personaje simpático y cordial, un poco "il buffone".
A partir de este personaje se crean las situaciones de una comedia ligera, como los clásicos tres encuentros en donde la maestra termina en sus brazos, la mentira fantasía de que es un príncipe, y escenas cómicas que también pueden rastrearse al cine italiano de los años 30.
Guido es en realidad un mesero pobre pero ingenioso, y ese ingenio lo lleva a enfrentarse cómicamente con los representantes más simples del fascismo, como el novio de la maestra, funcionario público trepador, machista y prepotente.
Pero es significativo que el personaje "camisa negra" sólo tenga una aparición, y que en ella muestre una violencia verbal que prefigura la violencia física que acompañó al fascismo.
Es probable que esto ocurra en el cine italiano no para trivializar el fascismo sino para mostrar que desde el principio contenía contradicciones de tal magnitud que nunca se le debió tomar en serio.
Cuando se descubrió su lado obscuro ya era demasiado tarde.
Además era una especie de mal menor, porque las acciones posteriores del nazismo fueron de tal magnitud que empequeñecieron -pero no borraron ni disculparon- las fascistas.
Una gran zona de Italia tuvo la oportunidad de comparar la persecución fascista con la fría y sistemática ocupación nazi desde 1943.
Dentro de este contexto, el film de Benigni se inscribe en una tradición de burla al fascismo mientras remarca la importancia del amor a la pareja por encima de las cuestiones ideológicas, en una actitud vital y burlona cuya moraleja es que el sentimiento amoroso trata de sobrevivir bajo cualquier circunstancia política o social adversa a su manifestación.
Pero luego, Benigni quiere continuar con su misma forma narrativa pero dentro de un contexto histórico distinto y altamente polémico: un campo de concentración en el momento del Holocausto.
Hay que aclarar que muy probablemente ninguna película de ficción pueda captar con total intensidad la magnitud del horror del Holocausto, y sólo las imágenes verídicas y documentales puedan hacerlo.
Pero tampoco es la intención de Benigni fue hacer un retrato fiel.
Probablemente quiso mostrar como la vida cotidiana y normal de una familia sencilla se ve trastocada y destrozada por una ideología que quiso no sólo controlar Europa sino también exterminar a una parte específica de su población.
Quiso enseñar que en medio de esa gran convulsión el espíritu humano intentó sobrevivir la pesadilla real por medio de las únicas armas que estaban a su alcance en el cautiverio: la resistencia, la dignidad, el sacrificio, el ingenio y ciertos rasgos de humor.
Pero Benigni es honesto al marcar que ese ingenio y humor están al servicio de un fin más elevado: el amor.
Es por eso que aclara que su película es una fábula, porque Guido inventa todo un gran juego para que su pequeño hijo Giosué conserve la inocencia, única posibilidad que le permite ocultarse y sobrevivir.
Esto, dentro de un contexto realista se percibe como inverosímil.
Para apoyar su historia - fábula, Benigni entreteje elementos históricos reales que ocurrieron en Italia.
A pesar del acoso fascista a la comunidad judía, las deportaciones masivas se hicieron hasta 1943 ordenadas por los nazis, etc.
A partir de esas bases, Benigni se embarca en la fábula y el humor se extiende a escenas como la "traducción al italiano" de las órdenes nazis en alemán, a su llegada al campo.
Allí Guido cimenta la fantasía de un juego extraordinario para su hijo Giosué mientras que apela indirectamente a la solidaridad de los otros deportados para que mantengan y refuercen el cuento que ha inventado en el momento.
Ninguno de los deportados traiciona jamás a Guido y a Giosué.
Ese silencio solidario de los personajes anónimos que siguen el juego también es de un gran valor humano.
Se critica, pues, que Benigni haya trivializado el Holocausto, pero hay que mencionar que en todos los momentos de humor y comedia se puede ver en forma paralela como se transluce la angustia de Guido, como sufre en los momentos de peligro por los que pasa Giosué, y como se desvive para salvar al pequeño, para inventar en el momento algo con que proteger al niño.
Todo confluye en la conducta de Guido en un sólo propósito: salvar a su hijo y mantener viva la llama de la esperanza en su esposa.
Para ello, según el diseño y personalidad de Guido sólo puede usar su ingenio, sus palabras, su humor.
Y todo remata en una gran manifestación de amor paternal y de pareja.
El amor es el motor y la excusa para la conducta de Guido, el amor es la razón para que Benigni haya afrontado esta temática bajo esta forma cinematográfica de narración con rasgos de comedia.
Dentro de la segunda parte de La Vita È Bella es tal la fuerza de la fábula amorosa que, si el espectador también solidariamente "acepta el juego" que se le propone, obtendrá la recompensa de sentir y entender los sentimientos que están en juego en la historia de esta película y su verdadera finalidad.
No es sencillo "aceptar el juego" porque los elementos históricos y los de la fábula chocan por naturaleza propia, y en ocasiones casi estallan en conflicto dentro de la película.
Pero hay que recordar que, como en toda fábula, Benigni presenta una moraleja, que en este caso se refiere a la capacidad que el amor tiene para sobrevivir bajo las circunstancias más atroces.
En La Vita È Bella se plantea que el amor, como valor y capacidad del ser humano, continúa vivo bajo toda situación adversa.
La película (de 1997) ha recibido más de 40 premios internacionales, incluyendo 7 Nominaciones al Oscar de 1999, ganado 3: a la mejor película extranjera, mejor actor para Roberto Benigni y mejor banda sonora dramática para Nicola Piovani y el Gran Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Cannes.
Benigni también es una fábula:
Se tiró a los pies de Martin Scorsese, y empezó a besarlos, cuando fue anunciado su premio en Cannes.
Al recibir el Oscar al mejor film extranjero, salió a recogerlo avanzando por encima de las butacas.
Y cuando recibió el premio de mejor actor, se abalanzó contra la gran Sofía Loren (¿quién no?)
Ese último premio, también fue polémico en su momento, debido a que se dijo que Roberto se interpretaba a sí mismo, en fin… se lo ganó!
La actriz Nicoletta Braschi es la esposa de Benigni en la película y en el mundo real.
Sobre ella dice Roberto:
"Es el centro de atracción de la película, no imagino a ninguna otra haciendo su papel."
Esta es una película que nos habla de que la esperanza y la imaginación son el camino para remontar todas las desdichas.
Nos anima a no perder la sonrisa, a apurar la vida al máximo, a amar sin restricciones, a recurrir a la magia de un gesto o un detalle que sirva para hacer feliz a alguien.
Es un canto a la superación, a la capacidad de resistir el miedo con la mejor cara para dar fuerzas y esperanzas a nuestros seres amados cuando están en peligro. 
Y también una oda a la paz, haciéndonos ver, con su tierna ingenuidad, el absurdo de las guerras y de los odios y de las ideologías que atentan contra la integridad humana.
Se nos muestra que los milagros se pueden hacer realidad si tenemos la fe suficiente, si el amor es lo bastante fuerte.
Depende de cada espectador aceptar o no esta propuesta.
Benigni la plantea de una forma espléndida y es un gran mérito que quiera afirmar que sí, que después de todo:
"La Vita È Bella".

“Belle nuit, ô nuit d'amour, souris à nos ivresses.
Nuit plus douce que le jour, Ô belle nuit d'amour!”
"Barcarolle" cantada por Montserrat Caballè y Shirley Verrett
Segundo Acto
Les Contes d'Hoffmann
Jacques Offenbach



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