The Pianist

“La música es la pasión de este pianista, pero la supervivencia fue su obra maestra.
Música para seguir vivo, la perpetuación de la vida a través de un arte, y una fuerza imponente capaz de unir a los dos elementos más contradictorios:
Un judío huyendo y un oficial nazi”.

La historia de quien salvo a un pianista.
La historia de quien se inmuto ante el poder de la música ejecutada por el más grande concertista de aquella Europa en la Segunda Guerra.
¿Cómo retratar el horror cuando éste es al mismo tiempo tan incomprensible como humano?
¿En qué rincón del ser humano pudo un día haber nacido tanto odio?
Hoy en día, año 2011, casi veinte países del globo se encuentran en situación de conflicto armado o guerra.
Así mismo casi 1.000 millones de personas sobreviven en situación de pobreza.
Un continente está siendo diezmado por enfermedades y pandemias.
Los regímenes dictatoriales siguen existiendo.
Y todavía nos atrevemos a llamarnos a nosotros mismos una raza superior, a considerarnos seres racionales, a tener la desfachatez de consentir que un niño crezca sin padres o que un anciano muera solo en las calles; a asesinar miles de vidas por una idea distinta, por una religión diferente.
A disfrazar con moralidad la no cooperación en la solución para pandemias que arrasan – sobre todo – con la parte débil de la población.
Aún después de siglos y siglos de “civilización”, los seres humanos hemos sido incapaces de conseguir un equilibrio estable entre culturas, ideas, sistemas o economías.
En historia moderna el ejemplo más claro de una barbarie de escala mundial, es el Régimen Nazi y su exterminio sistemático (no solo de) los judíos.
Todo está aquí visto desde los ojos de un artista, un pianista que no da crédito (como el espectador) a lo que sucede a su alrededor, que no es capaz de asimilar el horror, que trata de esquivarlo, aunque finalmente caiga, primero irremediablemente en sus fauces, para después ser salvado por un ángel del tipo más inesperado.
Esta es la verdadera historia del pianista Wladislaw Szpilman, considerado en su época no sólo el mejor pianista de Polonia, sino también de Europa.
Polański, de origen polaco, vivió en Varsovia en la Segunda Guerra, y huyó de los Nazis siendo un niño, perdiendo a sus padres y a muchos amigos, con lo que la cinta permite narrar los traumas y aventuras propios del director pero, al narrarlo en la forma de alguien más (y recreando los textos de este pianista, una historia verídica), la cinta sirve como vehículo de memorias personales pero también de las de una Polonia común: el mejor tributo posible a una de las ciudades que vivió la mayor crueldad del siglo.
Polański rechazó y cedió en su momento a Spielberg la dirección de The Schindler's List, de modo que esta cinta le permite hablar del tema desde una perspectiva ajena pero igual de catártica.
No sólo hay judíos buenos, también los hay malos, hay policías judíos, hay amigos que se aprovechan de las situaciones, hay esperanza en donde menos se encuentra, y hay una salvación hecha con sudor, sangre y emociones encontradas, con fe pero también con miedo, con incidentes inverosímiles en un calvario extendido y lleno de humillación, hambre y encuentros milagrosos.
Władysław “Władek” Szpilman, nacido en Sosnowiec, Polonia el 5 de diciembre de 1911, muere en Varsovia, Polonia, un 6 de julio de 2000; fue un pianista polaco, compositor, memorista y sobreviviente judío del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial.
Se convirtió en un célebre pianista y compositor de música clásica y popular, hasta 1939, durante la invasión alemana a Polonia.
La invasión de Varsovia, el 23 de septiembre de ese mismo año, puso un final temporal a su carrera, al interrumpir una bomba su ejecución para la Radio Polaca del Nocturno en do sostenido menor de Friederic Chopin.
A pesar de las dificultades que la guerra lleva consigo, rehusó dejar la música. 
Algunas de sus obras las compuso entre las dificultades y la dureza de la vida en el gueto.
Hacia el final de la guerra, fue descubierto por un oficial alemán, Wilm Hosenfeld, que le perdonó la vida y le ayudó a sobrevivir tras escuchar la Balada no. 1 en sol menor en un piano desafinado que había en su escondite.
Una vez terminada la ocupación nazi en 1945 retomó sus actividades como Director Musical de la Radio Polaca hasta 1963.
A su regreso tocó la misma pieza musical que tuvo que interrumpir por causa de la bomba en el estudio, el Nocturno en do sostenido menor de Chopin, autor prohibido durante el gobierno nazi-alemán.
Szpilman fue condecorado por el presidente de Polonia con la Orden Polonia Restituta.
La Orden puede ser conferida por logros destacados en las esferas de la educación, la ciencia, el deporte, la cultura, el arte, la economía, la defensa del país, el trabajo social, administración pública, o para la promoción de buenas relaciones entre los países.
Y es que la historia es impresionante desde su base:
Szpilman evitó la deportación, fue obligado a vivir en el corazón del gueto de Varsovia, compartió la lucha, el sufrimiento y la humillación que representó lo que todos conocemos, y logró escapar escondiéndose en las ruinas de la capital donde un oficial alemán le ayudó a sobrevivir.
¡Un oficial Nazi!
El detalle es narrado en la obra con un poderío tal capaz de sacar lágrimas, pero no se presta a sentimentalismos y las lágrimas son de alegría y de dolor, de risas provocadas por una mala elección de abrigo, y de emociones complejas a partir de comprender que un hombre un oficial alemán, pudo sentir algo y evitó una última venganza.
El tributo a este oficial también existe y es poderoso y honesto, justo y digno.
Wilhelm Hosenfeld fue un oficial alemán de la Wehrmacht en la Segunda Guerra Mundial que alcanzó el rango de capitán al final de la guerra.
Ayudó a rescatar y esconder a polacos, incluyendo judíos, en la Polonia ocupada por los nazis.
Salió del anonimato gracias a la novela autobiográfica del músico polaco Władysław Szpilman, popularizada por la película de Roman Polański.
De esta forma se buscó en su vida y se comprobó su labor humanitaria de salvación de numerosas personas perseguidas por los nazis en Polonia.
Con sus diarios y cartas se publicó un voluminoso libro que retrata esta personalidad.
Hosenfeld entabló amistad con numerosos polacos e incluso se esforzó en aprender su lengua.
También, como católico, acudía a los oficios religiosos, tomaba la comunión y se confesaba en iglesias polacas, a pesar de que esto estaba prohibido.
Sus actos en favor de los polacos comenzaron ya en el otoño de 1939 cuando, en contra del reglamento, permitió que los prisioneros de guerra polacos tuvieran acceso a sus familias e incluso consiguió la liberación anticipada de uno de ellos.
Solía ayudarles consiguiéndoles los papeles adecuados para trabajar en el centro deportivo que estaba a su cargo, a veces dándoles empleo bajo nombres falsos.
El 17 de noviembre de 1944 en Varsovia, en una casona abandonada que estaba siendo acondicionada para convertirse en el cuartel general de las fuerzas de ocupación, Wilm Hosenfeld encontró a Władysław Szpilman, que se había construido un escondite en la buhardilla.
El oficial pidió al pianista probar su condición de músico y Szpilman, con las manos aún entumecidas, tocó un fragmento de "Ballade No. 1 in G minor" de Chopin.
Su ejecución de la Ballade, le provocó remordimientos al alemán, y este le ayudó a mejorar su escondite y le proveyó de comida durante un mes, envuelta en papel de periódico que daba noticias de la pronta caída de Alemania.
Hosenfeld fue capturado por los soviéticos en Błonie, una pequeña ciudad unos 30 kilómetros al oeste de Varsovia, junto con los hombres de la compañía que comandaba.
Fue sentenciado a 25 años de trabajos forzados por supuestos crímenes de guerra, acusación sustentada únicamente por su pertenencia al Ejército.
Fue internado en un campo de concentración soviético.
A pesar de las numerosas peticiones de liberación realizadas en su nombre, entre otros por las personas que había salvado, los soviéticos se negaron a admitir que no estaba involucrado en crímenes de guerra o fueron descartadas de plano por el aparato represor de Stalin.
En juicio sumario, sin abogados ni garantías jurídicas, Hosenfeld finalmente fue sentenciado a 25 años de prisión.
Para entonces había sufrido varios infartos.
Su salud se fue deteriorando, como evidencia la errática caligrafía en las pocas cartas que desde aquel infierno pudo enviar a su familia.
Falleció en un campo de concentración soviético, tras un grave y largo deterioro de su salud, el 13 de agosto de 1952, poco antes de las 10 de la noche, por una rotura de la aorta torácica posiblemente durante la tortura.
Sin embargo, nunca llegó a ser "cien por cien nazi", según se le reprochó en su entorno.
A juzgar por sus escritos, ni compartía el virulento antisemitismo del Tercer Reich, ni estaba de acuerdo con los métodos de adoctrinamiento imperantes en las Juventudes Hitlerianas.
Tampoco comprendía cómo el régimen podía prescindir del sustento de la Iglesia.
Pero la subordinación al designio nacional fijado por el Führer seguía incólume. 
Cuando Hitler ordenó atacar Polonia, en 1939, Hosenfeld sentenció:
"Ahora, todas las diferencias políticas e ideológicas han de relegarse a un segundo plano.
Todos tenemos que ser alemanes y dar la cara por nuestro pueblo".
Sabía lo que estaba ocurriendo.
Su interpretación de la barbarie tendía a ser religiosa:
"¿Será que el diablo ha tomado forma humana?
No lo dudo".
Hosenfeld, el patriota, se fue volviendo fatalista y apocalíptico:
"Nos hemos llenado de una vergüenza inexpugnable, de una maldición imborrable. 
No merecemos misericordia, todos somos culpables.
Me avergüenzo de caminar por la ciudad, cualquier polaco tiene el derecho de escupirnos en la cara", escribió en su diario el 16 de junio de 1943.
“Los alemanes acababan de reducir a escombros el gueto de Varsovia”.
A su manera, y aunque perteneciente al bando de los asesinos, también fue víctima del horror.
"Hay que sellar los ojos y el corazón.
La población es destruida inmisericordemente.
Menos mal que tengo mucho, mucho trabajo", escribió a su amada Annemarie en agosto de 1944, con Varsovia sumida en la hecatombe.
Tres meses después, en una casona abandonada, salvaría la vida de Wladyslaw Szpilman.
El pianista recordaría meses después:
"Hosenfeld fue el único ser humano con uniforme alemán que yo conocí".
Al despedirse de él en la casona de Varsovia, Szpilman le había pedido que memorizara su nombre por si algún día necesitaba de un testigo que declarara a su favor.
Cuando fue detenido Hosenfeld, alcanzó a transmitirle un mensaje, pero el pianista ya no pudo dar con él, entre otras razones porque ignoraba su nombre. 
También otros de sus protegidos -entre ellos un antiguo comunista alemán y una familia polaca- intercedieron a su favor y ayudaron a su esposa, Annemarie.
"El hecho es que toda suerte de canallas y malhechores siguen libres, mientras que este hombre, que merece una condecoración, tiene que sufrir", se lamentó en 1950 Leon Warm, otro judío a quien Hosenfeld había salvado en Varsovia.
El hijo de Władysław Szpilman, Andrzej Szpilman solicitó al Yad Vashem que reconociera a Wilm Hosenfeld como Justo entre las Naciones, un título que se concede a los no judíos que arriesgaron su vida por salvar a los judíos.
El 25 de noviembre de 2008 se produjo dicho reconocimiento.
En octubre de 2007 el presidente de Polonia concedió a Wilm Hosenfeld la Cruz Comandante de la Polonia Restituida (Krzyż Komandorski Orderu Odrodzenia Polski).
Israel honró la figura de Hosenfeld el 19 de junio de 2009 en una ceremonia celebrada en Berlín.
Hosenfeld se convertía así en uno de los pocos militares alemanes que participaron en la II Guerra Mundial en recibir el título de "Honrados entre las Naciones", una distinción concedida por el centro Yad Vashem del Holocausto.
En total han recibido este título unas 22.000 personas de todo el mundo.
Los hijos de Hosenfeld y Szpilman asistieron a la ceremonia.
"Somos conscientes de que este es el mayor honor con que el Estado de Israel reconoce a los no judíos", declaró el hijo del capitán alemán, Detlev Hosenfeld. 
Por su parte, Andrzej Szpilman, manifestó entonces que Hosenfeld:
"ayudó a mucha gente distinta al principio de la guerra, independientemente de su origen, religión o raza".
"El salvador de la vida de judíos al que honramos muestra que hubo gente de uniforme, incluso bajo la dictadura y el terror, que defendieron la humanidad y la compasión", dijo el embajador adjunto de Israel en Berlín, Ilan Mor.
El libro de Szpilman es un vivo y gratificante relato de la vida en el gueto y de cómo, sorprendentemente, logró escapar y sobrevivir.
La fuerza del tema y de las emociones que genera, junto con la bonita y amplia gama de variados personajes secundarios, le convirtieron en una obvia fuente de inspiración para Roman Polański, que ya se había encontrado con Szpilman en dos ocasiones.
En su tercer encuentro, a principios de 2000, Szpilman afirmó que era un gran placer para él que su libro se convirtiera en una película y que fuera su compatriota quien la dirigiera.
Wladyslaw Szpilman falleció el 6 de julio de 2000, antes de que empezara el rodaje.
The Pianist es una película del 2002 dirigida por Roman Polański y protagonizada por Adrien Brody y Thomas Kretschmann.
Es una adaptación de las memorias del músico polaco de origen judío Władysław Szpilman.
Recibió en el 2002 la Palma de Oro en el Festival Internacional de Cine de Cannes.
Galardonada con tres premios Óscar: Mejor Director, Mejor Actor Protagonista y Mejor Guión Adaptado, de un total de 7 nominaciones incluyendo: mejor película, mejor fotografía, mejor diseño de vestuario y mejor montaje.
Cada miembro del magnífico reparto, la dirección de fotografía, la música que interpreta el pianista y la original del film, así como todo el departamento de arte son dignos de mención y acaban por consolidar esa búsqueda de la obra de arte total emprendida aquí por Roman Polański.
Polański ha logrado conjugar una serie de elementos que, me atrevo a decir, convierten esta historia en algo un tanto diferente.
Sí, es la historia de otro judío que sobrevive.
Pero éste no estuvo en un campo de concentración, sino en la ciudad, oculto, a merced de almas compasivas que arriesgaban su propia vida para salvar a una persona más del genocidio nazi.
En algún momento llega a haber poco diálogo, pues lo que vemos es la rutina de Szpilman en sus refugios.
Y no puedo imaginarme a otro actor que no fuera Adrien Brody para interpretar al pianista.
No sólo tiene el rostro, y esa permanente expresión de tristeza que explota tan bien.
Brody logró crear y transmitir todo el deterioro emocional que la guerra y su separación de la familia, aparte de ver la destrucción de la ciudad y constantes asesinatos, le provocó.
De un tipo que frente a la familia pasaba por un ser contenido y sensato, revienta mientras asume la separación con su familia y camina llorando por la calle del gueto, calle sobre la que hay ripio, cosas tiradas, cadáveres.
Luego, la angustia, el hambre, la soledad, pero sobre todo el vínculo con aquello que lo mantiene vivo interiormente: la música.
Hay otro detalle que la película de Polański aborda y de lo cual se ha hablado poquísimo: cuando los aliados entran a Polonia y Alemania, apresaron a los nazis y los tuvieron en campos "de concentración" (los llaman unos) o de "prisioneros de guerra" (según los llaman otros).
La escena es breve pero es parte de una olla podrida de la que no hablan ni los aliados ni en Alemania misma: lo que pasa después de la guerra.
Y no se habla de ello porque ocurre en esa zona gris que llaman "post-guerra" y que muchos confunden con "paz".
No en vano se decía en Berlin a semanas del fin del conflicto:
“Disfruta de la guerra mientras puedas, porque la paz será terrible”.
En ningún momento se dirige a sentir pena del pueblo judío, ni mucho menos; se trata de contar algo más, de reaccionar en contra del maniqueísmo, de no culpar ni odiar, de hacer autocrítica, incluso, lo cual es algo que ya se echaba de menos en este tipo de obras.
Polański introduce muy sabiamente piezas del romántico Chopin a la par de numerosos silencios musicales que hacen de la película un verdadero relieve sonoro de suma belleza.
Las escenas más dramáticas, escalofriantes, impotentes o atosigantes se destacan por la ausencia de música alguna.
El silencio musical se convierte en banda sonora por múltiples momentos, los gritos de mujeres, la inocencia de un niño reclamando a voces a su padre o el simple caminar de un pelotón de soldados nazis cobran especial protagonismo introduciéndonos aun más en el pellejo de Spizlman.
Sobre la música, el trabajo de Wojciech Kilar es simplemente perfecto: acompañamiento limpio, refuerzo planeado, y con una estética impecable; con tonos clásicos judíos y con una orquestación sutil y poderosa, se convierte inmediatamente en uno de esos CDs obligados en cualquier colección.
El tributo cierra con el homenaje al mismo Szpilman, más allá de la historia: el rol de Adrien Brody es un acierto de proporciones inmensas, y un trabajo actoral magistral.
Desde unos acordes iniciales al piano, hasta la expresión al salvar su vida en el incidente del abrigo, o la expresión serena en la búsqueda de ese oficial alemán que se conmovió con su piano.
El espíritu representado por Brody es incomparable: un testigo musical de un evento brutal e innombrable, un esclavo que mantuvo su vida, un ser que perdiéndolo todo nunca perdió la voluntad de vivir, y cuyo virtuosismo rompe ahora las fronteras.
Curiosamente Brody aprendió a tocar realmente el piano para la realización de esta película.
La escena del piano mudo -ese piano que no puede tocarse- es hermosa, pero el momento de piano con el oficial es algo impresionante: la música lo es todo, y podemos entender lo que ocurrió con ese oficial y con su alma.
Por desgracia, la pelí­cula no es solo una crí­tica sobre el pasado, sino sobre el presente y el futuro.
Una crí­tica sobre la marginación que se ejerce contra otras naciones, como es claramente el caso de Palestina.
Una crí­tica contra las muertes provocadas por las guerras imperialistas, como las que EEUU encabeza ahora, y que acaban con la vida de quienes en teorí­a sufren el yugo de la tiraní­a.
The Pianist es, a fin de cuentas, una voz a favor de quienes han tenido y tendrán que padecer una guerra que nunca comprendieron ni comprenderán, de quienes perdieron a sus familias y a sus seres queridos, de quienes no tuvieron ni tendrán voz ni rostro.

"Sí, soy alemán.
Y después de todo lo que ha sucedido, me avergüenzo de ello"
Wilm Hosenfeld



Comentarios

  1. Esta película muestra con intensidad, los extremos por los cuales, desde el interior de si mismo, el ser humano es capaz de viajar hacia el mundo exterior: pánico, dolor,misericordia,ira,solidaridad,odio,lealtad ...
    Humanidad, frágil siempre ante una realidad abusadora.

    Los sentimientos nobles, sometidos, relegados, reprimidos, obligados a callar en muchos y desconocidos en su totalidad por otros.

    Sin embargo, cuando se cree que hay un cambio positivo, nada es diferente, solamente los roles de los protagonistas, opresores ahora oprimidos, abusadores ahora abusados, actos inhumanos, con una firma de autor diferente.

    Que los justifica ? nada, si el "hecho" o "acción" es lo que te hace culpable, no hay diferencia entre estos y aquellos.Despreciable falsa "moral y justicia" vestida de buena voluntad, que no es mas que vanidad política.

    El pianista, sobrevive, así como también sobrevivieron muchos otros,... no por ser un hombre dotado de un talento musical, si no, por encontrar en su camino, personas que independientemente de su origen étnico, hablaban el idioma universal del amor al prójimo.

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  2. Muchas gracias Laura por dejar tu valioso comentario. Me alegro sobremanera, que hayas hecho una muy buena lectura de la película.
    Ojala todos logremos la sencilla iluminación, "ese idioma universal del amor al prójimo", de apegarnos a esa simple regla que muy bien comentas, no hubiéramos tenido hechos históricos tan atroces y vergonzosos, como los ocurridos en La Segunda Guerra Mundial. ¿Es tan difícil ser humilde? La respuesta está en nuestro interior, extrapolemos esa idea, y dejemos de considerarla "utopía", ya que nos frena de alcanzar el logro de la buena voluntad. Nuevamente, muy agradecido por tu nota. Espero comentes más seguido.
    Saludos.

    Alvaro.

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  3. Un placer, gracias por la oportunidad !

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  4. Bienvenida siempre, considera este tu espacio, para opinar lo que gustes sobre cine, saludos nuevamente.

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