The Crying Game

“Un día pronto le voy a contar a la luna acerca del juego de las lágrimas.
Y si ella sabe, tal vez explique por qué hay dolores de corazón?
Por qué hay lágrimas?
Y qué hacer para dejar de sentirse triste”.

Imaginémonos dos hombres de caracteres opuestos, de hábitos irreconciliables.
No es necesario que vivan en regiones alejadas del planeta; sí se requiere que cultiven aficiones, virtudes y veleidades contradictorias.
Denominémoslos "espíritus antípodas".
Pues bien, sostengo que estos dos hombres precisarían el uno del otro, por muy distantes que estuviesen.
Hay películas que cuestionan tus cimientos, tu forma de ver la vida, tus más profundas convicciones.
Y sin duda alguna, esta película es una de ellas.
¿Es acaso el amor una simple manifestación de la corporeidad?
¿Se puede trascender lo físico, aún en contra de las convenciones del género o los propios imaginarios?
¿En qué consiste el deseo y la atracción?
Son preguntas que siempre me han inquietado, pero que al ver este hermoso filme, se presentaron con mayor consistencia, con mayor solidez.
La historia:
“Un escorpión quería cruzar el río y pidió a una rana que le ayudara a hacerlo, llevándolo en sus lomos.
La rana se rehusó diciendo que la picaría con su aguijón y ambos morirían.
‘Lo harás porque es tu naturaleza’.
El escorpión prometió no hacerlo y la rana aceptó llevarlo.
A mitad del trayecto, el escorpión picó a la rana y ésta le dijo:
‘¿Por qué lo has hecho?
¡Ahora moriremos!’
Y el escorpión repuso que no pudo evitarlo:
Era su naturaleza”
Al hablar de esta cinta, hay que dejar muy claro que más allá de la controversia que causó en su día, y que aún hoy suscita en algunas esferas, esta es una historia estupenda, que trasciende los elementos de violencia, miedo y sorpresa que la componen para tratar temas más universales y emotivos, presentes bajo la superficie.
La califico como intensa, sorprendente y oscura, la película con el que el británico Neil Jordan alcanzó repercusión mundial, fue uno de los largometrajes clave del año de Unforgiven.
La obra explora, con sobriedad e inteligencia, la realidad de un amor humano, honesto y sincero, capaz de superar ideas preconcebidas, barreras mentales y tribulaciones internas.
Es una historia extraña.
Una historia sencilla sobre el "dos" y lo que cabe en él.
Una historia sobre círculos que se cierran en torno a emociones humanas, con el trasfondo del IRA, la lucha, las tensiones... las lágrimas.
The Crying Game es una película de 1992 escrita y dirigida por Neil Jordan. 
Explora temas de raza, nacionalidad, género y sexualidad, teniendo como trasfondo el conflicto irlandés.
Está protagonizada por Stephen Rea, Forest Whitaker, Jaye Davidson, Miranda Richardson, Adrian Dunbar, Jim Broadbent, Tony Slattery y Birdie Sweeney.
La música original es de Anne Dudley, brillante y emotiva, interpretada por la Pro Arte Orchestra of London, y que permite disfrutar aún más de la película.
El tema principal "The Crying Game " de Boy George resulto fenomenal, no pudo ser más asertiva.
The Crying Game recibió 6 nominaciones en la 65ª entrega de los Premios Óscar, consiguiendo la estatuilla al mejor guión original e incluyo nominaciones a mejor película, director, actor principal, actor de reparto y montaje.
The Crying Game se titulaba originalmente “La Esposa del Soldado” y era una trama mucho más convencional, aún pese a sus peculiaridades.
El punto interesante a analizar es precisamente el que Jordan plantea es la relación entre Fergus y Dil que es profundamente simbólica en muchos niveles.
The Crying Game es lo mismo una enternecedora historia de amor que un thriller, un melodrama, una comedia romántica (los elementos y el humor – aunque ligeramente más seco de lo que se espera en tales casos- están ahí, presentes incluso en el epílogo), una alegoría política y también un estudio psicológico muy interesante de la pareja principal.
Jordan fue el responsable de la dirección y la confección de su magnífico guión, cuyas líneas aúnan temas tan dispares e inconexos como el sexo, el terrorismo y la amistad a partes iguales.
Lo que realmente hace fascinante este guión es la forma en que articula las dos partes en que está dividido; cada una transcurre en un contexto completamente diferente, pero ambas están ligadas inexorablemente.
El nexo de unión entre ellas es Fergus (Stephen Rea), un miembro del IRA, que, en contra de lo que podríamos pensar por su pertenencia al grupo terrorista, protagoniza una preciosa historia de amistad y una inolvidable historia de amor. 
Acá Jordan hace magia con mayúsculas.
Ya Aristóteles en su Poética nos hablaba de la estructura dramática que, a lo largo de los siglos y con el desarrollo de las distintas artes y ciencias, hoy consideramos universal o dividida en tres actos:
El planteamiento (set-up), el desarrollo (development) y la resolución o desenlace (resolution).
Presenta tres ideas difícilmente aceptables, saliendo airoso en dos y media de ellas.
La primera es demagogia pura, ya que pretende convencernos de que incluso un terrorista tiene corazón; inteligentemente presenta un personaje como Fergus, eludiendo su pasado y mostrándonos un presente complaciente… demasiado complaciente de cara al espectador y ahí es donde pierde ese medio punto… o lo gana, según se mire.
Las dos ideas restantes son ejecutadas de manera absolutamente magistral. 
Calificaría de admirable la historia de amistad que consigue construir entre un terrorista del IRA y un soldado británico durante su secuestro; logra una credibilidad y ternura insólitas en una situación como ésta.
Y en cuanto a la complejísima historia de amor que transcurre en la segunda parte del film, sería difícil encontrar adjetivos que describieran la perfección y sensibilidad con que Jordan nos la hace llegar.
Hubiese sido tan fácil caer en el mayor de los ridículos.
Y es que ante todo somos seres humanos, independientemente de sexo, color, credo o religión.
Jordan lleva esta afirmación al límite; no tanto como para caer en el esperpento, al que nunca se acerca, pero sí lo suficiente como para hacernos reflexionar y debatir a cerca de ello después de su visionado.
The Crying Game enriquece sobre manera a todo espectador que se atreva con ella.
Es una historia extraña, efectivamente, pero guarda en sus fotogramas, en su círculo perfecto, algo que todos llevamos dentro:
El "dos", las duplicidades que no confesamos, las emociones que contenemos, las máscaras que nos colocamos cada día, el gran secreto de que los antípodas habitan en cada uno de nosotros.
Es una película extraña, que nos vuelca al mundo de las emociones, al juego tramposo de las lágrimas y que crea personajes inmortales, actores que no se olvidan, de esos que pocas veces vagan por la pantalla como es el caso de Dil.
¿Quién duda que amamos tal y como aprendemos o vivimos en el cine o en la literatura?
¿Qué sería de nuestras emociones de no mediar en ellas los referentes culturales que se van haciendo parte de nosotros?
Vivimos como leemos o vemos cine, y en este sentido Dil se convierte en un símbolo universal.
La parábola del escorpión y la rana, ilustra el conflicto de Fergus en toda la película, sobre todo si dar rienda suelta a sus potentes sentimientos y pasiones humanas; o responder a su naturaleza viril y varonil.

“La naturaleza es más fuerte que el sentido común”.



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