Mandragora

El lado oscuro de la realidad, lo que no se ve pero que ahí está.

El dinero no puede comprarlo todo.
El dinero puede comprar la carne, la virginidad, la inocencia, la integridad, la dignidad.
El dinero puede comprar la evasión, la huida, el infierno, la soledad y la autodestrucción.
Pero hay algunas cosas que el dinero no puede comprar.
No puede comprar el miedo ni la limpidez en los ojos de un joven asustado.
No puede comprar su dolor, su sufrimiento, ni su martirio constante.
No puede comprar los latidos del espanto, ni de la rebeldía, ni del odio que nacen en lo más profundo del ser.
No puede comprar los gritos sordos de un alma que se pierde en la nada.
No puede comprar lo más íntimo que posee, lo que guarda en esa parte de sí mismo que nadie puede tocar.
No puede comprar su libertad.
Ninguna actividad ilícita representa la sencillez que muchos suponen, se necesita de condición mental para aceptar los hechos y aferrarse al camino elegido, para llegar a su cima con o sin compañía.
Se debe tener sangre fría y contar con egolatría suficiente, donde el otro difícilmente existe, de no ser así el fracaso al primer golpe será duro, amargo e incluso podría ser mortal.
Aquí se juega el todo por el todo, no hay contemplaciones todos se arriesgan por dinero, se les humilla no hay poder de decisión y se acatan a lo pactado.
Mandragora es una película inspirada en un documental de distinto nombre, que muestra a la turística ciudad de Praga, de la Republica Checa, como la cuidad de más alta tasa en prostitución infantil, adolescente y juvenil de carácter homosexual en el mundo, después de la caída del comunismo.
La película muestra la historia de un adolescente de 15 años Marek, que escapa de su casa rumbo a la cuidad de Praga.
Allí donde conoce a Honza un hombre que negocia con chicos adolescentes, este lo engaña y lo vende a un homosexual.
Así Mark comienza a caminar por un nuevo mundo, el de la prostitución homosexual, que junto a su amigo David, en pocas semanas ganan dinero como para comprar comida, ya que los turistas, alemanes, ingleses, americanos pagan grandes suma de dinero por estar con un adolescente Checo.
La película muestra una cruda realidad en la Republica Checa, la prostitución, los videos porno, todo de carácter homosexual, la más grande en el mundo, hasta hoy en día.
La espantosa caída de Marek Nedela, la espantosa caída de tantos jóvenes en las sórdidas y asoladoras garras de la monstruosidad humana, no conoce límites.
No hay canción que pueda expresar tanto dolor.
No hay palabras, ni lágrimas, ni suspiros suficientes.
No existe un himno, ni un poema para los desgraciados como Marek, porque todo sería inútil para representar la destrucción de una vida que apenas acaba de empezar.
Una cámara, unos chicos, unas calles.
Bares, antros, monstruos sin moral ni escrúpulos que mueven ese terrible círculo de la prostitución de los cuerpos, de los sueños arrancados, de las esperanzas destruidas, de las voluntades sometidas, de la prostitución, en definitiva, a aspiraciones patéticas: dinero y drogas para escapar de la repugnante realidad.
Un camino sin retorno, un círculo vicioso sin salida que convierte los días de Praga en el escenario mudo y sangrante de un horror que no tiene fin.
Brutal, hiriente y desgarradora denuncia de los suburbios de una sociedad decadente, vendida y arrastrada por el fango más infame.
Mandragora es una película checa de 1997 dirigida por Wiktor Grodecki, escrita en conjunto con David Svec, y está protagonizada por Miroslav Caslavka, David Svec, Pavel Skripal, Kostas Zerdolaglu, Miroslav Breu, Jirí Kodes, Karel Polisensky, Richard Toth, Jiri Pachman, Pavel Koci y Jitka Smutná.
Cabe destacar que sus protagonistas no interpretan ningún papel, pues eran prostitutos en la vida real.
En contraste, oímos una banda musical extraña, Puccini, Bach y otros para algunos pasajes lentos, y la cinematografía algo oscura, pero a pesar de estos “problemas” o intencionalidades de la producción, no estropean el impacto global de una película muy interesante.
El director nos ofrece una visión realista, casi documental, del mundo de la prostitución masculina en las calles de Praga.
Vemos la transformación del protagonista y como va perdiendo la ingenuidad hasta llegar a la desesperación y la soledad más absoluta.
Multitud de productoras alemanas y de Europa del este, como la archiconocida Bel Ami, llevan años grabando cine porno gay con multitud de chicos del este, en su mayoría heterosexuales.
Aprovechando este interés, Wiktor Grodecki hace un retrato bastante interesante sobre los chicos que se ven empujados a la prostitución y a rodar cine porno gay.
Un retrato crudísimo sobre pedofilia, drogas, violencia juvenil, sexo sin protección, y todo aquel elemento con que Wiktor quiere mostrar.
Mandragora es la tercera parte de una trilogía sobre prostitución infantil masculina, Mandrágora es un film difícil de digerir pero que merece ser visto.
Estremece e incomoda por la dificultad del tema y la franqueza transparente con la que es presentado. 
Esa transparencia se puede percibir ya solamente con la elección del reparto interpretativo.
Los chicos no son actores profesionales sino menores que se dedican o dedicaban precisamente a lo mismo que sus personajes.
Hecho que no afecta a su interpretación que, bajo mi punto de vista, es impecable, sobretodo en momentos de dramatismo.
Grodecki coloca la cámara justo donde todo espectador no querría seguir mirando. 
Praga es escenario y objeto de crítica de una modernización mal llevada.
De un turismo entrado en masa tras la caída del comunismo, y unos pueblos checos periféricos que tienen que mal vivir para que ésta “brille”.
Es un mundo sin elección.
Donde a pesar de los intentos de escapada se recae.
Donde para sobrevivir se necesita camaradería, sin embargo a pesar de los intentos de camaradería y fraternidad se está sólo.
Donde la evasión viene a través de salas de juego, de drogas, el sexo...
Es un mundo opresivo y así está representado, como una mandrágora, esa raíz con forma de hombrecitos de olor fétido pero poderes afrodisíacos, cuyo grito mata a quien intenta arrancarla. 



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